Literatura. Crítica.
Por Santos Fernández…
Muchos jóvenes españoles y latinoamericanos se han preguntado por qué en el refranero popular se reitera la frase: “más se perdió en Cuba” y se les explica someramente que se trata de una expresión española muy acertada siempre que se quiera enfatizar con este real ejemplo una gran pérdida económica, de bienes o desarrollo social en cualquier aspecto de nuestra vida, suceso de deterioro o retroceso en el status de la sociedad o ramas del bienestar en general en España.
Pero creemos que para entender la magnitud del mensaje que encierra este eufemismo, con ciertos datos puede llegarse a comprender con exactitud el porqué en España decimos “más se perdió en Cuba” y para ello ofrecemos información al respecto.
Mediante el Tratado de Paz con los Estados Unidos firmado el 11 de abril de 1899, España no solo perdió su presencia en la Isla que le reportaba desde 1825 hasta 1897 entre el 60 % y el 75 % de todos los ingresos brutos procedentes de sus dominios en el exterior; sino también se privó de los beneficios sobre los acontecimientos que comenzaron a los pocos meses de ceder sus intereses en Cuba.
No es un secreto, sino al contrario una convicción mundial acerca de los lazos de identidad, cariño, admiración y respeto ancestrales que unen a los cubanos y españoles. Es una realidad latente y que se ha patentizado diariamente en sus generaciones desde el siglo XIX hasta nuestros días.
La dignidad ética, aprecio y solidaridad entre ambos pueblos, han precedido a cualquier antagonismo o divergencia.
Recordemos en este acápite un hecho histórico entre el líder de la independencia de Cuba, mayor general de Ejército Antonio Maceo y Grajales (1845-1896) y el español general Arsenio Martínez Campos (1831-1900), capitán general de la Isla de Cuba en 1878.
Se trata del proyecto de asesinato a Martínez Campos, jefe máximo del Gobierno español en Cuba, cuando se presentara al diálogo con el “Titán de Bronce” (Maceo) bajo los árboles de los Mangos de Baraguá, el 15 de marzo de aquel año.
En una carta escrita por Antonio Maceo del 4 de marzo de 1878 y dirigida al coronel Flor Crombet, le informa que desde que se encontraba herido grave en Loma de Bío, se le dijo que el cubano general Díaz tenía el plan de asesinar a Martínez Campos, pero aun cuando estaba herido de gravedad quiso enseguida lograr que tal cosa no se realizara, y le precisa: «Me llené de indignación… y que una conducta de esa naturaleza sería ignominiosa».
Teniendo la seguridad que el oficial Crombet «no tomaría parte en asunto tan asqueroso… y que no es digna de hombres», le pide que «lo impidiera si posible le fuera».
Argumenta Maceo en esa carta que, en torno a tal idea contra Martínez Campos, no se atrevieron a proponerle a nada. Y expresa este inalterable principio suyo como militar de honor: «El hombre que pone el pecho a las balas y que puede matar a su contrario en el campo de batalla, no apela a la traición ni a la infamia asesinándole».
Y además declara que aquellos que quisieran proceder mal con ese señor, «tendrían que pisotear mi cadáver», y expone de nuevo otro de sus principios de siempre: «No quiero libertad si unida a ella va la deshonra».
Mientras permanecía en San Luis, estación de la vía férrea desde Santiago de Cuba hacia el oeste, el general español Arsenio Martínez Campos recibió un anónimo que lo dejó sorprendido luego de su lectura: “No acuda usted a la entrevista con el mulato Maceo; será usted asesinado”; aviso que pudiera atribuirse al coronel Crombet al recibir la noticia sobre el execrable propósito del atentado.
A los 44 días de haberse efectuado el encuentro entre ambos generales beligerantes en la finca de Baraguá, Arsenio Martínez Campos envía al Sr. Maceo la siguiente carta:
«El Cristo, 29 de abril (1878)
Señor Antonio Maceo.
Señor mío y de toda mi consideración. He recibido la expresiva carta de Ud., del 27, y no hay motivo para las gracias que Ud. me da: yo tengo prevenido que cuando llegue la familia de usted, sea recibida con toda atención».
«La casualidad ha hecho que caiga en mi poder una carta que usted dirigía el 4 del pasado, al señor Flor Crombet y los sentimientos caballerescos que en ella manifiesta usted, anatematizando un proyecto contra mí, me han impresionado vivamente, y desearía tener ocasión de estrechar la mano de usted como amigo, pues que ha sido enemigo leal.
