En el pueblo de Monte, allá por la isla de Madeira, el día 15 de agosto cayó un árbol sobre decenas de devotos que participaban en una romería para visitar el Santuario de la Virgen del Monte, llamada así en honor de la localidad. El resultado: 12 muertos (entre ellos un niño) y más de 50 heridos. Airear las creencias tiene al parecer esas servidumbres y así se demuestra también en el Santuario de Lourdes, donde se contabilizaron hace unos años, y más allá de 72 supuestos milagros, 4272 accidentes mortales de tráfico en las carreteras de las inmediaciones. Salen a unos 60 muertos por milagro y a cualquier descreído se le ocurre que invertir las cifras favorecería sin duda a los creyentes -a su futuro inmediato, que no a sus apuestas religiosas- pero, como es sabido, la fe se pasa los hechos por el arco del triunfo bajo la premisa de que los designios divinos son inescrutables.
Cabe suponer que soslayar el escrutinio sobre la mano de Dios y desastres sin cuento es lo que mejor conviene a los pastores de almas, para evitar que el vulgo comience a preguntarse dónde habrá dejado el Sumo Hacedor la compasión, justicia y misericordia, pudiendo la devoción, paradójicamente, terminar aplastada bajo un árbol o arrollada por una furgoneta, sea en Lourdes o la Rambla. No obstante, siguen afirmando algunos que son los descreídos quienes vuelven la espalda a la verdad revelada y, todo lo demás, divina providencia. El premio (como afirman también los yihadistas) está programado en el más allá y, más acá, cualquier avatar es posible: incluso que el rebaño de Dios pueda recibir castigo por salir a pasear en lugar de quedar en casa jugando al parchís.Visto lo visto y como concluyese en su día Jules Renard, no sé si Dios existe, pero sería mejor para su reputación el desaparecer. Y con él, poner también un definitivo punto y final a eso de que, a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
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Gustavo Catalán Nacido en Guipúzcoa. Licenciado y Doctor en Medicina (1990) por la Universidad de Barcelona. Especialista en Oncología y Endocrinología. Diplomado en Metodología Estadística por la Universidad de París y en Sanidad (Escuela Nacional de Sanidad, 1982). Tras ocupar la subdirección del Centro Regional de Oncología de Baleares, jefe de la Sección de Oncología del Hospital General de Mallorca hasta 2002 y, posteriormente, jefe del Servicio de Oncología del Hospital Son Llàtzer (Ibsalut) hasta 2011. En la actualidad, ejerce en el ámbito privado. Autor o coautor de más de 100 artículos y diez libros sobre la especialidad. Miembro electo de tres sociedades científicas nacionales y dos internacionales (European Association for Cancer Research y European Society for Medical Oncology). Ha formado parte del comité editorial en cuatro revistas profesionales y becado por trabajos de investigación en ocho ocasiones. En 1987 obtuvo el Premio Ciudad de Palma en el área de investigación científica. EN CUANTO A LAS LETRAS… En 1993, el primer libro de relatos: De una cierta desmesura (Edit. Prensa Universitaria. Palma de Mallorca) y, en 1997, el segundo: Mi Giovanna por tres horas. Otros cuentos en volúmenes colectivos (1996, Edit. Noesis, Madrid; Edit. Ergon en 2005 y 2007…). Autor de las novelas: No habrá quien nos pueda separár más nunca (Edit. Olañeta, Palma de Mallorca, 2000), La fosa común (Edit. Huerga y Fierro, Madrid, 2001) y, en la misma Editorial, Tiempo de Despedidas (2006) y Frente a mí (2014). También colabora en prensa con asiduidad. Autor de la columna semanal “Polvo de Letras” en la revista Illespress hasta su extinción y, desde hace 17 años, los domingos, columnista de opinión en Diario de Mallorca. En 2013 inició el blog Contar es vivir (te) (http://gustavocatalanblog.com).