Periodismo. Entrevista.
Por Félix Luis Viera
“Después de un altercado de golpes, patadas, mordidas y todo con cuanto pudimos defendernos, nos llevaron presos para la unidad de la milicia que estaba al doblar de la esquina. Allí nos volvieron a golpear pero de alguna manera resistimos y gritamos ‘abajo Castro, esbirros’, ‘abajo la tiranía’”
Poeta, narrador y crítico literario cubano. Manuel Gayol Mecías nació en Las Tunas, Cuba, en 1945. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de La Habana, en 1979. Desde ese año y hasta 1989 trabajó como investigador en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. En 1989 y hasta 1994 fue especialista literario de la Casa de la Cultura de Plaza. Durante esos cinco años impartió asimismo clases de talleres literarios a una buena cantidad de escritores jóvenes cubanos. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Vivarium, del Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana. Recibió numerosos galardones literarios en Cuba en los géneros de poesía y cuento. Algunos de ellos: premio de cuento del III Concurso Literario Provincial Luis Rogelio Nogueras 1990 de Ciudad de La Habana; primer premio de Cuento en el Concurso Hemingway 1991 y Premio Nacional de Cuento en el Concurso Luis Felipe Rodríguez 1992, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). En la actualidad es editor en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California.
Retablo de la fábula (Poesía, Editorial Letras Cubanas, 1989); Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (Compilación, Editorial Casa de las Américas, 1989); El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos, Editorial del Centro Provincial del Libro de La Habana, 1990); Retorno de la duda (Poesía, Ediciones Vivarium, Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, 1995); La noche del Gran Godo (Cuentos, Neo Club Ediciones, Miami 2011) y Ojos de Godo rojo (Novela, Neo Club Ediciones, Miami 2012)
¿Por qué decidió vivir fuera de su país?
Manuel Gayol Mecías (MGM): Porque desde 1959 tuve la intuición de que lo que estaba por venir no era nada bueno. Desde 1961 estuve con la idea fija de irme de Cuba, pero no lo pude lograr hasta 1994. En ese mismo año, 1961, comencé a sentir el rigor del miedo y de la barbarie que se nos avecinaba, cuando a mí y tres amigos más (que pertenecíamos a la Juventud Católica en aquel entonces) nos atacaron en la calle unos diez miembros de la Seguridad del Estado, vestidos de civil, por supuesto, apoyados por la milicia y la policía, y que cerraron la calle Francisco Vega para facilitar su operación (hablo de la ciudad de Victoria de las Tunas, cuando pertenecía a la provincia de Oriente). Después de un altercado de golpes, patadas, mordidas y todo con cuanto pudimos defendernos, nos llevaron presos para la unidad de la milicia que estaba al doblar de la esquina. Allí nos volvieron a golpear pero de alguna manera resistimos y gritamos “abajo Castro, esbirros”, “abajo la tiranía” y esas ideas que están bien adentro y que supuestamente salen cuando uno ya está decidido a cualquier cosa… El escándalo fue tan grande, porque sucedió en el centro del pueblo, frente al parque Vicente García, y alrededor de las 9:00 de la noche, y como mucha gente estaba en la calle y había visto lo que sucedía, pues ya para las 11:00 nos tuvieron que dejar ir para la casa… A partir de ahí sentí que estábamos vigilados, marcados, acosados y los demás años que pasaron fueron de intranquilidad e indefensión. En 1967, mi padre pudo resolver mudarnos para La Habana (sabíamos que me habían puesto en una lista del Comité Militar para llevarme para las UMAP, ese tristemente célebre campo de concentración que existió en Cuba para católicos, testigos de Jehová y homosexuales, y para cualquier persona con ideas disidentes, y que tú conoces bien porque has escrito sobre el tema). En La Habana comencé una nueva adaptación y una nueva lucha contra el miedo… Durante todo el tiempo que pasé en Las Tunas traté de irme de la Isla como pudiera, pero en realidad nunca tuve suerte, o paradójicamente tuve la buena suerte de que nunca me atraparan cuando en dos o tres ocasiones intenté hacerlo con amigos en lanchas clandestinas. Pero asimismo teníamos mucha desconfianza, ya que los lancheros estaban infiltrados por la Seguridad del Estado y nunca llegué a concretar ningún viaje. El caso fue que en 1967 ya me encontraba en La Habana y, como te dije, empezó para mí una nueva época de miedo e incertidumbre.
