Aseo personal en Cuba regresa al Medioevo

Política. Historia. Sociedad. Crítica. 
Por Roberto Álvarez Quiñones.

El Cid Campeador de Castilla. Burgos. Flickr.

¿Olían bien las axilas de la gente común trabajadora en los tiempos del Cid Campeador? No creo que olieran a rosas precisamente. No existía el desodorante, ni jabones de baño perfumados a la venta en las esquinas. No había cómo cepillarse los dientes con agradables dentríficos desinfectantes, ni sofisticados detergentes para fregar platos y limpiar los mesones y tabernas. No se conocía el papel higiénico, ni las cremas de afeitar refrescantes, ni había agua de colonia o lociones aromáticas al alcance de quien no fuera un rico privilegiado.

En Cuba 1,000 años después, en plena centuria 21, ocurre lo mismo. Recientemente la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, anunció que hasta abril no habrá productos de aseo personal a la venta, porque la “tensa situación financiera” obliga a destinar las escasas divisas a importar alimentos y combustibles. Por supuesto, la ministra afirmó que  “el financiamiento tiene que destinarse a sortear las adversidades del crudo bloqueo”. O sea, la culpa del mal olor en la isla también la tiene Washington.

Eureka! El baño de Arquímedes. La Vida Cotidiana.

¿Es posible imaginarse a un ministro de Cuba en 1958 anunciarle a la gente que durante tres meses no se podrá enjabonar, ni lavarse la boca con pasta dental?

A los cubanos el castrismo los está arrastrando en el tiempo a vivir en la Edad Media, que no vivieron como pueblo (no existía, salvo los aborígenes), pero que recibieron como regalo de los hermanos Castro (siempre aclaro lo de cubanos de a pie, porque la nomenklatura  dictatorial  no carece de nada).

Alimenti, latte, Taccuino Sanitatis, Casanatense. Wikipedia.

Desde enero la escasez de todo se ha disparado: faltan, de manera intermitente o fija, el gas para cocinar, la harina, el pan, la carne de puerco, pollos, huevos, pescado, puré de tomate, sal, aceite vegetal, leche, frutas, café y hasta arroz, así como medicamentos, gasolina, transporte, vivienda. Todo ello de la mano del hedor ambiental y el peligro de epidemias que emanan de los basureros nauseabundos en las calles, que se mezclan con los escombros de edificios que se derrumban fatalmente. En enero pasado tres niñas escolares en la Habana Vieja murieron aplastadas por un balcón que les cayó encima.

A ese panorama se suma ahora que los cubanos llevan mal olor encima si no adquieren en el mercado negro productos de aseo (si milagrosamente logran conseguirlos) a precios prohibitivos, pues la ley de la oferta y la demanda no perdona.

Y probablemente en abril Betsy irá de nuevo a la TV a decir que no alcanzaron las divisas para importar productos de aseo y que será en agosto que se “normalizará” la situación.

Casi todos los productos de aseo se producían en Cuba

Jabón RINA | Cuba photos, Cuban culture. Pinterest.

Para empezar, antes de que los Castro asaltaran el poder en 1959 y comenzaran la guerra contra EE.UU., al confiscar propiedades estadounidenses por valor de 1,800 millones de dólares, en Cuba se producía la inmensa mayoría de los productos de aseo, limpieza e higiene que se consumían. No había que importarlos. Varias grandes fábricas habaneras, Crusellas, Sabatés (fundadas en el siglo XIX) y los Laboratorios Gravi entre ellas, se encargaban de producirlos.    Crusellas (800 trabajadores) estaba asociada con la compañía estadounidense Colgate-Palmolive, y Sabatés con Procter and Gamble. Crusellas producía en la isla los jabones Candado, Palmolive y Hiel de Vaca, la pasta dental Colgate; el limpiador Ajax; Kolonia 1800 y Myrka; agua de tocador Rhum Quinquina (para el cabello); agua de violetas Lavanda; champú Halo Colgate, así como desodorantes, brillantina, polvos y talcos.

Había además en el mercado cubano los detergentes FAB, Tide, Ace y Lavasol, los jabones Rina, Camay, Heno de Pravia, Suave, Oso, Tornillo, Llave, Elsa; Glostora (para el cabello), la pasta dental Gravi, y  otros productos de alta calidad elaborados en Cuba. Sin contar los importados.

Porcelain Signs.

Quienes tienen más edad, como yo, recordamos, con musiquita y todo, muchos comerciales en la TV y la radio. Además, Cuba estaba entre los líderes de Latinoamérica en técnicas publicitarias. Recuerdo bien aquello de “Ponga el Oso a trabajar”, “Rina es duro, duro de verdad”, “Jabón Camay, embellece desde la primera pastilla”; la “sonrisa Colgate”, “Jabón Candado, con pirey y fuerza blanca”;El nuevo Ajax, limpiador perfumado”;  Lavasol  da blancura de sol”,  “Ace hace de todo”, y muchos otros.

