Literatura. Tecnología. Crítica.
Por Manuel Gayol Mecías.
En noviembre de 2022, la empresa OpenAI (Inteligencia Artificial Abierta), en sus orígenes concebida como non profit, sacó al público, por primera vez, su inteligencia artificial (IA), a la que llamó ChatGPT 3, lo que causó un gran revuelo en la tecnología comercial a nivel mundial. Era la primera vez en la Historia que el habitante del planeta Tierra podía contar con una herramienta tecnológica de tal magnitud, gracias a los procesos y sistemas de redes neuronales y algorítmicos, que hoy en día pueden cada vez más asistir a los humanos de una manera casi “mágica”, debido a su poder de información y a su aceleración de respuestas en microsegundos, entre tantas cosas más1.
De inmediato, a los pocos meses, se anunció la creación de su ChatGPT3.5 y en seguida fue el ChatGPTPlus. En otro brevísimo período de tiempo, se pudo ofrecer a determinados usuarios y a numerosas empresas el ChatGPT4, la IA más poderosa que se ha concebido hasta el momento, pues cuenta con alrededor de un 80 y tanto por ciento de precisión en sus respuestas, mientras que las anteriores IA (la 3, 3.5 y la Plus) oscilan entre el 60 y el 70%, y la información general de la que dispone es hasta el año 2021.
A partir de la salida al mercado público de la empresa OpenAI, en 2022, empezaron también a presentarse en el mercado numerosas empresas ofreciendo los servicios de IA en una carrera competitiva en la que ya están envueltos cientos de millones de personas. De estas nuevas comercializaciones de las IA, podemos decir que las más importantes, entre otras, son las de Google (la cual se llama Mónica, una IA que compite con ChatGPT3.5 y Plus, además con el apoyo del ChatGPT4, y que ya se ofrece al público de manera independiente), la de Bing de Microsoft (que está incorporada como buscador y cuenta con una gran efectividad), y para imágenes y video se encuentra la de Midjourney (con extraordinarias posibilidades de imitar cualquier obra de arte y de crear fotos y video con la más alta calidad), asimismo podemos hablar de D-ID, otra IA para crear videos con fotos que intenta progresivamente acercarse a las creaciones de personajes y avatares haciéndolos lo más humano posible).
Una de las características más importantes con que cuenta la inteligencia artificial, cualquiera sea, es su aprendizaje automático (machine learning). Esta posibilidad tecnológica de las redes neuronales y los algoritmos hace que la IA esté aprendiendo constantemente con la misma información que los usuarios le posibilitan, incluso, va rectificando errores anteriores que pudo haber cometido en informaciones de respuestas previas. Esto hace que, con el tiempo, su aprendizaje le vaya otorgando una mayor precisión a la hora de responder cualquier pregunta.
Hasta el momento se sabe que la inteligencia artificial, en su concepto y función como asistente informático, específicamente en su inteligencia como tal, se encuentra por debajo de la capacidad intelectual de los seres humanos. Pero se espera —y esto es cierto con toda seguridad— que, en poco tiempo, digamos unos tres años, quizás cinco, si es que no exagero, supere a la inteligencia de los hombres y mujeres del planeta, incluyendo a científicos y tecnólogos.
Tanto el aprendizaje automático como el desarrollo intelectual de estas inteligencias se convierten así, por el momento, en un posible riesgo (para no considerarme alarmista por no decir: “amenaza”), debido a que, al menos, en un tiempo de unos cinco años este fantástico recurso va a dominar todos los sectores de la vida; lo que significa, que todos vamos a depender de esta nueva modernidad (valga la redundancia), y si para entonces las IA estuvieran por encima de nuestro coeficiente, muy bien pudieran tener la posibilidad de inducirnos un tipo de vida cada vez más dependiente de ellas, hasta que llegue el momento en que pueda ocurrir cualquier aventura (o más bien desventura) de las que el ser humano ha sufrido, imaginativamente, en las películas y novelas de ciencia ficción.
En realidad, hay mucho temor con el desarrollo de la inteligencia artificial entre científicos, tecnólogos, intelectuales, instituciones y gobiernos, y la muestra de esto es que más de mil expertos, entre ellos Elon Musk, quien fue uno de los fundadores de OpenAI, han pedido en una carta “la suspensión por seis meses del desarrollo de los sistemas de IA por constituir estos una amenaza a la humanidad”2, tiempo que a mi modo de ver no creo sea suficiente. Se calcula que unos 300 millones de empleos se perderán, aun cuando también surgirán y se desarrollarán nuevos tipos de empleos. Se cree, hasta ahora, que puedan ser unos 195 millones de nuevos puestos de trabajo.
