Política. Sociedad. Crítica.
Roberto Álvarez Quiñones.
El Gobierno de Cuba ostenta desde hace unos días la Presidencia pro tempore de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que celebró en La Habana su XXXVII período de sesiones.
No por pura casualidad, mientras el nuevo jefe del Gobierno castrista, Miguel Díaz-Canel, recibía de México el cargo de presidente de esa institución en el Palacio de las Convenciones, esbirros del MININT daban una paliza a dos indefensas Damas de Blanco por gritar precisamente “¡Abajo Díaz-Canel!”.
Tan singular contraste inaugural reveló la catadura moral y política de la nueva presidencia cepalina. Mostró que la dictadura militar cubana no merece, ni está capacitada para dirigir ninguna institución internacional que se respete.
Creada en 1948, la CEPAL es una agencia especializada de la ONU y cuenta con 46 Estados miembros y 13 asociados. Está integrada básicamente por economistas e intelectuales de izquierda. Pese a ese parentesco ideológico el régimen cubano no la respeta. Le suministra estadísticas e informes falseados, pero la CEPAL los acepta de muy buen grado, los da como confiables, los publica y difunde por América Latina y todo el planeta.
Incluso los expertos de esa institución con frecuencia acompañan las manipuladas estadísticas cubanas con comentarios favorables al Gobierno castrista por “sus esfuerzos” en pos del desarrollo de la economía cubana.
Adulterar estadísticas está en el ADN castrista. Todo comenzó a fines de 1959, cuando al presidente del Banco Nacional, Ernesto Che Guevara, le informaron que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ese año había sido de solo un 1%. Se disgustó y ordenó a sus economistas que lo inflaran con otro método de cálculo del PIB, para no dañar la imagen de la “revolución”.
El PIB cubano es un gran fraude
Desde entonces la dictadura militar miente en todos sus informes. Claro, goza de dos ventajas excepcionales: en Cuba no hay cómo verificar nada de lo que el Gobierno asegura, y ningún organismo internacional le exige al régimen que no le mienta.
La CEPAL se traga a gusto toda la bazofia que le envía Cuba. Sabe que el régimen castrista para calcular el PIB suma gastos sociales de salud pública y educación como nuevos valores creados, o sea, como si fueran servicios cobrados por entidades privadas en un país capitalista.
Con esa trampa, la paridad artificial del dólar con la moneda cubana, y muchos otros trucos, el PIB cubano es inflado. Así, un raquítico crecimiento del PIB de un 1.5% se presenta triplicado o cuadruplicado, y no pasa nada. Y el monto total del PIB es igualmente una gran mentira, inflado en miles de millones de dólares.
En diciembre de 2006 el ministro de Economía, José Luis Rodríguez, anunció que el PIB creció en un 12.5% y fue el más alto del mundo al superar el alza de un 10.7% logrado por China ese año. Y en 2005 el propio Rodríguez informó que el PIB cubano creció en un 11.8%. Ante tanto descaro, economistas de dentro y fuera de la isla hicieron cálculos y mostraron que el PIB en 2006 había crecido realmente en un 3.2%.
CEPAL: desempleo en Cuba, menor al de Japón
También la CEPAL publicó a fines de 2017 que la tasa de desempleo en Cuba se redujo en los últimos 12 meses en medio punto porcentual, a solo 2%, cuando en realidad oscila entre 28% y 30% según estudiosos de la economía cubana, como el profesor Carmelo Mesa-Lago, y otros. O sea, CEPAL pretende hacer creer que Cuba tiene una tasa de desempleo más baja que Japón (2.5%), Suiza (2.7%) o EE.UU. (4.7%). Por favor.
Pero hay más. CEPAL afirmó que en 2017 Cuba retomó la senda del crecimiento económico y que en 2018 crecerá en un 1%. Falso. Con subsidios y petróleo gratis reducidos a la mitad, las exportaciones de bienes disminuidas en un 60%, una fuerte caída en la llegada de turistas, sin acceso a créditos internacionales, sin divisas para importar lo que necesita, y con el sector estatal más improductivo que nunca, sería de idiotas creer que Cuba retomó la senda del crecimiento.
