Política. Sociedad.
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El caso es que las conclusiones de esos supuestos sabelotodo resultan con más endeble fundamento que las encuestas de opinión y éstas, a lo que hemos visto, con menor acierto que la predicción del tiempo a meses vista.
¿Una ciencia social la politología? ¿Con base científica? ¡Venga ya! No puede suponerse objetividad en quien intenta predecir y explicar lo que suele ser consecuencia de hipocresías, adanismos y contubernios varios. En semejante contexto y más que dibujar la realidad, lo que hacen es crearla a su antojo. Virtual, por supuesto, y tan cambiante como efímeras son las apuestas y declaraciones de sus analizados. En pocas palabras: merostuttólogos con título universitario para copar los medios y largar por los codos con base en eliminar las diferencias entre lo que sucede, sus porqués y lo que ellos nos cuentan que sucede.
Comentaristas sin freno ni límite a sus devaneos deductivos, un día tras otro y con cara de quien está de vuelta. Como alguien dijo de los filósofos -con intención muy aviesa, por cierto-, sabiendo nada de todo, pero capaces de aparentar el mismo rigor en unas conclusiones que al día siguiente podrán ser justamente las contrarias. Especialistas en intelectualizar el espectáculo, la propia inepcia o la de aquellos que han incluído en su agenda de disección. Me recuerdan todos, con unos años más, al pequeño Nicolás y su seguridad enraizada en la ficción. Pero rentable merced a la pasividad y credulidad de los espectadores.