Literatura. Ensayo. Promoción.
Roberto Álvarez Quiñones…
En esta acogedora sala de la Biblioteca de Huntington Park, destacado núcleo cultural comunitario, esta tarde asistimos a un acontecimiento literario tres veces poco común.
1) Es poco común que un buen novelista sea un buen ensayista, o viceversa.
2) Es poco común que un autor examine con precisión de cirujano, y recree, las obras de famosos y no famosos en un mismo ensayo.
3) Es muy poco común leer a un autor con tan desbordante imaginación, con los pies tan firmes en la tierra.
No es usual encontrar un escritor novelista-ensayista, o sea, que batee a las dos manos como decimos en béisbol. Pero hoy estamos de suerte, entre nosotros se halla uno de esos raros creadores ambidiestros que lo mismo mete un jonrón bateando a la zurda que a la derecha: Manuel Gayol y Mecías.
De nuestro autor de hoy, a quienes no conocen bien su trayectoria les puedo decir que empezó ya muy bien, cuando en 1992 ganó en La Habana el Premio Nacional de Cuento de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Sin embargo, su cuento premiado no se publicó porque Gayol no comulgaba con el sistema comunista cubano. Terminó formando parte de la diáspora que integramos casi dos millones de cubanos, incluyendo todos los que estamos aquí sentados en esta sala. Ya libre para crear, en 2004 ganó el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura de New York. Tiene una considerable obra publicada, como poeta, cuentista, novelista y ensayista. Novelas tiene dos publicadas y una tercera ya casi terminada que, por lo que me ha contado yo le digo podría ser sus “Cien Años de Soledad” personal. Gayol es también periodista. Fue editor del diario La Opinión durante 16 años, donde trabajó hasta hace pocos meses.
Pero vuelvo a lo que destacaba hace un momento, Gayol Gayol es un narrador que brilla al plasmar su mundo alucinante y a la vez real, de él y de nosotros, como Marja, la chica indeleble de su última novela (presentada aquí también en marzo pasado), y que paralelamente exhibe maestría en la ensayística, afincada en la intuición y la imaginación más sorprendentes, como podrán constatar en este libro de hoy.
No encontramos con frecuencia esta dualidad y me vienen a la mente cuatro de los principales íconos de las letras hispanoamericana: Gabriel García Márquez, Octavio Paz (ambos Premio Nobel de Literatura), Jorge Luis Borges, y José Martí.
García Márquez escribió crónicas, relatos, reportajes y muy largos artículos, pero no era un ensayista. Octavio Paz, uno de los grandes ensayistas en lengua española, no escribió ninguna novela. Borges no escribió tampoco escribió novelas, y al explicar por qué no lo hacía confesó: como no me tengo mucha confianza me gusta vigilar lo que escribo y, desde luego, es más fácil vigilar un cuento, en razón de su brevedad, que vigilar una novela”.
Y Martí, el gran poeta, ensayista, y además héroe nacional cubano, en su única novela, “Amistad funesta” (que no trascendió mucho), escribió en el prólogo que “el género no le place…porque hay mucho que fingir en él”.
Por supuesto ha habido grandes novelistas y ensayistas simultáneamente. Mario Vargas Llosa y Alejo Carpentier, son también ambidiestros, pero no constituyen la mayoría. Y no estoy comparando a Gayol con Vargas Llosa o Carpentier, pero francamente, si de oficio literario se trata, a quien le sirva el sayo que se lo ponga, no importa si es famoso, o menos.
El segundo aspecto poco común no es menos destacable. En su “Viaje inverso hacia el reino de Imago”, este ensayo multifacético que hoy se da a conocer aquí, Gayol aborda y desmenuza literariamente, a la par, la obra de cuatro monstruos sagrados de la literatura latinoamericana y de tres autores noveles, de mucha valía, pero menos conocidos.
