La chica que miraba la puesta del sol

Written by on 06/11/2023 in Literatura, Relato - No comments
Literatura. Relatos.
Por Walter Saravia y Gustavo Adolfo Hernández.

Pixeles

La chica que miraba la puesta del sol

 —¿Ves aquel mirador allá arriba?, —preguntó una joven de cabello castaño, de no más de veinticinco años.

—Sí, lo veo, —respondió el chico que estaba a su lado.

—Pues ahí, —dijo la joven, —una tarde mientras realizaba mis ejercicios de rutina, divisé a una joven de cabello rizado y piel morena sentada en la orilla del precipicio. Me detuve por un momento para mirarla. Ella mostraba una gran calma y mantenía la mirada fija en la puesta del sol. Jamás le había visto por ese lugar y se me hizo extraño que estuviera tan sola en un sitio tan peligroso.

—Bajé de mi bicicleta y caminé hacía ella. Le hablé antes de aproximarme, no quería asustarla y que por mi culpa cayese, pero no contestó.  Me acerqué unos cuantos pasos, pero ni el ruido al caminar que producen las hojas muertas la sacaron de su contemplación. Me quedé mirándola, y por un momento pasó por mi mente dejarla en paz y volver a lo mío. Pero la duda aguijoneaba mi curiosidad por saber qué hacía aquella chica tan peligrosamente cerca del acantilado. Pensé una y mil maneras de aproximarme a ella y cuando opté por extender mi brazo para tocarle, escuché un gemido lastimero producido por una corriente de aire a mi espalda. Me giré asustada, pero no había nada. Miré en todas direcciones, nada. Pensé que la corriente de aire que había sentido se encontraba bailoteando en las copas altas de los árboles, pero no, estos estaban en relativa calma. Me giré una vez más hacía la joven y esta se encontraba en la misma pose. Quieta, ausente, mirando la puesta del sol. Incliné un poco mi cuerpo y moví mi cabeza a modo de poder divisar el rostro de la joven, acto seguido y con lentitud, extendí mi brazo hasta ella, cuando de repente, unos brazos invisibles me empujaron hacia el acantilado, haciéndome caer hasta este cañón. Mientras caía, pude ver el rostro inexpresivo de la joven y una voz que me dijo: “Solo cierra los ojos, pronto acabará”.

—No te preocupes, no eres la única que ha caído por ese acantilado, —dijo el joven. —¿Puedes ver a todos estos jóvenes con la mirada hacia allá arriba?

—Sí.

—Pues, ellos al igual que tú, aún se preguntan qué los empujó hasta acá bajo.


La chica que miraba la puesta del sol

El sol se ponía con los colores del arco iris. Había un acantilado orientado al atardecer, y justo en su vértice una ambulancia sacaba una camilla con un paciente, lo inclinaron como queriendo que este viera el mágico sol poniéndose.
Bajo el acantilado un joven comentó en voz alta:
—Mira, allá arriba, parece como si lo fueran a tirar al vacío.
Una chica contestó:
—No lo van a hacer, solo quieren despertarlo. ¿Acaso no sabes nada?
—¿Nada de qué? —Interrogó el joven.
—Este es un lugar mágico, aquí vienen los familiares de los pacientes en coma junto con ellos, a enseñarles la puesta de sol. Al parecer así despiertan.
—¿En serio? ¿No me estás tomando el pelo?
El joven miró a la chica, pero había desaparecido, entonces otra persona se acercó y lo tranquilizó.
—No la busques, ya no está con nosotros, mira en el acantilado, ha regresado con los suyos.
El paciente estaba sentado en la camilla y abrazaba con ganas a su familia. El joven miró en derredor con incredulidad y pudo apreciar un montón de gente sonriente, con la vista puesta en el acantilado.
—Todos estamos aquí desde hace tiempo, pacientemente, esperando que llegue nuestro momento. Si tus seres queridos te traen aquí, tú también regresarás.
—No entiendo nada. —Dijo el chico con expresión perpleja.
—No te preocupes, ninguno entendemos por qué ocurre, ¡pero ocurre! Y es lo que importa. Mientras tanto, disfruta de la compañía y lo maravilloso del momento.

©Walter Saravia. All Rights Reserved.                                                                                                                                              ©Gustavo Adolfo Hernández. All Rights Reserved

About the Author

Walter Saravia. Nació el 7 de abril de1981 en la ciudad de Santiago de María, Usulután, El Salvador. Se crió con su madre María Dolores y sus hermanos. A la edad de 16 años comenzó a mostrar interés por la escritura, y empezó a escribir breves poemas, así como también pequeñas historias. Desde entonces se propuso la meta de llegar a escribir su primer libro. Realizó sus primeros estudios en la mencionada ciudad de Santiago de María con mucho sacrificio, ya que sus recursos eran limitados y él trabajaba para ayudar a su familia a salir adelante. Por tal motivo se vio obligado a emigrar a los Estados Unidos, en el año 2000, como muchos, buscando el sueño americano. Radica en Los Angeles, California, donde se inspiró para escribir su primer libro, titulado "Toro", y empezó a soñar con ser escritor. Cuenta con su página web y ha publicado también "El Cipitío jamás contado".

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