Aun cuando ya yo tenía hecha mi propia libertad, la libertad dentro de mí mismo, digámoslo así —y que desde unos años antes de salir de Cuba compartía con mucha gente—, quería esencialmente darle sentido a mi vida de escritor y a la de mi familia, pues mi libertad en el extranjero tendría que ser la de ellos también algún día. Durante muchos años viví más asediado por dentro que por fuera, pero ese adentro cada vez más se me salía de una manera bien iconoclasta. Toda la aberración y el absurdo del totalitarismo castrista me fueron convirtiendo (aunque creo que siempre lo fui) en un contestón, un criticón, un iconoclasta de doble fondo, cuando empleaba una forma de discurso aparentemente revolucionario. Ese desasosiego constante me produjo un infarto al miocardio en 1976 (meses antes de que naciera mi hija), que por puro milagro no me llevó (el infarto, digo), ya que tenía 30 años y resultó ser masivo. Eso me sucedió cuando trabajaba en la Empresa de Montaje Industrial del Ministerio del Azúcar… Bueno, en realidad, la historia está contada por Joel Merlín, uno de los personajes de mi libro de cuentos La noche del Gran Godo, específicamente en el relato “Angina Pectoris”.
Después trabajé en la Casa de las Américas como investigador agregado de su Centro de Investigaciones Literarias, entré por puro azar del destino, pero esa es otra historia de “casa tomada”, parafraseando a Julio Cortázar, y allí pasé —como le debe suceder a todo cubano rodeado por su contexto laboral— tiempos buenos (conocí amigos, intelectuales latinoamericanos, en verdad aprendí mucho, ensanché mi visión del mundo y de la literatura y viví grandes experiencias del complejo ámbito de los escritores que, aun cuando la perspectiva se encontraba influenciada por el oficialismo, podía enseñar mucho); también pasé por tiempos regulares (en los que tuve por estrategia de supervivencia que adaptarme a las “orientaciones” literarias y de trabajo que daban en el centro; cosa en extremo difícil, ya que independientemente de que fuéramos gente que se suponía trabajábamos con un cierto nivel de la cultura y el pensamiento, teníamos que movernos en el mundo de la estupidez socialista, y, mucho peor, regidos por las cretinadas castristas en las que se adoraba una vaca, o en las que se luchaba contra los ciclones levantando cortinas rompe-vientos, o se tenía que creer en una poesía ferozmente coloquial y emplear en toda crítica, ensayo o prólogo los supuestos infalibles presupuestos marxistas, o había que endilgarse el Manifiesto Comunista y El capital para aprobar un examen de marxismo que te “calificaba” para una categoría investigativa, esto entre miles y miles de aspectos cotidianos totalmente absurdos).
¿De qué manera salió de Cuba?
MGM: Me fui de Cuba en 1994, después de que me había ido de la Casa de las Américas y me había pasado a trabajar a la Casa de la Cultura de Plaza y pude conseguir un permiso de un mes con ese trabajo, con el Ministerio de Cultura y con el Ministerio del Interior (como vacaciones) para visitar a la familia de mi padre en Asturias, España, y fue ahí donde me quedé e hice declaraciones a la prensa. Por esas declaraciones en contra del Gobierno cubano, me congelaron mi libro de cuentos La noche del Gran Godo que había obtenido el premio UNEAC dos años antes, en 1992, y que aún no lo habían publicado.
También pude, secretamente como es todo en Cuba, durante dos años antes tramitar la ciudadanía española, gracias al origen de mi padre. Claro, el permiso de salida y el viaje como tal los tuve que gestionar (durante ocho meses) mediante carta de invitación de mi familia española y dar los pasos reglamentarios para la famosa tarjeta blanca, como se conoce, con el Ministerio del Interior cubano.
¿Le ha resultado muy difícil adaptarse al sitio en donde reside hoy?