Mercancías con valor agregado que aumentaban el PIB

Y que no me vengan a decir los defensores del régimen que aquellos productos de aseo no estaban al alcance del “pueblo trabajador”. Difícilmente podía encontrarse en Cuba a un empleado u obrero industrial —recordemos que el salario promedio era de 130 dólares en 1958, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT)—  con mal olor corporal  o en la boca por no poder comprarse un jabón o un tubo de pasta dental.

La cerveza en Cuba. Pensamiento.

Lo más importante es que si bien eran producidos en asociación con compañías estadounidenses, se elaboraban en Cuba. Eran productos cubanos y daban empleo a miles de cubanos que con su consumo familiar hacían crecer la economía nacional. Se importaba la materia prima, pero el valor agregado al producto ya terminado iba al Producto Interno Bruto (PIB)

Por eso la balanza comercial de Cuba antes del comunismo siempre registraba superávit. Las exportaciones superaban a las importaciones. Qué contraste tan brutal, en la isla desde hace seis décadas, con excepción de un superávit casi simbólico de 10 millones de dólares en 1974, en los otros 59 años transcurridos desde la sovietización de la economía (13 de octubre de 1960) la balanza comercial ha registrado un déficit tras otro, sin parar.

Ni puede importar, ni paga lo acordado con los acreedores

Esos continuados déficits conformaron una deuda externa sumamente elevada para el pequeño tamaño de la economía cubana. En los años 80 el monto de la deuda cubana, de $51,000 millones, equivalía al 82% del PIB,  proporcionalmente la mayor deuda de Latinoamérica según el FMI.

Con la Unión Soviética y demás países socialistas la deuda superó los 40,000 millones de dólares, y con el Club de París llegó a $11,100 millones, de los que Cuba no pagó un centavo desde 1986. En 2015 ese club de acreedores redujo la deuda a solo $2,600 millones para que la pagase, y le perdonó los intereses hasta 2020.

Ultimo cable.

Pero hace unos días, el 11 de febrero, diplomáticos dijeron a la agencia Reuters que el Club de París informó que en 2019 Cuba debía pagar $80 millones y no pagó ni un centavo. Incumplió lo pactado con el club, y sobre todo no pagó nada a varios de sus mayores acreedores: España, Francia y Japón. Si La Habana no cumple con el acuerdo se le cobrará un interés del 9% hasta que realice el pago más otros cargos derivados del retraso.

El acuerdo es extremadamente beneficioso para Cuba y el hecho de que no puedan pagar dice mucho de lo arruinados que están”, dijo una de las fuentes que solicitó el anonimato a Reuters.

Rusia en 2014 también condonó a La Habana el 90% de los $35,000 millones que le debía. Putin, consciente de que nunca lo cobraría todo redujo el adeudo a $3,500 millones. Inútil intento, tampoco los va a cobrar.

Los “paladares” están cerrando, y quebrando

Paladar vacío. Wikimedia Commons.

Volviendo a la falta de higiene en Cuba, esta no solo impide el aseo de los cubanos como requiere vivir en el siglo XXI y no en el XI cuando las hazañas del legendario don Rodrigo Díaz de Vivar, sino que impacta fuerte al sector privado.

Muchas cafeterías privadas (los “paladares”) están cerrando porque no tienen detergente para fregar los platos, ni productos para limpiar el local, y las moscas los han invadido. Algunas ya han quebrado.

El colmo es que en Ciego de Ávila la cuentapropista (vendedora ambulante) Dairis González, fue multada con 3,000 pesos  (143 dólares y solo gana $40 al mes) por no tener detergente para limpiar su carro de “granizados” (jugos artificiales con hielo “frappé”).

O sea, corriendo ya el año 62 de la revolución los cubanos comen cada vez peor y menos, hay más escasez de todo incluso en las tiendas en divisas. Viven ya muy mal. Y la situación se va a seguir agravando.  El mecenas venezolano no puede aumentar sus subsidios ni la entrega de petróleo gratis a la isla. El turismo internacional ha caído y también han descendido los volúmenes de divisas confiscadas a los médicos cubanos explotados en ultramar.  Y el cash proveniente de EE.UU. (remesas, paquetes y visitas) no será suficiente para mantener a flote una economía que es incapaz de sustentarse a sí misma.

Y todo por mantener un modelo económico comunista probadamente fracasado en el mundo entero.

En fin, el castrismo está obligando a los cubanos en el tercer milenio de la cristiandad a conocer en directo cómo se vivía a principios del segundo, 500 años antes de que Colón mostrase que la Tierra no es plana.

 

 

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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