Fausto, el drama del buen burgués

Written by on 22/04/2022 in Critica, Literatura - No comments
Literatura. Crítica.
Por Julián Ferreira.

La felicidad no es un imperativo de la razón, sino de la imaginación

Immanuel Kant

“Fausto y Mefistófeles”. Cuadro del pintor Anton Kaulbach (1864-1934). Wikimedia Commons.

A diferencia de muchos autores clásicos, Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832) fue un escritor reconocido y venerado por su tiempo, desde su juventud hasta sus últimos días en la ciudad de Weimar. Un autor extraordinariamente prolífero que incluso llegó a escribir un diario personal con gran parte de los sucesos de su vida. Hijo de un abogado y de una madre acomodada, el niño Goethe creció y se educó con todas las comodidades de la nueva clase burguesa. El estallido de la Revolución Francesa (1789) y la Revolución Industrial en Inglaterra iban a dar el marco necesario para que esas comodidades económicas y sociales se transformasen también en una forma de vida, una ideología e, incluso, una corriente literaria. Tomas Mann, uno de los últimos grandes escritores influenciados por Goethe, elogia al autor del Fausto por su “esplendido narcisismo, una satisfacción con el propio yo demasiado seria y demasiado preocupada hasta el final por la perfección, la iluminación, el destilado de su don personal como para aplicarle una palabra tan mezquina como ‘vanidad’”.

Ahora bien, ¿pueden aplicarse las características de Goethe a su literatura? ¿Qué podemos decir hoy, doscientos años después de la primera publicación de una obra como Fausto? Se dice que es un drama universal, creado en la antesala del romanticismo, pero que ya lo contiene y lo abarca. Un libro que se opone al empirismo, una alabanza al ideal, al mundo platónico. Un poema que expresa la forma literaria del Idealismo alemán.

Concebida a la luz de la tragedia griega, anticipa la novela moderna: a Joyce, Kafka, Tomas Mann. Sin embargo, la obra canónica de la literatura alemana, escrita a principio del siglo XIX, desafía todas las etiquetas que podamos ponerle. Es un caos estético y simbólico, escrito con exagerada meticulosidad y un terrible desinterés por el lector, y, al mismo tiempo, una obra clásica que retrata un cambio en la sociedad occidental. Una historia que nos presenta la aparición del hombre moderno. El Fausto de Goethe, un profesor obsesionado con su ego, que no teme enfrentarse al diablo y que busca como único objetivo la felicidad es, a todas luces, un señor burgués.

El libro está dividido en dos grandes partes escritas y publicadas en diferentes momentos de la vida de Goethe y, por ende, con diferentes influencias artísticas.

La primera, concebida durante el período prerromántico, fue publicada en 1808. En aquel momento el autor formaba parte, junto a otros poetas y artistas, de una corriente literaria llamada Sturm und Drang (tempestad y tormenta). Este movimiento juvenil se levantaba contra el iluminismo y profesaba la libertad y la primacía de los sentimientos por sobre la razón. El “genio” surge como figura en este momento y es clave para entender el período romántico. El artista se eleva a la altura de los dioses, tal como sucede con el propio Fausto.

Esta primera parte contiene las dos grandes escenas que dan sentido a la historia: la apuesta entre Dios y el diablo acerca de quién se queda con el alma de Fausto; y la que va a determinar la acción, el pacto entre Fausto y Mefistófeles (el diablo). A diferencia de lo que se imagina comúnmente, es Fausto el que ofrece una apuesta a Mefistófeles diciéndole que, si le concede un solo instante de belleza, haciendo que “se agrade a sí mismo”, entonces se entregara a él para la eternidad. Este, a su vez, pide que el pacto se firme con una gota de su sangre. La vida de Fausto, hasta entonces un hombre desencantado que no encuentra en el conocimiento ninguna fuente de felicidad verdadera, va a dar un giro al enamorarse con locura de Margarita. Comienza así una historia romántica, donde el amor aparece como la única salvación al tedio y la melancolía. Mefistófeles, interesado en que se concrete la unión, va a fraguar una serie de engaños y manipulaciones que Fausto, a regañadientes, va a ir aceptando con tal de poder dormir con la mujer que ama, “al abrigo en el calor de su pecho”. Finalmente, este hombre, preso de su pasión consigue darle una pócima a la madre de Margarita (quien muere a causa de esta), para logar la intimidad y tener relaciones con la hija (dejándola embarazada) y luego, en un hecho confuso, va a asesinar a su hermano, quien busca defender el honor de su familia. Margarita, turbada y enloquecida, comete un infanticidio (algo que por lo visto era usual en la época) y termina presa y enferma. Fausto, en un último arrebato de amor, intenta rescatarla, pero ella decide quedarse y finalmente muere en los brazos de este. Como consecuencia de esta tragedia, en principio, Fausto no consigue ser feliz y por ende Mefistófeles tampoco consigue su objetivo.