MGM: Pues sí… pero el tiempo es un recurso psicológico increíble. Te cuento: el tiempo y la realidad circundante te ayudan, te van moldeando, vas adquiriendo tus experiencias, haciendo piso, como dice el cubano. Pero tienes que tener la decisión muy clara, de jugártela para vivir fuera de tu contexto natural. Pero a mí Dios me ayudó mucho (o la suerte de los astros o de los dioses imaginarios, como se quiera creer). El caso fue que en los seis meses que estuve en España trabajé unos cuatro meses, casi cinco, en un taller de autos de un primo mío (bueno, a mi familia española le debo haber salido del infierno; gracias a ellos pude rehacer mi vida). Pero sufrí mucho porque no había posibilidades en España (hoy en día las hay menos), no había trabajo y no podía sacar a mi familia, de la manera tan fácil que había pensado. Entonces me lancé para Estados Unidos porque era ciudadano español, saqué un pasaje de turista para venir por tres meses y me quedé después al acogerme a la Ley de Ajuste Cubano; al año y un día me dieron el permiso de trabajo y solicité mi residencia. Tenía ya 50 años y comencé a vivir con otros primos que estaban en California, en la ciudad de Bell, cerca de Los Ángeles. Trabajé en lo que me aparecía: construcción, limpiando mierda de animales en un pet town (una tienda donde se vendían animales domésticos), proponiendo anuncios para una revista de negocios cubana, también editaba un semanario llamado OkLA y también estuve un año, más o menos, trabajando con Jesús Hernández Cuéllar, editando su publicación impresa y digital Contacto Magazine. Aquí aprendí mucho con Jesús sobre el periodismo hispano en Estados Unidos, y siempre he recibido apoyo de él, es buen amigo y magnífico periodista. Gracias a él, y a otro periodista mexicano también amigo, Carlos Ruvalcaba, porque ambos me recomendaron, pude entrar al periódico La Opinión, que en aquellos tiempos era como decir Los Ángeles Times en español. Ahí he estado hasta la fecha. Por supuesto que padecí mucho mientras no podía tener a mi familia; vivía como con un susto permanente en el estómago, por la incertidumbre; un susto como el que siempre tenía en Cuba, pero ahora era doble: la intranquilidad de tener a mis seres queridos en Cuba sin saber qué les podía pasar y la maldita incertidumbre que siempre nos ha mantenido en vilo ante un presente y futuro nada estable ni predecible, y esta incertidumbre se acrecienta cuando tú tienes que emigrar con 50 años de edad. El caso es que no me quedó más remedio que dejarme llevar un poco por la realidad, ponerme en manos de Dios. Y el milagro se hizo, bueno podemos llamarle milagro, porque a los seis meses de estar en California, mi hermano que estaba en Alemania logró llegar a Miami, fue el primero, y de inmediato, mi esposa y mi hija, y después mi cuñada y mi sobrino se sacaron la visa de lotería de Estados Unidos en La Habana, y antes de que terminara el año 95 ya todos estábamos juntos. En fin, no solo se sufre por la incertidumbre, sino también por muchas cosas más, como el desprendimiento de lo que dejaste atrás, más con la edad que yo salí. Pero como estás en un presente y unas perspectivas futuras más factibles, al menos prometedoras, entonces te aguantas, te “subes las mangas” y dices: “Vamos a meterle caña a esta realidad”.
¿Cuál ha sido su trayectoria artística en su actual lugar de residencia?, ¿qué resultados ha obtenido?
MGM: Mi trayectoria ha sido fundamentalmente en dos lugares y dos medios periodísticos, primero, como ya mencioné, la revista Contacto; y segundo, el periódico La Opinión. En la publicación de Jesús Hernández Cuéllar fue alrededor de un año, y en el diario trabajé durante casi 13 años, hasta 2008, y ahora hace unos meses que he vuelto a incorporarme a su redacción como editor y copy editing (editor de estilo). De manera independiente a este trabajo periodístico, me he dedicado siempre a escribir mi literatura. La noche del Gran Godo (premio UNEAC 1992) ya salió publicado y ahora, más recientemente, la novela Ojos de Godo rojo. En el año 2004 obtuve el Premio Internacional de Cuentos Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York, con el cuento “El otro sueño de Sísifo”. Este premio me dio un reconocimiento en el mundo académico hispano de Estados Unidos, ya que es patrocinado por una prestigiosa asociación de profesores cubanos a lo largo de numerosas universidades del país. Pero también considero, esencialmente, que uno de mis mayores resultados, si es que no resulta ser el mayor, viene a ser el hecho de que, con los años, he logrado estabilizarme económicamente (por supuesto, asimismo gracias a mi familia que ha progresado un poco: vivo con mi esposa, mi hija, mi yerno y mis nietos) y el hecho he logrado adaptarme emocionalmente a resultados está en que he podido seguir escribiendo, publicando y llevar incluso una revista digital, Palabra Abierta, que al parecer ha tenido su aceptación en los medios literarios hispanoamericanos y cubanos.
¿Qué opina de la sociedad de la que ahora forma parte?
