Literatura. Música. Crónica.
Por Yalil Guerra.
Bastaba una canción y el suspiro de una melodía para enamorarse, y esta vez sí era para siempre, Don Bolero.
Escribo esta misiva un poco tarde, pues ya han pasado varias décadas que no sé de ti. No escucho tu aterciopelada voz, ya no te asomas galante en el balcón de mi vecino, ni te escucho en el rincón de Juana, sonando en su viejo radio en cada atardecer; hasta las gramolas que ofrecían lo mejor de tu repertorio dejaron de existir, como si un asteroide las hubiese pulverizado a todas. Ya no te acercas a las festividades de mi barrio donde a todos nos regocijaba verte alardear, gritando voz en pecho y entonado que eres tú, Don Bolero, “El Rey del amor”. Con el tiempo desapareciste de nuestras vidas. Hasta el amor suspira en un rincón, pues perdió a su mejor cupido y así, sin despedirte y sin excusa aparente, te marchaste. ¿Te has extraviado, Don Bolero, o quizás te has exiliado en tierras lejanas?
Rememoro fielmente que galante vestías tu traje de bongó y maraca; enamoraste a tantos que ya no puedo contarlos. Tu sabroso, lento y cadencioso ritmo unió en pequeños espacios a tantos extraños que, al escuchar tu música, se apresuraban a conquistar la pista para comenzar a bailar. Bastaba una canción y el suspiro de una melodía para enamorarse, y esta vez sí era para siempre. Nos quejábamos de no poder continuar esos eternos minutos que tú, Don Bolero, le otorgabas al amor. Tu melódica corbata y zapatos de charol entrevén colores de alegría en sol menor, futuros que sólo tú podías ver, como un hechicero con una bola de cristal. Tu eterno andar unía manos que se fundían hasta el alba y por la eternidad.
Bolero, ya no se escucha de ti. Dicen las malas lenguas que te has retirado a las sombras del olvido. Me cuentan que tu voz aún conserva esas tiernas melodías que mágicamente usaste para influir grandes voces, generación tras generación. Entre ellos recuerdo a Benny Moré con su sentida versión de “Cómo fue”, voz que enamoró a miles de corazones. También añoro a Bola de Nieve y su versión de “Aquellos ojos verdes”, la cual encandiló a tantos. La elegante y refinada Olga Guillot, quien con su voz aterciopelada interpretaba “Tú me acostumbraste” para acostumbrarme yo a ella. La peculiar manera de cantar de Rolando Laserie con su “Las cuarenta” o Elena Burke, quien me conquistó para siempre con su “Delirio”. Tengo presente a quien jamás olvidaría, La Lupe, con su desgarradora voz en “Qué te pedí”, y más artistas que hicieron de ti el perfecto arquero del romance del siglo XIX y XX, convirtiéndote en el embajador del amor en muchas partes del mundo.
Artistas de otros países se engalanaron con tu arte, hasta presentaron tus canciones en español a públicos que no comprendían de qué trataba la lírica, pero sólo con el ritmo, la voz, la melodía y el romántico sonido de esta lengua maravillosa, y que tanto le debemos a España, arrasaron por el mundo. El norteamericano Nat King Cole, quien grabase varios boleros en su discografía, es un ejemplo sin igual, siendo sin duda la canción “Acércate más” una de mis preferidas. También destaca la versión de Elvis Presley de la canción “Bésame mucho”. El trío mexicano Los Panchos creó un estilo único que ha sido imitado por muchos en el mundo. Lucho Gatica, a quien tuve la oportunidad de conocer personalmente, me contó de sus éxitos siendo su versión de “La barca” una de mis preferidas. José Feliciano, Javier Solís, Armando Manzanero, Julio Jaramillo y muchos más de nuestra América, embellecieron la música con tu voz de miel.
