Nuestra imaginación, nuestro sentir provienen del pensamiento y de la sensibilidad helénica. Homero, Heráclito, Platón, Aristóteles, Sócrates, Parménides, Esquilo… forman parte de nuestra visión, de nuestra búsqueda ética y estética. La mirada de estos dioses terrenales llevó el fuego de la humanidad. Los poetas, el mundo mágico, la representación y lo utópico, la palabra refinada son ejemplos de ese universo único que nos llega y nos ayuda a la formación moral e intelectual.
La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe. Y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente.
Vamos a evocar tres citas de Pablo Picasso para intentar comprender la creación. A) Todo niño es un artista, el problema es seguir siendo un artista cuando creces. B) Aprende las reglas como un profesional para que puedas romperlas como un artista. C) El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto.
Haremos un viaje fundamental con algunas ideas de creadores brillantes. “El misterio es el elemento clave en toda obra de arte”. Luis Buñuel. “El tiempo no es lineal, es un círculo infinito que nos envuelve”. Andrei Tarkovsky. “La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio”, Víctor Hugo. Frédéric Chopin dijo para siempre: “La simplicidad es el logro final después que uno ha tocado una gran cantidad de notas y más notas, es la simplicidad la que surge como recompensa suprema del arte.” Azorín, con otras palabras nos enseñará lo mismo.
Umberto Eco reflexiona: “Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración”. “Cierra los ojos para ver”, dice Carlos Fuentes. “La Belleza es la representación simbólica del infinito”, Friedrich Schelling. Por último: “Para ver hay que saber”, nos enseñó Ingres. “Para ser hay que mirar y hay que saber”, perfeccionó Luis Rosales.
Algunas referencias casi olvidadas. El Diario de Amiel. Henri-Frédéric Amiel, anónimo filósofo y moralista suizo que, sin pretenderlo, se convirtió en el primer diarista íntimo más universal y ancestral de la historia de la literatura. Escribe sobre su obra:
13 de julio de 1860 – Este diario es un exutorio; mi virilidad se evapora en sudor de tinta. 21 de diciembre de 1860 – Es este diario lo que me permite resistir al mundo hostil, sólo a él puedo contarle lo que me aflige o me pesa. 17 de abril de 1861 – He observado en mi diario que dejo que todo se pierda, y no utilizo ni mis experiencias, ni mis lecturas. 21 de mayo de 1866 – No tengo otra compañía que mi diario, ni otra familia que las golondrinas. 26 de julio de 1876 – El diario es una almohada de pereza.
Algunos juicios sobre la obra de Amiel: “Terminé el Amiel. Mediocre (…)”, dirá Rosa Chacel.“(…) con bastante frecuencia resulta un poco ridículo y a veces conmovedor a fuerza de sinceridad”, escribirá Julien Green.
“Me siento próxima a Amiel, cuya vida es conforme a los principios que él mismo se impone”, comentará en Diario de una recién casada Anaïs Nin.
Un dato para tener en cuenta. El pintor Amberger hizo un retrato de Carlos V vestido de negro. Con la llegada de Carlos V, el negro se convertiría en el color preferido de la corte de España.
Algo más. La moral caballeresca exalta el heroísmo, vale decir la valentía, la lealtad. Debemos recordar que en el período de entreguerras se cultivaban las justas, simulacros de combates. Esos combates ritualizados se convirtieron en un entretenimiento mundano. Se mostraba la bravura y la temeridad ante las damas. Otra vez: Durero plasmó una imagen alegórica de los caballeros en su obra El Caballero y la Muerte. Grabado de 1513. Vale la pena recordar la obra de Leonardo Sciascia con el mismo nombre. En esta novela su protagonista, Vice -un fumador empedernido que tiene colgado en su despacho el grabado de Durero El caballero, la muerte y el diablo, es un vicecomisario de policía cansado y escéptico, carcomido por el cáncer, que investiga el laberíntico asesinato de un poderoso abogado y político. En esta ficción policíaca advertimos un cáustico sarcasmo, una amarga reflexión sobre la desconcertante verdad de los seres humanos en un mundo donde «el diablo estaba tan cansado que prefería dejarlo todo en manos de los hombres, más eficaces que él».
Debemos entender el arte como experiencia viva. El arte como compromiso vital. Debemos entender que el ser entero está comprometido, el ser se halla entroncado en la existencia. Y el arte como actividad. Si leemos a Herbert Read en Imagen e idea descubriremos estos aspectos. Como siempre recomendamos Educación por el arte. Al respecto Herbert Read manifiesta: “La educación debe buscar como fin último no la generación de conocimientos sino de sabiduría, no la producción de mayor cantidad de obras de arte sino mejores personas y mejores sociedades”. Estamos frente a un tema complejo pero claro: si el hombre carece de imagen no puede asumir lo visible del mundo. El mundo imaginante. De eso hablamos.
El hombre frente al enigma de la realidad. La experiencia en el arte, el mundo de las formas, símbolos significativos en el poema. Es la forma de acceder a la realidad. Una forma del ser en el mundo. Una forma vital y ontológica. Sintetizando: el arte devela realidad.
El lector de una obra debe decir no al sentimentalismo razonado. Debe vivir el estado de inocencia, que es siempre revelación. No confundir con ingenuidad. El creador no es ingenuo, es inocente.
El sentimiento es mental, lúcido, cargado de sentido. Es un ser vital y creativo. No busca estereotipos. Allí nos encontramos entre lo que pensamos y lo que deducimos. Es cuando descubrimos que el arte es contemplación. Esto es Libertad. No la admiración frívola, no lo sentimental.
En Poética del espacio Gastón Bachelard nos explica como el poeta comunica a través de la imagen, va hacia otra dimensión. Una vez más: lo ontológico. Sintetizando: el artista convive en las cosas, en el mundo significativo. La imagen es creación del ser, se pone en movimiento al mundo imaginante.
El poeta se manifiesta entre peregrinaciones y regresos, entre la realidad y el sueño. Asume su mirada para intentar saber; el júbilo de lo vital, de lo insurrecto. En Una historia de la lectura Alberto Manguel señala que los hombres son seres que leen, leer en el sentido básico: interpretar signos. Lo hace el pescador, el astrónomo, el niño. Leemos gestos, palabras. Se lee para poder ubicarnos en el mundo. Para protegernos, para ordenarnos, para sentirnos y sentir al otro. Y también nos dice que para vivir debemos leer la realidad, interpretarla.
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