El escritor mejicano y de orígen italiano, falleció el pasado día 12 a la edad de 85 años y con él perdemos a un excelente novelista y referente contemporáneo, Premio Herralde en 1984, Rulfo en 1999 y Cervantes en 2005. Tras los relatos de su primera época (“Tiempo cercado”, “Infierno de todos”…), pasó a la novela y su trilogía, englobada en el llamado “Tríptico de carnaval” (“El desfile del amor” en 1984, “Domar a la divina garza” (1988) y “La Vida conyugal” en 1991) es el mejor exponente de esa maestría que continuaría con “El arte de la fuga”, “El mago de Viena” o, ya en la recta final, “Una autobiografía soterrada” (2011).
Abogado de profesión, fue diplomático en distintos países europeos (Hungría, Polonia, Rusia o embajador en Praga (1983-88)) para ejercer con posterioridad de profesor en la Universidad de Letras de Veracruz.
Un hombre hecho a sí mismo, capaz de sobreponerse a aconteceres que a otros habrían rendido (huérfano de ambos progenitores a corta edad, afasia progresiva desde su adolescencia…) y cuya pérdida se suma en los dos últimos años a las de otros, asimismo luminarias en el mundo de la imaginación. En 2017 fueron el búlgaro Todorov o el también mejicano Antonio Sarabia, Dereck Walcott, John Berger, Juan Goytisolo y el argentino Ricardo Piglia… En los cuatro meses del presente nos ha dejado el peruano Loayza, Claribel Alegría o el sin par poeta Nicanor Parra a los 103 años, y es que el tiempo no sólo afecta a cada uno de nosotros sino que, inclemente, nos despoja en vida: de seres queridos por cercanos y de esos otros, compañeros por habernos procurado nuevos mundos que transitar. Descanse en paz, maestro.