“Cuba, salto a la Edad Media”, de Roberto Álvarez Quiñones, un libro para no olvidar

Written by on 17/03/2020 in Academia - No comments
Entrevista. Periodismo. Academia
Por Jesús Hernández Cuéllar.

Cuba Salto a la Edad Media

Cuba salto a la Edad Media
Entrevista con el autor, Roberto Álvarez Quiñones, especialista en temas cubanos y protagonista de una interesante metamorfosis política

Los gritos y las consignas revolucionarias entusiasmaron a muchos jóvenes cubanos en 1959, cuando el dictador Fulgencio Batista huyó de Cuba, hecho que permitió la entrada al poder de la revolución encabezada por Fidel Castro. Roberto Alvarez Quiñones, el autor de Cuba, salto a la Edad Media, era entonces muy joven y se unió a aquel delirante proceso. Trabajó en el Banco Nacional de Cuba, el Ministerio de Comercio Exterior, en el diario Granma y en la Televisión Cubana como comentarista internacional. Ganó 11 premios de periodismo, pero desde antes del derrumbe del “socialismo real” en Europa tras la caída del Muro de Berlín, su visión de un mundo revolucionario en busca de la igualdad social había cambiado.

Alvarez Quiñones desertó durante un viaje al extranjero en 1995. Un año después comenzó a trabajar en el diario La Opinión de Los Angeles hasta 2008. Desde entonces es uno de los críticos más feroces del castrismo, y una de las voces que mejor conoce cómo funciona el régimen cubano por dentro.

Es actualmente miembro de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio y colaborador de la Fundación de Derechos Humanos en Cuba, de Diario de Cuba, ContactoMagazine.com, PalabrAbierta.com y otras publicaciones de Estados Unidos y España. Con motivo de la salida de su libro Cuba Salto a la Edad Media, Contacto tuvo el siguiente diálogo con Alvarez Quiñones.

La Introducción que escribiste para tu libro Cuba, salto a la Edad Media es bastante explícita en cuanto a que se trata de una recopilación de temas, así como nuevos ángulos del retroceso que ha vivido el país desde 1959. De todos los acontecimientos y análisis que usas en este volumen, ¿cuál te pareció más difícil de escribir?

ÁLVAREZ QUIÑONES: Yo tenía 17 años (acababa de graduarme de bachiller) cuando en enero de 1959, lleno de emoción, saludé a los combatientes rebeldes que junto con Fidel Castro pasaron por Ciego de Avila en caravana rumbo a La Habana. O sea, viví desde el principio todas las etapas de un proceso que inicialmente me apasionó por creerlo de veras revolucionario y altruista. Tanto lo creí que cuatro de los cinco miembros de mi familia vinieron para EE.UU. menos yo. Me quedé al pie del romance con mi utopía.

Esa larga experiencia me facilitó hurgar en las facetas menos epidérmicas de este viaje atrás en el tiempo del pueblo cubano. Cotejar lo vivido con lo investigado me fue fácil. También lo fue soltar mis vivencias no contadas sobre mis encuentros con Fidel Castro, Che Guevara, Salvador Allende, Blas Roca, Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Faure Chomón, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Pedro Luis Boitel, o con Robert McNamara, Luis Echeverría, o los guajiros cafetaleros de Oriente, etc.

Creo que lo más difícil fue precisar y desmenuzar las trampas ideológicas del castrismo, mostrar por qué el fascismo y la revolución fidelista son hermanos gemelos, desenmascarar documentadamente el desprecio que el Caudillo en Jefe sentía por los cubanos, y la dramática cotidianidad del cubano de a pie, ahora ya francamente medieval.

¿Por qué crees, como has dicho en muchos de tus artículos y en este libro, que Cuba sería muy diferente si no hubiese caído en las manos del castrismo?

Fidel Castro. Palabra Abierta.

ÁLVAREZ QUIÑONES: De no haber nacido Fidel Castro no habría habido una revolución social en Cuba. No la necesitaba un país que junto a Uruguay y Argentina registraba el más alto nivel de vida en América Latina —y eso lo dice la ONU, no yo— y cuyo ingreso per cápita duplicaba al de España y superaba a unas cuantas naciones de Europa.

