Literatura. Crítica.
Por el Dr. Octavio de la Suarée.
Mientras disfrutaba de la lectura de Oficio de opinar, ese atractivo libro de ensayos del poeta y pensador Manuel Díaz Martínez, me llega a las manos la última aportación a la narrativa del joven escritor Fernando Godo, titulada El segundo amor de la ruleta (Miami, ediciones UNO por ciento, 2023). No nos sorprende, por supuesto, encontrar estas diez historias de amor recientes, como se anuncia desde el mismo título, que vienen a redondear el cuarteto de sus deliciosas anécdotas anteriores, ya bien conocidas, y que incluyen las publicaciones Celos de copos de nieve y Horas contigo, ambas de 2021, e Historias de amor a lo cubano (1922). En todas ellas, el autor ha seleccionado una decena de ídolos culturales y de figuras históricas sobresalientes y nos los presenta en sus singulares relaciones amorosas que ocuparon lugar señero en su existencia. En la primera colección, por ejemplo, nos enteramos de los ensueños y las vicisitudes de Simón Bolívar, Joe DiMaggio, Bonnie and Clyde, Isadora Duncan y José Martí. En Horas contigo, comprendemos los motivos que interesan y mueven a Benito Juárez, María Callas, Edith Piaf, Natalie Wood y John y Yoko Lenon. Y en Historias de amor a lo cubano, aparecen Orestes Ferrara, Laura Marx, José Fornaris, Helena Milagros Hoyos, Luis Estévez y Marta Abreu.
Esta cuarta edición de diez historias de amor presenta asimismo los extraordinarios vínculos y avatares que se observan entre estas distinguidas parejas, casi todas del siglo XX, que cuentan con Armando y Marta Valladares, John y Jackeline Kennedy, Elvis y Priscilla Presley, Grace Gifford y Joseph Plunkett, Henry Wadsworth y Fanny y Longfellow, William Butler Yeats y Maud Gonne, entre otras. Sin embargo, existen varios elementos y singularidades de los relatos que consideramos originales, novedosos y que nos interesa destacar.
Lo primero que resalta es la aguda selección de esas relevantes figuras que no solo exhiben las eternas complicaciones de la presencia de Cupido en sus vidas, sino a la vez sus insólitos desenlaces individuales. Poco común resulta, por ejemplo, fallecer de las llamas ocasionadas por un defecto de la vestimenta, sufrir de deficiencias físicas complicadas (la sordera, la amputación de un miembro), ser asesinado en su vehículo mientras participa en un desfile y padecer toda clase de vejámenes por su ideología política, ser rescatado después de veintidós años de prisionero y de estar muy cercano a la muerte, y ser nombrado finalmente embajador ante las Naciones Unidas por el presidente de los Estados Unidos. Esta investigación minuciosa realizada por Godo sobre cada uno de los protagonistas de estas narraciones ha sido documentada con lujo de detalles y exhibe a la vez un análisis profundo de las personalidades y circunstancias estudiadas en cada caso. La caracterización precisa de los personajes, por otra parte, no solo de
los protagonistas de cada historia, sino también de los arquetipos secundarios y terciarios por igual –apariencia física, edad, vestimenta, rasgos de la personalidad, carácter, gestos físicos, etc.–, le permite al artista la
creación de seres humanos, que, aun siendo ficticios, se muestran muy reales, y mueven al lector a conectarse con ellos y hasta hace que nos preocupemos por su destino. Por último, la descripción del ambiente donde
se desenvuelven las imágenes y las condiciones específicas, ya sean económicas, culturales o físicas de un lugar, grupo o época, contribuyen a la singular creación de estas obras que estudiamos. Pasemos a observarlo.
En el primer manuscrito, “Tupelo” a las 4.35am”, tenemos a ese gran virtuoso de la canción y la música popular en general que fue Elvis Presley, personaje cuya vida sufrió no solo una pormenorizada exploración, sino también su legado consiguió un alcance tal que se detecta aún hoy día en sus incalculables admiradores y en las decenas de imitadores que se observan casi cincuenta años después de su desaparición. Fernando Godo nos presenta los cuarenta y dos años de su existencia en dos secciones sintéticas que viajan del presente al pasado con reveladoras escenas por medio de analepsis y prolepsis; el texto viaja continuamente del presente, en agosto de 1977, al pasado, de 1933 a 1935 y de 1957 a 1958, y viceversa.
