Literatura. Crítica. Ensayo. Promoción.
Por Roberto Álvarez Quiñones.
Palabra Abierta se complace en presentar el evento del lanzamiento de los dos más recientes libros del escritor Manuel Gayol Mecías, en que el reconocido analista político y periodista Roberto Álvarez Quiñones dijo las palabras de presentación, con las que describió y reafirmó la calidad de ambos volúmenes. He aquí sus palabras:
PRESENTACION DE DOS NUEVAS OBRAS
DE MANUEL GAYOL MECIAS
1959. Cuba, el ser diverso y la Isla imaginada y
Regocijo del criterio (Lecturas de interpretación para una dramativa cubana)
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1959. Cuba, el ser diverso y la Isla imaginada
Lo digo convencido, y lo repito siempre que se presenta la ocasión, como la de esta tarde aquí en este nicho de cultura que nos facilita gentilmente el amigo Martín Delgado.
Manuel Gayol Mecías, aquí cerca, quien ha ganado numerosos premios literarios en Cuba e internacionalmente, no solo es uno de los mejores escritores cubanos vivos, sino que sospecho no hay ninguno otro, vivo o muerto, que haya creado tanto en tan poco tiempo con un tan alto vuelo literario y humanístico, que no tiende a bajar, sino a subir más.
Hoy tengo el honor, y el placer, de presentar ante ustedes sus dos más recientes obras: (1959. Cuba, el ser diverso y la Isla imaginada, y Regocijo del criterio (Lecturas de interpretación para una dramativa cubana).
Cuando se menciona el año 1959, cualquier cubano, esté donde esté, para las orejas. No importa si es viejo y como yo vivió en directo aquel día de Año Nuevo inicialmente fulgurante que luego devino cataclismo social, o si es un jovencito.
Darnos la mano para planear con vista de águila sobre el cómo y el por qué ocurrió el asombroso viaje cubano a la Edad Media es lo que hace Gayol en esta entrega. Pero no es un vistazo más. Se lanza al terreno tabú de las características del cubano mismo, a desentrañar el ADN social de la cubanía. Y digo tabú porque casi nunca eso se ventila en público, o si lo hacemos por lo general luego de reconocer defectos terminamos por elogiarnos. Uno de nuestros defectos es que tendemos a valorarnos por encima de lo que somos.
Por ejemplo, en materia política los cubanos no somos nada buenos. En los 57 años de república antes del castrismo tuvimos 32 de democracia (ocho presidentes elegidos en las urnas), 22 años de dictaduras populistas, y tres años de una intervención militar de tres años de EE.UU. (1906-1909) que fue pedida insistentemente al presidente Teodore Roosevelt por su colega cubano, Estrada Palma, porque luego de cumplir su mandato de 4 años quiso seguir en el Palacio Presidencial y se sublevaron los políticos opositores en la llamada Guerrita de Agosto.
En este libro Gayol llega a la conclusión de que la tragedia (de casi 61 años) ocurrida en Cuba tiene que ver con esa tendencia a la sobrevaloración del cubano por sí mismo y a imaginarse lo que es y lo que no es, cosa que le permitió a Fidel Castro presentarse como el héroe que en verdad nunca fue, e hipnotizar y arrastrar tras sí a millones cual versión caribeña del Flautista de Hamelin.
Como dice el autor, todo ser humano tiene una imaginación individual y un entorno corpóreo que deben corresponderse y no disociarse nunca. Si se disocia se explica entonces la imagen no exacta que ha proyectado el cubano de sí mismo y de la nación a lo largo de la historia de Cuba. La imaginación megalómana de Castro devino lavado de cerebro de prácticamente todo un pueblo.
Ya en el tercer milenio de la cristiandad los pueblos no necesitan héroes ni salvadores, sino conocerse mejor a sí mismos, su entorno social, y fundar instituciones fuertes que garanticen las libertades ciudadanas y los valores democráticos de la modernidad. La institucionalidad en Cuba, o Bolivia, está a años luz de la existente en Suiza o en Canadá.