La segunda parte del libro es completamente diferente. Goethe, alejado ya del romanticismo de su juventud, y luego de un viaje a Italia, va a mirar con admiración el mundo griego. El Fausto relegado y olvidado va a resurgir, en parte, gracias a su amigo Friedrich Schiller, compañero de la época del Sturm und Drang, quien lo ayudó a continuar con la obra. Junto a él Goethe va a crear el clasicismo de Weimar. De esta manera, el Fausto II se va a llenar de personajes clásicos y alusiones al mundo griego, barriendo con todas las etiquetas literarias que el lector encuentra cuando lee la primera parte.

Así, se nos presenta un Fausto que ya superó la pena de no poseer a Margarita. En cambio, un nuevo amor va a remplazar su pasión y, en cierta forma, guiará su búsqueda caótica a través del Olimpo y el infierno. La acción y el argumento de esta segunda mitad son irreductibles a una línea clara. En este sentido, el caos de personajes, paisajes y lógicas temporales es total. El autor trabaja cuidadosamente la forma a partir del verso y la alegoría como recurso retórico. El individuo, Fausto, ya ascendido al mundo de los dioses, intenta encontrar a Helena de Troya, su nuevo gran amor. El simbolismo es casi obsceno. Fausto le dice: “Si te agrada ya el modo de hablar de nuestros pueblos, seguro que también te fascinará su canto. Éste sacia profundamente el alma y los oídos”. Helena cae rendida ante el encanto del alemán y burgués Fausto y, por ende, del pueblo que heredó el conocimiento griego según gran parte de su tradición filosófica. Pero el microcosmos espacial de los dioses no es igual que el vulgar mundo terrenal de la primera parte; no hay coito y Fausto queda a la vera de su preciado instante de felicidad a causa del estallido de una guerra. Es Mefistófeles, una vez más, quien soluciona todos sus problemas transformándose, en su afán de maldad, en el ángel protector de nuestro héroe, quien, en su último instante de vida, encuentra el verdadero camino a la felicidad: “Vivir en una tierra libre con un pueblo libre”. Esa idea, dice Fausto, es la culminación de la sabiduría.  Así, el proyecto del protagonista no es otro que el ideal del mundo liberal. Y su ansia filantrópica parece no tener mayor trasfondo que la búsqueda idealizada de la felicidad. Fausto es, como el hombre moderno, un egoísta con buenas intenciones. Acaso ¿No es el bien personal el valor supremo de la sociedad en la que vivimos?, ¿no es el afán “por estar bien con uno mismo” lo que nos mueve, incluso a ayudar al prójimo?

De esta manera, el Fausto de Goethe se transforma en una encarnizada representación de nuestra sociedad. Un hombre melancólico con un afán desmedido de poder, con intención de crear nuevos mundos, de ganar tierras al mar. Un personaje que, en principio, no puede compararse con el viejo Goethe, pero que representa de alguna forma sus tentaciones y deseos perdidos. Aquello que la generación romántica no estaba dispuesta a sacrificar y, por lo cual, gran parte de ellos, terminaron locos o suicidas, Goethe lo sublima a través de su personaje. Así crea su alter ego, pero que, en esencia, conserva ese afán individual y esa terrible estima por sí mismo, dos grandes características del hombre que estaba surgiendo entonces y que todavía perduran.  Incluso llega aún más lejos al representar la contradicción del hombre moderno en la última y famosa frase del libro: “Lo eterno-femenino nos permite avanzar”. Así, luego de idealizar (o sea, degradar en el mundo real) a las mujeres de su historia, parece querer enaltecer su condición femenina; cuando, en última instancia, lo único que puede salvar al mundo, parece decirnos la novela, es un buen burgués. Sin embargo, hay que reconocer que con esa frase barrio la última etiqueta literaria que podía aplicársele: el Fausto de Goethe, uno de los libros más importantes de la literatura universal, ni siquiera pertenece al clasicismo. A no dudar, la imposibilidad de clasificarla sea una de las razones por la cual todavía sigue vigente.

 

 

 

 

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About the Author

Julián Ferreira. Poeta y escritor argentino. Miembro del taller de Carlos Penelas. Estudió en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Luego de algunos años, viajando por el exterior, se residenció en la capital argentina, donde estudió en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Estuvo un año en la carrera de Letras y tres años en la de Filosofía. Dejó la facultad por problemas laborales que no le permitían dedicar tiempo suficiente a los estudios. En 2014 empezó a asistir al taller de cuento y novela dictado por Pablo Gaiano. Colaboró en talleres de lectura y realizó estudios con Inés kreplak, en un taller grupal por el tiempo de un año. Finalmente, empezó a estudiar con el reconocido poeta Carlos Pénelas, con quien descubrió la poesía y se volcó completamente en ella. Actualmente sigue estudiando en el taller de este destacado escritor argentino. Ha publicado poemas en revistas y blogs en Argentina y en España. Este año el poema “Hijos de las Maquinas” será publicado en una antología por la editorial Dunken, de Argentina. En su blog se pueden ver sus poemas publicados recientemente. https://julianferreirapoesias.blogspot.com/ Ig: @remo.esposito

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