¿Gratuitos los servicios médicos en Cuba?

Política. Crítica. Sociedad. Medicina.
Por Roberto Alvarez Quiñones.

Tomada de Flickr.

El mito de Cuba como potencia médica, gracias a la revolución marxista, Fidel Castro lo vendió al mundo con una excelente envoltura: la gratuidad de los servicios médicos.

El caudillo, sin duda, el mejor experto mundial en propaganda política de la segunda mitad del siglo XX, le pasó por encima con éxito a tres grandes engaños: 1) la salud pública se financiaba con dinero de Moscú, 2) no existió nunca, ni existe, tal gratuidad; y 3) no hace falta una dictadura comunista para ofrecer servicios médicos públicos.

En Costa Rica, la democracia más antigua de Latinoamérica, todos los ciudadanos que no disponen de un seguro pagado reciben atención médica gratuita subsidiada por el Estado mediante la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). En Uruguay existe la atención gratuita a los sectores pobres desde el siglo XIX, según “La República”. Y lo mismo ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos.

La gratuidad, además, en rigor no existe. Y menos en Cuba. Todo aquello en lo que interviene el trabajo humano tiene un costo y alguien tiene que pagarlo. En un país capitalista el Estado sufraga los servicios de salud con el dinero de los contribuyentes. El castrismo va mucho más allá y se queda con la mayor parte del salario que deben devengar los trabajadores.

El gobierno cubano no solo se apropia de la plusvalía (ganancia) creada por los obreros, que es el valor que el asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo, sino que se apodera también de una gran parte de ese valor creado por el obrero para mantenerse a sí mismo, y que debiera recibir en forma de salario, para su alimentación, vivienda, transporte y demás necesidades de él y su familia.

El proletario, peor en el socialismo

De manera que la élite cívico-militar castrista no solo se queda con la ganancia, sino que le quita al obrero parte del valor creado por él para sí mismo (salario).  Y valga la ironía, en una dictadura del proletariado el proletario es más explotado que en una sociedad “burguesa”. Esa es una de las grandes desgracias del marxismo-leninismo.

Se explica así porque en Cuba el salario promedio no llega ni a un dólar diario, que es el límite hacia abajo que la ONU considera como pobreza extrema. Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de la isla (ONEI), el salario diario cubano hoy es de $0.93, es decir, 27.92 dólares mensuales (670 pesos).  En Haití es más del doble (59 dólares mensuales).

Por otra parte, la dimensionada gratuidad de la salud pública en Cuba es cobrada con los altos precios de ventas estatales, y los bajísimos salarios que paga a los campesinos por sus cosechas. Desde que en 1993 se legalizó el uso del dólar, en las shopping (todas de las Fuerzas Armadas) se estableció un impuesto del 240% a todos los productos. Hoy esa sobretasa es hasta de un 1,200% en algunos casos.

Un kilogramo de pechuga de pollo con piel y hueso tiene un precio que ha oscilado entre $3.60 y $4.50 dólares, y un kilogramo de picadillo de res, entre $4.75 y $5.95. Si el salario mensual es de $27.92, entonces para comer 2.2 libras de pechuga y 2.2 libras de picadillo en todo un mes, el cubano tiene que gastar hasta el 37% de su sueldo ($10.45 dólares) de su salario mensual.

Imaginémonos que en EE.UU. los consumidores tuviesen que pagar entre $1,000 y $4,000 dólares para comer, en todo un mes, dos libras de pechuga y dos de picadillo. Parece un chiste de Woody Allen, pero no lo es.

A los hospitalizados en la isla, ahora a veces, el régimen les entrega facturas simbólicas para que sepan los gastos que ellos ocasionan. Pero nada les entregan a los hospitalizados en el CIMEQ, el más avanzado hospital del país, con tecnología de punta, y que no atiende a los cubanos de a pie, sino únicamente a la “creme de la creme” de la dictadura, sus familiares y a cuanto líder o presidente izquierdista se enferma en Latinoamérica. O sea, los trabajadores, que pagan esos servicios sofisticados con su salario no tienen acceso a ellos. Ese es el “poder obrero” leninista.

