Política. Sociedad. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones
¿Saben los cubanos de a pie que sus padres y abuelos en los años 50 comían 6,7 libras mensuales de carne de vaca (tercer consumo más alto de Latinoamérica luego de Argentina y Uruguay) y se tomaban medio litro diario de leche?
¿Ha explicado Raúl Castro por qué la Cuba “explotada por el imperialismo” produjo en 1958 casi 1,000 millones de litros de leche y en 2020 la Cuba “revolucionaria” produjo 360 millones de litros, tres veces menos y para el doble de habitantes?
¿Conoce alguien con exactitud cuánta carne de res y cuánta leche consume hoy un cubano común?
Otras preguntas similares se podría hacer a la cúpula castrista, pero todas tendrían la misma respuesta: sequías, huracanes, lluvias, plagas, epidemias, el “bloqueo yanqui”.
De una vaca por habitante, a tres habitantes por vaca
Para contribuir a que cubanos en la Isla tenga respuestas verídicas, son útiles estas estadísticas de la FAO, el Statistical Year Book de la ONU, el Ministerio de Hacienda de Cuba, el Departamento de Agricultura de EE.UU., la propia Oficina Nacional de Estadística e Información del castrismo y otras fuente creíbles.
Hoy en la Isla la gente ni se acuerda a qué sabe un filete de res, pero en América Latina el consumo per cápita de carne de res en 2019 fue de 10,6 libras mensuales. Hace 63 años los 147 mil ganaderos cubanos con sus 940 mil vacas en ordeño, produjeron 960 millones de litros de leche para 6,5 millones de habitantes.
Casi millón de vacas en ordeño que había en 1958, además de leche fresca permitían producir 1,5 millones de cajas de leche condensada (de 48 latas) en cuatro grandes fábricas. Ya en 1941 Cuba produjo 1,2 millones de cajas, y como el consumo nacional era de 400 mil cajas, exportaba el resto. La ganadería de Cuba de 1958 podría haber abastecido a la Cuba de 2021 con el doble de habitantes.
El doble de población y se produce tres veces menos leche
Como había entonces 6,6 millones de cabezas de bovinos, tocaba uno por habitante. Ahora hay 3,8 millones de cabezas para 11,3 millones de habitantes, tres por cada vaca. Créase o no, hay en la Isla 100 mil reses menos que en 1918, hace 103 años. Incluso en 1903 había 1,2 millones de bovinos para 1,2 millones de habitantes, una vaca por habitante.
Lo peor es que Cuba sufre una crisis alimentaria que ha empeorado la crónica malnutrición de la población. Es ya peligroso el déficit de proteínas en la dieta cubana, fundamental para el crecimiento, la reparación y mantenimiento de los músculos, tejidos, huesos y dientes.
Los nutricionistas recomiendan ingerir 0,8 gramos de proteínas por kilogramo de peso corporal. Quien pese 75 kilogramos (165 libras) debe consumir entre 55 y 60 gramos de proteína diarios. Y un filete de res de media libra contiene 60 gramos de proteínas, el mayor valor proteico de alimento alguno en la Isla.
Consumo cubano es inferior al de Gambia, el más bajo en Africa
Los cubanos, antes en la punta de América Latina en consumo de carne y leche, ahora están tan en la cola que el consumo per cápita de carne vacuna es mucho más bajo que el de Haití, de 3,3 libras mensuales. Y es seguramente inferior a las 1,2 libras mensuales en Gambia, el más bajo de Africa, e inferior al de Etiopía (1,3 libras) o Ruanda (1,5 libras), dos de los países más pobres del mundo.
Producción mundial de carne pasó de 28 a 72 millones de toneladas
Esa catástrofe ganadera no fue causada por la naturaleza como asegura el régimen, sino por un par de hermanos que implantaron el comunismo.
Sequías, huracanes, inundaciones y otros desastres naturales afectan a casi todos los países del mundo y la producción mundial de carne vacuna aumentó de 28 millones de toneladas en 1960 a 71,6 millones de toneladas en 2019. Los tres mayores productores en 2019 fueron EE.UU. (12,4 millones de toneladas), Brasil (10,2 millones) y la Unión Europea (ocho millones). Argentina produjo tres millones de toneladas. Son todos datos oficiales.
