Literatura. Relato. Ficción ontológica.
Por Andrés R. Rodríguez.
“Calla si no has de decir algo mejor que tu silencio”
Nietzche
—¡Ya soy grande! ¡Soy un igual entre iguales! !He llegado a ser igual que los héroes de mis sueños! ¡La igualdad es la justicia del Cosmos!! Llegare as ser igual que tú, padre!
—¡Te equivocas, pobre loco! La igualdad en el Cosmos es equivalente a muerte, muerte entrópica, muerte encristalada. En la humanidad, la masa se impone y a tu alrededor se han enfocado en preocuparse mucho por la igualdad, esa preocupación obsesiva de los medios y los mediocres, pero rara vez de los superiores o los inferiores. El mejor método de ser bueno, de superarse, es compararte con el que fuiste ayer y superarlo. ¡Superar tu virtualidad! ¿Pero cómo hace la humanidad a tu alrededor y en tu momento? La masa humana ocupa la mayor parte de su tiempo en oropel, vanidad y envidia, en repetir lo que hace el de al lado, a veces se encharca en estúpida mediocridad. La carcome el orgullo, el comadreo y pierde todo el tiempo en regular a los excepcionales, ponerles montura y brida, y regalar a los muchos en fiestas lo que crean los pocos en sus desvelos. Así, va dilapidando su potencialidad. La creatividad nunca fue adorno de vanidosos o envidiosos. La envidia y la vanidad son expresión de falta de creatividad y son creaticidas. Por ello, la humanidad se parece más a sus medios, siempre es mucho peor que sus mejores y mucho mejor que sus peores. Pero lo medio no es un balance entre los extremos.
Si la humanidad fuera como sus mejores, ¡felicitaciones!, construiría un reino celestial, imperio de la sonrisa, la belleza y la bondad. Si la humanidad fuera como sus peores, ¡horror!, destruiría más rápido que construiría, y sería un caos cámbrico, un imperio del colmillo, la fealdad, la crueldad, la maldad. Lo que quiero para ti, hijo, es diversidad con discernimiento de lo mejor. Que ya sepas, la vida no es igualitaria, por el contrario es discriminatoria. Cierto es, sin embargo, cuan injusta suele ser la histórica desigualdad impuesta desde las atalayas del poder, facilitada por el atrincheramiento en territorios reservados a la fuerza para uso exclusivo de algunos que llegaron antes, mas ello no justifica que quieras igualdad de tabla rasa en lo social y que en lo personal quieras ser igual a quien, cuando tú llegas, ya se va. En el cosmos, ya te dije, igualdad es la muerte eterna en cristales de átomos iguales, y vida es ruptura con ello para evolucionar en y hacia la diversidad de las moléculas orgánicas. Vida implica deslindarse de la masa de hidrógeno y helio que eternamente ocupó las inmensidades que no podían administrar, la energía que las atravesaba, por ello fueron y son subsistemas disipativos, de entropía nunca domada. Más la vida emergió desde aquella masa igualada, encristalada, y vino a ser el todo complejo que tú eres, un carnaval de organicidad y juguetonas moléculas que te hacen vida y sistema.
¡VIDA! ¡SISTEMA! ¡Está muy bien que quieras llegar a ser como tu padre, por tu empuje, pero muy mal que quieras sobrepasarlo emboscado en el tiempo y aprovechando el descenso de su ímpetu. Si yo fuera de tu cualidad, correctamente creerías que la ola de tu vida sobrepasa la vitalidad gastada de tu predecesor, pero conmigo no es así, pero de ti para con los que dejas, sí. Debes saber que ya tus hijos se preparan en tus testículos para sobrepasarte, y solo si así lo aceptas como tu destino, ello será tu felicidad. En la medida que no lo aceptes y comprendas, serás infeliz. Subí Yo, tu padre, por el plano inclinado de la playa, cuando aún creía que caería y tú vendrías detrás, y no me desesperé por ello. Pero no ocurrió, el cosmos tuvo una metamorfosis, parió, dio unas vueltas de tuerca en su perfectibilidad. Hasta que esa alquimia no te toque, hijo, si tu pretendes sostenerte más de un instante en lo más alto de las olas del cosmos, bajaras llorando hundido en la masa del mar que pareció lanzarte arriba y esa masa ya no será de cristalina agua sino que tendrá la turbiedad de las lágrimas. ¡No lo pretendas!, ¡ya no serías solo un pobre loco, sino un asesino convicto y prisionero, en espera de veredicto, odiado a muerte por jueces, fiscales, jurados, carceleros y verdugos!