La fecha del 8 de enero de 1935, con lo ocurrido en sus dos escenas de 4:10 a. m. y 4:35 a. m., explica el nacimiento de mellizos del matrimonio de Vernon Presley y Gladys L. Smith, la decepción y tristeza de encontrar muerto al primer nacido —que pasará a la historia con el nombre de Jesse Garon—, y el nacimiento del bebé que no para de llorar veinticinco minutos después, Elvis Aaron, que los colma de alegría. Por supuesto, no era nada insólito la llegada de mellizos en este grupo familiar, ya que todos estaban conscientes de que habían existido anteriormente casos en ambas familias. Lo singular del momento proviene de que la madre de Elvis cree firmemente en ideas esotéricas, que la criatura sin vida pasaría a formar parte inherente del mellizo nacido minutos después y que también le otorgaría una doble energía al espíritu del nuevo ser. Esto se justifica en parte poco después con varios sucesos, entre ellos la muy estrecha relación de Elvis con su madre, el hecho de que un tornado destruya todas las casas inmediatas de los vecinos de su barrio, y que deje solo en pie la vivienda del joven matrimonio Presley con su único hijo. Y años más adelante por el rápido éxito obtenido por Elvis en el campo de la música, llegando a ser referido comúnmente, aún hoy día, por
los epítetos “el único”, “el incomparable” y “el Rey del Rock and Roll”, nombres con los que todavía se le recuerda su legado artístico.
En otra sección del pasado topamos con el presidente Franklin Delano Roosevelt y su conocidísimo plan New Deal o Nuevo Trato, que consistía en la intervención del gobierno con una serie de programas domésticos, proyectos de empleo público, reformas financieras y regulaciones puestas en vigor entre 1933 y 1938, con el propósito de sacar al país de la Gran Depresión ocasionada por la destrucción de la economía estadounidense en 1929. Así vemos que el padre de Elvis, Vernon, consigue empleo en la Administración Federal de Avance de Obra, primero de camionero; seguidamente, en la construcción de campos para prisioneros de guerra de la Segunda Guerra Mundial, y así va mejorando su situación económica de un trabajo a otro. Al poco tiempo, consigue cierta estabilidad y reúne suficiente dinero para comprar la primera casa propia de la familia.
La caracterización de los personajes se detecta en pocas, pero brillantes, pinceladas que consiguen que el lector los reconozca de inmediato como si fuesen seres de carne y hueso, y se identifique con sus
dilemas: así vemos las primeras particularidades del cariño y de la comprensión entre los padres de Elvis al igual que parte de las raíces étnicas de la madre: “Vernon le acaricia el pelo negro de raíces indias”; el constante sufrimiento de Gladys durante el alumbramiento en esta paradoja: “Gladys suda a chorros a pesar del frío”; el carácter impetuoso de la joven abuela de 34 años: “¡Tienes que seguir pujando”, le ordena Minni Mae, con una voz mucho más recia que la de su tono habitual, que es bien fuerte, etc. Asimismo, la estrecha conexión entre madre e hijo por medio del cambio de voces, juego íntimo de madre e hijo que le brindará a Elvis oportunidad para ampliar el campo de su entonación y la variedad de sus tonos, y ajustarlos al tema de la canción en cuestión, definiendo aún mejor su expresión oral, como se ve en las imágenes de este diálogo:
—“Eres un capitán de muñequitos”, —le dice Gladys, poniendo voz infantil.
—“Entonces iré al Gran Ole Opry, si Dios lo quiere y el arroyo no sube”, —le responde Elvis, poniendo voz de niño”.
En otro lugar pregunta el joven:
—¿Y la luna se pone azul?
—¡Noooo!!!, —le dice Gladys, poniendo como siempre voz de niña.
—Dame algo de azúcar”, —le pide Elvis en esta metonimia, poniendo a su
vez voz de niño. Y ella le da un beso.
