Según Shakespeare en Romeo y Julieta el amor ideal, el amor eterno se da en un final trágico: la muerte. Por supuesto es una interpretación. También lo podemos ver en La Divina Comedia. Lo advertimos en Anna Karenina, Madame Bovary, La Regenta, Bodas de sangre, Orgullo y prejuicio, Seda o Las penas del joven Werther. En la ópera tenemos modelos similares. Basta recordar La Traviata, El caballero de la rosa o Fidelio. En pintura encontramos obras donde nuestros ojos nos han engañado, creyendo que ciertas pinturas han retratado el halo que rodea al amor, cuando la verdad surge de la oposición a ese sentimiento. Ejemplos de lo señalado lo advertimos en Botticelli, Kokoschka, El Tintoretto, Fregonard o Klimt. También hay prototipos en el cine; frustraciones, desengaños y búsquedas complejas. Recordamos al pasar: Ese oscuro objeto del deseo, de Luis Buñuel, Amor, de Michael Haneke, Moulin Rouge de Baz Luhrmann.
Nos preguntamos si lo utópico, lo ideal, el sueño del amor o de la libertad llevan en sí la fatalidad, el desengaño, la imposibilidad. ¿En la pasión o en las luchas sociales nos alejamos de la realidad? ¿Se trata de un encuentro entre lo sagrado y lo profano? ¿La historia de Paolo y Francesca es en el fondo un matrimonio fallido, un amor infiel? ¿O es una historia universal, la obediencia tribal que nos parece común y es atroz? Lewis Carrol en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865), confiesa que el viaje a través del cual somos conducidos, nos lleva a transitar dimensiones temporales y espaciales inusitadas. El comienzo es la caída en el mundo de lo onírico. Tomando esta idea de base, se establece una relación entre el mundo de los sueños y la posibilidad de lo imposible. Allá lo que percibimos tiene el aspecto de lo real pero las reglas que rigen no tienen nada que ver con aquel mundo desde el que hemos caído. Con esta breve introducción nos acercamos al esperanto.
El esperanto proviene del seudónimo que L.L. Zamenhof, un oftalmólogo polaco, utilizó para publicar las bases del idioma. La intención de Zamenhof fue crear una lengua fácil de aprender y neutral, más adecuada para la comunicación internacional.
El esperanto fue desarrollado a finales de la década de 1870 y a principios de la década de 1880. Después de diez años de trabajo —lapso que Zamenhof pasó traduciendo literatura al idioma, así como escribiendo prosa y versos originales—. La primera gramática del esperanto fue publicada en Varsovia en julio de 1887.
Las relaciones entre el anarquismo y el esperantismo las vemos en las décadas anteriores al Congreso Mundial de Esperanto de 1907, cuando ateneos, sindicatos y grupos anarquistas empezaron a adoptar resoluciones a favor del esperanto. El texto abarca desde las reflexiones dentro del socialismo utópico sobre la utilidad de una lengua universal hasta los debates en la Primera Internacional y luego en congresos anarquistas sobre el potencial revolucionario del esperanto.
La época del llamado socialismo utópico, la idea de una lengua mundial o lengua universal influía sobre una futura sociedad socialista. Una de las figuras más representativas de esos tiempos fue el filósofo político y famoso anarquista francés Pierre Proudhon (1809-1864).
En 1907 tuvo lugar un Congreso Socialista Internacional en Stuttgart. Dos socialistas franceses —uno el ellos el famoso orador Jean Jaurés— plantearon una propuesta en el orden del día para que el esperanto fuera utilizado en los documentos oficiales del Buró Socialista Internacional en Bruselas. Esta propuesta relativamente modesta fracasó, sobre todo por la clara oposición de un socialdemócrata alemán.
Los primeros grupos de trabajadores favorables al esperanto eran muy batalladores. Basta para constatarlo con leer el programa de la “Internacia Asocio Paco-Libereco” (Asociación Internacional Paz-Libertad), la primera asociación de ese tipo, fundada en 1906.
Barbusse era simpatizante del esperantismo y comprendió con claridad la utilización mundial de una lengua internacional, neutral. Llevaría consecuencias profundas a nivel internacional y en cada sociedad.
Para finalizar esta crónica recordamos a Javier Alcalde que escribió en Esperanto y anarquismo (1887-1907) que “los anarquistas necesitaban hacer contactos por todas partes, porque su revolución era internacional, y que hubiera una o dos personas políglotas, que normalmente no eran obreros y acababan imponiendo su agenda, no les convencía. No creían en la vanguardia del proletariado, creían que cualquier persona debía poder relacionarse con cualquier otra sin intermediarios. Ahora puede parecer algo naíf hablar de fraternidad global y una lengua universal, pero entonces había decenas de grupos esperantistas libertarios en todo el mundo, no se trataba de una utopía. Ambos movimientos comparten ideales”.
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