—¡Ya soy grande! Desde la altura de mi ola mire por encima de la cima de todas las otras olas, mire por encima de la altura de la playa a la que me dirigía y sé que con mi energía puedo tocar el jardín detrás de las dunas de la playa…
—¡Te equivocas, pobre loco! Eres la séptima ola, más alta que el común, sí, pero si con la garrocha de tu genética y aislado en tu personita, crees poder tocar el jardín detrás de las dunas, malgastarás y disiparás tu vitalidad en la intermedia arena calcinada y el sol te convertirá en inútil vapor de agua. Eres la séptima ola, la más alta, donosa, egregia, pero solo empujada (la ola que eres) por la energía de la tormenta. Y así podrás hacer cambiar el empuje del oleaje humano y la estructura que el cosmos adoptó en esos montones de arenas cinceladas por olas, milenios y vientos, que quieres sobrepasar de un brinquito. La playa es la masa muerta de muchos otros de estatura de granos de arena. Si te atormentas y los sobrepasas revolucionariamente, tomaras la Bastilla y serás un Robespierre o uno de sus pobres continuadores y variantes: Dantón, Napoleón, Christophe, Mussolini, Stalin, Mao, Franco, Castro, Pol Pot. Serás otro pobre demente intelectualillo degradando lo diverso del ecosistema humano a tus preconcepciones, cincelando humanidad con palabras afiladas para tallarlas según tu ideal, tan afiladas que son puñal más que cincel. Jardín escardado con puñal es violencia llamada a gobernar. Así, te enterrarías en la inercia de la historia. Solo si te organizas en un sistema ¡en Evolución! ¡Evolutivo! ¡Evolucionante!, llegaras alguna vez al jardín detrás de las dunas, serás un fundador, pero no habrá una manera única, y tendrás muchas caras y aristas cambiantes, transientes, podrás tener algo de un Buda, un Cristo o un Confucio, un Sócrates, un Pitágoras o un Platón, un Bruno, un Colombus[de Colón el dedscubridor] o un Einstein, originales, despistados, contradictorios, diversos, prospectivos, creativos. ¡Pero posiblemente no llegarás a las dunas de un solo empujón, sino cabalgando en tus genes, en tus nietos! Eres mi hijo de cuando yo era casi un ser humano y sé por qué para ti será difícil encontrar un equilibrio dinámico y poner en un mismo canasto cultural cosas que a veces parecen tan contradictorias, pero intenta alcanzar la sabiduría con: ¡Diversificación!, ¡no igualación!; ¡Inclusión!, ¡no exclusión!; ¡Evolución!, ¡no Revolución!
—¡Ya soy grande! Te pienso, y mi alma se expande en tí y…
—¡Te equivocas, pobre loco! Mientras más me pienses, incluso mientras más me comprendas, más probable es que los que se dicen “escogidos” previo a ti, que afirman haber pensado y creen haber comprendido primero y más profundo que tú, envíen una jauría lobuna a tocar a tu puerta en noche de cuchillos largos y al amanecer pretenderán quemar tus pensamientos e ideas dentro de tu pobre cuerpo en una plaza pública. Y negaran que ellos sean sacerdotes drogados de poder, enviciados en mirarse en el espejito mágico que les cultiva sus vanidades, y dirán que ellos tienen los mandamientos, pero no dirán que tú eres su reo. Mientras más me pienses fuera de los dogmas que te rodean, más extranjero serás en la mansa masa de los domesticados y más satisfacción del deber cumplido sentirá el verdugo cuando levante la guillotina en el intento de hacerte un odre vacío de espíritu y más alto gritará entonces la morbosa masa asustada al pie del cadalso, que tú eras un loco…
—¡Ya soy grande! He desarrollado mi potencial. Mi brazo es largo y puedo derribar las frutas más altas; mi brazada es enérgica y puedo salvar al que se ahoga en la crecida; mis piernas son fuertes y puedo escalar por escabrosos senderos de la montaña y hasta del abismo salir…
—¡Te equivocas, pobre loco! El crecimiento programado de tu cuerpo solo te lleva a un umbral, y con nada más eso, si la corriente es muy fuerte, a ti también arrastrará. Si solamente creces en brazos o piernas, has quedado encerrado en una cárcel genética y corpórea y tu alma quedará acotada en la bestia. Si deseas ascender, tu crecimiento deberá seguir los caminos del espíritu. Cuando tu cuerpo deje de crecer, es que comienza el verdadero crecimiento de tu personalidad y de tu alma…
—¡Ya soy grande! He escalado la montaña…