Pero Fidel Castro se autoproclamó sabio genetista y creó nuevas razas de vacas con el cruce de toros Holstein, importados de Canadá, de clima frío, con las cálidas criollas vacas cebú. Surgieron así las vacas F-1 y F-2, animales híbridos débiles, enfermizos, sin gran valor en leche y carne, a los que su color negro les dificultaba soportar las altas temperaturas y resultaban casi indefensos ante los parásitos tropicales. Todos aquellos costosísimos planes lecheros fidelistas fueron un desastre.
Las vacas mueren de hambre, están esqueléticas, no las ordeñan
Hoy las vacas se mueren de hambre por la desorganización y la desidia e improductividad inherentes al socialismo. Las reses están esqueléticas, apenas dan leche y carne. Las imágenes y fotos que llegan de la Isla son impresionantes.
En la provincia de Camagüey, la más ganadera de la Isla, murieron más de 41.000 reses en 2020. Los burócratas del PCC y el Ministerio de la Agricultura culparon a la sequía con el argumento de que si un vacuno no bebe agua en 24 horas pierde el 10% de su peso corporal.
Pero el director de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico, Julio Cesar Montalvo, dijo a la TV provincial que “los 54 embalses del territorio almacenan 777 millones de metros cúbicos de agua, la mayor capacidad de llenado de la última década para esta época del año”. Y aseguró que aunque no lloviese más hay agua suficiente para terminar 2021 y el primer semestre de 2022. Si las vacas no toman agua es porque no se la suministran.
Camagüey antes de 1959 contaba con más de un millón de vacunos y hoy tiene solo la mitad. Debe suministrar el 40% de la leche fresca del país, y ya no llega ni al 22%. En 2020 solo produjo poco más de 70 millones de litros. Dejó de entregar 13 millones de los planificados.
De 161,449 vacas en edad reproductiva solo están siendo ordeñadas 74,995, el 46% de ellas. Y están en el plan de inseminación artificial solo el 34% de las vacas y novillas en edad reproductiva. Y esto pese a que esa provincia recibió 44 millones de dólares del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (de la ONU) para la ganadería.
Robo de ganado, un subproducto neto del comunismo
Reportes oficiales revelan que en Camagüey hay noches en las que se roban entre 30 y 120 reses. De allí sale carne y sus derivados para el mercado informal de La Habana y Varadero. Y no son delincuentes, sino comerciantes mayoristas del mercado negro, un subproducto neto del comunismo. Sin ellos casi nadie podría probar siquiera la carne vacuna.
Claro, corren el riesgo de ser condenados a siete o diez años de cárcel. Tan altísimo riesgo es cargado al precio de venta. Si a eso se suman la ya desesperante demanda y los costos de comercialización, se explica el precio de 150 pesos la libra de carne vacuna, y de 70 pesos la libra de queso en el mercado subterráneo.
En la provincia de Las Tunas, solo en el primer semestre de 2020 murieron 7,069 reses, 2,593 más que en todo el año 2019, según fuentes oficiales. Esa zona ganadera tunera está muy cerca de los dos ríos más caudalosos de Cuba: el Cauto y el Toa, y nada se hace para llevarle agua al sediento ganado. Encima, solo se prepararon para sembrar pastos 4,049 hectáreas y no las 5,077 planeadas.
Lo mismo ocurre en todo el país. Hay sequías, como en todas partes, pero en Cuba no se construyen lagunas y tranques de agua extraída con molinos de viento, o transportada en pipas desde represas y ríos. Tampoco se siembran suficientes pastos. A nadie le importa.
Y un último detalle de la Cuba “de antes”. Según la FAO, a fines de los años 50 Cuba poseía la mejor ganadería tropical del mundo, y había desplazado a EEUU en la exportación hacia Latinoamérica de sementales de la raza cebú, unos 1,000 anuales.
Esta es, grosso modo, la “obra de la revolución cubana” en la ganadería vacuna.
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