Si Lina Ruz no hubiese parido a Fidel Hipólito, hoy tú y yo no viviríamos en California. No se habría producido el irresponsable asalto al cuartel Moncada. No habría existido un Movimiento 26 de julio, ni yate Grama, ni Sierra Maestra. Y luego del embargo de armas decretado por Washington contra Cuba en marzo de 1958, y ante la presión popular creciente y de los sectores políticos en Cuba, y del Departamento de Estado y del presidente Eisenhower, Batista de todas maneras se habría ido de Cuba probablemente en ese mismo año 1959.

Habría sido electo el noveno presidente cubano en las urnas (luego de Estrada Palma, Gómez, Menocal, Zayas, Machado, el propio Batista, Grau y Prío). Ello habría dado un impulso adicional al proceso de desarrollo económico y social que avanzaba de forma impresionante en los años 50. El país no habría perdido tanto capital humano con la emigración de dos millones de sus ciudadanos más educados.

Sin “revolución” Cuba tendría hoy unos 17 o 18 millones de habitantes, pues. Chile, que tenía en 1958 aproximadamente la misma población que Cuba, hoy tiene 19 millones de habitantes. La población económicamente activa tendría tres o cuatro millones más de personas, produciendo y consumiendo. El PIB sería seis o siete veces superior y el nivel de vida estaría en la escala más alta de Latinoamérica, ya en la antesala del Primer Mundo, y “cuidao” no ya miembro pleno.

Foto tomada de Youtube.

Cuba estaría ensamblada económicamente a EE.UU., con acuerdos de integración comercial mucho más abarcadores que el T-MEC aprobado en 2019 entre EE.UU., México y Canadá. Habría terminales de cruceros, aeropuertos modernos, autopistas, trenes rápidos. En las playas habría resorts como los de Florida, Bahamas, Punta Cana o Cancún.

La Habana habría seguido siendo la bellísima y mágica ciudad de siempre, de tanta fama en Hollywood y mundialmente. Ahora en 2020 con despampanantes rascacielos, rápidas avenidas y líneas férreas por sobre la ciudad, extendida hacia el Oeste y hacia el Este por toda la costa, con cientos de edificios nuevos. La Habana sería el Hong Kong latinoamericano como centro financiero, bancario y fiduciario regional y global, de más envergadura que el de Panamá.

No Libreta de Abastecimientos, no CDR, no FMC, no UJC, no Brigadas de Respuesta Rápida, no presidio político, no chivatones ni esbirros, no CTC y sindicatos vendidos a la patronal. ¿Que habría drogas, crímenes y gente pobre? ¿En qué nación del planeta no los hay? Además, habría mucho menos que hoy con el comunismo.

También explicas claramente que saltaste de los “maristas a los fidelistas” y luego regresaste “del fidelismo a los maristas”. ¿Qué motivó a tantos jóvenes cubanos a unirse a la revolución en los primeros años?

ÁLVAREZ QUIÑONES: Mi “metío” inicial con la revolución lo tuvieron cientos de miles de jovencitos llenos de esperanza en un futuro promisorio para Cuba. Esa es la verdad, así lo creíamos, yo lo viví. Imagínate que con 19 y 20 años de edad yo fui delegado-interventor de tres bancos extranjeros en La Habana.

Pero en mi caso hay un factor clave que explica mejor mi apasionamiento revolucionario. Yo estudié en el Colegio de los Maristas en Ciego de Avila. Tuve una sólida formación religiosa, y mi familia era muy católica, pero en marzo de 1959 me tuve que ir a vivir a La Habana (en una casa de huéspedes) para estudiar en la Universidad. Y dejé de tener la influencia formidable de mi familia y mis amigos avileños, y pasé a ser el mozalbete más independiente del mundo. Era un idealista además, dando rienda a mis emociones, sin asesoramiento adulto.

Tomada de Flickr.

En la condición humana va implícito el imaginarse un futuro mejor, un mundo con mayor bienestar para todos, sin desigualdades socioeconómicas. Desde Platón con su República ideal hasta nuestros días muchos utopistas han propuesto modelos sociales paradisíacos, pero ninguno desde el poder político. Si se instala en el poder una revolución con un líder de verbo hipnotizador y propone a todos trabajar para lograr ese futuro mejor la percepción es diferente. Muchos le creerán.

La historia muestra que un líder carismático, de verborrea grandilocuente y “convincente”, es seguido por las mayorías aunque esté equivocado o sea un canalla disfrazado. Ocurrió en Italia con Mussolini y en Alemania con Hitler.

En Cuba, el factor fundamental en el deslumbramiento por la “revolución” fue la capacidad oratoria de Fidel Castro para persuadir, manipular y embaucar a la gente. Resultó decisiva su habilidad histriónica para dramatizar en sus discursos.

