Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
Todo marino ha tenido ante sí la tarea del título, y por ser estas mis añoranzas desde niño al haber leído 20 mil leguas de viaje submarino y las novelas de Melville que me impregnaron la añoranza por la mar, tomo como brújula a menudo los términos marinos para hacer aflorar mis meditaciones e ideas. Tomar o partir de un ejemplo es siempre en las narraciones muy ilustrativo, pensemos en Cristóbal Colón en el octubre de 1492, después de varios meses de su partida desde el puerto de Palos, la tripulación agotada y con signos de amotinamiento y casi sin avituallamiento, avistar el puerto salvador que lo conduciría a la gloria.
El significado coloquial del título lo podemos expandir al curso de nuestras vidas, y así ha sucedido en múltiples ocasiones con nuestras familias, o como los animales con su manada desplazándose por las praderas en busca de mejoras, ellos de alimentos, nosotros sobre todo de libertad y futuro.
Y así fue cuando en 1997 “levé anclas”, hastiado del régimen que me amordazaba y me había “significado” a través de la seguridad del Estado con el calificativo de, “no confiable”, lo que políticamente es un señalamiento limitante al punto de que me prohibió un cambio de trabajo y conllevó a quedarme desempleado un par de meses. Y una vez más Polonia, ya antes en mi juventud había “carenado” en sus playas y me permitió hacer la universidad en sus predios, ahora me tendió el puente para con la buena suerte y el mejor olfato, dirigirme a Canadá y más tarde, “atracó” también el resto de mi nave, mi familia, a este puerto norteamericano de Montreal, seguro, tranquilo y protegido de las tempestades ideológicas.
No es nada nuevo la inmigración, los hombres la han practicado desde tiempos inmemorables, pero lo que sucede actualmente es algo sumamente preocupante, y en el caso específico de Cuba donde en este mismo año que apenas llega a septiembre, han emigrado más personas, unas 180 mil, que las conjuntas del Mariel en 1980 y la crisis de los balseros en 1994, y tanto más preocupante que la inmensa mayoría son jóvenes dejando no solo al país de política fracasada, sino dentro de muy poco será un país de ancianos.
Sí, satisfecho de haber conducido mi nave a buen puerto, o como me dijera mi hermano Ángel en el 2013 cuando lo invité y pudo apreciar la belleza como país y sistema de Canadá, “Mayín, tú fuiste el Cristóbal Colón de la familia”, ninguna otra frase me ha enorgullecido más, y como todos tenemos nuestro ego, mi corazón latió con fuerza, pues después vinieron llegando otras naves que componen parte de la flota grande familiar que hoy disfruta de libertad y progreso en el puerto canadiense de Montreal, donde la familia ha crecido, hoy con seis nietos y múltiples sobrinos-nietos.
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