Se observan también los frecuentes problemas bucales de Elvis, su inhabilidad de poder relajarse y dormir, debido quizás al constante movimiento necesario para su actuación laboral, su hipertensión, su poca coordinación, el frecuente abuso de pastillas que necesita de continuo para poder dormir, entre ellas dexedrina, carbrital, quaalude, biphetamine, amytal, placydil y dilaudid; su pésima dieta, sus problemas intestinales, su estreñimiento, su consiguiente exceso de peso y su falta de salud en general que contribuyen a su deceso, relativamente temprano.
La segunda división de la obra la constituyen los eventos enlazados con la compra de la mansión Graceland en 1957. Por esa época Elvis se había aficionado a la lectura en su escaso tiempo libre y encuentra la historia de la vivienda fascinante. La propiedad había sido edificada durante la Guerra Civil estadounidense (1861-1865) por Stephen Toof, dueño del periódico de Memphis, y la había bautizado en honor a su hija Grace. Tanto Elvis como su padre se enamoran del lugar de inmediato, y la consiguen al asegurar la compra por $102 mil, precio más alto que el señalado de venta de $90 mil. La principal razón fue que había otra persona interesada en la propiedad que tenía planes de establecer un restaurante junto a la casa, y Elvis prefería —como la vendedora— que se estableciese una iglesia. Que el artífice de la canción popular prefiriera que se construyese una iglesia junto a su residencia demuestra la influencia religiosa de la familia del protagonista, en especial, de su madre, con quien asistía con frecuencia a la iglesia la Primera Asamblea de Dios, organización protestante con miembros evangélicos y pentecostales. Esta iglesia se componía de una congregación mixta con personas de varias razas, típica del sur de los Estados Unidos, y es ahí donde Elvis va a conocer por primera vez la música góspel al escuchar a un grupo de 15 hombres y mujeres negros cantando en coro. Elvis queda fascinado, y ya quiere cantar y tocar el piano desde la edad de cuatro años y su mamá le regala una guitarra en su próximo cumpleaños. En otra oportunidad, cuando la situación económica de la familia mejora considerablemente gracias a Elvis y su música, y éste quiere comprarle regalos a toda su familia, la madre le recuerda sus raíces que tanto beneficiarían su música:
—Deja de pensar en lujos. Naciste y te criaste en un vecindario de negros.
Y él joven le contesta:
—¡Ma! Mi forma de arte predilecta son los himnos religiosos de los negros. Creo en la Biblia y en todas las cosas que vienen de Dios.
Y lo demás es historia.
En 1958 Elvis tiene que cumplir el servicio militar obligatorio en el que recibe un entrenamiento avanzado en tanques en la base militar de Fort Hood, en Texas. Sin embargo, se ve obligado a conseguir permiso de inmediato, para visitar a su madre que ha sido ingresada en un hospital metodista, de Memphis, donde enferma de ictericia y fallece poco después. Es ahí cuando sostienen el siguiente, diálogo donde junto al apodo cariñoso referente a la piel satinada de su madre se percibe la destreza de la caracterización de personajes del autor en la onomatopeya, la mención del soliloquio, la modulación de la voz con lenguaje infantil, la hipérbole y el zeugma, entre otros recursos literarios:
—¡Mijito!, —llora Gladys al verlo. —¡Pensé que no llegarías a tiempo!
—¿A tiempo para qué, Satin? No me separo ni un instante de ti. Cuando estoy solo, hablo contigo. Y tú me respondes. Siento tu voz. Siempre estás ahí.
—En cuatro días has bajado más libras, estás más flaco que el pelo de una rana, —le dice ella poniendo voz de niña.
—Y eso que me he pintado la nariz de marrón, para llamar la atención y que los generales me den más comida, —le responde Elvis poniendo voz de niño…
Concluye la historia con un recuento de sus relaciones amorosas, su amor por Ann Margret, la incomprensión reinante en su matrimonio con Priscilla, la importancia de su hija Lisa Marie en su vida, su interés por las cuestiones espirituales, el estudio de las religiones mundiales, el establecimiento del jardín de la meditación de Graceland, el cambio de la lápida original en el sepulcro de su madre en el cementerio y el uso del nuevo y más apropiado nombre de ella, Gladys Love Presley, junto a la cruz y una estrella de David en reconocimiento a su origen judío.
