Política. Sociedad. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.
Accidente reveló desprecio de Castro a los cubanos
Cuando se comenzaron a divulgar los detalles del pésimo estado técnico del Boeing 737 que se estrelló en La Habana y causó 112 muertes, el ministro de Transporte de Cuba, Adel Izquierdo, en vez de presentar su renuncia lo que hizo fue acusar al “bloqueo” de EE.UU. por la tragedia ocurrida.
Fueron las instrucciones precisas de “arriba” las que le dieron. Pero “para decir mentiras y comer pescado hay que tener mucho cuidado”. Poco después la revista británica The Economist aclaró que la ley del embargo estadounidense sí permite a Cuba comprar en EE.UU. aviones y piezas para su mantenimiento, y que si el Estado cubano no lo hace, es por falta de dinero.
Por otra parte, el diario Granma informó que la investigación que realiza el régimen sobre el desastre aéreo no es para buscar culpables, sino para detectar las causas y evitar que se repita. Para quienes saben leer entre líneas las truculencias castristas, esa nota oficial constituyó una admisión de culpabilidad.
Si la dictadura no busca culpables, es porque ella misma lo es. Y nunca lo va a admitir. Jamás la dinastía cubana ha aceptado responsabilidad alguna por sus acciones. Culpa a otros. Está en los genes del castrismo.
Ello explica el hermetismo irracional, típicamente totalitario, sobre las causas específicas que causaron la tragedia aérea del 18 de mayo. Pese a que las dos cajas negras del avión se hallaron hace días nada se ha informado, ni siquiera a los familiares de las víctimas.
Sin duda, más allá de las deplorables condiciones técnicas que precipitaron a tierra el avión, las causas de fondo fueron políticas, combinadas con negligencia criminal también política.
Y el silencio del Gobierno, propietario de Cubana de Aviación y, por tanto, responsable ante todas las familias de los fallecidos de que el avión se estrellara por su pésimo estado técnico, se convirtió en afrenta pública, cuando el dictador salió de su escondite el 31 de mayo y fue al aeropuerto José Martí a recibir a Díaz-Canel y su esposa a su regreso de Caracas.
Castró II mostró así nuevamente su desprecio por los cubanos, pues no tuvo reparos en que se supiera que su silencio sobre la tragedia aérea (y sobre los destrozos de las inundaciones por la tormenta Alberto) nada tenían que ver con su salud, sino con su cobardía e incapacidad para afrontar situaciones difíciles. Acostumbrado a ser el cachanchán de su hermano, ahora, ya solo, se esconde y no da la cara a los problemas que él mismo crea.
Si el avión se cae, la culpa es del “bloqueo”
¿Por qué el Gobierno cubano contrató los servicios de Damojh-Global Air, una entidad no miembro de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA en inglés), que obliga a realizar rigurosas inspecciones periódicas de seguridad en vuelo y de calidad técnica? Porque era más barato y la economía castrista cuenta con muy pocas divisas debido a la improductividad derivada del modelo comunista implantado ¿No tiene eso carácter político?
El ingeniero Ernesto Rodríguez Martín, inspector de Seguridad Operacional de Cubana de Aviación, realizó entre 2008 y 2009 nueve auditorías a vuelos arrendados a Global Air que revelaron un fuego en la cabina de mando, gomas desgastadas y una explotada al aterrizar, carencia de salvavidas, salideros hidráulicos en los frenos, radar meteorológico inactivo y pobre preparación de las tripulaciones, entre otros problemas. Dicho experto recomendó “no contratar bajo ningún concepto” los servicios de Damojh-Global Air.
El régimen ignoró olímpicamente tan grave advertencia. Y aquí a la escasez de divisas se sumó algo peor: la ideología marxista-leninista. Si recordamos a Lenin, Stalin, Jruschov, Brezhnev, Ceaucescu, Honecker, Mao, Pol Pot y otros tiranos comunistas, se advierte que sus regímenes no priorizaban la vida humana, sino cómo ofrecer una buena imagen del Estado socialista, sin importar mucho a qué precio, siempre que no afectase a la cúpula en el poder.