En verdad la salud pública en Cuba es la más cara de Occidente. Sus ciudadanos la pagan con la falta de libertades fundamentales, pobreza extrema, hambre, desesperanza, marginación de la vida moderna, escasez de todo, abusos.

¿Atraso médico antes de 1959?

Una de las mayores bajezas propagandísticas del castrismo ha sido  haber hecho creer que antes de 1959 los servicios médicos en Cuba eran un desastre y que la medicina tenía un pobre desarrollo.

Embriagado con su narcisismo,  Castro I  confiaba en que  su palabra era más creíble que las estadísticas  de la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS)  y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que decían lo contrario. Y en buena medida lo consiguió. Aún hoy, muchos en el mundo así lo creen y siguen alabando las maravillas de la salud pública logradas por la “Revolución”.

Pero las cifras tienen la fría testarudez de las matemáticas.  Según la OMS, en 1958 Cuba tenía un médico por cada 980 habitantes, solo detrás de Argentina y Uruguay en Latinoamérica, con un médico por cada 760 y 860 habitantes, respectivamente.

Ese año la isla tenía 35 mil camas de hospitales, una cama por cada 190 habitantes, cifra superior a la de los países del Primer Mundo, que registraban una cama  por cada 200 habitantes. En 1953 Cuba ocupaba el número 22 en el mundo en médicos por habitantes, con 128.6 por cada cien mil.  Y tenía un dentista por cada 2,978 habitantes.

El avance cubano en medicina  tenía orígenes bien remotos. El rey Carlos V ya en 1522 ordenó la construcción en Santiago de Cuba de uno de los tres primeros hospitales de América, junto con el fundado en Santo Domingo  en 1503  y  otro en México  en 1524, según el historiador Herbert Stern.

Cuba fue la primera nación de América Latina que aplicó anestesia con éter, en 1847. En 1881  fue un médico cubano, Carlos J. Finlay,  el descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla. En 1907 se creó  en La Habana el primer servicio de rayos X de Latinoamérica.

A fines de los años 50 Cuba era el segundo país de la región con más baja mortalidad infantil, con 33  por cada mil nacidos vivos. Para que se tenga una idea de lo que eso significaba baste saber que en 1958 Italia tenía una tasa de 50 por cada mil, Francia, 34 por cada mil, y Japón 40 por cada mil, según  la OMS.

Los Castro hundieron la salud pública

La enseñanza de la medicina en Cuba comenzó en 1726, a cargo de la orden de los Dominicos del convento de San Juan de Letrán, y desde 1842 en la Universidad de La Habana.  Muchos médicos cubanos estaban reconocidos entre los mejores del mundo en su especialidad. En 1900 se inauguró la Escuela de Estomatología en la Universidad de La Habana, una de las  primeras del continente.

En fin, todo fue al revés de como reza la propaganda. Los Castro hundieron la medicina en Cuba. No desarrollaron la economía para sustentarla, utilizaron dinero ajeno y, cuando se acabó, todo se vino abajo. Ahora no hay recursos, ni los habrá mientras haya socialismo.

Son despedidos miles de enfermeros y técnicos,  se han cerrado 64 hospitales. Hay dengue, cólera, malaria, paludismo, tuberculosis y hasta lepra. Y zika y chikungunya, transmitidas por el mosquito aedes aegypti, de plácemes en  las aguas albañales que inundan  calles, parques y  patios. Y muchas otras enfermedades bacterianas y virales que remontan  la isla a los tiempos de la colonia.

Es muy triste para un pueblo que, antes del diluvio castrista, se ubicaba en la  vanguardia de la medicina a nivel mundial.

 

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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