La francesa Eva Fréjaville

Written by on 08/09/2021 in Cronica, Literatura - No comments

 

Literatura. Crónica. 
Por Mario Blanco

Eva en el baño, Carlos Enríquez.

Aunque no lo puedo patentizar con estadísticas, si es que entonces existieron, y solo guiándome por mi propio olfato y la calibración que en general entonces se hacía, deduzco que en 1959 el 95 % del pueblo apoyaba el triunfo de la Revolución sobre la dictadura batistiana. A partir de ahí, una parte del pueblo, muchos dirigentes y combatientes incluidos, fueron paulatinamente dándose cuenta de que el derrotero iniciado no coincidía con los principios que se habían trazado y por los que habían luchado. Pero siempre me he preguntado como persona inteligente, con capacidad, incluso algunos que conocían el mundo exterior, no por noticias sino por haber vivido fuera de Cuba y conocían la verdadera democracia, no reaccionaron a tiempo, y el proceso y las argucias de Fidel Castro los fueron involucrando hasta nunca poder zafarse realmente de ello. Uno de estos personajes fue Alejo Carpentier, del cual me he leído varios libros fantásticos, premio Cervantes, y que murió en 1980 en Francia, aunque sus restos descansan hoy en Cuba, al igual que los de su segunda esposa, Lilian Esteban, que cuidó su memoria y la fundación creada sobre su figura con el mayor denuedo de una compañera para toda la vida.

Pero hurgando sobre la vida de Carpentier, empiezo a conocer toda una serie de detalles que desde luego no aparecen en sus biografías, y en específico me refiero a su primer matrimonio con la francesa, Eva Fréjaville, y es sobre su inquieta vida de lo que va este artículo.

Eva, nacida en Francia en 1913, “hija” de madame Zizou y de Gustave Fréjaville, crítico de arte y teatro, y pongo lo de hija entre comillas, porque según versión del biógrafo más prestigiosos de Pablo Neruda, el señor, Hernán Loyola, las cubanas Luisa Campuzano y Graciela Pogolotti así lo confirman, y es que Eva era hija del famoso pintor mexicano, Diego Rivera.  Carpentier ya en Francia a partir de 1928, después del encarcelamiento en Cuba por su actividad política contra Machado, a través de su amigo Robert Desnos conoce a Eva siendo ella aún una adolescente, que gustaba de participar en los círculos liberales y era muy amante de las teorías de Marcel Proust. Años después, Carpentier y Eva dieron varios viajes juntos, entre ellos, uno a Madrid en 1933-34, donde participan en varias tertulias con los intelectuales de la época en la capital española, junto a Federico García Lorca, Rafael Alberti y Pablo Neruda. Se comenta que una de las primeras correrías de Eva fue la corta y voluptuosa relación que tuvo con el poeta chileno Pablo Neruda, lo cual dio génesis a su poema “Las furias y las penas”.

En 1939 huyendo de la guerra que se avecinaba, Carpentier y Eva se fueron a Cuba donde se casaron inmediatamente, aunque el matrimonio solo duró unos meses por la actitud desenfrenada y liberal en la vida, que ya había adoptado, madame Eva. Se divorcian y Eva se enreda rápidamente en amores con el pintor Carlos Henríquez, a quien conocía al asistir a las sonadas fiestas que este daba en el Huron Azul, desde que ella era la mujer de Carpentier.

Carlos Henríquez había caído subyugado ante la belleza de Eva y su sensualidad, a quien pinta sucesivamente en sus cuadros, incluso desnuda. A los pocos meses, Carlos y Eva se casan en La Habana. Continuaron las fiestas en el Huron Azul donde Eva era una estrella, pero su espíritu liberal la hace independizarse de la sobreprotección de Carlos, y comienza a impartir clases de francés en la Hispanoamericana de Cultura. La relación de Eva y el pintor se hacía cada vez más tormentosa, pues la obsesión de Carlos sobre ella la ahogaba y chocaba contra sus ansias de vivir a sus anchas y sin control. En ese mundo de erotismos, Eva totalmente libre en amores y sintiendo la presión del control que el pintor ejercía sobre ella, cruza de bando genérico, y cae en las manos de la inglesa lesbiana Cynthia Carleton, asidua de las fiestas del Huron Azul. Al principio Carlos disfrutaba de los lances eróticos entre Eva y Cynthia, sin percatarse que había comenzado entre ambas una ilusión romántica que acabaría con su matrimonio. Madame Eva se escapa con Cynthia.

