José Martí y la profanación literaria

Written by on 28/01/2024 in Critica, Literatura - 1 Comment
Literatura. Crítica.
Por Eduardo Lolo.

José Martí óleo Hermann Norman 181. Jpg. Wikimedia Commons.

Injusticias y fracasos. Eso es lo que contenía el equipaje del alma de Martí a su llegada a Nueva York. Injusticias por las aciagas características del sistema colonial en Cuba, de las cuales fue testigo y víctima; y fracasos por sus fallidos intentos de asentarse en México, Guatemala y Venezuela porque, según sus propias palabras, “la colonia continuó viviendo en la república“. [1]

De ahí que no sorprenda que arribara a los Estados Unidos ya convertido en conspirador, como demuestra que, presumiblemente, lo hiciera con pasaporte italiano, como quedó registrado en los documentos de Inmigración.

En Nueva York encontró el Apóstol en ciernes una pujante comunidad hispana de cubanos, españoles, argentinos, uruguayos, puertorriqueños y de otras nacionalidades. Además de un ambiente cultural cosmopolita solamente superado por París, en sitial que luego ocuparía la futura ciudad de los rascacielos y que le ganase el sobrenombre de la “Capital del Mundo”.

Pero el joven Martí no pudo dedicarse enteramente a disfrutar, como otros emigrantes, del ambiente cultural neoyorquino. Parafraseando a Thomas Mann, donde quiera que Martí estuviera, estaba Cuba, con todos sus horrores como lugar y tiempo común de vida en agonía. De ahí que priorizó sus labores conspirativas. Perseguido por detectives contratados por el Gobierno español y sus agentes oficiales o encubiertos, Martí tuvo que cambiar varias veces de nombre y domicilios, hacer viajes clandestinos y otros subterfugios propios del clandestinaje. Pero nada le impidió aunar fuerzas y corazones en la organización e inicios de “la Guerra Necesaria”, de lo cual hay mucho escrito. Esa fue su misión principal. Y exitosa.

Pero hubo otra misión, en la que Martí resultó tan triunfante como en la patriótica, que considero nunca se propuso ni llevó a cabo, al menos al inicio, conscientemente: la de coadyuvar a la evolución de las literaturas hispánicas de fines del siglo XIX en lo que terminaría llamándose “Modernismo”, un nuevo escribir en español que saltaría, ornado, a la siguiente centuria, y cuya figura principal terminaría siendo el nicaragüense Rubén Darío, quien llamaba a Martí “Maestro”. Sin embargo, Martí murió sin saber que había sido uno de los fundadores del movimiento literario en castellano con el cual abriría el nuevo siglo, colocando las literaturas hispanas a la par de sus homólogas de las otras lenguas europeas.

Ahora bien, ¿cuáles fueron las características estilísticas de la escritura martiana, tanto en prosa como en verso, que le hicieron alcanzar semejante sitial?

José Martí y su hijo José Francisco Zayas Bazán (1878-1945), “rebautizado” poéticamente por su padre como Ismaelillo. Cortesía del autor.

Martí nunca copió, ni imitó, ni remedó a nadie con su pluma, de donde nacían “bramidos” —como calificara Domingo Faustino Sarmiento su voz literaria—. Y eso sí fue algo que procuró y logró el futuro Apóstol de manera consciente, aunque en sus inicios fuera más bien íntima, como reconoce en su dedicatoria del Ismaelillo a José Francisco, su único hijo: “Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así”.[2]

De lo anterior se colige que para Martí el copiar, imitar o remedar a otros escritores era una profanación literaria. Pero eso no quiere decir que los desconociera, subestimara o despreciara; todo lo contrario. Desde muy joven, Martí leyó, estudió e identificó las características de lo mejor de las literaturas (y en más de un idioma) que le habían precedido o le eran contemporáneas, pues nunca se ciñó a los clásicos del ayer, sino que amplió su vasta cultura a los clásicos en progreso del mañana que le rodeaban.

Basado en el precipitado hispano, francés, inglés y de otros elementos recibidos, Martí creó lo que yo llamo una inusitada y exitosa alquimia literaria a la sombra de su alma y sus ideales. Su herramienta lingüística fue el idioma español, pero pinceladas en su sintaxis, imágenes y postulados, vendrían de muchas parte, seleccionadas y fusionadas en esa (repito) alquimia, sin menoscabo del componente mágico asociado al término.

