De la realidad a la ficción: ¿Quién es Ela Schatz?

 

Literatura. Promoción.
Por Rosa Marina González-Quevedo

Amanda. Cortesía de la autora.

Ela Schatz era una judía de origen polaco que había partido de Hamburgo y entrado en La Habana a bordo del Orinoco. En realidad, muchos eran los hebreos que desde finales del siglo XIX viajaban desde Europa con destino a la capital cubana, si bien no todos corrían la misma suerte ni tenían los mismos objetivos: algunos de ellos llegaban para echar raíces en la isla; otros, usaban el puerto habanero como una especie de trampolín que les permitía continuar rumbo hacia Estados Unidos, México u otro país vecino. Sin embargo, desde el primer momento, Ela Schatz supo que La Habana era su destino soñado y que allí encontraría aquel remanso de paz y prosperidad imposible de alcanzar en Europa, dadas las circunstancias históricas existentes en aquel entonces.

(Amanda, Segunda Parte, capítulo 3)

Habrá que leer Amanda (Letrame, 2021) y llegar a su Segunda Parte, para saber de la existencia del personaje llamado Ela Schatz, pero… ¿Se trata de un personaje del todo ficticio?
No digo nada extraordinario cuando afirmo que narrar es mucho más que describir y unir renglones; esto lo sabemos todos los que vivimos la fascinante experiencia de escribir novelas. Investigar, escudriñar en esa materia bruta que llamamos realidad objetiva es imprescindible queramos o no. La imaginación nos transporta a otro universo, intangible, morfológicamente impalpable. Surge, no obstante, la necesidad de tocar las piedras del camino que vamos pisando en el proceso narrativo. En pocas palabras, los escritores queremos saber, necesitamos saber, morimos si no lo logramos. Saber si todo sale de nuestras locas cabecitas o si en el útero del reino de Imago hay una realidad palpable, oculta, que aguarda inquieta la hora de ser parida. Así, ante el desafío de la búsqueda, al escribir Amanda metí la nariz en archivos históricos y de tal o cual cajón de referencias emergieron datos sorprendentes.

Entre otras indagaciones, realicé una investigación sobre las compañías de transporte marítimo que entre 1938 y 1941 (época en la que se ubica la trama de la novela) zarpaban desde Europa con rumbo a América. De esta forma pude constatar un hecho histórico: en 1939, tratando de huir de la Alemania nazi y sus aliados europeos, miles de emigrantes judíos se hicieron a la mar, en gran medida con la esperanza de desembarcar en el puerto habanero. Y sí, hallé al respecto valiosa información, por ejemplo la del trasatlántico alemán St. Louis, que con novecientos treinta y siete pasajeros a bordo —casi todos judíos— zarpó de Hamburgo el 13 de mayo de 1939 con destino a La Habana… «Sin embargo, para el momento en que el St. Louis zarpó, ya había indicios de que Cuba podría impedir su desembarco debido a las condiciones políticas que imperaban en ese país. Aunque el Departamento de Estado de los EE. UU. en Washington, el consulado estadounidense en La Habana, algunas organizaciones judías y las organizaciones de refugiados estaban al tanto de la situación, los pasajeros no recibieron esta información; al final, la mayoría se vio obligada a regresar a Europa». (Véase documento firmado por Ralf Harpuder, recuperado de: https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/voyage-of-the-st-louis ).

Abundan en la red —y fuera de ella— muchos archivos que recogen información sobre el holocausto; en uno de ellos se dan detalles sobre el dramático viaje del St. Louis: «El MS Saint Louis, un trasatlántico de la compañía naviera germana HAPAG, levó anclas el 13 de mayo de 1939 con 937 personas a bordo; 930 de ellas de confesión judía y esperanzadas con la idea de conseguir asilo temporal o permanente en Cuba. Dos semanas más tarde, cuando el buque se acercaba a La Habana, las autoridades de la isla prohibieron el desembarque, rompiendo su promesa de acogida por razones de política interior —¿burocracia, corrupción, antisemitismo?— que los historiadores todavía someten a debate». (recuperado de https://www.dw.com/es/el-dram%C3%A1tico-viaje-del-ms-saint-louis/a-18431852 ). En esta página se refiere, además, que gran parte de aquellos desventurados emigrantes que habían puesto su esperanza en la travesía del St. Louis, a su regreso a Europa, terminaron sus días perdiendo la vida en campos de concentración nazi. Eran inocentes, solo amaban la vida. Y lo peor: nada sabían del peligro que les acechaba. Al respecto, leemos lo siguiente: «Aunque el capitán Gustav Schroeder, timonel de aquella nave, es recordado por haber hecho lo humanamente posible para que los 907 pasajeros restantes no retornaran a Europa, las opciones a mano se agotaron pronto: el 17 de junio, el trasatlántico atracó en el puerto belga de Amberes. Bélgica, Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos le dieron asilo a muchos de los judíos del MS Saint Louis. No obstante, más de 250 de ellos perdieron la vida en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial» (véase el enlace anterior). La misma desventura corrieron también otros grupos de pasajeros judíos que emigraron a bordo de buques como el Orduña, el Flande y el Orinoco (hubo muchos más), los cuales se prestaron a transportar refugiados judíos y cuyas rutas no tuvieron siempre un final feliz.