Pero esa escapada dura poco, y doña Eva regresa a su mundo y a la creación literaria que ya había comenzado en 1942 con su ensayo: “Marcel Proust desde el trópico”. Una vez más recorre el camino del matrimonio, esta vez con el médico Enrique Collado. Por los años cincuenta son frecuentes y bien comentadas las tertulias literarias en su casa del Vedado, y adonde asistían los poetas de la época Antón Arrufat y Virgilio Piñera.

Justo en 1952 el dramaturgo santiaguero, Eduardo Gonzalez Manet, más conocido como Eduardo Manet, asiste a las clases de francés en La Habana que brindaba la excelsa Eva, en vísperas de un viaje a Francia, del cual regresó en 1960 casado y con su hijo Laurent. En Cuba, Manet desarrolló varias obras, entre las que se encuentran, la comedia musical Un día en el solar y la obra teatral Las monjas. Partió Manet nuevamente a Francia donde reside y ha escrito múltiples obras en el idioma de Balzac.

En estos quehaceres sorprende a Madame Eva el triunfo del proceso revolucionario, al cual no se adapta y repele, toma distancia de su marido, el Dr. Collado, y se marcha a su país natal en 1961, a la Francia que la vio nacer y reverdecer. Pero allí está solo un breve tiempo, pues hasta Francia le queda pequeña y se marcha a los Estados Unidos, ubicándose unas veces en  la ciudad de Riverside y otras en Los Ángeles, ambas en California, donde muere en 1998 con 85 años. Su último rastro parece ser la entrevista que le dio en 1992, siendo profesora de francés radicada en Riverside, California, a Enrico Mario Santí, destacado escritor y profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Georgetown, a quien le da detalles del comienzo de su relación con Carpentier, y su relación más tarde con el pintor Carlos Enríquez.

Por último, nuestra bella dama francesa, pudiéramos decir, disfrutó sus amores  en los que  dejó autenticas  huellas en la creación de sus amantes, en, Carpentier con su obra, Los pasos perdidos, se dice que la protagonista Mouche no es otra que la bella Eva; de los varios cuadros que le hizo Carlos Enríquez, algunos sobreviven, así como el  ya mencionado poema de Pablo Neruda. Y como colofón, al parecer Madame Fréjaville parece volver a la literatura cubana, a través de una obra de Lisandro Otero titulada, Juego interrumpido, editado por Letras Cubanas en el año 2007, y la cual buscaré para saber algo más de esta enigmática y voluptuosa mujer, que trastornó con sus dotes femeninos la imaginación de algunos de los grandes hombres de las letras y el arte que conoció, dando lugar en ellos a creaciones que por su sensualidad, perduran como obras recurrentes del arte y la literatura.

[Una de las fuentes Enrico Mario Santí: Mano a mano. Ensayos de circunstancias, Valencia, España, Aduana Vieja Editorial, 2012].

 

 

 

 

 

 

 

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About the Author

Mario L. Blanco Blanco, Santiago de Cuba, 1949. Ingeniero naval. Estudió en la Politécnica de Gdansk, Polonia. Trabajó durante algunos años en el Mitrans, organismo central en la dirección de inversiones. Durante el período del 1986 al 1989 se desempeñó como Presidente del Poder Popular del municipio Plaza de la revolución en Ciudad de la Habana. Trabajó luego en el sector marítimo de la Pesca. Fue director de la empresa de Tintorerías y Lavanderías de Ciudad de la Habana. Reside en Montreal, Canadá, desde 1997.

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