¡Te equivocas, pobre loco! Ascendiste a la cima de una pequeña colina que se dejaba domar, pero ni intentes subir por los más accesibles senderos de la montaña mágica, que nunca aceptó palafreno y montura…
—¡Ya soy grande! Sé abrir mi alma al bueno, y no oigo lo que dice el malo…
—¡Te equivocas, pobre loco! La amplia diversidad del Cosmos no puede ser reducida a opciones fatalmente duales, dicotómicas, maniqueístas. El bueno para una cosa no es bueno para todo y el malo tiene su lado bueno. Y a lo malo para extirparlo, hay que primero escucharlo y hacer que escuche, aun cuando luego que no habla ni escucha confrontarlo y solo luego que se reafirma en su error, encerrarlo en el calabozo de tus recuerdos.
—¡Ya soy grande! Muchos amigos me sostienen y apoyan y entran en mi casa y yo en la de ellos y comemos en el mismo plato.
—¡Te equivocas, pobre loco! Comen juntos pero no revueltos, como los animales de manada y ese es el rito que los une, los separa y estratifica. Olvidas el último resbalón, cuando una vez más quedaste solo. Y cuando estés resbalando otra vez, algunos de los que entraron plácidamente en tu casa por la puerta delantera y como amigos saldrán por la puerta trasera como enemigos e irán sin avergonzarse a la madriguera del sabueso para denunciar tu escondrijo y renegarán de ti, negarán lo que hicieron juntos y te apuntaran con el índice con certeza de láser. Y si tu vigor no te sostiene muy por delante del sabueso y la jauría que te persigue, tu carne alimentará la manada ciega que aunque no esté hambrienta, te morderá con saña y tus despojos quedarán en el campo para la miserable rapiña.
—¡Ya soy grande!, dirás, y mi palabra es verso y me siguen multitudes…
—¡Te equivocas, pobre loco! Si hablas tanto es porque tienes tantas o más dudas y cada palabra que pronuncias es el origen de por lo menos dos dudas adicionales, la tuya al tú escucharte y la de al menos uno de los que te escuchan. Mientras más hables, menos tiempo tendrás para meditar y encontrar la esencia de las cosas y menos y menos te entenderás tú mismo, y te entenderán los que de verdad te quisieran entender. El que cultiva la palabra corre el riesgo de irse convirtiendo en un profesional de la charlatanería, en equivocación convenientemente afilada, perfilada, lustrada y amaestrada, cada vez más estético, estático, cada vez menos ético, enfático y dinámico. Pero más estético según la virtualidad que llamas unas veces cultura y otras política, a las que te adaptas, te sintonizas, te sometes o te ningunean y aplastan y en esos laberintos te pierdes para tu origen, destino y para el cosmos. Olvida lo usual, olvida el discurso, olvida lo convencional, no intentes llegar a la verdad de un sablazo, en el tumulto, con la palabra. La verdad plana de ayer es solo media verdad mañana y posiblemente una falsedad al otro día. La verdad no se decanta en la corriente tumultuosa, muchas veces fangosa y sanguinolenta, sino en milenario diálogo destilado gota a gota, en el lento beso que viene de la estalactita y que espera por milenios la estalagmita. Busca nada más el pensamiento recto como la luz, así encontrarás cómo se mueve la verdad por las galaxias… y llegarás al manantial de la luz, donde ya no habrá locura conveniada que te acorrale, sombra de duda que te persiga, ni mentira que te confunda y avergüence. Ese es el camino que nace en cada paso, el sendero que se hace en cada huella que lo holla. Así se cultiva la energía que mueve a las estrellas…
—¡Ya soy grande! He acumulado títulos y recibido premios…
—¡Te equivocas, pobre loco! Los títulos habilitan, pero la capacidad solo sale del horno de la vida. Tu ego sobrepasa a lo que eres. Tus títulos son solo alimento para la alfombra roja, eres doctor, pero no eres docto, y tus premios son parte de una burla y de pequeños negocios entre bufones de cortes, predispuestos a la genuflexión y la comedia. Lo que llamas educación ha sido amaestramiento y lo que dices comprensión no es más que repetición. Has dejado que mentes miopes y mediocres desmiembren tu esencia divina y unitaria, te han preparado para que toques una que otra nota musical, en una comparsa desafinada y contradictoria, que los detentadores del poder quieren hacer oír como un concierto para sus vanaglorias. Pero el oropel no le da brillo al alma, es solo un desfile de máscaras.
