Muchos carretones y pocas guaguas se verán en La Habana

Política. Sociedad. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.

Carretones en La Habana. Foto tomada del blog “Cuba Independiente y Democrática”.

Nadie pudo  imaginárselo. Los carretones,  calesas, quitrines y tranvías tirados por caballos que circulaban por las calles cubanas a fines del siglo XVIII, y en los tiempos de “Cecilia Valdés”, es probable que regresen al paisaje citadino de La Habana, urbe que antes de 1959 disponía de uno de los mejores servicios de transporte público del mundo.

Y no estoy exagerando. En algunos barrios y en zonas céntricas esto podría ser una realidad, como ya es un hecho en las ciudades del interior de la isla, incluyendo las capitales provinciales, en las que el transporte urbano  en buena medida está ya a cargo de carretones, como en la época del Quijote y Sancho Panza.

En Santa Clara, en respuesta a la prohibición de recoger pasajeros dentro de la ciudad, unos 200 carretoneros y cocheros se fueron a la huelga y las autoridades tuvieron que dar marcha atrás.

La crisis del transporte público  en Cuba es permanente, y se agrava por períodos, particularmente en la capital. Hoy sufre su mayor empeoramiento en 30 años. Los orígenes de esa desgracia perenne  se remontan a marzo de 1959 cuando  Fidel Castro  estatizó  las compañías privadas de guaguas en La Habana.

De 2,400 guaguas en 1958, a menos de 500 en 2021

En 1958  la capital cubana  tenía 1.5 millones de habitantes (Anuario Demográfico de Cuba, 1999)  y contaba con unos 2,400 ómnibus y unos 3,500  taxis, según distintas fuentes históricas.  Hoy, con 2.1 millones de habitantes, hay menos de 500 guaguas en servicio y unos 2,300 taxistas privados según datos oficiales, que prestan servicio con los mismos automóviles de los años 50 y 40.

Los habaneros de hoy, nacidos en su gran mayoría después de 1959,  no tienen  idea de cómo era el transporte en su ciudad cuando era  “explotada por el imperialismo”.

De entrada, La Habana en 1900 fue  la primera ciudad de América Latina en tener tranvías eléctricos. También en 1900 circuló por la capital cubana  el primer automóvil en Latinoamérica.  Mucho antes, en 1837,  fue la primera urbe de Iberoamérica y tercera en el mundo en tener  trenes de pasajeros y carga  (La Habana-Güines, y luego hasta Bejucal). Y en 1862  fue la segunda ciudad del subcontinente en tener tranvías tirados por caballos.

Hasta marzo de 1959 operaban en La Habana  dos grandes compañías, la Cooperativa de Omnibus Aliados (COA), integrada por pequeños propietarios que adquirían una o dos guaguas y las ponían en rutas escogidas por ellos; y Autobuses Modernos (AMSA).

Omnibus cubanos antes de 1959. Foto tomada de politicacubana.blogspot.com.

La COA contaba con unos 1,600 vehículos estadounidenses General Motors, que eran los mismos que simultáneamente prestaban servicio en EE.UU. Y AMSA tenía unos 800 ómnibus Leyland, de Gran Bretaña, llamados popularmente “enfermeras” por su color blanco con una franja azul.

Frecuencia de 5-10 minutos entre una guagua y la siguiente

Ambas compañías privadas  brindaban un eficiente servicio con una frecuencia de entre 5 y 10 minutos entre una guagua y la siguiente.  El pasaje costaba 8 centavos.

Yo recuerdo que  en la esquina de Infanta y San Lázaro paraban unas ocho o nueve  rutas diferentes y se formaban colas, no de personas, sino de guaguas una detrás de la otra, casi siempre con asientos disponibles. Se llenaba toda la cuadra con hasta  ocho ómnibus, o más, en fila.  Parecía un tren.  En cualquier  foto habanera de los años 50  se ven muchas guaguas.

Con el comunismo,  en vez de colas de guaguas vinieron las colas de personas angustiadas y malhumoradas  porque “la guagua no viene”.  Y si viene, o no para, o no pueden entrar porque no cabe nadie más.

Propiedad de nadie; a nadie le importa nada

Y es que  con el monopolio  estatal desapareció el axioma de  “El ojo del amo engorda al caballo”.  Nada funciona,  nadie cuida nada, no hay rigor profesional, ni piezas de repuesto, ni organización adecuada del trabajo, ni dinero para mejorar nada.  A nadie le importa nada.

