Literatura. Poesía. Ensayo.
Por Waldo González López.
Me niego a ser rebaño porque el andar en fila y esperar de rodillas me hace daño
(Abril 13 de 2020)
Una fecha imborrable para mí es el primero de julio del 2011, porque ese día arribamos, mi incambiable Mayra del Carmen Hernández y yo, al exilio —donde, por fortuna, residimos desde entonces—, tras sufrir en nuestra aherrojada patria continuos ataques del régimen a mi persona, prohibirme publicar en revistas y editoriales de la Isla y, finalmente, ser «jubilado» a la fuerza del mensuario donde desde no pocos años laboraba.
Por ello, asimismo, desde antes de llegar a Miami, habíamos decidido no regresar mientras el maldito castrismo continuara vejando y destruyendo nuestro país, tal juré ante Mayra del Carmen y mis familiares en el aeropuerto de Miami.
Pero 2011 es, además, para mí imperecedero, porque cuatro meses después, en noviembre, se publicaría, por las cuidadas ediciones Los libros de las cuatro estaciones, el hermoso volumen Tonadas y versos, del relevante trovador y poeta Mike Porcel, si bien yo solo pude adquirirlo en 2014, durante el concurrido Festival Vista de Literatura y Arte del Exilio de ese año (realizado a cuatro manos por la también incambiable pareja integrada por Armando Añel e Idabell Rosales), cuando al fin pude conocer in situ al admirado autor de clásicas canciones trovadorescas para todas las épocas, como es la poiesis o creación según los griegos, por lo que prefiero así denominar la Poesía en mayúscula de Mike, que tal es la del valioso compositor y poeta, o al revés, ya que en su inventario coexisten, con idéntica calidad, ambos géneros.
Durante mucho tiempo en la Isla solo oía hablar de él a hurtadillas, pues el oprobioso régimen le prohibiría presentarse en conciertos. Así, lapidarían su música y a él mismo; estaría invisibilizado durante casi una década, con el pretexto, según se comentaba sotto voce, que su esposa laboraba en el ya desaparecido (por fin ya hace mucho) bluff del CAME, y, por ello, el desgobierno le impedía salir del país.
Mas, esa noche tuvimos aun otra alegría: pudimos adquirir su mencionado poemario-cancionero y recibir de sus manos el mejor regalo: el CD Intactus, joya de la discografía de la música cubana de las dos orillas por su alta calidad, ambos dedicados por Mike.
En la rigurosa «Introducción» de Tonadas y versos, el crítico teatral y periodista cultural Carlos Espinosa Domínguez realiza un atinado bojeo por la poética de Mike, señalando las cualidades de sus textos, entre estas, el empleo de recursos imprescindibles a la hora de escribir no solo buena, sino la mejor poesía.
De tal suerte, prima facie, el prologuista apunta la utilización de enumeraciones y repeticiones (que fijan y enriquecen el significado), como elementos necesarios de la mejor poesía: asíndeton, anáfora, apóstrofe, símil, metáfora y símbolo, tal subraya el colega.
También destaca el cuidado en el lenguaje, mérito que se corrobora al leer (y disfrutar) sus textos incluidos en el icónico poemario-cancionero, editado por el propio Carlos Espinosa y con diseño de cubierta del brillante diseñador y pintor Umberto Peña, referente de la plástica cubana contemporánea.
En su «Introducción», Carlos subraya la preferencia de Mike por los mejores poetas de la lengua, como Antonio Machado, praxis decisiva del trovador, quien hondo lector de la mejor poesía desde joven, trasluce en no pocos de sus textos la aquiescencia por otros grandes, como San Juan de la Cruz, Miguel Hernández y el francés Louis Aragon, cuyas huellas se advierten en varios de sus poemas-canciones.
No es gratuito apuntar que once textos incluidos en Tonadas y versos también aparecen como canciones en el CD Intactus: «Amigos», «Ana María», «Un día, que quedará en mi diario», «Diario», «Esa mujer que llega…», «Este amor», «Hijos», «Intactus», «Mis momentos felices», «Que no existías» y «Retorno y fuga».
Otro influjo detectado por el crítico, aunque Espinosa no lo menciona, es «Cómo olvidar tu rastro» que participa de la indeleble presencia de uno de los más bellos poemas de amor escritos desde la Antigüedad: el Cantar de los cantares, de Salomón (que, incluido en la Biblia y, como el comentario, se disfrutan gracias a la excelente traducción del hebreo al castellano, realizada entre 1560 y 1561 por fray Luis de León a petición de la monja salmantina Isabel Osorio, sustraídos del recinto de fray Luis y difundidos en varias provincias españolas, incluso en América). Leamos la primera estrofa: «Cómo olvidar tu cuerpo / el último jadeo entre tus alas / tu beso que se enciende / tu pelo que me abarca / los dorados botones de tus pechos / saltando entre mis dedos / acechando el momento de escapar / cual gacelas fugitivas a mis deseos / rompiendo a plena luz / la austeridad de algún secreto.»
La influencia del gran poeta sevillano se explicita desde el inicio del volumen en varios textos, entre estos el siguiente, suerte de homenaje: «A Don Antonio Machado» y «Adónde irá mi niño», cuyo tono sentencioso corrobora tal influjo: «[…] Adónde irá mi niño / cuando cruce esa puerta / frontera del amor y la inocencia. / Tendrá que convertirse en juez y lobo / en guardián de su hermano, en campanilla / de alguna gran campana que en su tono / pretenderá encerrar toda la vida. / ¿Perderá los misterios de las cosas sencillas / el reto de lo nuevo, el valor de una herida?»