En otra llamativa historia de esta novedosa colección nos encontramos con los drásticos cambios ocurridos en Cuba debido a la transición que tiene lugar al pasar las riendas del Gobierno de la férrea dictadura de un caudillo al engaño de un “paraíso” comunista totalitario, por más señas. De esta manera, explica Fernando Godo la situación de su país entonces con mucho sentido común y un gran poder de observación:
En 1961 Cuba vive el tercer año de una pesadilla extraña, con presos y fusilamientos por todas partes. La propaganda ilusoria y los efectos de la realidad crean cinco tipos de cubanos: los cómplices que asesinan y reprimen, los engañados que colaboran, los que callan por miedo, los que huyen del país y los que se rebelan.
El joven Armando Valladares, protagonista del relato “La silla de ruedas que atraviesa el mar”, es un buen ejemplo del individuo que se niega a abandonar sus convicciones religiosas y las defiende aun a costa de su propia vida. Prisionero desde los veintitrés años y encerrado en el Presidio Modelo de la Isla de Pinos, entre otros centros de represión y experimentación de la dictadura, Valladares va a ser señalado por sus carceleros como una persona de verdaderos principios democráticos a quien hay que quebrarle sus ideales y hacerle pasar por cuantiosos experimentos maquiavélicos para tratar de someterlo. Sufre veintidós años de torturas constantes encerrado en una celda minúscula de dos metros y medio de largo por dos de ancho, con la luz eléctrica siempre encendida para evitar que duerma, y siente como las ratas le muerden las manos sin que él pueda moverse para espantarlas, producto del cansancio que experimenta por la cantidad de palos injustos que recibe diariamente. Su pequeña celda es controlada desde el piso superior por una malla que la cubre por medio de la cual el prisionero recibe pinchazos constantes con una vara larga de madera afilada en la punta, que es el instrumento de crueldad de los vigilantes para mantenerlo despierto. La falta de sueño es una tortura mayor que los golpes y el preso no tiene ninguna posibilidad de escapar a los pinchazos de las varas. Armando Valladares rehúsa ponerse el uniforme de los prisioneros, prefiere estar desnudo, se declara uno de los prisioneros “plantados”, que se niegan a trabajar y termina perdiendo movilidad y se ve obligado a moverse de un lugar a otro deslizándose por una caja.
La publicación del libro Desde mi silla de ruedas (1976), que logra extraer de la cárcel por innumerables subterfugios, y las declaraciones y continuas conferencias de su esposa Marta desde el momento que abandona la isla a sus instancias para dar a conocer su precaria situación, comienza el lento pero eficaz proceso de liberación de esta víctima que, no obstante, se aferra a sus creencias y a su fe.
En primer lugar, la presión ejercida por Amnistía Internacional con su defensa de todos los escritores subyugados, por un lado, y los esfuerzos personales del dramaturgo español Fernando Arrabal, interesado en su caso, por otro, logran conseguir que el gobierno personal del sátrapa cubano no tenga más remedio que permitir la salida de este inquebrantable espíritu torturado por sus ideales, por más de dos décadas. Ronald Reagan, el presidente de los Estados Unidos al momento de su salida en 1982, lo nombra Embajador de la nación ante la Organización de las Naciones Unidas para dar a conocer la injusticia llevada a cabo por el régimen totalitario cubano. Así, concluye el mismo protagonista resumiendo su experiencia con una muy simple, pero exquisita metáfora:
Me lo han quitado todo, bueno, casi todo, porque me queda la sonrisa, el orgullo de sentirme un hombre libre y en el alma un jardín…
Desde el mismísimo comienzo de la obra con los recursos literarios de metáfora y sinécdoque en el título (“La silla de ruedas que atraviesa el mar”), el texto se enriquece por muchas imágenes entre las que vamos a distinguir analepsis y prolepsis en la decena de secciones en que se divide el relato (“Antes de la rata”, “Los gritos”, “La Habana. Enero de 1961”, “Armando y Marta”, etc.), metáforas (“Un sueño de torturas sin descanso”, “La cárcel es un infierno de seis edificios… panóptico”, “una ventana de silencio y tinieblas”, etc.), símiles (“conocido como cucharita”, “una forma tan desastrosa como ningún presidente”), prosopopeya (“esa rata es el único testigo”, “la rata tiene ojos independientes a cada lado de su cabeza”), paradoja (“un padre preso que no es un delincuente”, “otros presos lloran de alegría”), ironía (“En Cuba no hay presos políticos…”, –dice Fidel Castro), presagios (“Tengo la impresión de que vas a salir del poder de una forma tan desastrosa…”); epítetos (“Dorticós, el presidente cucharita… ni pincha ni corta”), hipérbole (“su olfato puede diferenciar decenas de miles de olores”), y muchos más.
