Cubanos mueren de Covid-19 en “campos de concentración”

Política. Medicina. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones

Inscripción de personas para recibir una dosis de la vacuna cubana, Abdala, contra el covid-19 en La Habana, Cuba, el 23 de junio de 2021. Tomada de Actualidad RT.

El expediente criminal del dictador Raúl Castro y sus apandillados llegó a su clímax por partida doble con la más masiva ola de represión del pueblo de que se tenga memoria en la isla, y por ser los responsables del azote sin control del Covid-19, que ya devino la peor crisis de salud pública en Cuba desde la independencia en 1902.

Con 1,141 enfermos de coronavirus por cada 100 mil habitantes, Cuba tiene la mayor tasa de contagio en América y la quinta más alta del mundo.  El 4 de agosto el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reportó 98 muertes por coronavirus y sumaban 3,091 los muertos. Se contagian diariamente unas 10 mil personas y se acercan a 500 mil las contagiadas desde marzo de 2020.

Y estoy citando cifras oficiales del MINSAP, que reduce por razones políticas las verdaderas cifras para no dañar la imagen de la “revolución” y de la “potencia médica”. Yo conozco bien la cultura castrista de la manipulación de la realidad. Médicos cubanos estiman que se contagian más de 15 mil personas diariamente y han muerto más de seis mil.

Decenas de galenos han denunciado que muchos fallecidos por el Covid-19 son reportados como muertos por neumonía y otras causas. Así hicieron en el caso de mi prima Quiñones, en Ciego de Avila, como veremos.

Los hospitales han colapsado y no hay camas disponibles porque desde 2010 han sido cerrados 64 hospitales. Desde que dejó de ser financiada por Moscú la “potencia médica” ha perdido el 33% de su capacidad hospitalaria. Y otro dato elocuente, en 2019 el Gobierno invirtió más de 3,600 millones de pesos en la construcción de hoteles y solo 96.9 millones de pesos en Salud pública y asistencia social.

Hay más de 100,000 pacientes hospitalizados, en su abrumadora mayoría en centros de aislamiento que la población llama “campos de concentración”, pues están fuertemente militarizados y no cuentan con atención médica propiamente.

Mi prima murió en un “campo de concentración” sin atención médica

Nieves Cruz en el centro de las otras dos parejas. Cortesía del autor.

Y para mostrar cómo dejan morir asfixiados a los enfermos de Covid-19 en esos campos de concentración, y la culpabilidad de Castro II y su asistente Miguel Díaz-Canel, quiero comenzar con algo sumamente doloroso para mí.

Desde Ciego de Avila, mi terruño natal, hace unos días me llegó la muy triste noticia de que una prima hermana mía, que yo quería como una hermana, Nieves Cruz Quiñones, y su esposo, Alejo Martí, murieron de Covid-19 en esa ciudad sin recibir atención médica alguna.

Ciego de Avila (unos 495 mil habitantes) es ahora la provincia más golpeada, debido a que a sus playas siguen llegando turistas de todo el mundo. Los militares propietarios de los hoteles se niegan a tenerlos vacíos. El 4 de agosto en la capital de la provincia (154,681 habitantes), murieron 23 personas de Covid-19, la cifra más alta del país en proporción a su población. Pero en verdad posiblemente ese día murieron más de 30 o 40 avileños, de “neumonía”.

Mi prima Nieves y su esposo eran profesores retirados de la Universidad de Ciego de Avila. Ella, doctora en Bioquímica, fue vicerrectora de esa universidad,y su esposo Alejo fue decano de la Facultad de Economía. Ambos fueron internados en uno de los “campos de concentración”, una vieja escuela de educación física conocida como EIDE, en las afueras de la ciudad.

Según me relató conmocionada su única hija, Patricia, había allí un solo médico para un centenar de pacientes graves. No había antibióticos, ni interferón, anticoagulantes, ni medicamentos de ningún tipo, ni equipos médicos. Ni oxígeno para aliviar la asfixia de los pacientes. El balón de oxígeno que había era inservible, pues carecía de boquilla para inhalar.

No dejaron que médicos les dieran asistencia y medicamentos

Familiares de Nieves y Alejo contactaron a médicos amigos que estuvieron dispuestos a ir asistirlos, a ellos y otros pacientes, pero las autoridades militares allí no lo permitieron. Varios galenos avileños que fueron alumnos de ellos en la universidad fueron a la EIDE y a petición del matrimonio los iban a llevar de regreso a su casa. Los doctores se comprometieron a cuidarlos y aplicarles medicamentos que la familia había conseguido, y que nadie entraría en la casa. Pero los guardias se negaron. Condenaron a muerte a mis primos.

