¿Se puede ser antieconomía?

Política. Sociedad. Crítica
Por Roberto Álvarez Quiñones.

Anticapitalistas. Wikimedia Commons.

En los últimos años se han vuelto cosa común en Occidente las manifestaciones callejeras violentas de jóvenes, y no tan jóvenes, que se autoproclaman anticapitalistas, antisistema, antineoliberales o antiglobalización.

Son protestas primas hermanas de las que se producen últimamente en  países de Sudamérica contra gobiernos no aliados de La Habana y Caracas. Con el estandarte del rechazo al “neoliberalismo” en buena medida estas revueltas son organizadas  o estimuladas por el largo brazo movilizador del castrismo —el non plus ultra del anticapitalismo en las Américas—, ahora además con la contribución monetaria del narcotráfico aportada por Caracas.

Pero no son esas protestas en Latinoamérica, todas anticapitalistas, las que trataré de desmenuzar aquí,  sino la irracionalidad de declararse anticapitalista. Los jóvenes así autotitulados se sienten  más modernos que sus ancestros “tan equivocados”,  y en mejor sintonía con el siglo XXI. No quieren saber nada de lo viejo: del capitalismo, la derecha, de ningún gobierno que no sea “revolucionario”.

Anarquismo. Explosión de bomba en el teatro Liceo de Barcelona, en 1893. Alamy.com.

Desconocen tres cosas primordiales: 1) que ellos no son modernos sino anticuados, puesconstituyen una nueva versión del anarquismo, una de las más aberrantes corrientes políticas  del siglo XIX y principios del XX;  2) que de lo contrario son comunistas ortodoxos  de la vieja escuela incendiaria de Marx, Lenin, Trotski, Mao, las FARC,  y el Che Guevara;  y 3) que no se puede ser anticapitalista porque no hay forma de ser anti-economía, o antinaturaleza humana.

Yo diría que desde que los hombres dejaron de ser nómadas, crearon comunidades sedentarias luego del hallazgo de la agricultura  hace 10,000 años, y comenzaron a practicar el trueque, hasta que ya en Lidia (hoy territorio de Turquía) en el año 620 antes de Cristo se acuñaron las primeras monedas (primero que en China y la India) para comerciar, ya desde entonces de hecho vio la luz la economía de mercado en su etapa natural genésica.

Hay en todo esto un nudo semántico-ideológico que los académicos, o no  han detectado, o no han querido abordarlo. Cuando conversamos con una persona con graves patologías en su cerebro, podemos decir que no es normal, pero cuando charlamos con una persona en sus perfectos cabales resulta innecesario aclarar que es normal. No tiene sentido.

En 10,000 años la economía nunca tuvo apellidos

Pues bien, en ese sinsentido se cae en todas partes sin que nadie se dé cuenta. Antes de Karl Marx había en el mundo un solo tipo de economía, que por supuesto no tenía apellidos. No hacía falta porque era lo único conocido, lo natural, lo normal. Las clasificaciones de cada etapa histórica siempre se hacen con posterioridad.

Edad de Piedra. Cavernícola. Pixabay.

Así, los miembros de una tribu en la Edad de Piedra  no sabían que vivían en la comunidad primitiva. Los siervos en época de Carlomagno, o de Ricardo Corazón de León, no hablaban de feudalismo. En  los tiempos del premier británico Benjamín Disraeli (1874-1880) nadie se refería a Inglaterra como un país capitalista, no tenía sentido.

Fue sólo con el surgimiento del primer Estado comunista en Rusia, en 1917,  que surgieron y se acuñaron los apellidos económicos.  Se dio por hecho que había en el mundo dos economías distintas, la capitalista y la socialista (comunista).

Sin embargo, luego de estar 74 años en el laboratorio de la vida práctica para supuestamente llevar a la humanidad al paraíso en la Tierra, aquel modelo económicodiferente resultó un total fracaso. Fue declarado  inservible  por sus propios inventores y recibió sepultura en las murallas del Kremlin.

En Europa fue tirado a la basura, y en China y Vietnam si bien arriba siguieron con sus dictaduras del Partido Comunista, abajo adoptaron la economía de mercado. Se percataron de que es la única que funciona. Solo las dictaduras jurásicas de Cuba y Corea del Norte siguen sin aceptar la realidad tal y como es.

Así el marxismo-leninismo pasó a la historia como un experimento fallido. Pero la izquierda más radical insiste hoy en llamar normal a lo normal y habla peyorativamente de la economía capitalista cuando ya se sabe que no hay otra.

