Castrismo y turismo no encajan bien

Política. Sociedad. Critica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.

Capitolio de La Habana y autos antiques. Creative Commons.

 El régimen de Raúl Castro admitió hace unos días que en el primer trimestre de 2018 la llegada de turistas a Cuba cayó en  un 7% con respecto a igual período de 2017, pero anunció que, no obstante, espera  recibir este año 5 millones de turistas.

Un director del Ministerio del Turismo, Michel Bernal, dijo que “el optimismo del sector está sustentado en disponer este año de un producto turístico competitivo en comparación con la región caribeña”. Falso. Ni hay tal optimismo,  ni la oferta turística cubana se puede comparar con la de otros países del Caribe.

Ese descenso trimestral  sorprendió y alarmó a la cúpula dictatorial, pues ocurrió en la “temporada alta”, la de mayor flujo de vacacionistas que van al Caribe huyendo del frío en América del Norte,  Europa y otras regiones. Enseguida el diario Granma culpó a Washington por sus “presiones externas y campañas de difamación”.

La Organización Mundial de Turismo (OMT) informó que el turismo creció globalmente en un 8% en el primer trimestre. O sea, más personas en 2018 vacacionaron en zonas cálidas. Pero a Cuba fueron entre 30,000 y 32,000 turistas menos.

Y en junio comienza ya la “temporada baja”, hasta octubre, en la que muchas personas del hemisferio Norte no viajan  porque no hay frío del cual escapar y porque tampoco quieren soportar el calor caribeño. De no subir fuertemente el flujo turístico en el segundo trimestre  la afectación inicial podría llegar hasta fines de año.

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Pero lo importante no es llegar a cinco millones de visitantes, o no.  A mi modo de ver la industria turística cubana tiene tres escollos más serios,  y uno de ellos apunta a bajar la tasa de crecimiento anual que ha tenido hasta ahora.

Turistas gastan poco, no tienen ofertas

Para empezar, los turistas en Cuba no tienen en qué gastar el dinero. Según datos oficiales,  en 2017 en Cuba el gasto por turista fue de $577  dólares. No llegó ni a la mitad del promedio internacional,  de $1,250  dólares informado por la OMT. Lo peor, es que en vez de aumentar el gasto por turista en Cuba está bajando. En 2013 fue de $633 dólares.

Sin embargo, en República Dominicana,  otro país caribeño, el gasto de cada uno de los 5.9 millones de turistas recibidos en 2017  fue de $1,147 dólares, según el Banco Central dominicano. Duplicó al de Cuba.  Si un turista en lugar de viajar a Cuba va a Dominicana gasta el doble de dinero, siendo un país mucho más pequeño. Antes del castrismo solo La Habana recibía ocho veces más turistas que toda esa nación vecina.

La explicación es que Cuba fue “liberada” de la burguesía y hoy tiene que importar frutas frescas irónicamente de República Dominicana para poder abastecer los hoteles. La isla hoy produce menos alimentos,  bienes y servicios que 60 años atrás. Y no cuenta con infraestructura  comercial ni de recreación para que los vacacionistas gasten dinero.

Se van del país 65 centavos de cada dólar

Hotel Nacional, La Habana, Cuba. GNU Free Documentation License.

Un segundo azote, derivado de la incapacidad productiva castrista, es que de ese bajísimo gasto de $577 por turista se van al  extranjero entre $346 y $375, pues el país produce muy poco y tiene que importar entre el 60% y el 65% de lo que necesita el sector turístico para funcionar.  Solo quedan disponibles en suelo cubano entre $202 y $231 dólares. Por ejemplo, con 4.5 millones de turistas que gastasen $1,250 dólares per cápita, Cuba recibiría $5,625 millones, más del doble que los ingresos actuales.

No se trata, pues,  de recibir una avalancha de visitantes, sino de que gasten más. Es más racional. El objetivo del gobierno de Díaz-Canel  en materia turística no puede ser llenar hoteles, sino elevar el gasto por turista, y reducir ese colosal 65% de componente importado en los costos de dicha industria.