Este libro nos incita a hurgar y mostrarnos con transparencia nuestros defectos si queremos evitar que en el futuro haya otros flautistas encantadores de cubanos que conduzcan al abismo. Los “salvadores” populistas y vividores estorban, frenan el desarrollo de la civilización. Por dos pícaros (mucho peores que los de Cervantes) de apellido Castro, y sus compinches, hoy la isla de Cuba navega por el Caribe soltando los pedazos.
Cuando lean este libro comprenderán mejor la atinada contribución que hace Gayol a los cubanos, y a todos los terrícolas, con su “… ser diverso y la isla imaginada”
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Regocijo del criterio (Lecturas de interpretación para una dramativa cubana)
En esta otra entrega seguimos con el paneo sobre lo cubano, pero por otros caminos, los de la crítica, y más allá.
Se trata, en pocas palabras, de un acucioso examen que hace Gayol del quehacer literario de 10 escritores cubanos, algunos de los cuales, por cierto, han compartido criterios, inquietudes y sensibilidades en este mismo recinto cultural, como Carmen Alea Paz (fallecida no hace mucho), y Julio Benítez.
El propósito del Gayol crítico, con estas diez interpretaciones de dramas disímiles en géneros, temas y estilos, es que induzcan al lector no solo a buscar las obras originales por su alta calidad formal, sino también por sus aportes a la problemática de lo contemporáneo cubano. Y ahí está el detalle. Porque si el crítico logra llamar la atención del lector y lo lleva a querer leer el texto criticado ha cumplido exitosamente su misión.
Es, pienso yo, el propósito de Gayol con este ensayo crítico plural, multifacético, de 10 excelentes creadores criollos, cada uno con su singularidad y su sello distintivo en la percepción del mundo, de lo tangible e intangible, lo fantástico y etéreo, de todos nosotros, y de ellos mismos.
José Martí, el crítico cubano mayor, sostenía que la crítica es el ejercicio del criterio: destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos.
Identificar a cada ídolo y separar los falsos de los verdaderos es precisamente lo que debe hacer el buen crítico. De cuán acertado sea su juicio-criterio dependerá que destruya lo realmente falso y conserve el resplandor de lo verdadero.
Hay una ley universal —nadie la ha escrito pero funciona—, según la cual para escribir bien primero hay que leer bien. Pero ocurre, sin embargo, que mientras todos los creadores o críticos que escriben bien leen bien, no todos los que leen bien, escriben bien.
Como se encargaba de insistir Jorge Luis Borges, sin la lectura no se puede escribir. De ahí la importancia del crítico. Y pongo un ejemplo: si yo me dispongo a leer una obra cualquiera y antes leo fragmentos de ella y la valoración de un crítico me siento más motivado para leer ese libro.
Y si me leo el libro y luego encuentro la opinión de un crítico podré pensar si tiene razón, o no, pero en cualquier caso ese crítico probablemente me va a revelar “detalles” e interpretaciones de las que no me percaté. Y entonces voy a ir de nuevo al libro para constatar cuáles “baches” dejé en mi primera lectura. Exactamente lo mismo pasa con el cine.
Y salto para otro grande de las letras, el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, para quien la buena literatura no solo es aquella que crea una gran fraternidad entre la diversidad humana, sino la que nos saca de la ignorancia, o al menos nos hace reconocer “la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez”.
Esa es la buena lectura cuyo cancerbero, de oficio, es el crítico. Con este análisis, Gayol nos sirve en la mesa la buena lectura que podemos hacer si leemos a estos 10 creadores, que también son críticos literarios ellos mismos, y muy destacados.
Pero no se queda ahí, el crítico en este caso va mucho más allá y con su Regocijo del criterio no nos sirve una mesa cualquiera, sino un banquete homérico, al punto de que si quienes leen este libro luego no consiguen los textos originales de los 10 escritores ya los tiene resumidos y colocados en una dimensión creativa que quizás sus autores no sospecharon.
Pero hay más. Leamos o no los textos originales esta obra crítica es ella misma un magnífico exponente de buena literatura, repleta de filosofía, política, psicología, sociología, humanismo, asombros, mitos e imaginación desbordada.
Y sobre todo Gayol nos permite aquí, una vez más, disfrutar de la belleza de su prosa y el casi alucinante dominio de la lengua castellana.
Biblioteca del Este de Los Angeles
26 de octubre, 2019
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