¿Sólo son poseídos los creyentes? Porque en otro caso no se echaría mano del sacerdote y, de ser así, bendito ateísmo. ¿El demonio es uno o múltiple? En el primer supuesto, quizá convendría dejar al endemoniado a su aire para evitar el trasvase de Lucifer a otras presas…
Y, por seguir, combatir la incredulidad exigiría de más precisiones: ¿cuáles son los criterios que permiten afirmar la presencia del malvado y su eventual salida? Asimismo, deberían publicarse análisis comparativos sobre la eficacia de los exorcismos versus tratamiento médico, o qué porcentaje es finalmente desposeído tras la magia de los rezos y agua bendita aunque, en el caso de que tras salir el maligno pudiera volver a entrar, ¿supondría ello una emulación del ministro italiano Salvini y su “Me la suda lo que hagáis”?
En cualquier caso, esa Iglesia que no se opuso en su día a la esclavitud, a la pena de muerte, al franquismo o la desigualdad de géneros pero sí a las vacunas o la anestesia, es además la que pone en grave riesgo a enfermos tributarios de tratamientos neuropsiquiátricos y, en parecida línea, sus abismales estupideces (quien no tiene ciencia tenga religión, sugería Goethe), al igual que ocurre con las medicinas alternativas, el Reiki, el brocoli o la auriculoterapia, pueden comprometer el futuro de muchos porque es sobradamente conocido que la fe puede llevar al desastre. Suponer de orígen diabólico una alteración mental obliga a plantearse la conveniencia de que, quienes así piensan, Papa incluido, sean tratados en algún centro especializado en enfermedades psíquicas. Antes o después de ser exorcizados si lo prefieren.