El amor (a la verdad) en tiempos del coronavirus

Written by on 12/05/2020 in Ciencia, Critica, Medicina - No comments
Ciencia. Medicina. Crítica.
Por Flavio P. Sabbatius.

Coronavirus. Wikimedia Commons

Los que se hayan atrevido a sufrir leyendo alguno de mis anteriores escritos ya sabrán que profeso (como otros) la sombría creencia de que nuestra civilización se halla actualmente en una etapa de declive similar a la de las épocas postrimeras del Imperio romano, prólogo de una nueva Edad Oscura.

Una de las más sobresalientes características de nuestra civilización ha sido el poder y el prestigio de la ciencia, base de su desarrollo tecnológico. Y así la fe en la ciencia vino de cierta forma a constituirse en religión, sustituyendo a los dioses en los altares de Occidente. La palabra de la ciencia devino el paradigma de la Verdad. El hecho científico, la base sólida, inconmovible de nuestras vidas.

Nombres como Stanford, Harvard, Princeton, Johns Hopkins, Oxford, Cambridge o el Imperial College de Londres evocan lo que en su tiempo fue Alejandría, el nido de todos los sabios. Toda palabra proveniente de allí viene aureolada de un santo prestigio.

Recuerdo cuando en mis lecturas infantiles, Julio Verne se refería a “los modestos obreros de la ciencia” como a los nuevos santos de acrisoladas virtudes, llevados ante todo por el amor a la verdad y su búsqueda. Pobre Julio. Me convenció de que ser científico era una profesión decente a la que valía la pena consagrar la vida y así lo hice, para que al final la caída de los sucesivos velos de inocencia en que consiste la existencia me revelara que aunque, como todos sabemos, el genial francés anticipó muchísimos avances tecnológicos, no tuvo igual suerte evaluando el alma humana, y no se le ocurrió prever que la evolución de la cultura tecnológica occidental nos llevaría a la institucionalización de la ciencia. Y a los científicos a convertirse en funcionarios, como aquellos a los que se refería Martí en La futura esclavitud:

…son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan […] los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana… 1

Por supuesto (como diría Winston Churchill), la primera víctima de este proceso fue la verdad. Quizás los primeros ejemplos de las atroces posibilidades de la “institucionalización de la ciencia” podrían ubicarse en la biología soviética marxista de Lysenko en tiempos de Stalin, o en las teorías raciales bajo Hitler.

Pero a través de las últimas décadas se ha comenzado a ver un incremento en las críticas y la exposición de corrupción, abuso de poder o segundas motivaciones en personalidades del mundo científico devenido funcionarial en el otrora Mundo Libre devenido corporativo, impensables en los nobles tiempos de Pasteur, Maria Curie o Einstein. ¡Caramba! Si hasta el pobre Dr. Frankenstein, paradigma del científico villano del romanticismo, en definitiva actuó honestamente, motivado por su curiosidad científica de cómo vencer a la muerte, sin detenerse a considerar cuánta plata le daría la patente de sus aparatos, o si resucitar un cadáver era conveniente política o ideológicamente…

Novel. Coronavirus SARS-Cov-2. Flickr.

Hay muestras evidentes de una crisis de credibilidad (y por tanto de decadencia) que está afectando a esta superestructura de la ciencia institucionalizada de nuestros días en la monumental avalancha de desinformación contradictoria que venimos sufriendo. La bajísima tasa de replicabilidad de los resultados publicados en revistas científicas, con la consiguiente sospecha de fraude. El cercano apocalipsis augurado por los profetas del cambio climático antropogénico, que nos mandan a renunciar a los carros, montar bicicleta y apagar las fábricas para que no se derrita el hielo de Groenlandia mientras pasan por alto que la retirada de los glaciares nos revela que en el siglo X los vikingos cultivaban trigo y criaban ovejas allí cuando no había industrias, electricidad ni automóviles. Las elucubraciones del bizantinismo transgenderista que pretende convencernos de que hay que modificar los lenguajes porque un hombre puede menstruar o una mujer morir de cáncer de próstata. Y ahora para remate esta nueva crisis (¿o no crisis?) del coronavirus que a todos nos afecta (¿o no nos afecta?). Semejantes contradicciones están llevando a muchos miembros del vulgo a cuestionarse seriamente todo lo que viene de la ciencia, de la misma forma que detectar la primera mentira en el periódico Granma me hizo cuestionarme todo el castrismo cuando aún estaba yo en la secundaria.

A mi juicio, lo peor de esta pandemia (o si me lo permiten, la Peste China) es el citado grado de desinformación y contradicciones en lo que a diario nos dicen diferentes destacados expertos y autoridades, potenciadas aparentemente por la carencia del espíritu de docta ignorantia que guiaba a los sabios antiguos [2], pues en realidad parece que los sabios nuevos no saben ni cordones de lo que están hablando, pero son demasiado arrogantes para admitirlo. O acaso saben algo, pero lo ocultan o lo niegan para obtener alguna ganancia secundaria de poder, monetaria o ambas. Y entre tanto, nos dejan a todos sumidos en la confusión y en el miedo.

Permítaseme hacer un pequeño sumario de un subconjunto de los “hechos y verdades” que “sabemos” sobre el coronavirus a partir de las opiniones vertidas a los omnipresentes medios por diversos destacados, laureados y condecorados doctores, profesores y expertos de universidades e instituciones como las antes citadas, que el aterrado lector puede deleitarse o torturarse en consultar en cualesquiera de la miríada de canales de televisión, medios on-line o sitios web de derecha, izquierda, arriba, abajo o alrededor que no paran de bombardearnos de información (¿?) las 24 horas. Hay muchas más, pero en aras de la brevedad mencionemos las siguientes veinte verdades que han propugnado o propugnan públicamente algunos de estos destacados expertos:

1- El coronavirus es simplemente el flu, sólo que un poco más fuerte. Nada de qué preocuparse demasiado.

