Academia. Literatura. Sociedad.
Por Armando Añel
Aunque por razones estructurales no fue posible incluirlos todos, todos y cada uno de los testimonios recibidos durante la redacción de Instituto Edison: Escuela de vida (Visión, obra y legado de la Dra. Ana María Rodríguez de Gutiérrez) resultaron claves en su concepción, incluida su vertiente gráfica. Si escribir es con frecuencia un acto colectivo –por mucho que aparente lo contrario–, en lo que respecta a este libro la regla no admite excepciones.
El Instituto Edison constituye un ejemplo de la mejor educación privada cubana, aquella que, como dijera su directora, funciona como segundo hogar de los alumnos. Educativamente hablando, en cualquier país es muy importante que exista un balance entre lo privado y lo público, que no se deje únicamente al Estado la tarea de estimular en la niñez y la juventud un pensamiento independiente y una conducta responsable. En la asimilación de la diversidad está la clave del desarrollo. La especialización y el rigor de escuelas como el Instituto Edison, donde se ponía particular atención a la vocación del estudiante, resultan vitales en este sentido. En el futuro de Cuba, ejemplos como el del Edison van a jugar un rol fundamental de cara a la deseducación totalitaria.
Escribir Escuela de vida no sólo ha constituido un privilegio para mí, sino además, redundantemente, una escuela. Sorprendente el Instituto Edison, y sorprendentes aquellos que lo fundaron, desarrollaron y disfrutaron, con la gran educadora Ana María Rodríguez a la cabeza. Para quienes nacimos tras la consolidación del totalitarismo en Cuba, la historia de este colegio ha sido motivo de asombro, y enseguida de satisfacción, y a continuación de esperanza. Ha despertado un entusiasmo que me atrevería a llamar orgullo, con permiso de la gran familia del IE.
Reproduzco aquí para cerrar, con un abrazo agradecido, el mensaje que me enviara uno de sus exalumnos, Angel L. Riguero:
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Sr. Armando Añel
Distinguido compatriota:
Es profundamente emocionante ver cómo la maravillosa obra de la inolvidable educadora Dra. Ana María Rodríguez sigue viva y latente en el alma y corazón de todos los ex-alumnos de aquel cubanísimo y excelso plantel de educación, el Instituto Edison, donde aprendimos que la patria es ara, no pedestal.
El legado de la Dra. Ana María ha sido guía espiritual y moral en nuestra vida. Impresionante labor para mostrarnos los caminos de la fe, la esperanza, la caridad y el amor al prójimo. Sublime obra enmarcada también en los sólidos principios de cubanía y amor patrio de nuestro José Martí.
Tengo el honor y la dicha de poseer Instituto Edison: Escuela de vida, libro que adquirí hace ya algunos años y que he perdido la cuenta de cuántas veces he vuelto a leer… Leer la sagrada Biblia y Escuela de Vida son dos costumbres que tenemos la obligación de legar a las venideras generaciones de cubanos con el propósito de mostrarles el correcto camino, para honrar “la tierra más hermosa que ojos humanos vieron”, los pensamientos de Martí y la extraordinaria tarea pedagógica de la gran dama de la educación, la Dra. Ana María Rodríguez de Gutiérrez.
Honor a quien honor merece.
Un cubanísimo abrazo.
¡Patria y vida!
Angel L. Riguero
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