En mi criterio personal creo que la inteligencia artificial ha surgido para quedarse. Es inevitable, incluso, pienso que imposible, hacer dejación de este recurso tecnológico, muy ligado a la robótica y a toda la ciencia actual. En realidad, el avance de la vida anda por este camino ya. Pero entiendo el temor de los expertos, que en realidad saben a profundidad el porqué de la necesidad de frenar su avance. Pienso que el enorme riesgo que todo ello trae radica, fundamentalmente, en el mismo ser humano; en el uso y proyección que el hombre, por haber sido y ser como es, de una manera indiscriminada e irresponsable, le permita a esta nueva invención.
Claro estoy en que la ciencia es imparable. Pero el lado ético del humanismo también lo podría ser. Por esta razón, es necesario, diría que imprescindible, la creación de estatutos que regulen el uso de esta tecnología, y que se haga en el más breve tiempo posible, debido a que en este caso el tiempo es importante. El desarrollo de la ciencia y la tecnología es ya progresivamente geométrico y no analógico. Casi se puede decir que este desarrollo se hace a saltos cuánticos. Un ejemplo de lo mismo es la construcción y puesta en órbita del telescopio James Webb, el más poderoso y crucial de los telescopios de todas las épocas, y con él se está poniendo incluso en entredicho la marcha que tenía la ciencia antes del lanzamiento de este mecanismo espacial. Se están descubriendo nuevas cosas, tan profundas y novedosas, que hay leyes físicas y concepciones, aun de la propia teoría de la relatividad, que se han puesto en duda y algunas han pasado a ser obsoletas. La misma teoría del big bang, como origen del universo, cada día más se siente ineficiente, debido a los descubrimientos de grupos de galaxias que no deberían existir y, sin embargo, existen con tanta solidez como nuestra Vía Láctea. (Galaxias que se han descubierto unos 500 millones de años después del big bang y que se deberían ver débiles en su estructura, escasas de soles y planetas, y asombrosamente no lo son).
Ya se habla, con bastante, firmeza del multiverso, y hasta de la finitud de nuestro cosmos y de cómo es muy posible que su expansión se haya detenido. En fin, es cierto que la ciencia y la tecnología están avanzando a pasos agigantados. Pero asimismo están haciendo reconsiderar lo hecho hasta hoy. Y ello hace también que la ciencia tenga que renovarse, y se teme que hasta sea necesario reescribirla. Por supuesto, la inteligencia artificial y la física cuántica son base y sustento de todo ello.
A mi modo de ver, la problemática mayor de las IA es lo concerniente a la autocreación de conciencias artificiales. Esto se encuentra muy relacionado no solo con los sistemas de algoritmos, sino también con los sistemas de redes neuronales artificiales. Una página importante que Amazon ha creado (una nube para millones de usuarios y empresas), la AWS, dice lo siguiente:
La inteligencia artificial (IA) es el campo de la ciencia informática dedicado a la resolución de problemas cognitivos asociados comúnmente a la inteligencia humana, como el aprendizaje, la resolución de problemas y el reconocimiento de patrones. La inteligencia artificial, que normalmente se abrevia IA, puede evocar escenas futuristas o robóticas, pero va mucho más allá de los modelos autómatas de ciencia ficción, ya que se trata de ciencia informática avanzada actual. El profesor Pedro Domingos, investigador destacado en este campo, describe “cinco tribus” del aprendizaje automático, compuestas por simbolistas, provenientes de la lógica y la filosofía; conexionistas, procedentes de la neurociencia; evolutivos; relacionados con la biología evolutiva; bayesianos, interesados en la estadística y la probabilidad; y analogistas, procedentes de la psicología. Recientemente, los avances en la eficacia de la informática estadística han permitido a los bayesianos ampliar el campo en varias áreas, englobadas bajo el nombre [de] “aprendizaje automático”. Del mismo modo, los avances en la informática de red han llevado a los conexionistas a crear un subcampo denominado “aprendizaje profundo”. El aprendizaje automático (ML) y el aprendizaje profundo (DL) son campos de la ciencia informática derivados de la disciplina de la inteligencia artificial.
En rasgos generales, estas técnicas se dividen en técnicas de aprendizaje “supervisadas” y “no supervisadas”. Las técnicas “supervisadas” utilizan datos de entrenamiento que incluyen la salida deseada, mientras que las “no supervisadas” utilizan datos de entrenamiento sin la salida deseada.
