Literatura. Crítica.
Crónica. Por Mario Blanco.
Quien no recuerda la foto a continuación que vimos decenas de veces en nuestro país durante 20 años, desde 1972 en que el fotógrafo Nick Ut la captó en Vietnam, durante el horrible y despiadado bombardeo con napalm sobre una aldea.
Pero ¿qué pasó después, que la prensa cubana no reflejó ese hecho abominable y del cual una de las niñas más afectada quedó como heroína? Pues pasaron varios acontecimientos que la ideología comunista no los perdona. Esta niña, Kim Phuc Phan Thi, la cual sobrevivió a la quemadura del 65 % de su cuerpo por el napalm, fue presentada múltiples veces en su país por la televisión y la llevaron a varios eventos para que relatara lo que le había sucedido. Años más tarde, ya de joven, viajó a Cuba como estudiante de medicina pues quería ser médico como resultado del sufrimiento de sus quemaduras y así salvar a otros seres humanos, aunque después cambio la carrera y donde conoció a su futuro esposo, también vietnamita, que estudiaba en nuestro país, y se casaron, corría entonces el año 1992. Por alguna razón de Cuba o Vietnam o quizás ambos países, le viabilizaron la luna de miel en Moscú, pero regresando de la ya antigua Unión Soviética, en el avión, Kim le manifestó a su esposo Toan Bui Huy, la oportunidad que tenían de cambiar el rumbo de sus vidas, que debían pensar en su futuro, cuenta él que: “Hablábamos despacio porque en cada vuelo viajaba alguien del Gobierno que nos vigilaba, entonces todo era en susurros. Ella me tomó la mano y me dijo que debíamos bajar en Canadá e intentar quedarnos. Que no importaban nuestras cosas en Cuba, que era nuestra oportunidad de ser libres”, y solicitar refugio político en Toronto Canadá durante la escala que haría el avión. Su esposo parpadeó durante unos instantes, pues llegando a Cuba continuaría una maestría en su especialidad, pero los argumentos que Kim le dio lo convencieron y tomaron la decisión de conjunto.
Cuenta Kim que al llegar a Toronto no sabían cómo hacerlo, pensó meterse en el baño con Toan y esperar, pero luego, “vieron un grupo de cubanos que estaban al otro lado de un vidrio, del lado de adentro de Canadá. Les golpearon el cristal y preguntaron cómo habían llegado hasta ahí, uno de ellos les dijo —siempre en español, idioma que ambos manejaban perfecto— que habían pedido asilo a un oficial en una oficina, y les indicó dónde. Kim y Toan fueron hacia la ventanilla de migraciones y dijeron que querían entrar a Canadá”.
De esa manera cambiaron el rumbo de sus vidas, el Gobierno canadiense les dio una casa, asistencia social, les viabilizaron trabajo y se integraron a este país como millones de otros extranjeros que arriban a una Canadá plena de oportunidades. Durante muchos años obviaron la prensa, “Nosotros teníamos mucho miedo”, dice Toan. “Nos habíamos escapado, temíamos que nos estuvieran buscando, entonces tratábamos de pasar de incógnito. De pronto alguien tocaba nuestra puerta y no atendíamos”, recuerda. Los periodistas la buscaban por todo el mundo: un inglés incluso había viajado a Vietnam a ver a su familia, y consiguió cartas que enviaron desde Canadá. Sin embargo, no lo hacían desde su casa sino desde direcciones prestadas para que nadie llegara a ellos. En cuatro años, se mudaron cinco veces. Querían una vida tranquila, lejos de aquella foto que la dio a conocer en el mundo, pero que ella rechazaba al verse desnuda”. Transcurrido un tiempo, Kim cuenta que abrazó el cristianismo, lo que le ha permitido perdonar a quienes le hicieron tanto daño y además cuenta: “Cuando encontré libertad en Canadá y me convertí en madre. Un día, mientras sostenía a mi bebé, Thomas, miré esa foto y me conmoví muchísimo. Me movilizó tanto que pensé que no quería que nada parecido le pasara a nadie más, ni a mi hijo ni a ningún niño del mundo. Nadie más debía pasar por lo que pasó esa pequeña niña.
—¿Ahí empezó la Fundación (The Kim Fundation)?
—Sí. Me dije a mí misma: Cuando me sacaron la foto, yo no pude elegir. Pero ahora sí puedo elegir y lo que elijo es hacer algo bueno con lo que me pasó. Y decidí dedicar mi vida a trabajar por la paz. Al final, esa foto fue el regalo más poderoso que me dieron. —Kim tiene dos hijos con su esposo Toan.
Kim en el país que le ocasionó sus quemaduras durante la guerra en Vietnam, en la ciudad de Miami, se hace aun un tratamiento con láser para eliminar sus cicatrices y aliviar sus heridas. En 1996 tuvo la siguiente entrevista: “Conocí a un piloto de Estados Unidos, no fue de los que tiraron las bombas sino el que planificó y comandó todo el ataque desde tierra. Nos conocimos en Washington DC. Él intentó hablar conmigo y yo acepté. Me preguntó: ‘¿Me perdonas? ¿Me perdonas?’. Dos veces. Lo miré y le dije: ‘Sí, te perdono. Por eso estoy acá’. En ese momento él me dijo: ‘Por favor, mira mis ojos: ¿puedes ver el horror con el que cargo hace 24 años?’. Lo miré y lo entendí. La guerra no solo me costó a mí, a la niña inocente que sufre en esa foto, sino también a los soldados. Aquellos que se convirtieron en víctimas de la guerra pero de diferente manera”.
Ayer Kim viajó a Varsovia para dar una conferencia más y de regreso traer a cientos de refugiados ucranianos a Canadá, su labor humanista continua, aunque en Vietnam y Cuba nunca más se la haya mencionado, hay olvidos impuestos al cambiar de ideología, pero olvidan que el humanismo está por encima de cualquier política. Hoy es un día de mucho simbolismo para mi país, por eso me alegra escribir esto hoy, 11 de julio 2023
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