En 1880 el bardo confiesa que “el corazón no siente al leer a Núñez de Arce ese grato calor que queda al leer los versos de un verdadero poeta”,[3] y dirige entonces su mirada hacia la literatura de otras culturas. Dijo luego al respecto:

¿Por qué nos han de ser fruta vedada las literaturas extranjeras, tan sobradas hoy de ese ambiente natural, fuerza sincera y espíritu actual que falta en la moderna literatura española? (…) Conocer diversas literaturas es el medio mejor de libertarnos de la tiranía de algunas de ellas.[4]

Así, basándose en su condición de políglota —y muy en especial su dominio total del francés, la lingua franca del siglo XIX)—, Martí toma para escribir, sin despreciar lo más notable de su herencia cultural española, lo mejor de otras literaturas; pero, no en la forma en sí, sino en del nuevo espíritu de fin de siècle del que éstas emergen, prácticamente al unísono, gracias a los nuevos adelantos tecnológicos que aceleraron la velocidad tanto en las comunicaciones como en la impresión de periódicos y libros y sus distribuciones. Consecuentemente, como ya se ha dicho, Nueva York estaba mucho más “cerca” de Londres, Berlín o París, que la misma Madrid.

Como periodista en activo y asiduo visitante de los salones de las bibliotecas de la ciudad, el poeta caribeño logró mantener contacto directo con lo último publicado en Francia e Inglaterra. A ello súmasele su abierta postura ante la cultura norteamericana de la época (la cual daría a conocer a sus hermanos de América Latina) y se tendrá un cuadro general de las potencialidades regeneradoras de la cultura hispánica que reunía Martí, como intelectual, en el Nueva York de aquellas últimas décadas del siglo XIX.

Como resultado de lo anterior, iniciaría Martí, en su rechazo al decadente romanticismo español, toda una magia literaria donde combinaría elementos franceses, ingleses y norteamericanos en su prosa y su poesía en castellano. Doctos martianistas se han encargado ya de desglosar la fórmula mágica resultante,[5] que condensó a manera de sumario en lo que sigue: Entre los elementos franceses que Martí absorbiera parcialmente están el parnasianismo, el simbolismo y el impresionismo.

Martí adoptó del parnasianismo, [6] sus principios esteticistas y plásticos, así como su culto a las civilizaciones antiguas. Del simbolismo, [7] el bardo cubano reflejaría, además del uso enfático del símbolo, las formas musicales y la recuperación del “yo” poético, así como la presencia de sutiles tintes metafísicos, posiblemente por Martí ser krausista confeso y masón práctico.

Pero ahí no se detendría la prestidigitación literaria de Martí. De los impresionistas, [8] Martí tomaría su rechazo a las abstracciones y su priorización de las sensaciones, así como el uso intencionado de la sinestesia, la prosopopeya y la metáfora, la última de las cuales lleva Martí a un nivel mucho más complejo que la animización.

De los prerrafaelistas[9] ingleses tomaría Martí la idealizada descripción de la naturaleza que los caracterizó (extensiva, en el poeta caribeño, al hombre “natural” mismo); pero rechazaría la búsqueda de la verdad absoluta en el arte como el objetivo básico del artista. Sí comparte en muchos pasajes la tendencia prerrafaelista en los detalles más mínimos o insignificantes, reduciendo aún más las pequeñas pinceladas impresionistas. Pero, a diferencia de su fuente inglesa, Martí reduce para engrandecer, llamando la atención sobre lo mínimo para hacerlo, momentáneamente, lo máximo.

Edgar Allan Poe by IrenHorrors on DeviantArt.

Martí también utiliza en su fusión literaria elementos del país que lo acoge, particularmente del simbolismo americano. Es conocida su admiración por Edgar Allan Poe, Ralph W. Emerson y Walt Whitman. Poe fue, en parte, fuente de los movimientos franceses (a través de Baudelaire) que recibían Martí y demás escritores hispanoamericanos de entonces desde Europa; pero, a diferencia de sus colegas al sur del Río Bravo, Martí puede conocer de primera mano la importancia del autor de The Raven no sólo por la lectura de los textos poeianos originales, sino a través del conocimiento vivencial del medio físico-cultural en que Poe había desarrollado su obra. Quién sabe si por esa cercanía a una de las fuentes originales de la rebelión antirromántica europea, fue por lo que Martí quedó como el menos “afrancesado” de todos los modernistas.