En verdad la economía cubana sufre una grave crisis que además se agrava sin remedio, pues ya no hay tío dadivoso que la rescate. Caracas no puede. Y Moscú o Pekín no regalan dinero a nadie.
Si la CEPAL cumpliese el papel para el cual fue creada haría dos cosas: 1) alertar a las autoridades castristas y decirles que el país va al abismo si no fomenta un pujante sector privado, única vía para producir en grande bienes y servicios; y 2) comunicarles que no pueden seguir enviando información falsa, porque no será aceptada.
Pero ni la dictadura va a decir la verdad, ni la CEPAL parece dispuesta a exigírselo. De todo eso emana cierto tufillo político-ideológico. Para sentirlo basta leer el encabezamiento de la nota publicada por Granma sobre el inicio del XXXVI período de sesiones en La Habana:
Cuba recibe la herencia de una CEPAL que se ha consolidado como patrimonio de América Latina y el Caribe y, a sus 70 años, continúa mirando al desarrollo, no con cualquier enfoque, sino con uno humanista que contempla el acceso a la educación y a la salud, así como mecanismos para el empoderamiento de las mujeres y el protagonismo social de los distintos grupos etarios.
¿Elogia Granma a alguien gratuitamente? Es ostensible la buena química existente entre la Junta Militar y los directivos de la CEPAL.
Por otra parte, ¿de qué herencia de la CEPAL habla el diario castrista? Esa institución arrastra una tara casi fundacional que es fatal. Sigue rindiendo culto al economista keynesiano argentino Raúl Prebisch, secretario ejecutivo de la CEPAL de 1950 a 1963, uno de los estrategas económicos que más daño ha causado nunca a América Latina.
Una herencia de fracasos
Con la doctrina antiliberal de Prebisch de sustituir importaciones, crear barreras proteccionistas, crecer hacia dentro y su aislacionismo absurdo, CEPAL hundió la competitividad comercial en América Latina, impidió el ritmo de desarrollo industrial en la región y atrasó fatalmente a Latinoamérica con respecto a las naciones asiáticas.
En Asia muchos países hicieron todo lo contrario. Decidieron primero crecer hacia afuera, liberaron su comercio (solo Corea del Sur protegió su industria), abrieron sus puertas a las inversiones extranjeras, y sus gobiernos hicieron grandes gastos en educación y aprendizaje tecnológico. Hoy ya forman parte del Primer Mundo varios países que eran más pobres que los latinoamericanos: Corea del Sur, Taiwan, Singapur, y el caso especial de Hong Kong. Otros siguen sus pasos, como Malasia, Indonesia y Tailandia.
La equivocada estrategia cepalina provocó además un endeudamiento público exorbitante en Latinoamérica que condujo a la mayor crisis de deuda externa subcontinental de la historia moderna, al punto de que los años 80 pasaron a la historia como “la década perdida”. Es esa década perdida en materia de desarrollo la herencia de la CEPAL, y Granma la disimula por razones políticas.
Al aceptar tantas mentiras, la CEPAL en la práctica ha devenido instrumento de propaganda castrista. Y así se desprestigia, hace trizas la credibilidad, seriedad y profesionalismo que se supone debe tener como organismo especializado de la ONU.
Y no cabe aquí otorgar el beneficio de la duda de que se trata de ignorancia, o negligencia por no investigar la calamitosa economía cubana. No, en la CEPAL no trabajan ignorantes, incapaces o morones.
Ahora con el régimen cubano de líder político es de esperar que todo empeore. Es hora de que los directivos de la CEPAL tomen medidas para evitar que ese órgano de la ONU siga siendo utilizado por el castrismo para engañar al mundo.
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