Y justamente la infancia será uno de los temas clave en el libro, según lo corroboran otros dedicados a su entonces pequeño hijo Charlie (quien en el compulsivo 1980, cuando Mike intentara venir al exilio, el chico fuera expulsado del conservatorio, donde estudiaba piano): «Canción simple a cualquier hijo» (y a la niñez en general); «Desde la otra orilla»; «Esos seres… del reino de la luz» (en el que alude a la infrarrealidad impuesta por el sistema represivo castrista: «Esos seres de majestad sencilla / que podrían traer la salvación / a tanta militancia colectiva / en odios, competencia y ambición / no tienen ni disfraces ni recelos. / Se entregan como son en cada acción. / Tienen a su favor canto y sonrisa. / Nos traen la verdadera religión.»).
En «Hijos» —homónimo del escrito por el poeta libanés Khalil Gibran (1883-1931)—, Mike retorna al universal tema que cautivara al mencionado autor, uno de los mejores cultores de tal tópico, como lo corroborara en ese clásico poema, cuyas poiesis y belleza debieron haber iluminado (v.g. Arthur Rimbaud, 1854-1891) la fina sensibilidad del cubano.
Veamos el poema de Gibran: «Tus hijos no son tus hijos. / Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. / No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen. / Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, / Pues ellos tienen sus propios pensamientos. / Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas, / Porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños / Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti / porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. / Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados […]. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea hacia la felicidad.»
Para corroborar lo que digo sobre el influjo del hermoso poema de Khalil Gibran en el soberbio y magnífico de Mike, lo transcribo a continuación: «Vienen sin anunciarse / y sin sacar pasaje. / Pasan nueve estaciones, cual polizón. / Vienen cambiando todo / desordenando todo / el tiempo y la monotonía del corazón. / Vienen gritando al viento. / Son pájaros perdidos / que quieren proyectarse y reconocer. / Responden a una mueca / con gestos y sonrisas / y se abren al amor sin pompa ni interés. / Les damos alimento, abrigo y techo. / Reprimimos sus ansias de irse a volar. / Queremos que se muevan a nuestro antojo / y perdemos el sueño cuando no están. / Y un día querrán irse / así, como vinieron / sin darnos cuenta apenas, cual polizón. / Quizás algún reproche / se asome entre sus ojos / y con seguridad tendrán razón.» De paso, añado que estos versos, de algún modo, evocan los de la antológica canción «Esos locos bajitos» de Joan Manuel Serrat, que seguramente también recibiría la misma influencia.
Otro texto dedicado «a los que saben querer»: «¡Vuela mi niño!», es un poema-canción cuya ternura evoca los que escribiera José Martí a su Ismaelillo. Lo defino canción por sus tópicos formales: estructura, estrofas que se inician con el verbo «Vuela» y se reiteran al inicio de cada una, temas clásicos de la chanson francesa: pieza polifónica de la Baja Edad Media y el Renacimiento. Por lo demás, las chansons antiguas tenían una forma fija, como la balada, el rondó y el virelay, si bien más tarde, muchos compositores emplearon la poesía popular en numerosas formas musicales. Léanla y comprueben lo que arriba digo: «¡Vuela, mi niño!, vuela / vuela a encontrar el sol / raudo como las nubes / frágil como el amor! // ¡Vuela desde mi mano / desde mi aliento vuela / hacia el confín más lejano / donde una voz te espera! // ¡Vuela y confúndete con el viento! / ¡Llévame a los montes y al mar! / ¡Vuela y redúceme tu vuelo / dejándome en tu portal! // ¡Vuela como en el suspiro de tus años / buscándote abrigo y pan! / ¡Vuela, mi niño, no despiertes / nunca dejes de volar! // ¡Vuela, mi niño, vuela / vuela a encontrar el sol / raudo como las nubes / frágil como el amor!».
En torno a «Canción simple a cualquier hijo» —interpretada por la invariable Elena Burke, quien, a diferencia de la oportunista Omara Portuondo, nunca se plegó a ningún dictamen del castrismo. Su hija Malena y su nieta Lena partirían a Venezuela primero y luego vendrían a Miami, donde retomarían y ampliarían sus carreras—, presumo que Mike la escribió cuando el castrismo, en 1980, le prohibiera partir al exilio durante nueve años; pero, para que el trovador sufriera aun más, dejaría salir a su esposa e hijo Charlie a los seis: un inenarrable tiempo de sufrimientos sin poder besar y ni abrazar a ambos, sus grandes amores, tal se percibe en sus versos. Helos aquí: «Hijo / lo que guardo de ti / es un viejo retrato / donde ríes al paso / de la entrada de un año en tu ser. / Hijo / no me mires así / tengo blancos los ojos / de vivir. // Hijo / hay un libro en el cual / el valor fue cambiado / por mil distintas manos / con versiones repletas de sed. / Hijo / no sonrías así / tengo blanca la vida de morir. // Hijo / quizás no vuelva más. / Mira siempre a la vida / con el alma encendida / de ilusiones repletas de hallar. / Hijo, no te duermas así. / Dejo blanco el camino para ti».