Del transcendentalismo emersoniano, Martí tomó o aceptó sus postulados contra el racionalismo científico y la convicción de que cada hecho natural encierra una verdad espiritual. Desde el punto de vista estilístico, la influencia de Emerson que parece destacarse más en Martí es la sentencia epigramática como unidad de pensamiento que constituye un elemento común en la prosa —y hasta en la poesía— martiana, cuyo destacado uso —más allá del substrato hispano que podría representar Baltasar Gracián— es del todo emersoniano, ya presente en Nature (1836) y toda la prosa poética de Emerson, del pleno conocimiento de Martí.[10]

Sin embargo, Whitman sería quien más influencia ejercería, de las fuentes estadounidenses, en el poeta cubano. La unidad rítmica, los efectos musicales mediante el empleo de paralelismos, la belleza de la muerte y la igualdad de todos los seres humanos presentes en la obra martiana, tienen sus contrapartes en Leaves of Grass (1855) y otras obras del gran poeta neoyorquino. Particularmente en los Versos Libres (1882) de Martí es donde más se destaca la influencia del gran cantor de Manhattan.[11]

No obstante, como quiera que la nueva forma de decir martiana estaba dirigida contra el “mal” romanticismo español en su período decadente, y no contra los valores trascendentales del movimiento, Martí mantiene en su obra estrechos puntos de contacto con éste.[12] El poeta cubano y sus seguidores sí descubren a Bécquer, ya que es el pensamiento becqueriano, la riqueza de su lenguaje poético y las posibilidades de, a través de éste, llegar a un Henrich Heine ya “españolizado”, lo que los hispanoamericanos reconocerán en el poeta envilecido por la crítica académica española de la época y la interpretación superficial de los lectores peninsulares decimonónicos. Martí es, también, romántico, al menos por la simple razón de que, como bien dijo Darío: “¿Quién que es no es romántico?”.

Con todos los elementos anteriores, más la genialidad innata del prócer cubano, es que éste logra (mas sin el marcado “afrancesamiento” de otros modernistas) algo del todo inusual en las literaturas hispanoamericanas de su época: una forma de escribir de factura totalmente diferente a los patrones peninsulares en boga. Por primera vez en la historia de la literatura, Hispanoamérica iniciaba un movimiento literario al margen de los modelos imperantes en la metrópolis cultural que había sustituido a la metrópolis política. Las crónicas de Martí —continentalmente conocidas— harían llegar la nueva buena a todos los intelectuales hispanoamericanos y peninsulares de entonces. Y en 1882, con el librito de versos ya citado dedicado a su hijo ausente, extendería Martí, conscientemente, la renovación a la poesía. Porque es el caso que la alquimia martiana resultó ser, a la postre, mucho más que la suma de sus partes.

Ideológicamente, Martí identificó, mucho antes que el peruano Eudocio Ravines (1897-1979), que el socialismo era una gran estafa trágica.[13] Sus objetivas palabras sobre el tema pueden encontrarse, incluso, hasta en su epistolario personal, como en su misiva de 1889 a Fermín Valdés Domínguez donde le advierte que

Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizates, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.[14]

Pero Martí amplió sus advertencias y denuncias más allá de la ideología socialista, señalando la igualmente nefasta labor de sus antípodas históricas, a quienes él calificó como aldeanos vanidosos, bribones inteligentes, pensadores canijos, etc., viviendo como parásitos de la historia que desgarraban la América hispana de entonces —y que luego en Cuba (en su Cuba) endémicos serían amamantados por el totalitarismo—. Dijo de uno de esos especímenes: “Por casa con coche y bolsa para queridas vende la lengua o la pluma mucho bribón inteligente”.[15]

Martí nunca aceptó que una de sus páginas se pareciera a las páginas de otro, pues consideraba que ello sería una profanación literaria. De ahí que nunca copiara, ni imitara, ni remedara a nadie con su pluma. Tampoco que sus “bramidos” se hicieran eco de ideas directas (o encubiertas) contrarias a sus ideales humanistas y democráticos. De todo lo anterior se infiere que Martí nunca profanó a Cuba, ni a sus lectores; ni, por ende, a la literatura. Son conocidos sus versos: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche./¿O son una las dos?”.[16] Pero igualmente considero que, como hubo mucho más en la vida del Apóstol que su excelsa labor patriótica (y no menos egregia, como demuestran los veinte y tantos gruesos tomos de sus Obras Completas), tendría sentido otra comparación igualitaria emanada de una atrevida (y puede que hasta iconoclasta) paráfrasis de mi propia invención: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la literatura./¿O son una las dos?”.

Notas:

[1] Martí, José. “Nuestra América”. Publicado en El Partido Liberal de México el 30 de enero de 1891. Recogido en Obras Completas de JM. Vol. II. La Habana: Editorial Lex, 1946: pág. 109.