Para aquilatar el papel decisivo de Fidel Castro yo hago esta pregunta: ¿Hubieran podido Raúl Castro, Juan Almeida, Ramiro Valdés, el mismísimo Che Guevara, Guillermo García, o Machado Ventura con sus aburridos y planos discursos engatusar y engañar a todo un pueblo y al mundo entero como lo logró Fidel Hipólito?

Eso sí, mi salto de marista a fidelista fue más emocional que racional. De eso me percaté el 17 de abril de 1961 cuando me informaron en el banco que los invasores por Playa Girón eran “30 mil americanos” y avanzaban hacia La Habana. Me dije, si los infantes de Marina llegan hasta aquí, yo no voy a disparar contra ellos, sería un suicidio, una gran estupidez, me rindo. Y me di cuenta de que todos mis compañeros allí iban a hacer lo mismo.

En fin, lo que motivó a los mozalbetes de mi generación a abrazar inicialmente la revolución fue creer en ella. No sospechábamos que éramos manipulados por un megalómano que solo quería mantenerse en el poder at infinitum, y explotar a los cubanos.

¿Te parece que hay mucha gente de tu generación que también simpatizó con el castrismo al principio y que todavía siguen aferrados a lo mismo? Si es así, ¿por qué permanecen tan atados al régimen?

ALVAREZ QUIÑONES: Bueno, la mayoría de los jóvenes de aquellos tiempos “románticos” terminaron como yo viéndole las garras al lobo disfrazado de abuelita. Muchos de aquellos exutopistas hoy también forman parte de la diáspora cubana. Otros siguen en Cuba, pero saben que todo proyecto de sociedad perfecta es una idiotez.

En cuanto a los aún atados al régimen yo los clasificaría en tres grupos: 1) Los que siguen diciendo que son “revolucionarios” porque ya viejos no quieren admitir que se montaron en el tren equivocado y que todo fue una Gran Estafa, peor que la de Eudocio Ravines; 2) Los que fingen ser castristas por conveniencia, pues forman parte de la “nomenclatura” dictatorial. Son desde generales y ministros hasta burócratas del Estado y del PCC con ciertos privilegios, o diplomáticos, etc; 3) los que saben que las cosas van muy mal pero piensan que el socialismo puede ser mejorado.

Eudocio Ravines, autor de La gran estafa. Político peruano. Comunista primero y anticomunista después. Murió en el destierro,En cuanto a los aún atados al régimen yo los clasificaría en tres grupos: 1) Los que siguen diciendo que son “revolucionarios” porque ya viejos no quieren admitir que se montaron en el tren equivocado y que todo fue una Gran Estafa, peor que la de Eudocio Ravines; 2) Los que fingen ser castristas por conveniencia, pues forman parte de la “nomenclatura” dictatorial. Son desde generales y ministros hasta burócratas del Estado y del PCC con ciertos privilegios, o diplomáticos, etc; 3) los que saben que las cosas van muy mal pero piensan que el socialismo puede ser mejorado.

Marcha zombi. Wikimedia Commons.

Esos últimos son ya poquísimos. Yo los llamaría los damnificados del arsenal político-ideológico-propagandístico del castrismo. A fuer de no pensar por sí mismos se les oxidaron las neuronas, o ya no las saben usar. Son la viva expresión del “hombre-masa” de que hablaba Ortega y Gasset, “cuya vida carece de proyectos y va a la deriva…y por eso no construye nada”.

¿Crees que las ideas de revolución social para alcanzar la igualdad, han prendido de nuevo en jóvenes de la época actual, en Cuba y fuera de Cuba? Si es así, ¿por qué pasa esto a pesar del visible fracaso de las ideas y la práctica del castrismo?

ÁLVAREZ QUIÑONES: Los jóvenes de hoy no saben, ni les importa saber, que luego de las últimas revoluciones liberales en Europa a mediados del siglo XIX, las revoluciones dejaron de ser revolucionarias. Son estatistas y ningún proyecto social que conduzca al pasado en que el Estado lo era todo y el individuo nada puede ser progresista.

Hoy en grandes manifestaciones callejeras jóvenes en todo el mundo se autoproclaman anticapitalistas, antisistema, o antineoliberales. Se sienten así más modernos que sus ancestros “tan equivocados”. No quieren saber nada de lo viejo: del capitalismo, de ningún poder político que no sea “revolucionario”.

