Literatura. Poesía.
Por Tony Cuartas…
…parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
__
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica
José Lezama Lima
Mientras el tiempo transcurre difusamente, tu ausencia es un gran desafío
ahí frente a la ruptura de la somnolencia, penetras y saltas en el
adormecimiento que emerge de la voracidad presentada ante el espejo,
has traspasado la sustancia apoyada en el sueño venido del rocío.
Reconocer el deslizar del frío se ha tornado irreconocible, desaparece y
al llegar es interceptado entre calles, es como ver aparecer un animalejo
arborescente, traspasa los relieves, así como obstáculos
abandonados junto a sus pasos.
Yo sé que es un absurdo metamorfoseado en su envolvente mordisco.
Mis brazos intentan apresar el espacio, deshilachan el tegumento
semejando un disfraz, es el inapresable tiempo sostenido por innumerables
cuerpos. Han sido coronados por símbolos regidos por sombras
desdeñosas, embadurnadas de vergonzantes capaz sobre otras, parecen
seres arbόreos tratando de adquirir una armonía de aves nocturnas.
En excepcionales instantes reconozco que sería imposible desentrañar su
máscara envolvente, cubre a la muerte, al tanto con maternal gallardía
Ganímedes custodia mis pasos, intento adherirme a Eros ante Céfiro
y Jacinto va absorbiendo la poca luz. Ahora me hundo en los parajes
de Hades. Allí indagaré dónde esta mi infanta.
La urdimbre fue reemplazada por la revelaciόn que se produjo en la
hoguera de Roma y el dormir de los seres se prolongó hasta nuestros
días. Fue un frotado relumbrar y las estatuas se desmoronaron,
después apareciό la luz en salutífera reverencía.
Al ver a Esquilo, hijo de Euforiόn, primer gran representante del espíritu
ático, y Pirístrato acababa de construir un nuevo santuario para el
culto de los misterios. Iba a hacer la referencia en la profundidad inspirada
en el tránsito hacia Hades, era una fuerza purificadora y a la vez
triste, soy un hijo de los tiempos, quizás sea un heredero de Solόn, es ser
comparado a una tragedia de Esquilo, sería la resurrecciόn del
hombre en su heroísmo. Por eso intento educarme y así elevar mi
preparaciόn junto al estatus superior. Puedo ver la escritura embadurnada
con las escamas del lagarto en su cenital paraje, el reptil pendula su
cuerpo y lo vemos utilizando su larga lengua, caza los incestos predilectos
para su glándula gustativa. El pergamino donde los escribas ejecutaron
las palabras sagradas y apócrifas, cuando el inapresable reptil
duerme la siesta de las tardes sobre los papiros o tabletas de barro, en
inesperados suspiros el día transcurre en evaporadas y somníferas
revelaciones medulares.
Esquilo como se sabe fue “el luchador de Maratón”, el abanderado
espiritual de lo primordial en la generación del nuevo ático, fundada de la
más alta voluntad moral.
La fisura o arañazo profundo provocado por las patas del lagarto volvieron
a su armonía, y su médula somnífera pudo restituir su tesura, las
escrituras pudieron recuperarse y a su vez quedaron descifradas. Mientras
el bajamar iba provocando la vaciedad en el espacio, dejando las mareas
de la séptima luna a su libre albedrío, y hacia penetrar el acariciar de
su mano, cuando la garduña venía danzando y su gemir era una cantata
en Mi bemol, así disfrutaba de la mejor parte del manjar disgregado
sobre el pasto del bosque humectado del rocío.
Contemplé al gato deslizar su aspecto egipcio, introducía sus pasos erguidos
con su andar pausado, así como sus movimientos breves semejan
la prolongación del silencio, iba acompañado con su blando cuerpo
desapareciendo con la neblina y el rocío de la media noche, lo aguarda
en un aliento callado y de sonámbulos seres llenos de misterios
umbrosos.