[2] Martí, José. Ismaelillo. Nueva York: Imprenta de Thompson y Moreau, 1882. Idem. pág. 1340.

[3] Martí, José.  “Poetas españoles contemporáneos”. Publicado originalmente en inglés en el periódico neoyorkino The Sun, el 26 de noviembre de 1880. Traducido al español, apareció en Repertorio Colombiano, de Bogotá, en febrero de 1881. Idem, Vol. I: p. 875.

[4] “Oscar Wilde”. Publicado en El Almendares, de La Habana, en enero de 1882 y luego reproducido en La Nación, de Buenos Aires, en diciembre del mismo año. Idem: pág 935.

[5] Véase, entre una extensa bibliografía al respecto, a: Manuel Pedro González & Ivan A. Schulman, José Martí. Esquema Ideológico (México: Cultura, 1961), Ivan A. Schulman, Símbolo y color en la obra de José Martí (Madrid: Gredos, 1960) y José Olivio Jiménez, La raíz y el ala. Aproximaciones a la obra literaria de José Martí (Valencia: Pre-Textos, 1993),

[6] Ver: Catulle Mendès, La légende du “Parnasse Contemporaine” (1884; Farnborough: Gregg, 1971) y Luc Decaunes, La poésie parnassienne: de Gautier a Rimbaud (Paris: Seghers, 1977). En inglés, véase: Robert T. Denomme, The French Parnassian Poets (Carbondale: Southern Illinois UP, 1972).

[7] Ver: Anna Balakian, ed., The Symbolist Movement in the Literature of European Languages (Budapest: Akademiai Kiado, 1982) y The Symbolist Movement; a Critical Appraisal (New York: New York UP, 1977). En español, véase: José Olivio Jiménez, comp. El Simbolismo (Madrid: Taurus, 1976).

[8] Ver María E. Kronegger, Literary Impressionism (New Haven: New Haven College and UP, 1973) y H.P. Stowell, Literary Impressionism (Athens: U of Georgia P).

[9] Ver: Holman Hunt, Pre-Raphaelism and the Pre-Raphaelite Brotherhod (1905; London: Chapman and Hall, 1913); Evelyn Waugh, PRB: An Essay on the Pre-Raphaelite Brotherhood (1847-54) (1926; Werterham: Dalrymple Press, 1982); Herbert L. Sussman, Fact Into Figure: Typology in Carlyle, Ruskin, and the Pre-Raphaelite Brotherhood. (Columbus: Ohio State UP, 1979). En español, véase Cristina Sanjuan Álvarez, “El movimiento prerrafaelista: de la fidelidad a la naturaleza a una religión del arte”, Cuadernos de Investigación Filológica 9.1-2 (Mayo-Diciembre de 1983): 171-81.

[10] Ver: Georg Schawarmann, The Influence of Emerson and Whitman on the Cuban Poet José Martí… (¿2009?)

[11] Idem.

[12] Ver la Tesina de Grado de Gabriel Bejarano Parpal, José Martí y el romanticismo español. (Universitat de Barcelona, 2020)

[13] Ver: Eudocio Ravines, La Gran Estafa. (Santiago de Chile: Editorial del Pacífico, 1954.) Hay más de una veintena de ediciones posteriores hasta la fecha. Ver también: José Martí, “La futura esclavitud”. O.C. idem, págs. 954-957.

[14] José Martí, Obras Completas. Vol. 3. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975: 249.

[15] En una correspondencia a La opinión pública de Montivideo en 1889. Idem, Vol 12, pág. 276.

[16] José Martí. “Dos Patrias”. En Flores del Destierro. Obras Completas de la Editorial Lex ya citada, Vol. II: pág. 1415.

[28 de enero de 2024, en el 171 aniversario de su nacimiento]

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About the Author

Dr. Eduardo Lolo, autor de una decena de libros de historia y crítica literaria, Miembro Numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio. Comendador Gran Placa de la Imperial Orden Hispánica de Carlos V de la Sociedad Heráldica Española. (http://eduardololo.com).

One Comment on "José Martí y la profanación literaria"

  1. Alejandro González Acosta 05/02/2024 at 1:17 pm · Responder

    ¡¡¡Absolutamente brillante exposición y análisis del Dr. Lolo!!! Esa “alquimia literaria” es la reafirmación de la magia creadora de Martí, tan espléndidamente expuesta e identificada por el estudioso. Felicitaciones al autor.

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