Ninguno de los dos estaba vacunado, porque el Partido Comunista en la ciudad es el que decide quiénes y cuándo se pueden vacunar. A mi prima y su esposo le habían fijado su vacunación para una fecha que resultó ser para una semana después de sus fallecimientos. Alejo murió 48 horas antes que Nieves.

“Lo que tú tienes es una gripe muy mala”

Unos días antes de Nieves fallecer le dijeron que ella ya no tenía coronavirus, que la última prueba había dado negativa. “Lo que tú tienes es una gripe muy mala”, le comunicaron. Y muy bajito, ya casi sin poder hablar por la asfixia y la tos, así se lo dijo mi prima a su hija por teléfono.

Fue una orden “de arriba”, pues luego de Nieves fallecer, tristemente asfixiada, escribieron en el certificado de defunción que ella murió de una “trombosis pulmonar”, sin mencionar el Covid-19.

Y cuando un familiar mío le preguntó a una de las principales funcionarias del MINSAP provincial si había algún plan de contingencia para detener el avance del Covid-19 en Ciego de Avila, o recibir ayuda urgente del Gobierno, o desde el extranjero, esta respondió visiblemente preocupada, que no hay ninguno, y que van a morir muchos más avileños de coronavirus.

También desde Ciego de Avila dos médicos denunciaron al OCDH: “No se hacen leucogramas básicos, no se hacen rayos X, no hay jeringuillas, no hay anticoagulantes, no hay antibióticos, no hay vergüenza (…) hay un solo médico cubriendo tres salas de COVID (…) se está enfermando gente, no importa cuál vacuna cubana recibieron, mueren igual”. En los pasillos y en el suelo. Hay fallecidos ya rígidos porque no los van a recoger en muchas horas

Camiones cargados de cadáveres van hacia fosas comunes

En Santiago de Cuba, camiones cargados de cadáveres van hacia fosas comunes en los cementerios de Siboney, El Cobre, Juan González y El Cristo. En Guantánamo dos médicos declararon que carecen de oxígeno. “Nos estamos muriendo poco a poco. aquí, en Guantánamo estamos cayendo como moscas”. Son estos testimonios divulgados por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH).

Y la culpa cae sobre el dictador Raúl Castro y su mafia. En abril de 2020, cuando la pandemia hacía estragos mundialmente el régimen no cerró las fronteras al turismo, sino que lanzó una campaña internacional para que turistas de todo el mundo viajasen a la isla tropical. Solo suspendieron el turismo ya con el virus extendido por todo el país.

Luego los militares hace unos tres meses reabrieron las puertas al turismo ruso. Por Varadero llegaron miles de ellos, muchos contagiados con la nueva cepa Delta y sin usar mascarilla.  Y así comenzó el rebrote sin control de Covid-19.

Tampoco el general Castro aceptó las vacunas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) mediante el Programa COVAX, encargado de distribuir millones de vacunas certificadas, y gratuitamente en el caso de países pobres, como es el caso de Cuba (gracias al castrismo).

En Latinoamérica COVAX ha entregado ya millones de vacunas a 12 países, gratuitamente a varios de ellos. Castro II y su mafia no las aceptaron, porque les importa un comino la salud y la vida de los cubanos, y porque decidieron fabricar una vacuna para si resultaba exitosa exportarla al mundo entero y ganar mucho dinero. Sin embargo, fuentes habaneras aseguran que Raúl Castro compró cien vacunas Pfizer y con esas se vacunaron  él y toda la cúpula dictatorial. Y yo lo creo, “conozco el paño”.

Mientras en América Latina la gente se ponía vacunas efectivas, los cubanos no se podían vacunar. Muchos meses después fue que comenzaron a ser inyectados con la vacuna Abdala, sin el debido certificado científico internacional, lo que explica por qué vacunados en la isla mueren de Covid-19.

Hasta el 3 de agosto se habían aplicado 10 millones de dosis de la vacuna Abdala. Pero el periodista independiente Waldo Fernández Cuenca reportó que luego de aplicarse las tres dosis a cientos de miles de personas en Matanzas se produjo la explosión de contagios y muertes.

Un solo balón de oxígeno para todos, y todos murieron

Además, el Gobierno no suministra mascarillas a la población.  El periodista independiente Roberto Jesús Quiñones reportó desde la oriental provincia de Guantánamo: “En un centro de aislamiento el único balón de oxígeno tenía que rotarse cada 15 minutos entre todos los que estaban más necesitados por los problemas respiratorios”. Al final todos murieron.

Y aún con el país ya casi sumergido en una crisis humanitaria, el régimen se niega aceptar vacunas de la OMS y la ayuda humanitaria de EE.UU., la diáspora cubana y la comunidad internacional.

¿No son culpables Castro II y la “revolución” de este azote del Covid-19 en Cuba?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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