Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones…
¿El VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), a celebrarse del 16 al 18 del presente mes, abrirá una nueva etapa de cambios en la isla?
No deja de sorprenderme cómo la mayoría de las personas entrevistadas y los analistas que opinan sobre el congreso afirman que se tomarán decisiones trascendentales para iniciar reformas más profundas y beneficiosas para los cubanos.
Quienes así piensan aplican la lógica política que funciona para todo país normal. La Cuba de los hermanos Castro no lo es. Debo recordar que antes de cada congreso del PCC siempre ha habido grandes expectativas optimistas y todo ha terminado con una brutal decepción, diría que indignante.
Ninguno de los cónclaves partidistas hasta la fecha ha aportado nada para mejorar la vida de la gente. Todo lo contrario, solo han servido para reforzar el poder personal de los Castro, amarrar más corto a la militancia, restringir más los derechos ciudadanos, y agravar la crisis socioeconómica. Por insólito que parezca, nunca en un evento del PCC ha habido un debate sobre las causas de la crisis estructural que erosiona hasta los cimientos de la nación.
Y este de ahora no será la excepción. Por ejemplo, no es creíble que en el VII Congreso se vaya a producir un gran debate sobre la propiedad privada en Cuba, como afirmó el académico oficialista Esteban Morales, en La Habana a la agencia EFE, este pasado sábado 9 de abril. Simplemente porque los delegados no debaten, ni proponen o cambian nada. Su misión es la de aprobar sin chistar lo ya decidido por la élite dirigente del partido.
‘Encíclicas’ castristas
Lo que sí va a haber en el congreso es una advertencia a los cuentapropistas de que deben organizarse en cooperativas, porque solo los cooperativistas disfrutarán de bajos precios al mercado mayorista que se va a crear, y de impuestos más bajos. Claro, el régimen no quiere que los cuentapropistas individualmente se conviertan en capitalistas y compitan con los militares dueños de la nación. Y punto.
Todo eso ya ha sido bien cocinado por el dictador y su equipo. Y está plasmado en seis documentos rígidos, que semejan “encíclicas papales” y serán aprobados con modificaciones cosméticas, ninguna de fondo.
Los documentos son: evaluación de la economía durante el quinquenio 2011-2015; análisis del cumplimiento de los Lineamientos del VI Congreso; actualización de estos para 2016-2021; conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista (léase neocastrista); programa de desarrollo socioeconómico hasta 2030; y valoración de los objetivos trazados en la Conferencia Nacional del Partido de 2012.
Este congreso será el más difícil de todos, debido a que a la cúpula político-militar del régimen se le ha movido el piso, y se encuentra muy tensa, sobre todo después de la visita del presidente Barack Obama.
Los cuatro platos fuertes
Con independencia de lo que digan los documentos, el congreso tendrá cuatro platos fuertes:
- Designar a un nuevo Segundo Secretario del PCC y presentar un plan de “sucesión ordenada” de una parte de la gerontocracia de la Sierra Maestra.
- Cómo manejar “revolucionariamente“ el deshielo Cuba-Washington y cómo desmontar los efectos edificantes que dejó Obama en la población y en los propios militantes del PCC.
- Lidiar con una crisis socioeconómica devastadora que muestra la inutilidad del modelo económico que “no funciona ni para nosotros”, como admitió Fidel.
- Esbozar el modelo de capitalismo de Estado autoritario (neocastrista) sustituto, de cara al futuro.
El pollo del arroz con pollo será el nombramiento del Segundo Secretario del PCC, pues Raúl Castro –85 años en junio–, no creo que vaya a entregar ahora su cargo de Faraón en Jefe.
Serán retirados algunos dirigentes históricos octogenarios, entre ellos el “número dos” del régimen, José Ramón Machado Ventura, que cumplirá 86 años y al parecer no será ratificado como Segundo Secretario del PCC.
Por tanto, el nombramiento del nuevo Segundo Secretario será estratégicamente vital, ya que el próximo congreso, si lo hubiese, será en 2021 y si Raúl se enferma, o muere antes de esa fecha (tendría 90 años), será sustituido por ese Segundo Secretario, que pasaría a ser el dictador. Y si Raúl se retirase en 2018 (87 años) no solo del Gobierno, sino también del PCC, igualmente el segundo de a bordo se convertiría en el “número uno” del país.