Para quien no te conoció, deben saber que vienes de una tierra caribeña, la isla de Cuba, vástago del bolero español, danza popular de los siglos XVIII y XIX. La Contradanza, el Danzón y la Habanera forman parte de tus orígenes, como lo es también la canción de origen español y la italiana en sus rasgos melódicos y forma. Viste la luz del sol por primera vez en el siglo XIX, en Santiago de Cuba. Tu padre, José “Pepe” Sánchez (1856-1918), fue compositor, guitarrista y cantante autodidacta, un músico que desarrolló gran maestría en su arte. Fueron tus tíos esos tantos trovadores que aportaron en la definición, desarrollo y difusión de tu emblemático estilo musical que se mezcló con instrumentos de percusión cubanos de origen africanos y la canción. Otros se engalanaron con tu aroma, entre ellos están Sindo Garay, Manuel Corona, Antonio Machín y Rosendo Ruiz, por solo mencionar algunos.
Don Bolero, tus hijos son la criolla-bolero y la canción-bolero, en donde te ampliaste a otras sonoridades buscando nuevos horizontes, pues la guitarra, como instrumento acompañante ya se quedaba chiquita. Te apropiaste del piano, el contrabajo, las tumbadoras, adornando tu paseo con otros instrumentos musicales hasta llegar a combinaciones instrumentales jugosas: el Septeto, la Jazz band y hasta las orquestas sinfónicas te han arropado fielmente. ¡Eres ambicioso, Don bolero, nunca te quedaste tranquilo!
Recuerdo al gran Miguel Matamoros, quien me atrapó con su canción “Lágrimas negras”, combinando el bolero y la guaracha y dejando así un legado único y universal para todos. Arsenio Rodríguez, el Conjunto Casino y muchos otros decidieron traerte a sus vidas, haciéndote parte ineludible de su arte y repertorio.
Hoy más que nunca necesito de tu luz, pues hay sombras que cubren mi espacio y mi cielo. Me urge enamorar a la más encantadora, a esa mujer romántica que aún habita y existe en este planeta. Ella que, si entiende del amor y comprende la delicadeza de tu discurso, baila elegantemente con tu ritmo de maracas que contrapuntean con los bajos sonidos del tambor.
Como mariposa fugaz te has ido a volar, de mi Habana a México, al norte, sur, este y oeste. Recientemente escuché que en Vietnam eres un gran señor. Todos te admiran, te veneran y respetan en ese distante lugar. No quiero ser egoísta, pero nosotros necesitamos tiempo para amar, precisamos cultivar el arte, ya perdidos en ritmos y estilos que nada cultivan el amor, por lo que debes retornar, pues ¿quién mejor que tú, Don Bolero, que tanto sabes del amor para nuestros pasos guiar?
Tu voz no ha sido apagada por el tiempo, ese reloj, enemigo eterno que a todos nos devasta y que no callará tu pasión. ¿Dónde estás, señor Bolero, que mi Habana te perdió y mi América olvidó? Otros hoy ocupan tu lugar, pero sin tu elegancia habitual, pues de cantar, eso no, y para enamorar hay que saber entonar, hay que saber expresar lo que bien siente el corazón. Don Bolero, eso eres tú, un manantial de emociones para dar y enseñar.
¿Dónde estás, Don Bolero? Pues quiero seguir abrazando, deseo susurrar al oído lo mucho que la amo en esa canción que solo tú puedes cantar. Cuánto te aprecio, querido amigo, pues mis palabras patean distantes como ecos de otro mundo, donde el amor vistió de otro olor. Si vuelves, te prometo honores, compraré flores para que renazca el amor y que en nuestra tierra santa brilles por siempre, llevando al mundo tu voz en una velada especial. Es por eso, Don Bolero, que del más allá te traeré, no serás olvidado pues del amor sí hablas tú. Regresa a nuestras vidas, amigo, para que con Dios y tu ritmo melodioso nos eduques en el amor una y otra vez. Regresa pronto, mi querido amigo, Don Bolero.
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