Hablemos, pues, de la real identidad del personaje llamado Ela Schatz. En la búsqueda de documentación referida a la compañías de navegación que cubrían las principales rutas Europa-Habana durante 1939, tuve la sorpresa de encontrar la tarjeta de navegación de una emigrante judía, ficha que aparece textualmente como «Documentos migratorios de Cuba expedidos a Ella Schatz», mujer de origen polaco que había obtenido pasaje a bordo del buque Orinoco, embarcación que salió de Hamburgo con destino a La Habana el 27 de mayo de 1939 transportando a doscientos pasajeros. La notica espeluznante viene ahora: cuando el capitán del Orinoco recibió información sobre las dificultades que otros barcos que transportaban refugiados estaban enfrentando en la capital cubana, desvió su buque hacia las aguas en las afueras de Cherbourg, Francia, donde permaneció durante días. Al final, los doscientos refugiados regresaron a Alemania, en junio de 1939. Se desconoce qué fue de ellos (recuperado de: https://collections.ushmm.org/search/catalog/pa1146652).

Había dado pues, con los datos personales de una mujer judía, polaca, refugiada, que (tal y como se lee en el documento firmado por Ralf Harpuder) posiblemente corrió la misma suerte que el resto de sus compañeros de aventura marítima. Entonces me pregunto si esa mujer de nombre Ella Schatz hubo de regresar a Europa, quizá para morir en un horno crematorio o en la cámara de gas. Resulta terrible pensar en el desconocido final de su desventurada historia. De todas formas, haya sido esta o no su suerte, os sorprenderé con una noticia que no aparece en ningún archivo: Ella Schatz no está muerta. ¿Qué? ¿Lo dudáis? ¿Y si os digo que lo podéis dar por cierto? Pues Ella Schatz, la judía polaca emigrante, viajera del Orinoco, ha sido inmortalizada en las páginas de Amanda dando vida a uno de los personajes protagónicos de esta novela.

¿Coincidencia? ¿Casualidad? Definamos conceptos: las coincidencias existen, claro que sí; opino que son puntos de energía en la trama cuántica del universo, puntos que se unen y desunen en la eternidad del tiempo; su formación no es fortuita, hay leyes que manejan las agujas tejedoras de la trama. Así mismo, no por obra de la casualidad —la cual no existe— nació en mi novela el personaje de Ela Schatz, gran amiga de Luis (este es el protagonista central), sabia y extravagante anciana que cuenta leyendas y escucha boleros en el gramófono, bebe té con galletas kosher y tantas cosas más. Ya estaba escrito en la Gran Trama lo que yo iba a escribir. Ela Schatz había pasado por la Historia para quedar, simplemente, aguardando el momento de regresar a la Tierra materializada a manos de una escritora de novelas romántico-paranormales (por darles un género a las mismas, cosa que no me gusta demasiado hacer, pues rechazo las etiquetas).

Ojo: a los lectores debo hacer dos aclaraciones previas que tienen que ver con el personaje en cuestión. La primera es que, en Amanda, el personaje es Ela y no Ella (es decir, no con dos «L» como solía llamarse la refugiada real del Orinoco); la segunda, mi Ela Schatz viajó a bordo del Orinoco, sí, pero a diferencia de su desafortunada inspiradora logró desembarcar en puerto habanero, si bien no precisamente en 1939 sino en época anterior. Y luego, ¿qué hay de extraño en todo esto? Yo solo buscaba un nombre para un personaje cuando apareció el ser real. Tal y como refieren las meigas y sabias que aparecen en Amanda, la rueca universal siempre gira y en ella se tejen hilos infinitos; por tal razón, si alguien andando caminos tropieza con el espectro de Ella Schatz; si algún superviviente a los caprichos del olvido recuerda que hubo una mujer real con ese nombre, le pido que crea, pues, que esa mujer no ha muerto.

Nota: podéis consultar las fotos de archivo en: https://collections.ushmm.org/search/?q=JEWISH%20REFUGEES:%20SEARCH%20FOR%20SAFE%20HAVENS%20(1933-1945)%20–%20Refugee%20Ships%20–%20Other%20Ships&search_field=Photo%20Designation

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About the Author

Rosa Marina González-Quevedo Valhuerdi (Matanzas, Cuba). Ensayista y narradora. Licenciada en Filosofía por la Universidad de La Habana (1984) con la tesis La filosofía de Baruch Spinoza y las ciencias del siglo XVII, y Licenciada en Lengua y Literatura Románica y Latinoamericana por la Università degli Studi “L’Orientale”, de Nápoles (2009), con la tesis Il “Libre dels tres Reys d’Orient” nella tradizione agiografica spagnola di carattere giullaresco. Profesora de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana desde 1984 hasta 1993. Fue miembro del Centro Arquidiocesano de Estudios del Arzobispado de La Habana y del consejo de redacción de la revista Vivarium, órgano del mismo. Ha sido profesora de español en el Instituto Cervantes de Nápoles, así como en diferentes institutos superiores estatales italianos. Entre sus publicaciones están: Antología del positivismo en México (Universidad de La Habana, 1992); Teilhard y Lezama: teología poética (Ediciones Vivarium, La Habana, 1996); San Manuel Bueno, mártir: leyendo con Unamuno (IF Press, Roma, 2008), así como los cuentos “Ojos incrédulos” (Revista Vivarium, n. XIII, dic. 1995) y “Desdoblamiento” (Revista Vivarium, n. XXII, junio 2000). Actualmente reside en León, España.

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