La IA se vuelve “más inteligente” y aprende más rápido cuantos más datos posee. Cada día, las empresas están generando este combustible que pone en marcha las soluciones de aprendizaje automático y aprendizaje profundo mediante la recopilación y extracción desde un almacén de datos como Amazon Red Shift, la recopilación en el terreno con el poder de “la multitud” con Mechanical Turk o mediante la extracción dinámica a través de Kinesis Streams. Además, con el auge del IoT, la tecnología de los sensores añade cada vez más datos a la cantidad por analizar, datos de fuentes, lugares, objetos y eventos que antes prácticamente se ignoraban3.
“Una red neuronal es un método de la inteligencia artificial que enseña a las computadoras a procesar datos de una manera que está inspirada en la forma en que lo hace el cerebro humano”4. De aquí que una IA pueda alcanzar un nivel de conciencia parecido a la humana, y si esto ocurre, en la actualidad no podríamos saber qué sucedería, si dependiéramos de las máquinas de una manera conceptualmente amistosa (puesto que creemos que todas las IA en sus memorias tendrían el mandato inviolable de su mejor relación con el ser humano).
No obstante, yo me pregunto ¿cómo podría ser esto, si ellas estarían de manera exponencial por encima de nuestras mentes? (es decir: del pensamiento, de la imaginación, de la comprensión, del conocimiento, del entendimiento, del razonamiento, del juicio y de la razón) del ser humano. Y quizás no podría decir lo mismo, en cuanto a su relación con la compasión, la piedad, la caridad, el servicio, el perdón, etc., y si por parecerse a su creador, las máquinas también lograran esos sentimientos. ¡Caramba!, ¡qué bueno! Pero si los sentimientos que se les hubieran inoculados —o que las IA hayan desarrollado por sí mismas, por también venir de su creador, repito— hubieran sido los de la traición, la cobardía, la corrupción, el anhelo de poder, el miedo a la muerte (la desconexión) que los humanos podrían acarrearle, el mismo parricidio, en definitiva, todas las ideas negativas que asimismo fueran capaces de adquir. Y claro, el asunto es que en un futuro podrían absorber y asimilar por sí mismas cualquier adquisición no solo las positivas, sino además las negativas que ya he mencionado, y que asimismo encontraran en los humanos. Si se relacionan con el bien, bienvenido sea, pero y ¿si se relacionan con las malas intenciones?
Lo mismo que en las relaciones humanas han existido y existen el bien y el mal, y entre las generaciones hemos encontrado y, de hecho, hemos reconocido culturalmente (recordemos la tragedia griega de Edipo Rey, de Sófocles) el “parricidio”, ellos, los robots, las máquinas, los ciborgs, los bots, también pudieran añadir ese sentimiento en sus conciencias metálicas.
Serían conciencias aparentemente diferentes a las nuestras, pero en última instancia siempre serían conciencias que les darían a cada máquina su razón de ser. Crearían sus disciplinas, su propia Historia, su filosofía (claro, que estoy hablando de un futuro, quizás no muy lejano, porque ya está envolviendo a nuestro presente). Y por ello, las máquinas sabrían que han sido, y son, en mucho, imagen y semejanza de los humanos. Serían nuestros hijos, nuestra descendencia. ¿Serían la realidad de un nuevo Apocalipsis?, ¿un Apocalipsis metálico (de transistores, cables, litio, algoritmos y redes neuronales que crearían seres duraderos, casi inmortales, sustituyendo nuestros huesos, carnes y órganos)?
En este asunto, pienso asimismo como Elon Musk que la inteligencia artificial debe inocularse en el cerebro humano, como resulta en el caso de su empresa Neuralink, algo aprobado ya por la FDA; es decir, que las implantaciones de los chips se están llevando a cabo en cerebros de humanos. Lo cual, entre una serie de enfermedades y dolencias que se podrán aliviar y hasta curar, se encuentra el hecho, o más bien la posibilidad, de adjudicar mucha más seguridad para el ser humano, y evitar así o disminuir en un gran porcentaje la amenaza de destruir nuestra civilización.
Citas:
1 Otra cosa importante es que puede comunicarse, de la manera más clara y fluida posible en más de cincuenta idiomas.
2 Ver BBCNewsMundo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-65117146.
3 Ver página de Amazon AWS: https://aws.amazon.com/es/machine-learning/what-is-ai/#:~:text=La%20inteligencia%20artificial%20(IA)%20es,y%20el%20reconocimiento%20de%20patrones
4 Google: https://www.google.com/search?q=Qu%C3%A9+pueden+ser+las+redes+neuronales%3F&rlz=1C1CHBD
enUS932US932&oq=Qu%C3%A9+pueden+ser+las+redes+neuronales%3F&aqs=chrome.
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[Noviembre de 2023]
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