Y el último y nostálgico poema dedicado «A Charlie, que sin saberlo me trajo aquella canción simple» es «Desde la otra orilla» —que, con fecha de «Agosto, 1987», expresa lo profundo del dolor por la ausencia de su único hijo y su esposa, ya en Miami, pues el castrismo solo los dejaría salir del país en 1986—: «Se han cumplido esos versos / y ya ves, estoy solo. / Nunca hubiera pensado surcar la tormenta / sin verte a mi lado. / Me hace falta tu risa silvestre / la piedad de tu frente / el calor de tu rápido abrazo. / Cuánto extraño el rigor de tus ojos / escarbando para penetrar / violadores de eternos secretos / que la vida siempre quiere ocultar. / Qué te puedo decir desde aquí / donde todo es absurdo y sombrío… / Que solo la esperanza me asiste al partir / y la fe me sostiene en el rudo bregar. / Que aún me queda sonrisa que siembro y regalo / un rigor indomable que aplasta el castigo / tu voz en lontananza / un beso que se pierde, y un grupo de fantasmas / de canciones y amigos que comparten mi pena / y el mar… / No me siento inocente o culpable / sé que al fin lo decide la muerte / ni tampoco enarbolo consejos / pues también aprendí / que la vida en su andar y el amor te harán sabio y bueno. / Pero a veces me siento / y convoco tu imagen / que me sirve de aliento para levantarme / y seguir mis azares. / Si es que voy de la mano de Dios / a encontrar mi razón / mi estatura interior / mis verdades / llegaré renovado hasta ti. / Pero mientras te vuelvo a encontrar / no te extrañe se escape un sollozo / pues desde aquí me hace bien el llorar».
En «Desde mi ventana» —del que transcribo algunas de las nueve estrofas que se inician con el título del poema— sugiere difíciles momentos de su etapa de insiliado contra su voluntad que debió sufrir en nuestra aún pisoteada patria: «[…] Desde mi ventana trago las blasfemias / que lanza el vecino a la luz y a las piedras. […] // Desde mi ventana proyecto mi culpa / y mi buena estrella / con mi eterna dosis de miedo y angustia. / Asisto al combate entre la cordura / y un grupo de orates. […] // Desde mi ventana me acecha el recuerdo / y la despedida del último invierno. / Me buscan los ojos de un niño asustado / porque se apagó la canción a su lado. // Desde mi ventana penetra la noche / con su vieja clave de pleno derroche. / Se oyen las verdades de locos prohibidos / que van con su paso limando el camino. / Desde mi ventana… // Desde mi ventana me tomo el desquite / de la despedida. / Guardaré en mis manos el último rayo / hasta que descienda con todos los dioses / desde mi ventana.»
Otro tema vinculado con la infancia, la adolescencia y la juventud es la enseñanza de la música, personificado en la recordada profesora de guitarra y composición Leopoldina Núñez, figura esencial en la vida de Mike y de varios trovadores, de distintas generaciones.
De tal suerte, como prueba de su agradecimiento y en nombre de todos sus condiscípulos por su fecunda labor pedagógica, Mike le dedicaría dos magníficas piezas a la desaparecida Leopoldina. La primera: «Canción para unos amigos», recuerda, dos décadas más tarde, aquellas felices jornadas en el hogar-escuela de la querida profesora, quien los reuniría en inolvidables tardes de enseñanza, música y poesía: «Mis fieles amigos, de estos veinte años / aún guardo el sabor de aquel pan en los labios / que me abrió las puertas de vuestras edades / y me hizo culpable ante los amantes. // Yo sigo en secreto una luz interna / cada vez más clara, cada vez más cierta. / Tengo un diario encuentro con mis propios pasos… / feliz porque crezco, triste porque extraño. // ¡Cuidad de ese duende que en tantas reuniones / nos legó el secreto de las emociones! / ¡Dejadlo que salte cada vez que quiera / cambiando un acorde, armando un poema! / ¡Compartid las penas que el alma es de pluma / y el amor nos lleva a jugar la luna! / ¡Sonad las guitarras, cerrad las heridas / que nadie suspire… canta, Leopoldina…! / ¡Saludad de paso a la madrugada / que ya no me encuentra trovando en ventanas! / Que no se les pierda, que no se les vaya…[…].»
Y en las dos últimas estrofas, alude a la temprana envidia a la que se prestaron los mediocres que sufrían ante los superiores talento y nivel de Mike, tema sobre el que regresaré. No obstante, blindado de su encomiable nobleza, al recordar las tardes de aprendizaje junto a la paradigmática profesora y sus queridos condiscípulos, unidos sin envidia por la ejemplar maestra, les dice: «Mis tiernos amigos, no habrá despedidas / porque entre barreras no crece la vida. / Siempre habrá un instante, un sitio y un verso / donde reiniciar esa canción sin tiempo. // Tal vez nuestros rumbos se han diseminado / ¿de qué sirve un rumbo si niega la mano? / Acaso la vida, de paso implacable / entre tantas flores se olvidó esperarme. / Pero si me muevo, os movéis conmigo. / Todo se renueva, nada se ha perdido.»
