Hace pocas semanas escribía, en mi columna de prensa semanal, sobre la imperiosa necesidad de que una mayor y mejor educación sanitaria contribuya a eliminar en la población prejuicios y falsas creencias que pueden poner en grave riesgo su salud o, caso de enfermedad, comprometer las posibilidades de curación. Me refería con especial énfasis a las reticencias de un amplio colectivo respecto a las vacunas, lo que no solo puede dañar a sus propios hijos sino facilitar un contagio del entorno que habría sido evitable. Asimismo, denunciaba la publicidad de lo que han dado en llamar “medicinas alternativas”, sin base científica alguna y que nunca han demostrado los beneficiosos efectos que se pregonan.
Pues bien: como si las citadas reflexiones hubiesen ejercido el efecto contrario al pretendido, leí al poco, por parte de otro colaborador habitual y en el mismo periódico, un cúmulo de falsedades sobre el tema que es necesario, desde ese medio y también en el blog, desvelar en lo que tienen de desconocimiento cuando no simple estupidez. Porque la mentira no es un punto de vista ni puede ser sustrato de digresiones sin el menor fundamento.
La industria farmacéutica pretende por supuesto la rentabilidad como desvelaba el referido columnista con una clarividencia sin par, pero sin ella -y en espera de que un día el erario financie adecuadamente la investigación biomédica- no se habría avanzado, como se ha hecho, en la profilaxis y tratamiento efectivo de un sinnúmero de patologías. Naturalmente que se han producido fiascos y errores por falta, la mayoría de veces, de un seguimiento clínico más prolongado en los ensayos correspondientes. Sin embargo, el aumento en la esperanza de vida no es resultado del azar, y si hoy en día puede curarse la hepatitis C o se ha duplicado la supervivencia media de muchos cánceres, es debido a unos avances farmacológicos financiados en buena parte por multinacionales. ¿Que éstas promueven enfermedades y entran en contubernio con los médicos para ampliar su negocio? ¡Venga ya! La inversión económica busca obviamente el beneficio cuando acierta, pero sin ella estaríamos aún frente a letales epidemias de viruela o polio, sin anestésicos ni quimioterapias antineoplásicas, inermes frente a un sinfín de procesos infecciosos… Todo innecesario porque ahí está la homeopatía y la medicina ortodoxa es fruto de interesadas connivencias, afirma el imbécil a quien me refería al comienzo, cuando lo triste es que el infortunio de algunos enfermos, potencialmente curables, obedezca a que hicieron caso de una pandilla de indocumentados disfrazados de visionarios en posesión de la verdad. Lo cierto es que, en ocasiones y frente a según qué o quién, la censura se echa de menos.
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