Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
Existen buenas, medianas y malas costumbres. Es posible que la mezcla de todas conforme la idiosincrasia de un pueblo. En cambio, cuando las personas emigran a otras tierras, donde hay diferentes comportamientos, entonces surge un arcoíris costumbrista, donde hay parte de mezcla, adopción e integración. Recuerdo un proverbio de mamá, probablemente con un matiz gallego de nuestros abuelos, “Al país donde fueres, haz lo que vieres”. De niño recuerdo algunas costumbres de los españoles, los haitianos y los chinos que, en la parte oriental de Cuba, nuestro Santiago de Cuba, eran las nacionalidades emigradas más arraigadas. No quiero extenderme y si circunscribirme a lo que hemos visto y vivido en Canadá, tierra de inmigrantes, y en específico la ciudad de Montreal.
La cantidad de etnias diferentes en Montreal es asombrosa, casi de todos los países hay representantes. De Latinoamérica los países más representados son Chile, Perú y El Salvador, debido al éxodo por las guerras intestinas sostenidas tiempos atrás en esos países. Luego hay unas decenas de miles del resto de nuestra América. Cubanos, creo, somos tres a cinco mil paisanos, como la inmensa mayoría no tenemos trato con el consulado cubano, pues resulta difícil saber a ciencia cierta cuántos somos.
Lo primero que resalta de nosotros es nuestro acento del español, que tiene cierta similitud al acento del puertorriqueño, dominicano y venezolano. Nuestra forma directa y sencilla de establecer relaciones amistosas y de gesticular un poco cuando nos expresamos. Y empecemos por ahí, el canadiense autóctono, de descendencia francesa o inglesa, es mucho más cuidadoso, a tal punto que para nosotros resulta inconcebible tener vecinos por años, sin que hayamos cruzado unas palabras. Dentro de otras comunidades, sobre este aspecto, resalta el italiano, que es más dable a comunicarse, aunque por ser una comunidad que emigró fuertemente a raíz de la Segunda Guerra Mundial, se ha identificado con las costumbres autóctonas, que a su vez tiene raíces también europeas, salvo la verdaderamente autóctona, es decir la que proviene de los indios primarios canadienses.
El invierno, entre otros factores, hace que no nos visitemos asiduamente como en Cuba. Que en el metro hablemos a nuestro interlocutor pegado al oído, no siempre, pero el medio nos obliga. Que no miremos fijamente a las personas por largos períodos de tiempo, si las miradas se cruzan, ok, pero, si la otra persona nos vuelve a mirar y se percata de que estamos observándolos, no les gusta, debemos cambiar la vista. Los jóvenes no piropean a las chicas en las calles, ¡Jo Jo!, cuidado, se pueden muchas damas sentir ofendidas. Cuidado en la forma en que le llamas la atención a tus hijos, y evita castigarlos físicamente, cualquier vecino puede acusarte con la policía por escándalo o maltrato.
Algo significativo y que explico a nuestros paisanos que vienen de visita es que, cuando conducimos el auto y llegamos a un PARE (STOP), siempre el primero que arribó tiene la preferencia, desde luego, pero si llegamos al unísono, el autóctono regularmente nos cede el paso. Para algunos de nosotros es una habilidad haber pasado primero, pero para la otra persona fue él, el más gentil al dejarnos pasar y darnos la preferencia. Así de distintos son los conceptos y costumbres a veces.
Mis hijos me requieren a menudo por dirigirme a alguna persona sin conocerla y entablar una conversación, pero es que mi personalidad y mis arraigos a menudo me traicionan. Nada, que resulta difícil de viejo hacer lo que decía mamá, “Al país donde fueres haz lo que vieres”.
©Mario Blanco. All Rights Reserved.