El otro texto, «Pequeño homenaje a una maestra», dedicado «A Leopoldina Núñez» —nuestra recordada amiga y profesora de guitarra de mi hijo Darío Damián durante varios años—, resulta un nítido retrato de aquella distinguida y talentosa dama, no reconocida como debía por el oficialista Ministerio de Cultura. Esto lo sabemos muy bien el propio Mike, Mayra del Carmen y yo, que atesoramos y nunca olvidaremos la amistad de «Leo» —tal la llamábamos, con cariño, todos: sus alumnos mayores y menores y los padres de algunos de estos—, como la de otras figuras de la cultura. Leámoslo: «Siempre encontré en su rostro una sonrisa / para calmar mi adolescente pena. / Y mientras la canción que allí nacía / contrapunteaba al sol y a las estrellas / su cándida mirada fue el consejo / que usted arrancó al amor para mi huella. // ¡Oh maestra/ cuánto pasado va cayendo de mis cuerdas! / ¡Cuántos recuerdos se hacen flor para que vuelva / mientras el tiempo deshilacha la belleza! // ¡Oh maestra / hoy que mi vuelo es a la altura de los pechos / veo mejor todo lo hermoso que es su trecho / cuando se cumple un año más de esa manera. // ¡Qué suerte tuve que también fui de su playa / la gaviota feliz desde la arena!»
Tengo un credo para resistir la nostalgia y el tiempo
(«Diario»)
Como se advierte, la bonhomía de Mike es infranqueable: no guarda rencores, según confesara en varias entrevistas, como la que le realizara Juan Manuel Cao en el programa que él conduce, El Espejo, a propósito de la prohibición, en La Habana, del ya citado documental sobre la vida y obra de Mike: Sueños al pairo, filmado en la Isla por dos nuevos talentos: José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, quienes lo presentaron a la Muestra Joven ICAIC, pero sería vetado por el oficialista Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.
Y un hombre de tales talante y talento, tiene en muy alta consideración al Amor (en mayúscula), no solo al hijo, la esposa, su hermano y el abuelo (a quienes dedica textos en Tonadas y versos), sino también a numerosos amigos (atrás los lectores pudieron leer sus poemas dedicados a Leopoldina, en los que alude a las inolvidables tardes con sus condiscípulos en las clases de la igualmente inolvidable Maestra). Asimismo, no pocos de sus textos-canciones dedicados a ¿posibles? amores juveniles que, delicados, por su esbeltez y galanura, convencen como hermosos poemas, como el titulado «Admitir que te puedo olvidar», donde se comprueba lo que arriba apunto. A partir de un epígrafe del gran dramaturgo y poeta William Shakespeare —durante no poco tiempo Mike laboraría con el Grupo Teatro Estudio, donde se montaron, dirigidas por Vicente y Raquel Revuelta, entre otros directores, numerosas obras del genio de Stratford-upon-Avon—, del que, es obvio, Mike admiraba sus poemas:
…Keep anything that can remind you would
admit that I could forget you.
[Guarda cualquier cosa que te recuerde que
admitirías podría olvidarte. (Trad. WGL.)]
William Shakespeare
Conservarte encerrada entre objetos
que se duermen sin darme un adiós
o guardarte en pequeñas nostalgias
como un simple papel
o un verso de Aragón clavado en tu pared
o en la vieja leyenda que has grabado en mi piel.
Si por miedo al mañana almaceno tu olor
si llenos mis bolsillos voy negando al amor
si empiezo a marchitarme en duda y soledad
sería como admitir que te puedo olvidar
…admitir que te puedo olvidar.
Cuantiosos textos los dedica al amor, el más universal de los temas poéticos y, en todos, se aprecia su adopción/adicción al mejor verso escrito en español y en inglés, tal se constata en no pocos momentos.
De tal suerte, ya en «Alejandra» el reiterado empleo del vocablo «Todos», denota su afán por expresar el amor en su completez e intensidad: «Caminabas desnuda / de todo contacto de piel y cerebro. / Te alejabas de toda la espera / con la espalda cargada de ríos que hablan de años / de polvo, de todas las cosas / tuyas, mías, del recuerdo. // Alejandra / se hace difícil pronunciarte y despeinarte el alma.»
Por expresar, con la belleza de la genuina pasión, el amor, «Algo me va a faltar» es un poema antológico en el libro y la cancionística de la entonces llamada y ya hoy extinta Nueva Trova. Por ello, aquí va íntegro:
ALGO ME VA A FALTAR
Algo me va a faltar cuando te vayas.
No sé bien que será, mas lo presiento
diseminándose a los cuatro vientos
allí donde Dios duerme y empieza la añoranza
donde entregan sus voces las campanas.
Algo amable y tenaz, verso impaciente
que no fecunda libros ni paisajes
que no cumple el ritual de las nostalgias
y se aleja, y parece que no sabe.
Algo me va a faltar, sé que se extiende
sin recrear ni olores ni cenizas
para evitar se escapen con la brisa
las miríadas de rastros y verdades.
Y me veo circundando el abismo
cargado de sombras, de inútiles ritos.
Y me veo anudado a la imagen
que formo con el paso de la tarde.
Algo me va a faltar cuando te vayas
un espacio tal vez, un sitio oculto
que no tiene asideros ni rutinas
reflejo de las horas, amante de la luna
tormenta de cristal, verso de espuma.
Algo me va a faltar cuando te vayas.
Ya se anuncia.
1987
Otros textos que, por su valía, trascienden, son: «El amor no crece en terreno ideal» —fechado el 27 de junio de 1988, cuando padecería, desde 1980, el terrible insilio dentro de Cuba y la prohibición de reunirse con su esposa e hijo, a quienes solo les permitirían salir seis años más tarde: 1986—. Mike evidencia su sombría soledad en los versos finales de la penúltima estrofa: «Hoy pasamos sin remedio / a simple colección / de polvos y memorias / y a la fragilidad de lo que va escondido / y no encuentra paz. // Ya no hay conjunción posible»; «Amor que me sorprende.»