Penetramos por la puerta entornada y disipamos el soplido del viento ve-
nido del mar, nos une y nos separa a la vez de la noche regida por las
sombras largas y difusas, deambulan congestionadas con gestos
desdeñosos; gemebunda ciudad envuelta y abrazada de una bruma
devoradora y la tibieza de los cuerpos, andan imantados de humedad
desperdigada sobre estructuras carcomidas y sus calles plañideras de
suspiros. Viendo al espejo untado con los reflejos de la luz lunar, dormida
en su dimensión observando el asombro de Venus que romancea
con Tauro, reclama el despertar de la tortuga después de haber desovado
sus huevos y aún permanece lloriqueando en desazonada quietud,
al cernirse una tenue llovizna provocando la humectación sobre
el paraje. Pero allí estaban los coyotes esperando que la tortuga reto-
me su regreso al mar a través de la arena y se interne en las aguas que
la esperan, y la jauría aguarda para caer sobre el escondrijo y saciar
su apetito voraz.
Flota la luz en el instante y el ser se hunde en el vacío, dejando el
aliento en el espacio y una burbuja obstinada quedaba en un balbuceo
quieto e inerte, como el letargo de un sueño gimiente. Busco el otro
silencio en lo alto de la noche, se apagan los reflejos y un inmenso
abandono se posesiona de la dimensión que aparece y es como si nada
existiera, ¿y si la oscuridad y yo nos mantuviéramos en el espacio?…
Algunas veces pienso en qué lugar de la inmensidad estará mi infanta. Es
como si volviera en cada instante, al simple parpadear, y al despertar
compruebo su ausencia, quedo confundido, quisiera dormir y no volver
más…
Cuando el escorpiόn clava su aguijόn a todo aquel que intenta interceptar
sus pasos y aislarlo, él actua como un verdadero guerrero del medioevo
y sin el menor reparo continua su marcha, arrastra su coraza y en
ocasiones envuelve su cuerpo, y con gestos malhumorados emprende
sus pasos, alertando a la cordura, a la medida impulsa su blindaje y se
introduce en los manglares o arenas del desierto, ocultándose en
oscuros escondrijos y espera…
Mis pasos me llevan por dédalos callejones por donde otros caminantes
han dejado sus huellas primogénitas transparentando sus sombras,
exploran la ciudad, internándose en lo desconocido y las estatuas de los
parques los ven pasar y sonreír, era una danza, iban flotando sobre
adoquines pulímentados y humectados de caminantes que han retado
al tiempo y en otras ocasiones era el relumbrar del sol, provocaba una
especie de evasión a la luz, había que cerrar los ojos, es ir entre ramajes
de una selva boscosa, traspasando las actitudes ceremoniosas,
penetrar y hundirse en el influjo de callejones cóncavos, aconteciéndose
un remolino en las intercesiones de calles y una gran sorpresa al sentir
el cambio del viento, escoltado de un polvillo enceguecedor en
burlesco salmoneo lastimero y percibir a la ciudad perdida en su propio
remolino, vivía estática, rodeada por ese mar movedizo, reflejando las
estructuras grisáceas de los carcomidos edificios y los fantasmas
perseguían su deambular entre portales umbrosos y puertas
entornadas, como si estuvieran ahí para hacer el amor con un enorme y
pesadumbrado hastío.
Vuelvo sobre mis pasos, golpeo los mismos adoquines, percibo como las
sombras que antes me conducían, insisten en su comportamiento,
quieren semejarse a los siameses. Es desaparecer ante la sonrisa en el
principio del nacimiento, provoca una indefinida profundidad del
intelecto y al dejar la vestimenta suntuosa del estilo jónico y con acertado
acierto dar paso al siempre varonil vestido dórico. Al provocar un
desdeñar, tropezamos con la risa y las vibraciones de las carcajadas
desaparecidas y remolinadas entre las paredes de la estancia chocan y
al rebotar invaden deshilachando el azogado espejo, adormecido en el
corredor y al percibir a la sierpe deslizar su disfraz escamoso, nos va
descifrando su prolongación suntuosa en busca de las sombras envolventes
con su vestuario de arborescente figura, tratan de compararse
con la muerte cubierta de niebla.
©Tony Cuartas. All Rights Reserved