El supuesto relevo paradisíaco del capitalismo no cuajó por su condición contraria a la naturaleza humana. Por eso tampoco cuajaron los sueños de sociedades perfectas basadas en el colectivismo, desde Platón con su República ideal comunista, hasta Moro con su Utopía, y los de otros ilusos como Campanella, Saint Simon, Owen, Fourier, Babeuf, Blanqui, hasta hoy, todos enemigos de la propiedad privada, que es el motor económico que mueve el mundo.

Mercado central. Sucre. Wikipedia.

Pero la costumbre de emplear la palabra capitalista, ahora usada como un estigma la izquierda marxista  la preservó. Y a  fuer de ser repetida pasó al ADN de la cultura social y política modernas. No importa que se haya constatado que  la única forma de economía que funciona, crea riquezas  y hace posible el desarrollo social es la de libre mercado, basada en la propiedad privada.

Economía de mercado: el pez en el agua

Las leyes naturales que rigen las relaciones productivas entre los seres humanos, si no son asfixiadas por monarquías absolutas, regímenes comunistas, fascistas, populista-nacionalistas, y otros istas estatistas, conforman el único sistema económico natural y lógico.

La economía de mercado es como el pez en el agua. Es lo normal pese a sus muchos defectos, insuficiencias, contrastes e injusticias,  o lo que Alan Greenspan llama la “exuberancia” del mercado”,  que generó la crisis económica de 2008.

Por tanto, hablar de economía capitalista es una redundancia. Es como aclarar que alguien que tiene mucho dinero es rico. Eso sobra, una condición  va implícita en la otra.   Igualmente el carácter capitalista es intrínseco a toda economía que funciona.

No tiene sentido seguir con los apellidos y metidos en la trampa marxista. Es lo que le ocurre a quienes, que sin saber de qué están hablando y sin proponer una alternativa viable, atacan al capitalismo y lo consideran el ogro causante de todos los males en el mundo. Y para colmo  todavía a estas alturas esos anticapitalistas llevan en el pecho la foto del Che Guevara, el fanático estalinista que por encargo de Fidel Castro montó en Cuba el modelo económico comunista que paró en seco el extraordinario avance que venía experimentado la economía cubana desde los años 40  y la hundió en la pobreza que ha hecho de Cuba otro Haití.

Anarquistas y comunistas “vergonzantes” 

Día del Trabajador. Wikipedia.

Los anticapitalistas y los antineoliberales que en Chile, Ecuador, Perú, Colombia y Bolivia, destruyen y siembran el pánico para desestabilizar los gobiernos no procastristas son anarquistas de nuevo cuño, o comunistas “vergonzantes” que rechazan ser llamados comunistas. Esa palabrita les suena a fracaso y está muy devaluada históricamente.

Como sostenía el filósofo y político anarquista francés Sébastien Faure (1858-1942) “cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista”. El anarquismo original postulaba la abolición del Estado al considerarlo un monopolio de la fuerza,  e implicaba el rechazo a todo gobierno y a toda autoridad impuesta sobre el individuo. El de ahora no se diferencia mucho.

Los anticapitalistas de hoy al final propugnan el mismo caos de sus ancestros anarquistas, igualmente sin tener claro qué es lo que quieren, con excepción de los procastristas, que pretenden “cubanizar” toda la América Latina.

Esos jóvenes anticapitalistas antes de lanzarse a las calles debieran tener en cuenta que de los 35 países que en el siglo XX implantaron el sistema comunista, máxima expresión del anticapitalismo, 33 de ellos tuvieron que regresar al capitalismo y solo Cuba y Corea del Norte se mantienen firmes en ese disparate, razón por la cual se ubican entre los países más pobres de América y de Asia.

A todo anticapitalista yo le recomiendo que vaya a Cuba y se pase allí una temporadita. Eso sí, a capella, sin dólares en el bolsillo. Y luego hablamos.

En cuanto a la pregunta del título arriba, esta se responde ella solita: no se puede ser anticapitalista, que equivale a decir antieconomía. Eso es absurdo. No hay, hasta ahora, ninguna alternativa viable para la libre economía  de mercado. Y si en el futuro, tal vez en el siglo XXIII,  aparecen otras alternativas, igualmente habrá que ver si funcionan.

 

 

©Roberto Álvarez Quiñones. All Rights Reserved

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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