Crítica.
Por Ligia Minaya
No se les reconocen todos sus valores, escriben tan bien, tan conscientes, tan entretenido, tan real, con tan buen diseño de palabras, como lo hace cualquier escritor famoso, cuyos libros son muy vendidos, porque son extranjeros y publicados por editoras internacionales que los promueven en revistas, periódicos, televisión, Internet y todo lo habido y por haber. Nuestras escritoras no tienen esa suerte, y, lo que es peor, algunos “críticos” literarios ni las leen. Es más, hasta hay uno que llamó a una investigadora de escritoras dominicanas y le dijo que ella había cometido un error, que en República Dominicana no había escritoras ¡Válgame Dios! Debo decir, a favor de muchísimas dominicanas, que una vez, en una de las tantas ferias internacionales del libro, instalé un pabellón para escritoras. Lo promoví en todos los medios, y ¡Oh, mi Dios! Me llegaron decenas de poemas, cuentos, ensayos y hasta novelas que nunca se habían publicado, y algunas publicadas ¿Y entonces? Ponerlas en el fondo de un pozo es una barrabasada que tiene sus orígenes en la envidia, el egoísmo, la idiotez y la banalidad.
Si les hablo de Carmen Imbert-Brugal, tengo que contarles de una escritora de gran predominio en la cultura, accesible, con la creatividad del placer y una perfecta redacción de sus ideas. Memorias de la Señora, su más reciente libro de cuentos, nos lleva por caminos distintos y coincidentes hacia su novela Distinguida Señora. Su poemario, Palabras de otro tiempo, y sus relatos Infidencias, así como sus novelas Volver del frío y Sueños de salitre, nos ponen ante lugares y situaciones que se quedan por siempre en la memoria.
Ángela Hernández, ganadora de varios premios literarios, narradora, poeta, apasionada con la fotografía, y como dice José Alcántara Almánzar en la contraportada de Onirias: “Ha dejado muestras de su polifacético talento y continua dedicación a la literatura que se manifiesta en un trabajo tenaz y apasionado, siempre en pos de nuevos filones expresivos”. Onirias, digo yo, es un libro lleno de bellos poemas e increíbles fotografías. Ha publicado muchos que han sido traducidos a varios idiomas. Su novela, Mudanza de los sentidos, que lleva varias ediciones, cuenta la vida de una niña que, desde su interior y asombrada, siente cómo la transforma la mudanza de su familia desde un campo de Jarabacoa a Santo Domingo. Los libros de Ángela son para pasar buenos ratos y disfrutar de imágenes y relatos que llenan de provechosos momentos nuestros días. Hablo de estas dos mujeres y me quedan muchas, porque el espacio asignado no me da para más, pero continuaré, pues creo que además de las escritoras dominicanas, cada mujer tiene un poema debajo de la almohada. Lo sé porque muchas me dicen que tienen historias que contar, y les digo escriban, lean en voz alta, corrijan, vuelvan a leer, a corregir, dejen reposar lo escrito y si tiene a alguien que las lea y les aconseje, mejor todavía. Y dígame, ¿cuántas escritoras dominicanas ha leído usted? No me diga que ninguna, porque está perdiéndose un tiempo vital y precioso.
Denver, Colorado
Sábado, 16 de junio 2012
Ligia Minaya, dominicana residente en Denver, Colorado. Escribe para Diario Libre, una columna sabatina con el título de “Saudades”. Ha sido juez, procuradora fiscal, profesora de criminología, consultora jurídica de la Secretaría de Medio Ambiente; y ha publicado varios libros, entre ellos: Palabras de Mujer (selección de los artículos escritos en el periódico Última Hora, 1977); El Callejón de las flores (cuentos eróticos,1999 y 2004); Cuando me asalta el recuerdo de ti (novela, 2003); Mi corazón tiembla en la sombra (novela, 2007); Mujeres de Vida Alegre (cuentos, 2009).
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