Ya ha transcurrido algún tiempo desde la mala noticia. Dicen que el tiempo lo cura todo. ¡Mentira! Hoy estoy peor que aquel día en que me enteré de que uno de mis hijos tenía orden de deportación. La primera reacción fue: “No, hombre no, eso no es posible…, en este país…, las instituciones…, la Constitución… tiene que ser un error”. Delio Regueral entró legalmente en este país con una visa “waiver” en su pasaporte español (es hijo de un nativo), que era, en aquel momento, uno de los tres requisitos que permitían a una persona –demostrando que había nacido en Cuba (segundo requisito) y que después de permanecer un año y un día en territorio de Estados Unidos (tercer requisito)– acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. Así obtuvo su permiso de residencia permanente y no tiene antecedentes penales. Por esa vía entraron decenas de miles de cubanos que felizmente siguen viviendo aquí.
Reconozco que ha sido un privilegio, pero también estoy consciente de que Estados Unidos también ha contado con la iniciativa, el empuje, la inteligencia, el tesón, la creatividad, las ganas de ver el resultado del esfuerzo, la experiencia y más cosas de un grupo enorme de personas que por aire, tierra y mar “invadieron” lo que entonces era un balneario de baja densidad demográfica, y lo convirtieron en el sitio de renombre mundial que es hoy.
A Delio se le ha negado la ciudadanía estadounidense y tiene orden de deportación. ¿Por qué Delio ha sido escogido para este “escarmiento”?. Me viene a la mente la palabra en boca de Fidel Castro cuando justificaba el hundimiento del remolcador 13 de marzo. No puedo pensar otra cosa. Está clarísimo: “No nos quieren aquí”. También me viene a la mente el caso de nuestra Primera Dama que, igual que Delio, se buscó la vía legal para venir a este país a luchar, a labrarse un futuro, a traer a sus padres. Lo digo con todo respeto por ella, a quien admiro, no sin cierta compasión, porque no debe ser fácil dejar el mundo de la belleza, del “glamour” y de la moda para desempeñar el papel dificilísimo que el destino le deparó, y hacerlo muy bien. Lo que en 1994 era la ley, hoy ya no lo es.
Delio no tiene ya edad para empezar otra vez. Está en edad de prepararse para recoger el fruto de toda una vida de trabajo honesto, de ver a sus hijos graduarse de la universidad, de conocer a sus nietos, de dedicarnos más tiempo a su mujer y a mí, que lo necesitamos tanto.
No quiero terminar sin antes agradecer por su solidaridad a los buenos amigos, a los conocidos, a los desconocidos que conocen quién es Delio Regueral, a sus clientes, a importantes personalidades de nuestra comunidad, gracias infinitas a todos por su apoyo. Gracias por las formidables entrevistas al Canal 23, Canal 51, América TV, The Miami Herald, El Nuevo Herald (donde trabajé unos cuantos años), gracias a Ambrosio Hernández, a Jaime Bayly, por su calidez y optimismo y a otros que quizás yo no sepa o no recuerde.
El tiempo no lo cura todo, pero me va a servir para emplearlo en luchar hasta el 28 de enero de 2020, en que mi hijo tendrá su audiencia ante un juez. A finales de este noviembre 2019 voy a cumplir 87 años. Quiero ver a mi Delio en su casa, en su estudio fotográfico, trabajando como siempre; quiero morirme tranquila de saber que dejo a mi familia –tres hijos, 6 nietos y una nuera maravillosa– en un país que se pueda seguir llamando modelo de justicia, de respeto a los derechos humanos, de oportunidades de trabajar honestamente. Justicia para Delio es justicia para muchos que podrían estar en su lugar en algún momento, y paz para sus tres hijos, su mujer, sus dos hermanos, sus sobrinos y para mí. Somos todo lo que él tiene en el mundo. Y todos estamos aquí.
¡Ayúdenme! Es muy importante que esta información llegue a la mayor cantidad de personas. Tenemos que salvar a Delio. Cuento con ustedes. ¡No me fallen! ¡Por favor! ¡Gracias!
[Tomado de Neo Club Press]
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