—¡Ya soy grande! He cantado para mi público lo que mi corazón creía y ellos me creyeron…
—¡Te equivocas, pobre loco! Si intentas comunicar íntegro lo que tú piensas, te recluirán en un sanatorio. Solo te ensalzarán si dices lo que el promedio piensa, lo que está aceptado por los guardianes del poder, que te llevarán poco a poco a ser como ellos, mercenarios, becarios adaptadizos, inmorales, repetitivos e incultos. Si vas en el rumbo del poder establecido, te llamarán cantor. Si vas en su contra, enviarán sus jaurías a tus conciertos y te colocarán etiquetas: desafinado, tonto, payaso, te dirá la turba de desafinados, tontos y payasos. En todo caso, tu canción no atravesará incólume los barrotes del poder. Tu do y tú si no pasará más allá de las cimas y los siales con que los censores te acotarán incluso antes que tu arpa cimbre entre el oropel de la fiesta oficial, donde tocarás sin avergonzarte la partitura que te ordenen y cuando estés arrodillado, pintarrajeado y lloroso, dirás que no eres bufón, sino juglar y que eso es necesario para luego llamarte y hacerte llamar artista. Necesitas los aplausos para acallar tu vergüenza, tu mala conciencia. Protestas contra nimiedades pasadas, pero no contra la injusticia ante tus ojos y ni intentarás abogar por lo integral que debiera pasar, por la justicia del cosmos. Cantaste lo que la multitud quería oír, pero tu oíste primero a los pequeños bufones enviados por los nebulosos y grises detentadores del poder y callado te dejaste reducir para que te permitieran lanzarte a decir tus enanas verdades amordazadas. Y luego mentiste, cuando afirmabas que a todo trance buscabas la sintonía con tu público, con la masa y lo peor de todo, bien sabías y sabes que nunca jamás el que por las lentejuelas se preocupó, la verdad encontró…
—¡Ya soy grande! Mi cerebro razona y entiendo cómo funciona el mundo…
—¡Te equivocas, pobre loco! Lo que tú llamas razón es una red debajo del trapecista que se balancea entre tus neuronas. Es un mero convenio tejido para no caer en el vacío del cáncer social entre los que te preceden, los que te rodean y los que te sucederán. Lo que tú llamas mundo es una pequeñísima parte del universo, adaptada por la mano de tus ancestros a ser a la vez tu cuna y tu sarcófago, un pequeño coto de caza para tu alma lobuna. Si quieres conocer el fondo de los abismos del cosmos, debes pensar por fuera de los convenios, arrancarte del alma visiones maniqueas, unilaterales y estrechas, convenios miopes, tu lógica zoológica. Y no pretendas que eres recto porque volar por un camino lineal es una quimera ya que el cosmos es trama. La luz, parece moverse en línea la recta, pero en verdad rebota y rebota tanto que lo luminoso es reverberación o no es. Al ojo le es vital el aleteo, la sombra jugueteando con la luz y la curva de la pestaña. No mires a los ojos del Sol, porque tu retina sería quemada en segundos, aún no estás preparado para tal interrogación. Es tu ojo pineal y el oído de tu corazón los que están habilitados para alguna vez escuchar los murmullos del Logos, mas si tu arrogancia e ignorancia, tu cuido o descuido, tu idiotez y egoísmo, impulsan a tus ojos hacia un insistente mirar, entonces serás otra mariposilla quemada.
