Periodismo. Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.
El general Raúl Castro con la cabeza envía melifluos mensajes a Joe Biden para que saque a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo (de la que nunca debió ser excluida) y regrese cuanto antes al prometido “deshielo” de Obama, mientras que con los pies arrecia la represión con medidas de corte fascista, entre ellas la prohibición, ahora ya legal, del periodismo independiente
O sea, el régimen militar comunista en vez de dar un paso sensato hacia adelante en materia de derechos humanos retrocede. El periodismo privado no estaba permitido, pero no estaba prohibido legalmente. Ahora quien lo ejerce comete un delito.
Pero los tiempos y las circunstancias cambian, también en Cuba, y eso no lo acaban de asimilar los generales, coroneles y comandantes “históricos”, verdaderos dinosaurios, petrificados. Visceralmente reaccionarios.
“Seguiré haciendo periodismo independiente… cuando empecé estaba prohibido… ahora está prohibido… mañana parece que estará más prohibido, lo único que no cambia es mi resolución de informar, contar y reportar. No me fui, no me voy, no me iré”.
Esa fue la respuesta de Yoani Sánchez, directora de 14ymedio.com, al conocer la prohibición de la prensa independiente. Desde Camagüey, el periodista independiente Henry Constantín le envió una carta abierta a Miguel Díaz-Canel: “Estimados presidente y miembros del Consejo de Ministros de la República de Cuba: Ineptos. Por favor, renuncien”.
En tanto, Vladimir Turró aseguró: “Vamos a seguir haciendo periodismo quiera el régimen o no”. Podrían citarse muchos más rechazos de periodistas a la decisión de incluir el periodismo independiente entre las 124 actividades prohibidas para el trabajo por cuenta propia.
El régimen encubre la verdad, se burla del Héroe Nacional cubano
José Martí, Héroe Nacional y periodista mayor cubano, sostenía que “la palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla”. Pues bien, en la Cuba independiente que él forjó, hoy sometida dictatorialmente, decir la verdad conduce a la cárcel.
La regla de oro martiana de que la veracidad es la cualidad primera en el periodismo es pisoteada por una autocracia que dice ser martiana y se jacta de tener una Oficina del Programa Martiano y un Centro de Estudios Martianos. En esas dependencias se coordinan “todos los empeños con relación a la más amplia difusión y conocimiento de la vida, obra y pensamiento de José Martí y la vigencia de su cosmovisión…”, según precisa el sitio oficial castrista Ecured.
Pamplinas. Para dar vigencia a la cosmovisión martiana hay que convertir en prensa libre, privada e independiente a todos los medios estatales castristas, que mienten las 24 horas del día sin el menor pudor.
Los medios han sido históricamente los mejores cronistas de cada época. Fue así desde el imperio romano con las cartas-crónicas de Plinio el Joven, que permitían conocer detalles de la vida cotidiana. Luego se ampliaron con la imprenta de Gutenberg y las hojas volantes que daban noticias. En el siglo XVI con los periódicos impresos, y después con la revolución tecnológica de nuestros días.
Pero en Cuba los grandes medios no son cronistas de nada. El rol de veedor y crítico de la realidad lo tiene la prensa privada, muy reprimida por hacer periodismo veraz. Los futuros historiadores no podrán contar con los medios oficiales para conocer las entrañas del castrismo, pero sí con el vasto volumen de información y de testimonios reportados por los periodistas independientes.
Un gran monumento a los periodistas independientes
Más temprano que tarde, en Cuba habrá que hacer un gran monumento en alguna plaza pública, y crear un museo, dedicados a los periodistas independientes. Son ellos los únicos que dicen la verdad, con una valentía y un patriotismo admirables.
Hace 62 años, uno de los primeros zarpazos totalitarios que dio Fidel Castro al asaltar el poder a tiros fue estatizar los medios de comunicación. Hoy la abrumadora mayoría de los cubanos en la Isla no tiene idea siquiera de que Cuba era una potencia mediática continental, toda privada e independiente.