MGM: Una sociedad complejísima: peligrosa, pero al mismo tiempo renovadora; dura y a la vez fascinante; una sociedad de inmigrantes tan diversa y liberal como conservadora. En mucho es una muestra de la diversidad del mundo, llena de pasiones, de tecnología y ciencia, de ridiculeces y exquisiteces. Pero no se puede obviar que en estos tiempos Estados Unidos ha decaído a niveles no previstos no solo por la crisis económica, que es global, sino también por una crisis política que ha tenido y sigue teniendo una depauperación de lo moral, de lo ético. El afán por ganar dinero y por el poder político desde hace muchos años ha venido erosionando el sistema económico y social de este país… Las discusiones ideológicas, de políticas partidistas y lo que se entienda por ideas de una manera de ver el mundo o de otra, desde hace muchos años, muchos años, empezó a pasar de la diplomacia a la hipocresía y de la hipocresía a la guerra; al extremo, de que hoy en día, cualquier contienda política se convierte en ataques destructivos. Detrás del partido (cualquiera sea), detrás de las ideas —supuestamente beneficiosas para la humanidad— hay intereses oscuros. El asunto es poder destruir al contrario y tomar el poder. Y este desvanecimiento de la ética política ha permeado lo social, y en realidad al mundo entero, no solo a este país, el interés por lo material y el poder se ha globalizado también. Así que mi opinión no es nada más de esta sociedad, sino del mundo… No obstante, a mi modo de ver, hay esperanzas porque todavía somos capaces de imaginar, y de buscar y encontrar valores universales; pienso que la solución a la degeneración humana siempre ha sido y seguirá siendo individual. La persona, el individuo, es el que está llamado a salvarse a sí mismo, buscarse y encontrarse. Pero también existen el Ánima-Mundi y el Ánima-País formados por las mejores individualidades; es decir, todo es un proceso evolutivo, de la materia hacia el espíritu, donde el alma de cada persona y de cada país y del mundo mismo está en lucha constante con los respectivos egos; quizás la vida humana se resuma en eso, en lograr una lucha armónica entre el ego y el alma, en la medida en que el alma se sobreponga, se avanzará más lenta o más rápidamente hacia el espíritu. Hoy este avance es extremadamente lento o se encuentra casi estancado. En el caso específico de Estados Unidos confío de alguna manera en que los mejores valores de este país se vuelvan a imponer… También pienso que estamos en víspera de un cambio enorme, y toda víspera está en principio llena de oscuridad hasta que poco a poco amanece. Lo que digo hay que verlo, supongo, desde una perspectiva macrohistórica; quizás dure muchos años todavía este caos, en este país y en el mundo. Para definirte todo esto, en relación con Estados Unidos, te lo resumiría parafraseando a Panglós (del Cándido, de Voltaire): este país no es el mejor de los mundos posibles, pero sí es el menos malo de los mundos posibles.
¿Alguna otra observación para los lectores de Cubaencuentro?
MGM: Me gustaría terminar hablándote de la “utopía posible”; algo que siempre me da vueltas en la cabeza, porque los intelectuales en general siempre han querido, de una manera u otra, comprar boletos para viajar a una determinada utopía. Y este tipo de ilusión desde hace mucho tiempo se acabó, pasó de ser buenas intenciones a convertirse en ideas tontas o en hipocresía, pura falsedad: contubernio de dictadores de izquierda y derecha con “tontos útiles”, en el mejor de los casos, o con intelectuales con un gran almacenamiento de maldad y envidia, un ego que los degenera inevitablemente, que se prestan para, en nombre de las utopías de la Patria, el Nacionalismo, la Igualdad, etc., embaucar a muchos pueblos; aún quedan países como Corea del Norte, Cuba, Venezuela, los países del ALBA (ese proyecto contra Estados Unidos y el neoliberalismo) que todavía insisten en convertir a la gente en zombis. Sin embargo, lo triste de ello no es que aún convenzan a masas de ignorantes (porque son pobres material y espiritualmente y, por tanto, se aferran a cualquier populismo que conecte con ellos), sino porque lo triste y lo trágico del asunto es que todavía hay intelectuales que se prestan a introducir e imponer esas ideas. Es lamentable cómo la estupidez humana puede albergar ciertos conocimientos y también habilidades artísticas y/o literarias (que en esencia no son tales porque les faltan la verdadera y real práctica de la vida)… En definitiva, la única utopía posible a mi modo de ver es el intento de perfeccionar la imperfección; digamos, una manera de ver el mundo y de hacer en el mundo. La posibilidad de progresar en la medida que arreglamos nuestras imperfecciones, puesto que la perfección no existe, pero el querer lograrla nos hace avanzar, progresar. De hecho, nos puede ser muy bueno el intento por llegar a una perfección, aun cuando sepamos que no podrá ser, pero al menos esta ilusión, bien imaginaria, nos hace repetirnos todos los días de que somos imperfectos, de que cometemos errores con bastante frecuencia. Tomar conciencia de ello, de que necesitamos estar constantemente re-haciéndonos, re-creándonos. Eso, para mí, es la utopía posible. Parece una simpleza o quizás una incoherencia, pero ojalá que el lector de Cubaencuentro (que es un lector inteligente y hasta especializado, si se quiere) se ponga a pensar en esto, que —supongo— cuenta con muchos aspectos por donde encontrar un camino hacia la recomposición de los verdaderos valores humanos.
Gracias a ti y a los lectores de Cubaencuentro por esta amable atención.
Félix Luis Viera, México D.F. | 30/04/2012 11:28 am
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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.
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