Castrismo: “Solo es verdad lo que me es útil”

Política. Sociedad. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones 

Libreta de abastecimiento. Wikimedia commons.

  La manipulación de la información y la mentira institucionalizada para anestesiar y controlar a las “masas” son los pilares de la cultura castrista, entronizada por el mitómano Fidel Castro hace 60 años y que es la piedra angular en la que se afinca la propaganda política-ideológica del régimen.

Los fundamentos de esta cultura “revolucionaria” emanaron de la filosofía de uno de los padres del cinismo pragmático, el estadounidense William James, quien resumía su universo propio de esta manera: “Solo es verdad lo que me es útil”.

Para los Castro y su claque si algo es mentira, pero conveniente para la “revolución”, es verdad. Y viceversa.  Por eso el administrador del régimen, Miguel Díaz-Canel,  recientemente, al admitir al fin que el país está viviendo “tiempos difíciles”, culpó de ello a la  “las nuevas medidas de Estados Unidos, la persecución financiera y el recrudecimiento del bloqueo.

Su ministra de Comercio  Interior, Betsy Díaz, no se quedó atrás.  Afirmó a medios cubanos y extranjeros que el “recrudecimiento del bloqueo de EE.UU. y la creciente presencia de “acaparadores” son las causas de la escasez que ha llevado a racionar otra vez los alimentos y productos de aseo e higiene que estaban en venta libre. Y remató diciendo que se trata de una medida de carácter “temporal” para una “distribución más equitativa”.

Ambos repitieron lo mismo que 57 años atrás dijo el tirano fundador, Fidel Castro,  cuando luego de derrumbar la producción de alimentos con la sovietización de la agricultura  implantó la cartilla de racionamiento, que aún vigente es la más longeva de la historia moderna en tiempos de paz, junto con la existente en Corea del Norte, donde en 1990 una hambruna  mató a tres millones de ciudadanos.

Luego de seis décadas,  resulta que la “libreta” lejos de irse a descansar a un museo cobra inusitados bríos. Vuelven a sus gastadas páginas  los huevos, pollo, aceite, leche, harina, arroz, frijoles, pastas, salchichas, pan y carnes; jabón, detergente y otros artículos de consumo.

Miguel Díaz Canel. Wikimedia commons.

El “presidente” y sus ministros mienten sin pudor

Miguel y Betsy mienten sin pudor. El nuevo “período especial”  tiene dos causas básicas: 1) el modelo económico comunista centralizado y estalinista, incapaz de generar riquezas y de proveer de alimentos y satisfacer las necesidades elementales de la población, y 2)  la reducción de subsidios y de petróleo desde Venezuela y la consecuente falta de divisas para importar alimentos.

Estos dos jerarcas falsean la realidad. Todavía las medidas tomadas por el Gobierno de Donald Trump no han afectado a Cuba, y las que más impacto podrían tener solo han sido anunciadas, no están aún en vigor. Siguen intactas las 12 categorías creadas por el Gobierno de Barack Obama para que los estadounidenses hagan turismo disfrazado en Cuba. Y ahora mismo lo que está ocurriendo es que el flujo de estadounidenses hacia la isla crece como la espuma. Es cierto que muchos van en cruceros y no  gastan mucho dinero, pero gastan.

El propio Ministerio de Turismo (MINTUR) reveló que entre enero y abril de 2019 viajaron a la isla 257 mil estadounidenses, para un espectacular aumento de un 93% con respecto a  2018.  Ese ministerio por primera vez reconoció que EE.UU. es el segundo emisor de turistas a Cuba, solo superado por Canadá,  y enfatizó: “El turismo estadounidense sigue prefiriendo el destino Cuba”.

El canciller, Bruno Rodríguez, en la Mesa Redonda de TV informó muy jubiloso que en 2018 viajaron a Cuba 639 mil estadounidenses, casi el doble que en 2016, el último año de Obama (289 mil visitantes). Si se agregan los  521 mil cubanos residentes en EE.UU. que viajaron a su país de origen en 2018, resulta que desde el vecino del Norte  viajaron a la isla 1.1 millones de turistas.  O sea, se nota  claramente el “criminal bloqueo” de que hablan Miguel y Betsy.

Del nuevo límite de mil dólares trimestrales para enviar remeses desde EE.UU. baste decir que equivalen a $333 dólares mensuales, 11 veces el salario promedio en Cuba, o sea, ocho mil pesos cubanos al mes. Nadie en la isla gana eso.