Algunos poemas que evocan ese duro período son «Ana María»; «Anabel… en luna nueva»; «Canción de espera» —cuyas tres estrofas finales también parecen de 1980, cuando, tal escribí antes, se le prohibió durante casi una década viajar a Miami junto a su esposa e hijo: «¿Qué canción puede hacerte soñar / que no sea en la voz / que hoy no puedes oír? / ¿Qué sentido tendrá? / ¿Qué canción bastará para ti? // Cuando ríes lo haces sin pensar / y buscas razones para no llorar / mas lo haces a solas para no contagiar. // La esperanza te obliga a vivir / sin ella no vale de nada existir / y esperan los brazos dormidos sin ti. // ¿Qué sentido tendrá para ti…?»—; «Canto al amor perdido»; «Myriam»; «Para amarte» —hermoso poema e insuperable canción, concebidos con siete estrofas seguidas que se inician cada una con los dos versos que le dan título al texto—; «Porque te hallé casi a tientas»; «Recuérdame, muchacha»; «Voy a amarte sin prisas» (escrito el 21 de enero de 1988); «Y cómo pude serte infiel con la mirada» —alusivo a la obligada separación de su esposa, durante tres años, lo que expresa en los tres últimos versos: «[…] me envenena la nostalgia / con sus inútiles raíces / y una tristeza gris inunda mi garganta»—; «Y tú al otro lado del mar…», en cuya tercera y última estrofa se intuye el dolor por la lejanía de la esposa: «Me siento a la vez prisionero y suicida. / No acepto a la muerte como una condena. / Los rostros del alma se mudan de sitio / los ciclos del miedo confunden la ruta. / Caminos trillados saltan en pedazos / canciones que siembro y recojo a escondidas. / Me cambio los sueños y las vestiduras. / Lo falso y lo nuevo me dejan su herencia. / Engarzo en las horas, la desesperanza y la fe. / Y tú al otro lado del mar… ¿esperas?»
Estoy en deuda con mis verdugos
por transformarme el dolor en voz y el amor en culto
(«En deuda»)
Intrínsecos al amor, resultan, sin duda, otros temas como, en primer lugar, la prohibición de partir al exilio, de la que (sobre)viviría (no sé cómo en la Isla Cárcel) durante casi una década (nueve años), tres de ellos en absoluta soledad, pues —como ya he apuntado antes— a su esposa e hijo solo les permitirían viajar al exilio. Ello, por supuesto, marcaría a su creación durante ese tiempo de angustia, desesperanza y sufrimiento.
En Tonadas y versos, esta etapa que padeciera la injusta prisión en su aherrojada patria, se revela en diversos poemas alusivos, como, entre otros: «A mi porvenir» («No dejan que mi canto vuele al cielo / porque en él va escrito / lo que siento y lo que llevo a flor de piel. / Y vienen con pañuelos negros ya de frustración / tapando lo que tenga un solo ápice de amor»); «A un amigo de Tijuana» —fechado en octubre de 1988: «¿Cómo hemos de entender / que en ti fracasaran / los oscuros designios del gendarme? / El más experto ladrón de alientos / que satisfecho nos privó del aire / para que nunca alcanzáramos el vuelo»—; «Amigos» (que en su última estrofa sugiere su ¿cercano? exilio: «Amigos / que lloran mi partida / y esperan mi regreso / siempre confiados de que seremos / hasta el final, ¡amigos!»); «Confesiones» (agudo poema autobiográfico y sentencioso, del 11 de septiembre de 1982, que en sus dos estrofas finales, parece responder a algunos ¿amigos?… de mala fe: «Yo confieso ante ustedes, mis hermanos / que poco o nada tengo que enseñaros / pues la verdad está en nosotros mismos / y en tender nuestras manos a otras manos. // Yo renuncio a este cargo de profeta / que alguien «de buena fe» nos ha endilgado. / Y a los que peregrinan por el mundo / y a los que la esperanza ha abandonado / les entrego mi voz y mi guitarra / para hacer la canción que aún esperamos.»).
y la vida es eterna en un instante \(«Ofrenda»)
En este grupo de textos lo confesional, casi autobiográfico, es decisivo, tal sucede en «Ciclo kármico», donde evoca su trabajo de ejecutante de armonio y órgano en varias iglesias capitalinas, que le ayudaría a ignorar «el mundanal ruido» sentenciado por el mítico/místico fray Luis, o, como afirma Mike en uno de sus versos: «evadir las comparsas». De tal suerte, confiesa que el hermoso sonido de ambos instrumentos y su música sugerente de tonalidades religiosas le llegaban «como una cascada», gracias a las que volvió a ser él mismo otra vez:
En un viejo armonio de iglesia
en mi barrio
vetusto, empolvado
reliquia perdida
vestigio olvidado
me vi reticente
lavando mis «culpas»
que se amontonaban como por encanto
todas de repente.
Y anduve a su lado
9 veces Mayo.
En su tono grave, gangoso y pesante
Saturno cobraba su cuota de llantos
y de adversidades.
Tendiéndome un cerco
me negó el regreso
y me confinaba
a entender la espera
y a guardar los sueños
cerrándome el ciclo
con mis treinta años.