Con un millón de radiorreceptores, Cuba en 1958 ocupaba el primer lugar per cápita en Latinoamérica y el octavo mundialmente, según la ONU. Era pionera continental de la TV. Con 58 periódicos, Cuba era el tercer país en ejemplares impresos con 129 por cada 1.000 habitantes. Había 126 revistas semanales y 160 radioemisoras. El 6 de febrero de 1958 la revista Bohemia tiró 503.000 ejemplares. Ningún otro medio impreso en Latinoamérica alcanzó semejante cifra.
La prensa oficial miente, la privada pone la verdad por delante
Lamentablemente desde 1959, al ser estatizados los grandes medios impresos, radiales y televisivos en la Isla pasaron a ser instrumentos de propaganda política y lavado de cerebro. Distorsionan la realidad, mienten y calumnian sin cesar para asesinar la reputación de los opositores y de los comunicadores privados.
Pero ocurre que ese monopolio mediático de la mentira fue roto a fines de los años 80 y primera mitad de los 90. No había todavía teléfonos móviles, Twitter, Facebook ni computadoras en Cuba, pero un pequeño grupo de hombres y mujeres se desgajaron del imperio mediático del Partido Comunista e iniciaron el periodismo independiente, que se fue nutriendo con más comunicadores profesionales.
Hoy son más de 240 periodistas que, desafiando la represión y la cárcel, plasman la dramática realidad cubana. Renació así la prensa privada en Cuba, la verdadera. Sus reportes, investigaciones y denuncias recorren los cinco continentes.
El mundo y los cubanos conocen hoy mejor que nunca al castrismo por dentro, la represión, el presidio político, la ineptitud colosal de la cúpula dictatorial y su dolce vita, el hambre, la escasez y los abusos de una dictadura que francamente es ya fascista de pies a cabeza.
Son los periodistas privados quienes preservan la hermosa tradición del periodismo cubano, desde Martí, Juan Gualberto Gómez y tantos otros brillantes próceres hostigados y encarcelados por el colonialismo español, y luego ejercido por brillantes periodistas durante la República.
Eso no lo perdona la tiranía. Solo en 2019 un total de 154 periodistas independientes recibieron algún tipo de agresión gubernamental, denunció la Asociación Pro Libertad de Prensa (APLP), incluyendo la sentencia de un año de cárcel al comunicador (y abogado) Roberto Jesús Quiñones Haces. Hubo 79 arrestos arbitrarios e interrogatorios policiales, así como allanamientos de viviendas, confiscación de los equipos de trabajo y prohibición de salir de sus casas. A ocho periodistas se les prohíbe viajar al extranjero.
Son pocos los que no han sido arrestados, y muchos han sido encarcelados. Además de Quiñones, han cumplido sentencias de prisión Ricardo Bofill, Raúl Rivero, Jorge Olivera, Tania Díaz-Castro, Iván Hernández, Pedro Argüelles, Normando Díaz, Héctor Maseda, Albert Santiago y otros.
La prensa no puede ser estatal, ni partidista
Por otra parte, los periodistas independientes no son aceptados en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), y los que ya eran miembros son expulsados pese a que ellos dicen la verdad y son los cronistas de esta época.
El gremio periodístico oficial debiera avergonzarse de ser cómplice —como entidad colegiada de más de 2,100 periodistas— de una tiranía que viola el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión”.
En los países normales ningún periodista se dedica a “guataquear” (adular) al gobierno de turno, sino a buscar las fallas, la corrupción y publicarlo todo sin tapujos. En Cuba no. El periodista estatal es un vocero de la dictadura, no le permiten hacer otra cosa. Baste decir que uno de los lemas profesionales de la UPEC es: “La prensa, un instrumento para el Partido” (encima, comunista)
La UPEC no lo hará, pero en su momento otra entidad profesional del periodismo libre en Cuba rendirá homenaje y entregará el Premio Nacional de Periodismo José Martí a emblemáticas figuras del periodismo independiente que hoy lo ejercen como proclamaba Martí, y acosados por una dictadura implacable.
Conclusión. El propósito del régimen para prohibir legalmente el periodismo legítimo es tapar las grietas del monopolio estatal mediático por las que se escapa y ve la luz la dramática realidad cubana.
Pero no lo van a lograr por dos razones: 1) los periodistas independientes se niegan a renunciar a decir la verdad y han demostrado valor para desafiar a la dictadura; y 2) la revolución tecnológica comunicacional seguirá abriendo grietas al carapacho mediático castrista.
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