Un tercer relato digno de mencionar trata del matrimonio arreglado entre John F. Kennedy y su esposa Jacqueline Bouvier, en el último día de ese trágico viaje político a Texas en noviembre 1963 que le costaría la vida al joven presidente. Fernando Godo presenta con la maestría de un consumado escritor detalles íntimos de las personalidades de los protagonistas y de las relaciones tirantes entre los dos esposos, entre el presidente y su vicepresidente, el nuevo cambio que la filosofía y la actitud de los Kennedy introduce en la política del Gobierno, el regionalismo del estado anfitrión, la poca salud de Kennedy, su ser mujeriego, la admiración que sentían por él las masas desposeídas, la política internacional, etc.
De la misma manera, nos encontramos con la gran variedad de recursos estilísticos empleados en la narración, entre los que se encuentran la sinécdoque (“Quiero poder entrar en este traje rosa”, “Johnson ofrece su mano a los electores católicos”), metáforas ( “Johnson es un purgante que hay que tomar muchas veces”, “John es un picaflor y necesita una esposa católica”), metonimia (“Esta boda es parte de tu campaña política”, “El corazón de muchos negros está con John desde junio”), prosopopeya (“La cocina hierve desde hace horas”, “Las cabezas se estiran en gritos”), anáfora (“Se ha preparado desayuno para el servicio secreto; también para el resto del personal; y además de eso, para cientos de miembros…”), paradoja (“El tiempo se pronostica lluvioso, pero es más bien agradable”, “Ud. ha traído la lluvia, pero también el sol a nuestros corazones”), símiles (“John se despide emocionado, como centro del mar entre dos orillas”, “Se levanta de su asiento como un muelle liberado”), zeugma (“John estrecha las manos del Dr. Walker y de Brock, y las manos de los políticos y de sus esposas”), epíteto (“Jacqueline Kennedy, la referencia de moda para las mujeres”), soliloquio (“Todos son hombres muy importantes… mientras yo solo hago comprar ropa y zapatos. Pero no pueden comenzar todo este acto de basura sin mí “), etc.
La obra, en resumen, contiene asimismo otras historias que demuestran el poder de síntesis del narrador, la novedosa estructura del relato, la destreza en la caracterización de los personajes, la descripción del ambiente en que se desenvuelven las figuras, el sagaz desarrollo de los conflictos, y los varios elementos de intensificación expresiva. Entre ellas queremos mencionar el relato sobre el extendido cortejo de quince años del escritor Henry Wadsworth Longfellow por conseguir el corazón de Fanny, quien devendría su esposa (“La casa de Cambridge y el vestido de Jenny”), “Los ojos del Claro de Luna “, sobre los amores de Beethoven, “Cuando seas mayor sabrás lo que es tener el corazón roto”, sobre la vida de Horace Nelson, y “El segundo amor de la ruleta”, sobre la vida amorosa del poeta William Butler Yeats y su intermitente relación con Maud Gonne, que esperamos tener la oportunidad de estudiar en otra oportunidad. Bienvenido, pues, el cuarto ejemplar de estas peculiares, entretenidas y muy expresivas narraciones de Fernando Godo. Quedamos en espera de la próxima entrega.
OBRAS de Fernando Godo
- Celos de copos de nieve. Miami: ediciones UNO por ciento, 2021.
- Horas contigo. Miami: ediciones UNO por ciento, 2021.
- Historias de amor a lo cubano. Miami: ediciones UNO por ciento, ¿2022?
- El segundo amor de la ruleta. Miami: ediciones UNO por ciento, 2023.
- Editor, ediciones UNO por ciento, Miami, Florida.
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