—¡Ya soy grande! No me importa comer o dormir, vivir o morir. Ya no ambiciono la mordida y no temo el zarpazo, ya no soy otro animalillo.
—¡Te equivocas, pobre loco! Puedes controlar cómo funcionan ciertas de tus vísceras y esfínteres, a veces puedes manjar tus fluidos decentemente, darle un ritmo sostenido al flujo de tu pensamiento. Pero solo dominas por un tiempo tus esfínteres y vísceras, tu pensamiento es leve sueño y resultado del funcionamiento de una víscera caprichosa e inestable y en cuanto a tus esfínteres, en una situación extrema, pueden lanzarse en estampida cuando menos lo esperes…
—¡Ya soy grande! He besado los labios de la más bella princesa y ella me besaba…
—¡Te equivocas, pobre loco! No te besaba a ti, sino que tú fuiste su instrumento, una imagen en su espejito mágico y para ella una casualidad que sus hormonas vistieron de príncipe…
—¡Ya soy grande! Tengo hijos más grandes que yo mismo…
—¡Te equivocas, pobre loco! Espera a que crezcan, a que la tempestad los lance desnudos a una isla desierta, a que un dragón los quiera incinerar con su sonrisa, a que tengan ante sí el porvenir y torpemente avancen hacia tu pasado… ¡Espera! Tal vez sean unos pigmeos morales y te nieguen… te entierren… te degraden en ausencia… hasta te despedacen en vida…
—¡Ya soy grande! Cuando leo, ya sé todo lo que va a decirme el libro, y respondo con respuestas más que con preguntas.
—¡Te equivocas, pobre loco! Nada más lees cosas al alcance de tu humano entendimiento, espera a que tengas que leer lo que nunca se redujo a letra, palabra o verbo, porque los sustantivos y adjetivos son breves e imprecisos, escalones para conceptos a la escala de galaxias, el Logos… ¿Qué sabes tú del Logos?
—¡Ya soy grande! Mi mente es capaz de pensar el infinito, el cosmos…
—¡Te equivocas, pobre loco! Tienes una muy remota idea de la profundidad, cantidad y cualidad del cosmos. No puedes imaginar lo que a tu mente no está permitido comparar por tus proporciones acatadas por tu esqueleto y tu humana experiencia que no ve más allá del límite del bosque. Algunas concepciones como INFINITO, UNIVERSO, AMOR, DIOS (tal vez todas esas palabras son distintos vocablos de un mismo concepto) son tan enormes que no caben en tu mente individual, homínida y apenas son rozadas de alguna manera por la mente colectiva, la cultura, donde se manejan como sueños, como propuestas, como conceptos-utopía. Se llena el vacío en su comprensión con mitos, leyendas, imaginaciones y el llanto de no comprender. El cosmos es el Holos y el Logos, pero de ello bien poco puedo hablar contigo. Crece y cuando habites algo más que un edificio de carne egoísta, lo discutiremos…
—¡Ya soy grande! Mi sueño te alcanza…
—¡Te equivocas, pobre loco! Tú sueñas con pompa y boato e interpretas lo irreducible, a la escala de pequeñas ensoñaciones, y estimas que si te haces de la batuta ordenadora tendrás en tus manos una varita mágica. En el cosmos unos no compiten con otros, no hay Olimpiadas ni medallas. No me alcanzarás porque no competiré contigo ni con nada. Cada instante de lo eterno compito con el más difícil de vencer y lo venzo, lo bajo en mí. Así, es que me alzo desde mi estatura, eternamente en una olimpiada solitaria y tensamente silenciosa. Si lo intentaras, puede que alguna vez serías mayor que tus limitaciones. Deja de compararte y alguna vez serás incomparable… Deja de querer crecer ascendiendo hacia arriba, el crecimiento es hacia dentro y pulsante, es palpitación, un equilibrio de lo hacia adentro y lo hacia afuera. Crecer no es hincharse, sino desembarazarse de toxinas… crecer es destilarse.