De ahí el hermetismo sobre quién será el agraciado. El general Álvaro López Miera, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, con “solo” 72 años de edad, es un candidato bien posicionado, pero podría ser otro encumbrado general, o un civil.
Igualmente serán desactivados algunos vetustos miembros del Buró Político. Ya el general Abelardo Colomé renunció a sus cargos estatales, pero no como miembro del Buró Político. Otros generales y algunos civiles serán subidos a la estratósfera del PCC.
Obama, el delegado más activo
Irónicamente, el delegado más activo en las sesiones del VII Congreso será un “yanqui”, Obama, cuya sombra estará planeando sobre las cabezas de los más de 1,000 asistentes al evento.
Flota aún en la atmósfera del sabor esperanzador que dejó su discurso por TV, que aisló al ala más troglodita del régimen y provocó la más insultante y descocada “reflexión” de Fidel Castro, quien evidenció nuevamente su total desconexión de la realidad, su divorcio del pueblo y su soberbia antológica.
Seguramente la alta dirección partidista va a regañar en el congreso a la militancia, y a toda la población, y hará un llamado a “entender” que el acercamiento entre Cuba y EE.UU. hay que verlo como la “victoria de la revolución” sobre Washington, pero también como un peligro porque enmascara una nueva táctica del “imperio” para socavar la revolución.
Capitalismo de Estado autoritario
En relación con la situación económica se anunciarán cambios, pero no para hacer aperturas significativas, sino para esbozar el modelo político-económico de sucesión, basado en un capitalismo de Estado militarizado, con rasgos fascistas, postsoviéticos y chinos, aunque sin la consigna de “enriquecerse es glorioso”, que logró que el sector privado en China genere el 70% del PIB. Hoy en Cuba los cuentapropistas aportan solo el 5% del PIB.
No cabe esperar una sustancial “flexibilización” económica. Y ni hablar en lo político y social. Se reiterará la necesidad de unificar las dos monedas y de crear un mercado mayorista. Se habla también de una nueva Ley Electoral, pero sería para explicar su contenido, pues la aprobación formal le corresponde a la Asamblea Nacional.
En el proyecto neocastrista será (ya lo es) abrumador el protagonismo económico de los militares —de ahí su olor fascista—. Y tendrá vestigios rusos porque generales y coroneles conformarán una madeja de corte mafioso con la cual habrá que negociarlo todo, tanto los eventuales empresarios de EE.UU., como los cuentapropistas, agricultores y cooperativistas.
Otro tema del que se ha hablado bastante, sin llegar a plantearse, podría surgir: separar los cargos de presidente del Consejo de Estado y el de primer secretario del Partido para que sean ocupados por personas diferentes, con un doble propósito: a) al retirarse Raúl Castro como Jefe de Estado en 2018, el nuevo presidente será una marioneta del dictador (Jefe del PCC); y b) decirle a Washington que ya no puede aplicar la Ley Helms-Burton, porque el presidente de Cuba no es un Castro.
Pero de producirse esa separación de cargos habría que enmendar la Constitución, según la cual el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas es el presidente del país. Eso sería inadmisible para el Primer Secretario y “número uno” de Cuba, y su Junta Militar.
Posible error de cálculo
Ahora bien, los seis documentos del congreso fueron elaborados dentro de una burbuja burocrática y antes de la visita de Obama. Si el cónclave no hace cambios importantes, cometerá un error de cálculo. La crisis que asfixia ya a la gente seguirá agravándose e inyectando vapor a la caldera social.
Hoy los cubanos exigen más que antes. Los jóvenes sobre todo van perdiendo el miedo a expresarse, más motivados luego de la visita del presidente de EE.UU. Y la valerosa lucha de los opositores políticos, pese a la brutal represión, sigue en ascenso.
Igualmente, el régimen debe contar con un probable colapso del chavismo en Venezuela, el posible agotamiento de la paciencia de Washington por el inmovilismo del régimen, lo que podría empantanar el levantamiento del embargo y el comienzo del desmoronamiento del populismo izquierdista en Latinoamérica.
Además, llegó al fin la invasión “de los americanos”, no disparando cañonazos, sino dólares, sonrientes e interesados en comerciar e invertir capital. Las arengas de barricada por la “plaza sitiada” no funcionan más. Por mucho que insista la dictadura en volver al discurso jurásico fidelista, nada va a lograr.
Como dice el dicho, “el horno no está para galleticas”, los Castro deben aprovechar el VII Congreso para mover ficha.
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