Literatura. Crítica.
Por Carlos Penelas.
Lo he dicho muchas veces. Entre amigos, en artículos, en conferencias. Uno soñó otra sociedad, uno vivió otra sociedad. La decadencia, la imbecilidad, la tropelía parece no tener límite. Y la mentira, la mentira descarada. La evidencia demagógica, el populismo lleva más de setenta años. Es abrumadora la evidencia, el ensañamiento. Una izquierda atomizada, una idea fraudulenta se propone como una suerte de liberación criolla. Por supuesto, no sólo el peronismo es culpable. Vivimos una sociedad enferma donde todo vale y todo es una ficción. Triquiñuelas para niños, mascaradas que nos llenan de perplejidad. Se tardarán décadas en salir de esta encarnación. El populismo es una derecha reaccionaria, una mentalidad añeja, nefasta. ¿Qué podemos decir si se continúa creyendo – son credos laicos – en la Revolución Cubana, en la Revolución Venezolana o en la de Nicaragua? ¿Qué nos queda si pensamos en Irán o en la Rusia de Putin? Vale la pena recordar que Sartre apoyó las carnicerías de China y los gulags del estalinismo. La traición está a la vuelta de la esquina. Tal vez en estos días tenemos una breve esperanza. Pero, como decía mi padre, es tan poca que no vale nada.
Los echaban. A los que no llevaban luto los echaban. Era obligatorio llevarlo. Mi padre no me lo puso. “Vas a ir a la escuela sin luto”. Yo tenía seis o siete años; sabía por las conversaciones en voz baja de mi familia, que algo no andaba bien, “que los pesquisas”, “que la demagogia”, “que la delación”, “que la cárcel”. Mi padre dijo: “No usé luto por mi madre ni por mi padre”. Don Manuel era ateo, contestario. Creo que la poesía viene de ese mundo. Mi madre configuró lo suyo con su ternura y su silencio, seguro. El resto vino con el aire y la nostalgia. Y de muchachas hermosas que ayudaron a descubrir la sensualidad y el ensueño.
Años después comprendí mi infancia gracias a los autores italianos de postguerra. Moravia, Pratolini, Pasolini, Pavese, me llenaron los ojos de imágenes y de ideología. Luego vendría Visconti, De Sica, Rossellini… ellos me llenaron el corazón de pasión y de poesía. El cine y la literatura fueron conformando mi espíritu. Eran seres cercanos a mis sentimientos, a mi entorno. Hombres y mujeres que solía ver por las calles de mi ciudad, en los viejos mercados, en las plazas del barrio, en el café del tío Pedro. Por supuesto que ya sabía de Pérez Galdós y de Emilia Pardo Bazán.
Voces, hay voces que me llegan desde lo literario. Adulón es una de ellas. Otras. Comparsa, mascarada, petulante, ominoso, locuaz, lealtades inconfesables, obsecuente. Una más: carnestolendas. Son vocablos que no se relacionan con lo poético, que se vinculan con otros temas. Voces que me acompañan desde hace siglos, voces que escucho en sueños, en hospitales, en fábricas, en embajadas, en programas televisivos. Carl Gustav Jung escribió que “…la naturaleza aspira a expresarse, agotando sus posibilidades. El hombre, igual.”
(Hoy escuché por radio un reportaje a una profesora de literatura. Contaba que los alumnos no podían leer libros, que les era imposible en cuarto año leer una página de Don Quijote. Querían analizar textos de la cumbia villera. La profesora estaba desesperada. El periodista dijo con firmeza: “Bueno, bueno, ni una cosa ni la otra”.)
Cuando una estatua que personifica a un dios es tocada por la palabra cobra vida. Genera un mundo metafísico, una metamorfosis que opera sobre el tiempo cronológico. El individuo no es sólo el resultado de un proceso histórico. El individuo es un ser polifacético. (¿Qué miente la historia, el Poder, la familia? ¿Qué ocultan en cada acto mis palabras, mis sueños, mis miradas? ¿Qué oculta cada lector, cada uno de nosotros?) Lo romántico contamina la crónica, la historia; distorsiona los hechos. Me sigue entusiasmando el vuelo del pájaro, las olas del mar, el silencio.
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One Comment on "Soliloquio en un país sin salida"
Simpre justa, emotiva y racional la palabra de Penelas, que cuenta el mundo y la historia con un par de adjetivos enamorados de un verbo.