—¡Ya soy grande! Puedo estar en armonía entre las dualidades…
—¡Te equivocas, pobre loco! El movimiento del cosmos no va hacia derecha o izquierda o hacia arriba o abajo. El cosmos evoluciona multidireccionalmente en y hacia la perfección. Los maniqueos que creen que lo bueno está hermanado en dualidad irrompible con lo malo, aceptan que cada vez que nazca una flor nacerá al menos una espina. Ese polen ya está envenenado antes de volar y esparcirá más espinas que pétalos y los malos renacerán multiplicados en todos los surcos y en todos los vientres, aunque se les escarde una y otra vez y alguna vez llegarán a tu playa cual tsunami y no dejarán piedra sobre piedra del castillo de arena donde pretendías se había refugiado tu bondad sin desazón, de tu amada el corazón y mi razón. Te equivocaste porque, donde guarnecías la princesa encerraste a la bruja. La “cosa en sí” del cosmos es la emergencia, la evolución. Evolución que solo puede desembocar en lo integral, en lo perfecto, a la vez inteligencia-bondad-belleza. Si fuera cierto un cosmos fatalmente dual, maldecidas estarían todas las estirpes cósmicas. Si en tu experiencia mundana al día siempre ha seguido la noche, ello no quiere decir que en el cosmos la fértil luz fatalmente se alterne con la estéril oscuridad… El cosmos es un jardín sin fronteras inundado de Evolución, que en algunos rincones se cosecha como vida.
—¡Ya soy grande! Hablo contigo y me respondes….
—¡Te equivocas, pobre loco! Crees que hablamos, pero tú dices lo que imaginas y no lo que sabes, mientras yo te digo lo que sé y no lo que imagino. En realidad, yo he hablado pero también he hablado con mis acciones y mi silencio y en todo momento mi intención es evitarte tropezones y ampliar tu horizonte, mientras tú has hablado intentando callar mi pensamiento, cercenarlo para llevarlo a tu estatura. ¿Es eso una conversación o la extroversión de un pobre e insano enano, que no se puede conformar ni con su humanidad, mucho menos con su pigmeinidad? Hablas en nombre de tu sombra y la vistes de demiurgo para creer que tu fútil monólogo es fluido diálogo. Sigues siendo animalillo que deja su sueños se volatilicen más que el humo de la hoguera y despierta en la mañana desnudo, aterido y con su cuerpo roto en su intento de ser Ícaro. De la impensada manera que te haces de alas, caerás y caerás y nunca, nunca serás Prometeo. Lo que es esencial al Logos está más allá de la palabra, más allá de la idea, más allá de tu sueño más elevado. Solo atrapas unos átomos de la verdad universal, unas migajas del festín cósmico y te crees que somos pares y que estás dialogando conmigo ¿Hemos dialogado? Iluso, a tus dudas respondes con tus dudas y a tus migajas de saber le llamas hogaza de sabiduría. Lo esencial está tan lejos de tu entendimiento que le llamas vivir a tu bajeza carnívora. Ves unas gotas de mí y le llamas catarata. La cascada del cosmos no se mira en el espejo de la laguna hacia la que va y las gotas que despide ya no son parte de la cascada, sino su virtualidad…
El demiurgo había levantado su voz de órgano, que se oyó en todos los rincones de aquella galaxia y entonces quedó callado un tiempo indefinido, tal vez siglos, quizás eones. Luego, unos efluvios de su dolor invadieron aquel sector del universo, y eso era lo que deseaba comunicar a su retoño, entre confundido y rebelde. Y ese dolor sagrado e inmenso fue levadura para la metamorfosis del cosmos. El aprendiz de demiurgo, después de meditar muchas generaciones, respondió preguntando:
–¿Pero cómo? ¿Pretendes que existe una inteligencia-bondad-belleza ¡¡¡ABSOLUTA!!?
Otro largo silencio. Eones. Luego Él habló:
–No lo pretendo, lo soy, por eso Soy grande…
–Comprendo —y al aprendiz de demiurgo se le iluminó el rostro— por eso a cada tormenta me enfrento con la mayor esperanza de que amainará, de que desde la esencia de mis átomos voy hacia esa inteligencia-belleza-bondad, que no es una quimera. Cada noche me acuesto con la fe de que en la mañana volverá la esperanza a hacer ondear la bandera de mi asta… y que voy hacia ti… qué eres… ¿Dime tú, entonces, qué eres?