Supe que el llegar no valía la pena
que andar era el reto, lo único cierto.
Desterré mi historia y quemé sus huellas
sin dejar memorias, señales ni restos
y cambié mi paso por uno más pleno.
Desterré mi historia con paso constante.
Aprendí a esperar y a evadir las comparsas.
Disipé mis glorias y canté a su muerte.
Mientras me llegaban como una cascada
versos y tonadas desde las esferas
y volé ligero
como en el comienzo.
En aquel armonio volví a ser
yo mismo de nuevo.
En la primera estrofa de «Ofrenda» denuncia el abuso a que fuera sometido desde antes de los años ochenta: «Hay veces en que caigo y me incorporo. / Otras tantas tropiezo con lo mismo. / Una y mil veces pierdo el optimismo / cuando me rondan las brujas y los lobos / confundo a la mitad de los aromas / y me doy de narices con el lodo.»
En este tenor es el excelente Poema (en mayúscula) «Si nos niega un amigo», en cuyos versos de hálito más que axiomático, bíblico, hallamos más alusiones a aquellos ¿colegas o traidores?, iniciadores con Mike de la entonces aventura trovadoresca: «Si nos niega un amigo, una estrella se esconde / a llorar su vergüenza a espaldas de los hombres. / No hay huella en tu ventana, no hay risa en el camino / se empaña la mañana y sabe amargo el vino. / Si nos niega un amigo, se pudre la confianza / que pendiente de un hilo ayer se balanceaba / sobre el dolor y el llanto, entre luces y sombras / cuando nadie escuchaba el paso de las cosas. // Si nos niega un amigo, por miedo a los conjuros / de amos e inquisidores y de ejemplares puros / que por treinta monedas nos clavan a un madero / y hacen de la agonía un acto de consuelo. / Si nos niega un amigo, cuando todos se marchan / y la fe nos castiga y la ilusión no alcanza / para segar las mieses que asoman en el alma. / Qué queda para el viaje si no nos dejan nada / y nos niega un amigo.»
«Oración planetaria» —fechado el 25 de noviembre de 1988, solo un año antes de que la tiranía le permitiera la salida del país, gracias a la previa visita realizada a la Isla por la Comisión de los Derechos Humanos, a la que sería llamado a denunciar su cruel status— es acaso la única ocasión en que resulta más visible la lógica desesperación de Mike, quien en una suerte de rezo o invocación, pide al «¡Gran Señor del Ensueño / si he pagado mi deuda / no me selles / no me olvides / no me dejes aquí!»
Asimismo, «Por llegar hasta tu puerta» —con fecha 24 de enero de 1988— refleja su ansiedad por escapar del otro Inferno dantesco que había comenzado en los años sesenta en la Isla Cárcel, y tras el fatídico 1980, devendría aún más inhabitable y, en su caso, todavía peor, por la lejanía de su familia. Así, en su primera estrofa, leemos: «Por llegar hasta tu puerta / tomaré la ruta frágil del poeta / que quemó su buena suerte / en los brazos de la muerte y la condena.»
Otra clara denuncia a los sinsabores de la vida, sobre todo, a partir de su temprana y amarga experiencia, son los sentenciosos versos de «Regreso» que —dividido en diez estrofas, cinco de estas se inician con «Yo sé que no se van»— deviene un llamado a quienes prefieren arrastrar su cobardía y arrostrar la respuesta que da la vida; pero, a un tiempo, revela la nobleza del autor. Leámoslo: «Yo sé que no se van / yo sé que no se pierden. / Lo que anda bajo el sol / cambia de rostro y vuelve. // Yo sé que no se van / que están retando al tiempo / rondando al porvenir / pendientes del encuentro / esperando saltar / listos y agazapados. // Los juicios / los castigos / el libre pensamiento / la fe y sus fundamentos / el peso del deber / las palabras perdidas / los actos corrompidos / la sombra del amigo / el rostro del quehacer. […] // Cada cual llevará / lo que le dio su siembra / pero el viaje será / desnudos y sin prendas. / Cada cual va a encontrar / su espacio apetecido. // El místico / el profeta / el ciego / el descreído / el buscador perdido / el justo / el retador / el comerciante de almas / el cantor encumbrado / el simple / el descuidado / el noble y el traidor. […].»
No obstante, sin dejar de aludir al canallesco «Caso Padilla» —en el verso: «los libros retirados»—, no pierde la esperanza y afirma su fe en la condición humana —tal vez evoca su temprana filia con Louis Aragon—, el amor y, por supuesto, el reencuentro con su lejana esposa: «Yo sé que volverán / los cuerpos y las flores / el fuego del amor / las piedras, los olores. / Yo sé que llegarán / y burlarán la muerte. // Las deudas / las mentiras / los libros retirados / los ínfimos sabores / el grillo / y la razón / el arca de la abuela / los juegos / las quimeras / las canciones de espera / Alejandra y mi voz. // Yo sé que no se van / yo sé que no se pierden. / Lo que anda bajo el sol / cambia de rostro y vuelve.»