Es decir, en las naciones socialistas sus líderes no se andaban con “remilgos burgueses” de derechos humanos, como los llamaba el Che Guevara, cuando fusilaba al por mayor en La Cabaña.
Por eso, entre no tener aviones en servicio y mostrar al mundo la indigencia económica de la “revolución”, o disponer de aviones que son mantenidos pésimamente pero vuelan, el general Castro escogió la segunda opción. Aplicó la lógica aprendida de su hermano: “Tengamos el avión, y si se cae, le echamos la culpa al bloqueo”.
Vuelos nacionales, los peores aviones
De manera que la caída de ese Boeing 737 no fue una sorpresa, y la responsabilidad criminal por la muerte de las 112 personas que iban a bordo —la única sobreviviente se debate entre la vida y la muerte— es del Gobierno castrista.
Otra aberración típicamente comunista es que los aviones de Cubana de Aviación destinados a los vuelos nacionales son los que están en peores condiciones, los más viejos y peor mantenidos. Para los vuelos internacionales se utiliza lo menos malo de la flota aérea cubana.
Ello se debe a que si un vuelo nacional repleto de cubanos termina en desastre, los muertos son del patio y eso no tiene mucha trascendencia internacional, pero si se cae uno lleno de extranjeros, su impacto mundial afecta la atracción de turistas a la isla. Además, los extranjeros pueden presentar demandas legales millonarias en divisas a Cubana de Aviación y los cubanos no. O sea, la prioridad del Gobierno no es la seguridad de los ciudadanos que dice representar, sino la de los extranjeros, dólares y euros en mano.
En los últimos días se han conocido detalles que agravan la responsabilidad político-criminal del castrismo en el accidente. Mirna Díaz, una sobrecargo que trabajó durante tres años para Damojh-Global Air, dijo al diario Milenio, de México, que informó en 2016 a las autoridades mexicanas las graves deficiencias de esa compañía.
Mirna destacó que el dueño de la empresa compraba piezas robadas, lo más barato y “chafa” (mala calidad) que encontraba, y que volaba en aviones a los que les faltaban los toboganes de evacuación, chalecos salvavidas y oxígeno, y que no tenían la cantidad de combustible necesaria. Dijo que los mecánicos trabajaban con pocas herramientas y las piezas que solicitaban no llegaban.
Por otra parte, Oscar García, ex piloto de aviones Boeing, hoy presidente de la firma InterFlight Global, con sede en Miami desde 1992, quien trabajó para el Gobierno de EE.UU. en seguridad aérea, dijo que era inexplicable que la aerolínea Global Air, sin pertenecer a la IATA, fuera contratada por Cubana de Aviación.
Si lo único que funciona bien en Cuba son los servicios de contrainteligencia a nivel doméstico, y de inteligencia en el extranjero, no es creíble que La Habana no supiera que Damojh-Global Air operaba prácticamente al margen de la ley, sin pertenecer a la IATA, ni darle un mantenimiento eficiente a sus obsoletos aviones.
Todo indica que, priorizando lo más barato por sobre los altos riesgos de que el avión se cayera, Raúl Castro optó por el riesgo y gastó poco. Total, sería usado en vuelos nacionales.
Es cierto que un avión se puede estrellar en cualquier momento y lugar del mundo, por causas técnicas, naturales, o humanas, pero el accidente de este Boeing de 1979 en pésimas condiciones, contratado pese a la advertencia de que no se hiciera, es responsabilidad legal directa del general Castro.
Lo es no solo porque el General era Jefe de Estado, propietario de Cubana de Aviación, cuando se rentó la aeronave, sino porque nadie más que él podía tomar semejante decisión. Lo mismo antes, que hoy con otro “presidente”, solo el dictador puede hacerlo.
La triste moraleja para los sufridos familiares de los 112 fallecidos es que todos ellos estarían vivos de no haber una dictadura comunista en Cuba.
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