Cuentapropista. Wikimedia commons.

Los cuentapropistas no se incluyen en el embargo

Sí pueden afectarse los cuentapropistas que reciben desde EE.UU. remesas superiores para financiar sus negocios. Pero es clave que esos emprendedores sepan que ellos no están incluidos en la Ley Helms-Burton. Ellos sí pueden recibir financiamiento directo desde EE.UU. y  exportar e importar libremente hacia y desde ese país.

La Ley Helms-Burton no atañe a los negocios privados en la isla. Es Raúl Castro quien les impide comerciar con EE.UU.  Por tanto, es al dictador de Cuba, no al presidente de otro país, a quienes deben reclamar sus derechos. Es lo que no hacen ni los cuentapropistas ni quienes culpan a EE.UU. de todo lo malo que ocurre en la isla, incluyendo la Unión Europea. Todos reclaman a Washington, nadie a La Habana.

En cuanto a la crisis energética, si bien EE.UU. ha tomado medidas para evitar que Cuba reciba petróleo de Venezuela, lo cierto es que lo sigue recibiendo mediante trucos apoyados por Moscú, Pekín y algunos países del Caribe, que incluyen el traspaso de crudo venezolano en alta mar a buques tanques no sancionados por  EE.UU., que van a la isla. Es verdad que la isla ahora recibe menos combustible, pero ello se debe al descalabro de la industria petrolera venezolana, que a causa del castro-chavismo produce hoy 67% menos petróleo que en 1998.

Paralelamente la ministra de la Industria Alimentaria, Iris Quiñones Rojas, reveló que antes de finalizar mayo se van a producir “alimentos experimentales” con “materias primas alternativas”. Por ejemplo se elaborarán croquetas y hamburguesas de arroz, aceite de maní,  harina de boniato y de arroz, etc.

Ello recuerda a los años 90 cuando el suministro estatal de “masa cárnica” sin carne,  “picadillo extendido” o “texturizado” con soya, yogurt de soya, Cerelac y otros, que competían con los caseros bistec de toronja, picadillo de cáscara de naranja, hamburguesas de cáscara de plátanos, picadillo de gofio. Aquellos sustitutos de la carne para engañar al estómago no tenían valor alimenticio, sabían muy mal y despedían peor olor.

Fue por eso que  entre 1991 y 1995 cada cubano adulto en la isla perdió entre un 5% a un 25% de su peso corporal. El consumo per cápita de calorías cayó de 2,845 kilocalorías diarias en 1989 a 1,863 kilocalorías diarias en 1994.

El mínimo recomendado por los científicos y los médicos especialistas es de 2,100 a 2,300 calorías diarias. Recuerdo que en La Habana a veces me encontraba con amigos a los que no veía hacia algún tiempo y casi no reconocía, pues habían bajado 25 o 30 libras. Supongo a ellos le pasaba lo mismo al verme a mí.

Como consecuencia de la desnutrición entre 1991 y 1997 azotó a Cuba una epidemia de neuritis óptica y de polineuropatía periférica. Sé de algunos afectados que nunca recobraron del todo su visión normal.

Calle de la Habana Vieja. Wikimedia commons.

La crisis sí será grave

Estos pasajes grabados en la memoria popular hoy angustian nuevamente a los cubanos. Saben que se va a repetir la historia. Está comenzando otra crisis que pese a los argumentos atenuantes de algunos economistas sí será tan dramática o más que la de los años 90, sobre todo cuando caiga Maduro.

Aunque al acabarse la “revolución bolivariana” a  Cuba sigan llegando divisas desde EE.UU., vía remesas, paquetes y turismo, la crisis será peor porque esta vez no solo impactará en lo económico y social, sino en lo político-ideológico, ya que se habrán evaporado  las poquísimas esperanzas de un futuro mejor. Llegará al tope el cansancio de un pueblo ya descreído, sobre todo los jóvenes. Para los que nacieron en los 90 y ahora tienen casi 30 años nunca salió el sol. Son ya muchos años de privaciones y oyendo siempre el mismo discurso.

En fin, por mucho que Raúl Castro y su claque gobernante se empeñen en  presentar lo negro como blanco, todos en la isla saben que el nuevo “período especial” es un resultado natural de la parasitaria economía comunista cubana. Incapaz de sustentarse a sí misma. Al desplomarse su mecenas “paganini” se hunde junto con él.  Y se eterniza la “libreta”.

 

 

 

©Roberto Álvarez Quiñones. All Rights Reserved

 

 

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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