—Soy el candil del umbroso camino y no tengo mañana ni noche, porque luz fui, soy, seré. Soy porque no me preocupa estar ni ser; soy porque fui y seré; y no busco la fuente porque manantial soy; y bebo de mi sed en cualquier momento del camino; y me emborracho de la felicidad que llevo en mi ser, e irrigo e irradio más vida porque semen y óvulo soy; y el maná irriga los surcos que ha pisado mi luz y soy realidad porque no me permito pesadillas, solo tengo un eterno sueño: evolucionar, emerger, moverme por lo perfectible hacia lo perfecto; avanzo porque no intento moverme por un camino sino por todos; soy el todo porque no me ato a lo parcial, salí de la nada porque nada me ata…
Entonces el rostro del aprendiz de demiurgo, dejó ver su inmadurez, su falta de estatura cósmica, y que solo era un hijo de hombre.
—¡No Padre! ¡En eso te engañas, alguna vez deseaste un hijo como YO!
—¡No! Cada paso que he dado hacia ti ha sido alejarme de mí. A veces dudo de si el Nirvana es solo un dolor eterno que ya no percibe la herida. Aunque nos duela, ya no puedo descender a ti sin romper los equilibrios del cosmos, mas tu puedes sin gran daño ascender a mí por los escarpados caminos de tu emerger, de tu evolucionar. Soy tu genitor, sí, porque soy el todo, soy la ataraxia, madre, padre e hijo de las galaxias, la triada de la evolución. Te vi nacer en mis raíces, asombrado sintiéndote rebelde retoño que me sigue y persigue, y a mi pesar he intentado buscarte. Cada vez que he cedido, que he descendido aunque fuera en un leve pensamiento hacia ti, he perdido en igual proporción mi eterno equilibrio, y cada sueño que he tenido de ti ha sido pesadilla en mí. El cosmos se ha enturbiado con las cenizas de tu ego. Porque estoy en la eternidad, Logos soy, y tú lo sabes y me envidias, me niegas y hasta me maldices. No he recibido felicidad de ti, nada he recordado algunos dolores de cuando yo fui como tú ahora, pequeño brote que se negaba a ser polvo en los caminos de algún rincón del cosmos. ¿Cuándo dejarás de ser lo que eres y comenzarás a ser lo que no eres, lo que ya soy? No puedo responder por ti, más te digo que alguna vez ascendí llorando por la escalera de la carne, ciego, sordo, mudo, solo supe qué era cuando ya fui… mi padre y mi madre fui yo, y cuando comprendí al Holos, ya dejé de intentar comunicarme cimbrando una pequeña arpa cárnica y mi voz dejó de intentar invadir un pequeño entorno inmediato y mis ojos ya no fueron más visores, se cerraron para lo nimio y presencial y se abrieron para lo esencial, holístico, futural. Desde entonces la luz salió de mi pecho y fui el vidente que dejó las sombras a su espalda y fui maná porque fui Logos…
Una gran lágrima brotó de la nada y navegó hacia ningún lugar. Fue un diluvio del que nació un mar en el desierto que ya no lo fue más. Aquel líquido seminal fertilizó alguna nebulosa, la volvió láctea, y del polvo de estrellas hecho barro maleable nació uno que no había nacido.
De la nada nació la masa moldeable de un ser, que se coció bajo la mirada de un palpitante sol que se entregaba en cuerpo y alma a calentar sus criaturas. Adentro de aquella matriz, el aprendiz de demiurgo alguna vez se atrevió a mirar lo invisible, olvidando lo epidérmico y sus convenios-mentiras. Y su pensar se hizo inclusivo, progresivo, recto porque no se repetía rectilíneo, ni monótono, sino que avanzaba sistémica y holísticamente, en red, prospectivo. Y porque cerró sus ojos y sentidos y habló en silencio y torpemente, lloró él mismo porque ahora sabía llorar pero no por qué lloraba. Fue entonces que se atrevió a poner un pie sobre otro escalón de la escalera de carne y hueso, temblorosa carne y temblorosos huesos, que no iba hacia arriba, ni hacia abajo, ni hacia futuro, ni hacia pasado. Y fue hacia Él, hacia adentro, que ya era y así fue.
!!!!!!!!!!!!!!!!Oh Dios mío, así fui tú, escardando mis defectos, cultivando tus afectos, hundiendo mis raíces en la insaciable hambre perfeccionista de tu espectro!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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