Falso. No son nada modernos, sino una nueva versión del anarquismo del siglo XIX y de los comunistas ortodoxos de la escuela incendiaria de Marx, Lenin, Trotski, Mao, las FARC, Pol Pot, o el Che Guevara. Luego de haber sido sepultado por inviable el mayor experimento anticapitalista, el marxista-leninista, millones de jóvenes propugnan el anticapitalismo, y ahora sin llamarse comunistas (porque la palabrita huele a fracaso), pretenden resucitar el sistema contra natura que costó a la humanidad 100 millones de muertos, o fusilados o de hambre.

Portrait of Italian politician Antonio Gramsci (1891-1937). (Photo by Stefano Bianchetti/Corbis via Getty Images)

Por qué esto ocurre tiene que ver con Antonio Gramsci (1891-1937), fundador del Partido Comunista de Italia, quien era más inteligente que Marx y Lenin juntos. Para Gramsci la vía para implantar el comunismo no es la revolución violenta, sino tomar el control de las universidades y los medios de comunicación.

Eso ocurre hoy sobre todo en EE.UU y Europa. En las universidades y en los sectores intelectuales, artísticos y políticos es de buen gusto proclamarse anticapitalista. Y lejos de dar por muerto el marxismo lo consideran una “megateoría” que todavía no se ha sabido aplicar correctamente.

Claro, esa película ya la vimos tú, yo, y los pueblos de los 35 países que sufrieron en el siglo XX el “Paraíso en la tierra” del que habla el himno La Intermacional.

¿Fue difícil para ti el proceso de aceptar ese fracaso? ¿Cómo ocurrió?

ÁLVAREZ QUIÑONES: En verdad no me fue muy difícil. No fue traumático pues fue más bien intelectual. Lo primero que descubrí, meditando, fue que en un país subdesarrollado era imposible construir el socialismo. Después me percaté de que sin la “mano invisible” (libre empresa) de Adam Smith no hay progreso y que el socialismo, por estatista, es inviable. O sea, la aceptación del fracaso me vino vía reflexiones propias de mi vocación económica.

Ya antes me había percatado de que la llamada propiedad social, o “de todo el pueblo”, era un cuento de camino, pues era en realidad la propiedad del grupo de “revolucionarios” que controlaban el Estado y se beneficiaba de ello a expensas de los cubanos de a pie.

En esa aceptación de la realidad real (y valga el pleonasmo) fueron muy importantes mis viajes a cinco países socialistas de Europa, y a Mongolia, incluyendo cinco veces a la Unión Soviética, tres de ellos en plena perestroika y glasnot (uno en 1986 y dos en 1987). En Moscú, hablando con mi “pirivochi” (traductora) me convencí de que el socialismo en la URSS tenía los días contados.

En aquellos últimos años 80 posiblemente tres de cada cuatro amigos y colegas míos periodistas cubanos eran entusiastas “perestroikos”. Y luego de la desaparición de la URSS y del “socialismo real”, tanto mis amigos y colegas, como yo, perfeccionamos nuestras habilidades como maestros en el arte de disimular lo que realmente pensábamos.

Y no voy a dar nombres, pero célebres colegas de la prensa escrita y la TV disimulaban con tanto talento que ni en Hollywood lo hacían mejor. Y lo siguen haciendo. Uno de ellos, muy conocido e importante, me dijo a principio de los 90: “Quiñones, yo al levantarme por la mañana lo primero que hago es cagarme en la madre de Fidel Castro. Si no, no tengo el día bueno”

¿Dónde se puede adquirir Cuba, salto a la Edad Media en estos momentos?

ÁLVAREZ QUIÑONES: El libro se puede adquirir por internet en Amazon. El link para entrar directamente en el sitio donde está el libro es el siguiente:

Amazon – Cuba Salto a la Edad Media (Roberto Alvarez Quiñones).

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About the Author

Jesús Hernández Cuéllar es director y editor de Contacto Magazine. Desde 1981 ha trabajado en todo tipo de medios: agencias de prensa, diarios, radio, televisión, semanarios, internet, revistas y redes sociales. Fue redactor de la agencia EFE en Cuba, Costa Rica y Estados Unidos, así como editor metropolitano del diario La Opinión de Los Angeles, California, e instructor de periodismo de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA). Ha trabajado como periodista en las elecciones presidenciales de Estados Unidos desde la elección de Ronald Reagan en 1984.

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