Se despide de usted con toda consideración, s.s.q.s.m.
Arsenio Martínez Campos».
Y fue precisamente así como el principal enemigo de Maceo salvó la vida gracias a los principios que guiaban la conducta de estos guerreros que podían ser al mismo tiempo fieros en el combate y eminentemente rectos y honorables en el diálogo civilizado con un adversario.
Cuando Maceo se enteró de la existencia de un complot para asesinar al mariscal Arsenio Martínez Campos en el curso de la entrevista de los Mangos de Baraguá, amenazó con dar muerte a cualquiera que se atreviera a atentar contra la vida del militar español.
Martínez Campos arriesgó su vida confiando en la palabra de Antonio Maceo y el hijo de Mariana había aprendido de su madre que un hombre sin honor no puede fundar pueblos ni proclamarse soldado de la libertad.
Tal carácter, estirpe y moralidad intachable distinguían a los españoles y cubanos.
Hay otro pasaje histórico de Antonio Maceo que llegó al conocimiento del general español Arsenio Martínez Campos:
Cuando en el curso de un debate en 1890 un anexionista le vaticinó al general Maceo que Cuba se convertiría algún día en una estrella de la Unión Americana, el bravo guerrero abandonó su acostumbrado control y como movido por un resorte, le contestó con toda la vehemencia de quien ha sido capaz de jugarse la vida por sus ideales, con esta frase lapidaria: “Creo, joven, aunque me parece imposible, que ese sería el único caso en que mi espada estaría al servicio de España”.
Otro ejemplo sobre las relaciones interpersonales en estima y respeto recíproco que se profesaba entre españoles y cubanos beligerantes se comprueba en el siguiente hecho:
En 1881, en una carta al general español Camilo Polavieja, el lugarteniente general Maceo le afirma que: “Pienso que no hay más salvación que la independencia absoluta de Cuba, no como fin último, sino como una condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna, que son la obra que nos toca tener siempre a la vista sin atemorizarnos de ella…”.
También en una carta a su compatriota Diego González, en junio de 1896, el genio político de Maceo vuelve a ponerse de manifiesto cuando, en respuesta a algunos criterios de si el Gobierno de Washington debía intervenir en la guerra independentista cubana, Maceo le dijo: “Los americanos y los españoles podrán concertar los pactos que quieran, pero Cuba es libre dentro de breve término y puede reírse de negociaciones que no favorezcan su emancipación”.
Al enterarse el general Antonio Maceo y Grajales, segundo jefe de las tropas cubanas independentistas, sobre las maniobras del país norteño para intervenir a Cuba y previendo las ansias de expansión norteamericana, sentenció fehaciente su frase más conocida cuya repercusión se extendió a todos los habitantes de la Isla: «El que intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha».
La pérdida de Cuba se gestó en el lodazal de la tozudez y la soberbia en el que se sumergieron los más ilustres varones de España. Si se hubieran adoptado por parte del reino ibérico soluciones políticas y estrategias como las que aplicó Gran Bretaña a sus excolonias quizás hubieran propiciado una versión insular del Canadá.
Ante las actuales circunstancias y nuevo curso previsible del panorama social, político, económico y comercial en Cuba, no es hora de torpezas, remilgos ni retracciones en el protagonismo que debe asumir España durante y para los cambios que se avecinan en su hermana nación. La oportunidad es pasajera.
Por herencia genética afrohispana, naturaleza e idiosincrasia al cubano no se le puede imponer absolutamente nada, ni acepta chantajes o coacciones de ningún tipo, sin embargo, es dócil, reflexivo, receptivo a razonamientos y abierto a nuevos conceptos.
La inteligencia, capacidad y astucia de las instituciones junto con las entidades empresariales de España deben primar sobre la arrogancia por las diferencias ideológicas en el futuro curso de los acontecimientos en Cuba y ello es más que un deber fraternal, por cuanto resulta una deuda histórica con el pueblo cubano al haberle abandonado en 1899 y que se debe saldar.
Que la sagacidad y la comprensión mutua en esta nueva realidad que se avista propicien que la frase “¡más se perdió en Cuba!” no vuelva a repetirse.
[Este trabajo el autor lo envió especialmente para Palabra Abierta]
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