Economía. Política. Sociedad. Crítica
Por José Hugo Fernández.
De la misma manera que los platanales no pueden producir más que plátanos, los errores históricos no generan sino otros errores con frecuencia mayores. Máxime si aquellos que los cometen se empeñan en no rectificarlos, incluso después de comprender que el error se ha vuelto contra ellos mismos. Es el caso de la doble moneda en Cuba, más que un error, un acto de vesania que, no obstante, ya está a punto de cumplir su cuarto de siglo sin que aparezca el modo de subsanarlo sin consecuencias dramáticas.
Uno no sabe si amargarse o hacer gárgaras cuando lee en estos días ciertos reportes de la prensa internacional donde se menciona la inminente eliminación de la doble moneda como otro paso hacia adelante en las reformas que —dicen ellos— lleva a cabo el castrismo.
Poca atención parecen prestar los autores de tales reportes a los sondeos de opinión que ellos mismos realizan en la Isla, donde en aplastante mayoría la gente manifiesta indiferencia ante el cambio de moneda, demostrando intuir que si este no viene acompañado por cambios en el sistema económico y político, no servirá sino para que continúen dependiendo de la incompetencia castrista, como con un ciclón detrás de la puerta.
Y hasta peor. Bien podría ocurrir que la equiparación monetaria contraiga una nueva debacle, teniendo en cuenta la amenaza de inflación que sin duda vendrá acompañándole. No son pocos los economistas que han lanzado alertas al respecto. Inútilmente, supongo, puesto que ya es conocido que nuestros salvadores de la patria no escarmientan por cabeza ajena. Sin contar con lo poco que podría importarles una catástrofe más o menos, siempre que no afecte sus calderos, sino los del pueblo, como es habitual.
Dejo para los entendidos el análisis sobre cómo este cambio de moneda podría recontrapotenciar la dura inflación que ya existe en Cuba desde hace tiempo, a pesar de que apenas aparece mencionada en los reportes de la prensa internacional. Para darse cuenta de lo elemental ni siquiera hay que ser economista. Si es eliminado el CUC, como se espera, y el valor del peso cubano se equipara con el del dólar, debe ser eliminada a la vez la tasa preferencial de cambio con que hoy operan las empresas estatales.
Mientras la población y los cuentapropistas pagan 24 pesos nacionales por cada CUC, y éste a su vez está valorado por encima del dólar, las empresas estatales disponen de una tasa preferencial por las que pagan 1 peso nacional por cada dólar. Ello abarata sus costos de compra, a pesar de lo cual le venden a la gente a muy altos precios. Sin embargo, cuando para todos sean equiparados el peso nacional y el dólar, esas empresas tendrán que comprar a 1 por 1, lo que les obligaría a subir aún más sus precios de ventas.
Resultado inevitable: shock económico, desabastecimiento e inflación, aún más graves que los existentes, lo cual se me antoja como un desmedido desmadre, aun para ese régimen.
Asusta pensar que ocurra en nuestra isla lo que ya ocurrió en Alemania durante la llamada república de Weimar, en los años 20, del siglo XX, cuando en apenas nueve meses una flauta de pan pasó de costar 250 marcos a 200 millones. La gente iba al mercado a comprar lo poco que había y llevaban el dinero en cochecitos de niños porque ya ni en maletas de viaje les cabía. Es una situación muy conocida, que recogen casi todos los libros de economía en que se habla de los procesos inflacionistas. En Alemania se llegó a imprimir billetes por un billón de marcos. Y cuentan que a un señor le robaron la maleta en la que llevaba el dinero, pero le dejaron el dinero y se robaron sólo la maleta.
No es exageración sino historia que consta. Igual es conocido que entonces en Alemania se pagaban los salarios cada dos horas y se les daba permiso a los trabajadores para que salieran a comprar antes de que nuevamente subieran los precios de los productos. Una familia vendió su casa en Hansburgo para emigrar a América, y cuando llegaron al puerto, todo el dinero de la venta no les alcanzaba para pagarse los pasajes, y todavía más, tampoco les alcanzaba para pagarse los gastos de retorno al pueblo del que procedían.
Fue una situación de locura total que quizá los cubanos podamos entender fácilmente. No en balde se afirma que aquellas circunstancias tan anómalas de Alemania fueron terreno fértil para que creciera la mala hierba del hitlerismo. Algo que nos asusta más. Pues nos da por preguntarnos qué terreno puede estar fertilizando la actual situación de la Isla.
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