El Gobierno gastó cientos, o miles de millones de dólares en la importación de ómnibus de Checoslovaquia (Skoda), Gran Bretaña (Leyland), Hungría (Ikarus), Japón (Hino),  China (Yutong), Rusia (PAZ), y hasta unas camionetas de Polonia en los años 60 que el gracejo popular  bautizó como “Polaquitas”,  que hacían el mismo recorrido de ciertas  rutas de guaguas.

Por no ser propiedad de nadie  esos vehículos  importados siempre han durado muy poco tiempo en servicio, destrozados  por la falta de mantenimiento y de piezas de repuesto, desorganización,  canibalismo de piezas para mantener en servicio los que funcionan,  salarios miserables y por el peor factor de todos: el desinterés, la apatía y la improductividad  típicos de los trabajadores en el socialismo, que los hace cada vez más pobres.

Frecuencia de guaguas, de 40 minutos a dos horas

Para aliviar la crisis se hicieron inventos como los “camellos”, rastras que arrastraban un intento de autobús sin ventilación. Y de otros camiones articulados. Todos  armados artesanalmente sin rigor técnico especializado, a base de “corta y clava”. Los  pasajeros se asfixiaban de calor, y encima las mujeres eran víctimas de “jamoneo”  masculino.

Foto tomada del blog Panam/Post.

Según la empresa estatal Metrobus, que organiza el sistema de ómnibus en La Habana, solo para mejorar un poco el servicio, la ciudad debe  contar con 20 rutas, con más de 30 guaguas cada una,  con frecuencia entre 3 y 10 minutos en el horario pico. Pero hay 16 rutas y con muy pocos ómnibus, con una frecuencia  promedio entre 40 minutos y dos horas. ¿Sabe alguien de alguna otra ruta urbana capitalina en el hemisferio occidental que demore dos horas en pasar?

Gobierno en vez de apoyar a taxistas privados los torpedea

El colmo es que el régimen en vez de apoyar  a los taxistas privados  se dedica a torpedearlos. A los propietarios de los “almendrones”,  les han impuesto topes de precio que apenas cubren sus gastos de operación. Ese peculiar nombre surgió medio siglo atrás cuando la Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios (ANCHAR) dispuso que todos los carros de alquiler fuesen pintados de un color amarillo que era parecido al de las almendras  maduras.

Esos topes son un atropello. Los taxistas no recibieron aumento de sueldo alguno (no son asalariados), y encima les han subido el precio de la gasolina a 20 pesos el litro, equivalentes a $3.12 el galón, precio un 27% superior al $2.29 vigente en Miami (31 de enero de 2021), donde el ingreso personal es infinitamente superior al de los cubanos.

Coco-Taxi, La Habana. Wikimedia Commons.

También  les han subido los precios de los neumáticos y de todo lo que requiere el mantenimiento de autos con más de 60 y 70 años de explotación.  Esos autos,  que en el resto del mundo llaman “clásicos” y solo pueden verse  en museos y exhibiciones,  en Cuba  siguen  funcionando debido al ingenio creador de sus propietarios y de técnicos, que más que mecánicos son magos.

Volverán los carretones si Raúl Castro no mueve ficha

El Estado ahora no tiene divisas para importar guaguas, piezas de repuestos ni combustible suficiente. Y  la situación se agudiza constantemente. Y en medio de ese empeoramiento la “hermana” China  suspendió el suministro de piezas para los ómnibus Yutong, exportados a la isla porque el Gobierno  dejó de pagar lo que debe por ellos.  Solo se podría renovar el parque de algunas rutas si algún país donara los equipos. Pero ya tampoco hay donantes.

Conclusión, aún si el régimen se las arreglase para mantener algunas guaguas funcionando, todo indica que en las calles habaneras se cruzarán con carruajes de la era colonial que Cirilo Villaverde describe en su  cubanísima  novela ya mencionada, y se observan en la película Cecilia,  de Humberto Solás.

O tal vez sean vehículos más rudimentarios, como los que utilizó el Cid Campeador, cuando paseaba con su adorada Doña Jimena. Ello va a ocurrir  si Raúl Castro no abre la economía a la libre empresa. Si sigue plantado en su inmovilismo jurásico será ese un gran “logro de la revolución”.

 

 

 

©Roberto Álvarez Quiñones. All Rights Reserved.

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

Leave a Comment