Acaso un credo constituye «El reto de la libertad», donde afirma su invariable declaración de principios del pensamiento libertario: «[…] No hay dudas, ni enojo, ni conformidad. / No abrigo esperanzas / tiernas añoranzas que vienen y van. / No esbozo consejos, ni mendigo el pan. / Cargo con mi pena como un penitente / y me arriesgo a dejar / sobre lo perdido la temeridad. // […] Y sin más certeza que un trozo de paz / que asoma entre instantes / verso desafiante sin ruta ni edad / no acuno en secreto penas ni pesar / no eludo distancias, ni acorto caminos. / Prefiero el andar / aceptando el reto de la libertad.»
una tenaz nostalgia
(«Ritos de la ausencia»)
«Desde mi ventana» —cuyas nueve estrofas reproducen el título, ya en la tercera alude sentenciosamente a aquel tiempo de destierro interno: «Desde mi ventana descubro que el tiempo / no es más que un montón de palomas al viento / que es solo el ocaso de nuestros deseos / y de andar tras algo que no tiene tiento.» Y en la quinta, desliza con ¿leve? ironía: «Desde mi ventana proyecto mi culpa / y mi buena estrella / con mi eterna dosis de miedo y angustia. / Asisto al combate entre la cordura / y un grupo de orates.»
«Después de tanta vida» sugiere de nuevo la ya pronta despedida en 1986, cuando su esposa e hijo parten al exilio, lo que mucho conmueve a Mike, al punto de que escribe este excelente texto:
Después de tanta vida juntos
arañando el origen y el camino
solo nos quedan torpes sensaciones
que antaño fueron lumbre y maravilla.
Un enjambre de sueños sin reposo
que nunca se nos dieron ni a escondida
otra vuelta al reloj y a la semilla
el paso del quehacer al mismo tono
recuerdos que mejor no recordamos
la ternura glacial de las costumbres
la promesa formal de lo heredado.
Un hijo que retando a la esperanza
se debate en violencia y mansedumbre.
Palabras rudas, gestos sin sentido
caricias sin pasión —¡si es que aparecen!—
que siempre llegan cuando ya no hay sitio
o cuando no hay qué hacer con lo salvado.
Después de tanta vida juntos
solo queda morir a lo creado
y renacer de nuevo, si es que hay rumbo.
Hago un aparte con el decisivo «En deuda», porque en sus dos tajantes y concluyentes estrofas, tal amplio prontuario, responde con sutil ironía a la maldad recibida de sus ex colegas y supuestos amigos y en los que, además, confiesa algunas de las valiosas lecturas y autores que le ayudarían en tan intenso y extenso trance, tales: Moby Dick, de Herman Melville, Juan Gaviota, de Richard Bach, y el pensador indio Jiddu Krishnamurti, quien mucho colaboraría a la interiorización de Mike: ese hablar machadiano «con el hombre que siempre va conmigo», ese necesario diálogo con su alter ego: «Estoy en deuda con la añoranza / con la belleza, el infinito y la guitarra / con las heridas y la paciencia / restauradora de tantas cosas insospechadas / con los recursos del imprevisto / con tu ternura / con los amigos, con el Oriente, con la aventura / con cada lágrima distendida / por esconder lo mejor del pecho / con los poetas y sus sueños a la deriva / con el paisaje que me entregó la razón más simple / con los errores imprescindibles / para el regreso al hogar del alma / con el deseo. // Estoy en deuda con mis verdugos / por transformarme el dolor en voz y el amor en culto / con las abejas y las hormigas / que me enseñaron que cada cima tiene su día / con el derroche de fantasía que me salvaba / de sucumbir sin la redención de cada batalla / con los naufragios en tantos vientres / donde el amor estampó su huella / con Krishnamurti, con Juan Gaviota y la irreverencia / con el misterio de una canción que selló mi rumbo / con el buen juicio de las confesiones / con el candor de los desvalidos / con las estrellas / estoy en deuda.»
Otro texto, fechado el 17 de octubre de 1986, de algún modo estoico por su soporte y carga confesional, es «Esta vida, este tiempo, este espacio sin ti», en cuyos versos Mike confiesa su plena soledad, pues ya su esposa e hijo han partido y su alma ha quedado vacía. Y al igual que en el haikú del poeta japonés Matsuo Bashŏ: «Este camino ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo» (traducido por Octavio Paz), Mike siente como si su vida transcurriera en un terreno baldío:
Este espacio sin ti refugiado en el verso
frío en donde la noche reclama fantasías
y te empiezo a perder.
Este espacio sin ti, poderoso y desierto
incierto y despiadado, con lo que me has dejado
para ir y venir
me tiende extraños lazos desde algún rincón
revuelve tus olores y el último adiós
me cabe entre las manos este espacio sin ti.
Este tiempo sin ti, segador de esperanzas
misterioso andarín que improvisa sus juegos
y se burla de mí.
Este tiempo sin ti de duda y desaliento
escurriéndose lento por las grietas del cielo
forzándome a existir
se siente cómo pasa sobre la canción
no deja cabo sueltos de resurrección
y a veces se me escapa, este tiempo sin ti.
Esta vida sin ti de rutinas y miedos
proponiéndome a diario la prudencia
la suerte y el rumbo a seguir.
Esta vida sin ti que muestra en lontananza
un sueño que no llega, la promesa que vuela
y la luz que perdí
acechando en secreto a mi fragilidad
desarmando ilusiones que evoco al azar
con el reto callado que me obliga a pasar
esta vida
este tiempo
este espacio sin ti.