 2- El coronavirus es un evento eutanásico de extinción que suprimirá a todos los viejos, los débiles y los enfermos. (Por eso los millenials gringos lo llaman Boomer Remover).

 3- El coronavirus es un virus natural que pasó accidentalmente de un murciélago a un humano. (Simplemente porque a un chino lo picó un vampiro…)

 4- No hay evidencias de que el coronavirus se transmita de un ser humano a otro (nos decía hace un par de meses la OMS).

 5- No hay evidencias de que el coronavirus haya sido manipulado en laboratorio (nos dice también la OMS).

6- El coronavirus es una monstruosa cocción quimérica que envuelve elementos de flu, SARS, MERS y sida, creada en un laboratorio para actuar como una suerte de bomba de neutrones biológica para destruir a Occidente o simplemente para reducir la población a niveles sostenibles.

7- Si se quita ahora el lockdown habrá millones de casos y millones de muertos por el virus. Por supuesto, por culpa de Trump.

8- Si se deja el lockdown una semana más la economía mundial se destruirá sin remedio, volveremos a la Edad Oscura y habrá millones de muertos de hambre, violencia, suicidio etc. Por supuesto, por culpa de Trump.

9- Las máscaras te protegen. Si te pones máscara, te lavas compulsivamente las manos y desinfectas todo, tienes más chance de evitar el virus.

10- Las máscaras no protegen nada. Si te pones máscara, te lavas compulsivamente las manos y desinfectas todo, debilitas tu sistema inmunólogico y tienes más chance de coger el virus.

11- Este año habrá una vacuna y todos nos salvaremos.

12- Se toma por lo menos dos años implementar una vacuna.

13- Nunca habrá vacuna, o será inefectiva porque el virus muta constantemente.

14- La vacuna es un cuento chino para sacar plata por parte de los capos del CDC en combinación con las farmacéuticas. Con cloroquina o remdesivir se resuelve todo.

15- La cloroquina (como el romerillo del cuento de Álvarez Guedes) es una mierda.

16- La cloroquina es superefectiva, pero a la industria farmacéutica y sus agentes en los gobiernos no les conviene que un medicamento barato resuelva el problema y por eso la desprestigian, propagandizando en su lugar al remdesivir, que es más caro y por tanto da más plata.

17- El lockdown se instauró para salvarnos del coronavirus porque los modelos del Imperial College auguraban una masiva, exponencial propagación.

18- El lockdown es un invento o pretexto para instaurar un sistema totalitario, los modelos son falsos.

19- Las cifras de coronavirus están subestimadas. Casi todo el mundo lo ha tenido y no se ha dado cuenta.

20- Las cifras de coronavirus están infladas para instaurar pánico y facilitar el control sobre las masas embrutecidas. A todo el que se muere de un infarto, lo atropella un carro o lo parte un rayo lo anotan como coronavirus porque el seguro o Medicare pagan más por eso…

Y así, suma y sigue… ¿Cómo nos va a sorprender que la gente esté histérica? Cada experto dice algo muy distinto y todos afirman que es la Verdad. Me recuerda el cuento del burro…[3]

Ya todos estos expertos, antiexpertos, los medios y la internet me tienen hasta el mismísimo forro de los cordones. Total (y esto parece salido directo de Boccaccio) que al destacado experto científico británico del Imperial College de Londres que calculó los devastadores modelos de propagación del coronavirus lo cogieron in fraganti corpus (¿coitus?) delicti divirtiéndose con su rubia y despampanante amante, que se le había corrido al marido violando la cuarentena que su querido casanova había convencido a todos los gobiernos que era obligatorio adoptar para poder salvar al mundo.

En fin, que nadie sabe nada y los simples mortales como nosotros no tenemos forma de acceder a la verdad, si es que hay una… y solo rezo porque no se acabe la carne porque las procesadoras (en manos de los chinos) se están parando…

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Notas:

1     https://literatura.us/marti/futura.html

[2]     Como expresaba el aforismo de Sócrates: “Solo sé que no sé nada”.

[3]     En cierta ocasión, en tierras de Galicia, un padre y un hijo llevaban a su burro al mercado cuando, al cruzarse con un viandante, éste los criticó diciendo: “mira a ese par de tontos, van caminando teniendo un burro para montarse”. El padre, avergonzado por la crítica, le indica al niño que se suba al burro, sólo para que el siguiente transeúnte comentara “mira a ese hijo desnaturalizado, el pobre viejo caminando y el tan cómodo en el burro”. El hijo, avergonzado, se apea del burro y hace montar al padre en su lugar, sólo para que el próximo transeúnte les espetara: “que viejo tan sinvergüenza, montando sabrosón en el burro mientras el pobre muchacho se fatiga.”. Entonces el viejo decide que el niño también se montara en el burro, sólo para que el siguiente transeúnte exclamara “¡Que horror! Pobre burrito, esos abusadores lo van a reventar…”.

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Flavio P. Sabbatius es el "nom de plume" adoptado por un profesional que siente que el impulso irresistible de expresar su opinión heterodoxa o políticamente incorrecta, en el actual clima totalitario de rabiosa intolerancia vigente en las instituciones académicas de este país, arriesga la pérdida de su empleo y la capacidad de mantener a su familia si su identidad es revelada públicamente.

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