Por otra parte,  la modalidad de paquetes turísticos que incluyen boleto de avión y hotel, todo incluido, en Cuba no funciona. Solo lo haría si el turista consumiese y gastase dinero fuera del hotel (ya pagado).  Y si no hay ofertas a la mano, tal gasto no se realiza.

Con el ingreso neto ($202-$231) por turista, el país tendría que recibir 15 millones de vacacionistas al año, el triple que ahora,  para obtener entre $3,030 y $3,465 netos. Y aun así recibiría menos de la mitad de lo que hoy le llega a Cuba neto  en remesas, paquetes y dinero en el bolsillo de los cubanos que viajan a la isla.

Peligra el atractivo del bajo costo

En la cadena de problemas hay un tercero respetable. Al importar hasta dos tercios de los insumos necesarios para el turismo, los precios vacacionales van subiendo debido a la inevitable inflación en el mercado internacional.  Obviamente  el Estado  le pasa la inflación importada a los precios de hospedaje, restaurantes y otros servicios.

Poco a poco la oferta turística cubana puede ir perdiendo uno de sus mayores atractivos, su relativo bajo costo. Recordemos que la mayor parte del flujo turístico a la isla corresponde a personas retiradas, de clase media baja, o  incluso trabajadores con salarios moderados. En otras naciones competidoras los precios no suben a igual ritmo que en Cuba, pues producen más e importan menos insumos.

El otro atractivo del que habla el régimen, el de la seguridad, no cuenta. En todo Estado policial la seguridad es lo que sobra.  ¿Puede haber un turista más seguro que el que visita Corea del Norte?

Por último,  hay un cuarto factor que aunque positivo para el país resulta contraproducente para la población, debido al totalitarismo comunista. Muchos turistas ya prefieren hospedarse en casas privadas en vez de hoteles. Hay unas 21,000 casas que los hospedan. Ahorran dinero, se mueven más libremente, comen en “paladares”  y se acercan más al cubano de a pie.

Sin libre empresa no hay turismo en grande

Esas ventajas  cuentapropistas  llevaron al general Castro a suspender, en agosto de 2017,  la entrega de nuevas licencias para el hospedaje de turistas en casas particulares, y para  servicios gastronómicos en cafeterías y restaurantes privados.

Lo contradictorio es que esta actividad privada no solo le hace  la competencia a GAESA y todo el capitalismo de Estado de las Fuerzas Armadas. Como no hay un mercado mayorista, quienes hospedan turistas,  y los “paladares”, compran sus insumos, en el mercado minorista, las “shopping” y en el mercado negro, lo cual reduce la disponibilidad de alimentos y otros bienes para el resto de la población. Y no se atisba que la dictadura  vaya a crear un mercado mayorista, ni que vaya a realizar las reformas que se necesitan.

Para evaluar la letalidad de ese inmovilismo, recomiendo hacer una abstracción: si Fidel y Raúl Castro no hubiesen asaltado el poder en 1959, hoy Cuba estaría recibiendo fácilmente 15 millones de turistas.  Tal vez 17 millones, o más, principalmente desde Estados Unidos, porque es su mercado natural a 140 kilómetros de distancia, y porque la economía cubana estaría muy ligada comercial y financieramente a EE.UU. Ir a La Habana siempre estuvo de moda en ese país y así lo reflejaba Hollywood.

Si cada hipotético turista gastase $1,250, Cuba obtendría entre $18,750 y $21,250 millones de dólares, quizás $25,000 millones. El castrismo no ha visto nunca, ni de lejos, tal cantidad de dinero, que triplica o cuadruplica la exportación de médicos.

En cuanto a las presiones de Washington hay que verlo al derecho y no al revés. No habría presiones ni embargo, y sí millones de turistas gastando mucho, si en Cuba hubiese democracia y economía de mercado.

En fin, es el estalinista dictador Castro y no EE.UU.,  quien al no permitir la libre empresa le pone un techo al turismo e impide su desarrollo natural.

 

 

 

©Roberto Álvarez Quiñones. All Rights Reserved

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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