Mas, sería en el magnífico poema-canción: «Los oportunos» —con el que concluí mi crónica «Mike Porcel en El Espejo», publicada por Armando Añel en su revista Puente a la vista—, donde vertiera Mike su justa y merecida ironía que, no obstante su habitual bonhomía, le merecerían y merecen sus ¿colegas y amigos? de la entonces reciente y desde no poco tiempo atrás fracasada e inexistente Nueva Trova.
A ellos —¿a quiénes si no?— les espeta en sus envidiosos rostros sus magníficos y siempre vigentes versos que sirven a muchos —como a tantos, entre ellos, este poeta, crítico y periodista—, quienes sufrieron/sufrimos semejantes o parecidos ataques no solo en los años ochenta, sino en posteriores décadas y, aun, en los actuales e infelices tiempos de miserias humanas de la sobreviviente Cuba castrista:
Los oportunos siempre llegan
cuando las oportunidades
vagan con prisa por las calles
y los demás no las esperan.
Los oportunos son muy diestros
en eso de alcanzar la gloria.
Fouché encabeza sus memorias
y es Maquiavelo su maestro.
Los oportunos no se arriesgan
y sin embargo dan el paso.
Con dos sonrisas y un abrazo
dan vueltas a las coincidencias
y ni se duermen ni se cansan
de alimentar sus sueños verdes.
Siguen el rastro, no lo pierden
porque su guía es la alabanza.
Mírelos cómo hacen por flotar
cuando el remolino les amenaza el barco.
Véalos cómo logran salir
y cómo se incorporan a la nueva ola.
Mírelos cambiando de tutor
diciendo lo mismo con distinto nombre.
Véalos cómo vuelven a embaucar
a su más seguro servidor: el HOMBRE.
Los oportunos son expertos
en camuflar sus fechorías.
Componen una alegoría
y lo demás es tiempo muerto.
Los oportunos no se guardan
de destronar a otro oportuno
porque en su código no hay uno
que sea digno de confianza.
Los oportunos se acomodan
en cualquier piedra del camino.
Si el viento sopla en el vecino
hacia su reino ponen proa.
Se parapetan en los modos
y tal parece que no piensan
lo malo de las consecuencias
y al fin y al cabo logran todo.
Mírelos…
Los oportunos son silvestres
cosmopolitas en esencia
sectarios en cualquier creencia
siempre agradables y rupestres.
Los oportunos nunca piensan
lo inoportuna que es la muerte.
Van tan seguros de su suerte
que ni se apuran ni se inquietan.
Piensan que al juicio de sus almas
van a llegar, siempre oportunos.
Finalmente, concluyo este ensayo sobre el excelente volumen Tonadas y versos, del notable poeta, trovador y compositor Mike Porcel, con el poema autobiográfico «Yo dejaré esta vida» que, como irrebatible Testamento (tal podría ser su título), confirma la dura existencia de quien debió padecer nueve años de injusto insilio en nuestra pisoteada Cuba, y luchar para sobrevivir a la tiranía castrista y a tantas amargas experiencias afrontadas, las que, sin duda, servirán a los lectores para conocer mejor la ejemplar vida y obra de este irredento artista, Mike Porcel.
YO DEJARÉ ESTA VIDA
Yo dejaré esta vida cualquier día
quizás sin comprender por qué llegamos.
Sin saber si estuvimos y volvemos
mas no como en el principio de mis pasos
en que ortodoxo y serio, dogmático y cerrado
filosofaba el viento perdiéndome veranos.
Prisionero en mis creencias, me apartaba del vecino.
Tantos humos, tanta ciencia, tanto afán envanecido.
Arrasando por salirme con la mía
ciego a toda la belleza del momento
despertando por segundos, sepultado en vano empeño.
Yo dejaré esta vida de repente
sin alcanzar estados, ni altos cielos
sin desdoblar a voluntad mi cuerpo
sin develar los mitos y los misterios.
pero con la única certeza de que una flor se entrega
sin esperar regreso, así como se encuentra.
Y que una sonrisa vale por millones de profetas.
Y que el amor no se nombra, ni se busca, ni se enseña.
Que el vivir es un regalo de los dioses
que no hay mejor sinfonía que la noche
que uno busca en tantas partes cuando todo está en el hombre.
Yo dejaré esta vida bien sereno
si es que logro reírme de los sueños
que me hicieron caer sobre lo mismo
con su dosis de angustia y de veneno.
Y a quién dejar recados en base a una experiencia
si lo que no he encontrado la vida te lo enseña
y en un trago de buen vino brindo por los realizados
por los tantos ignorantes que ignorando se ignoraron
por frustrados veladores enloquecidos
por aquellos que perdieron lo perdido.
Brindo por los elegidos que me hicieron lo que he sido.
[En Miami, marzo-abril, 2020]
©Waldo González López. All Rights Reserved
3 Comments on "Mike Porcel: sus genuinas tonadas y versos"
ME -PLACE PUBLICAR ESTE ENSAYO SOBRE EL EXCELENTE CANCIONERO/POEMARIO DE MIKE PORCEL POR PALABRA ABIERTA, LA VALIOSA WEB DE MI GRAN COLEGAMIGO DE SUENOS Y ANOS MANUEL GAYOL.
Mike, me ha pasado su articulo hoy, aunque a él no le gusta que le llamen poeta estoy de acuerdo con usted, lo es.
Me ha gustado mucho todo lo leído. Impaciente por saber que piensa de su nuevo álbum.
Saludos
Gracias por su interés en este artículo de Waldo González sobre Mike Porcel, Manuel de Palabra Abierta