El no pone una barrera aquí entre nuevos y consagrados, sino los une, porque, como dice en la Introducción del libro, a los clásicos José Lezama Lima, Borges, Octavio Paz y Alfredo Bioy Casares, “se les agradece ser colosales puntos de referencia en la historia de la literatura universal” , y a los nuevos Armando Añel, Rosa Marina González-Quevedo y Ángel Velázquez Callejas, se les agradece, y cito: “su conexión sensible con el alma mundial del humanismo”.
Seguramente a muchos de ustedes les llama la atención el título, sobre todo por qué el viaje inverso hacia Imago. Bueno, aquí está su hacedor y no voy a intentar explicar el título. Pero adelanto que esta palabra latina, que significa imagen, aquí trasciende con mucho su significado literal, que ya se usaba en la antigua Roma. Se trata en realidad de una excursión al mundo fascinante de las imágenes, y de una incursión al universo fabuloso de la imaginación y sus posibilidades at infinitum,
Realidad-imaginación
Ese viaje a la semilla se hace posible por la intuición asombrosa del autor, y por su profundo conocimiento del alma en sus más intrincados recovecos. Y engarza por eso, entre otros, con Carl Gustav Jung, fundador de la psicología analítica a principios del siglo XX, y cuyos estudios sobre la actividad onírica y el discurso intuitivo tuvieron gran trascendencia para toda la humanidad.
Lo más relevante de este libro es que no estamos aquí ante una crítica literaria tradicional. Gayol le da un sello originalísimo a este ensayo porque hurga en el texto que va analizando mientras realiza un viaje fantástico.
O sea, al hacer una valoración de la obra de siete autores Gayol no escribe una crítica literaria ortodoxa, sino que se inserta él mismo como autor a transparentar con su intuición imaginativa las distintas fisonomías literarias no aparentes o visibles de cada autor. Enriquece así las formas de ver el mundo y de plasmarlo de dichos creadores.
El secreto de esta feliz dualidad realidad-imaginación radica en una cualidad que acompaña a Gayol en todo lo que crea, sea ficción o no: el manejo de un discurso intuitivo e imaginativo que yo me atrevo a calificar de insólito. Eso es lo que caracteriza a Gayol como ente literario, y por eso es hoy uno de los más destacados escritores cubanos.
El no sólo escudriña y escarba hasta el fondo la obra de cada autor, sino que crea él mismo paralelamente, y casi sin darse cuenta, porque le fluye casi intuitivamente. Y lo inaudito, sin por ello apartarse de la personalidad literaria del autor evaluado por él. Eso es rara avis en el ejercicio de la crítica literaria.
Estamos ante un crítico que desborda creativamente la clásica crítica literaria, con pasajes y giros que cobran independencia del autor analizado. Por eso creo que los autores vivos incluidos en este libro se lo van a agradecer, y de los que ya no están entonces veremos ensanchada su trascendencia como patrimonio cultural de Latinoamérica.
Precisamente, esa intuición imaginativa es la que le permite a Gayol valorar tan certeramente en este ensayo la obra de José Lezama Lima, un narrador muy singular dentro de la literatura cubana y continental. Mucha gente se queja de que no entiende a Lezama. Por eso Gayol, más que entender nos ayuda a sentir a Lezama, y ahí está el detalle, como decía el genial Cantinflas, a Lezama, más que entenderlo, hay que sentirlo.
Como decía, resulta plausible cómo en este ensayo quedan mano a mano monstruos sagrados literarios con escritores nuevos que no han tenido aún tiempo de poder serlo. Gayol se muestra más interesado aquí en contribuir precisamente a que estos tres autores no famosos aún lo sean un poco más, porque realmente se lo merecen.
Por eso le dedica 39 páginas de su estudio a Armando Añel, y 33 a Lezama Lima. Hay 78 páginas dedicadas a la obra de los 3 noveles, y 67 páginas dedicadas a los cuatro escritores consagrados. Algo muy atractivo, novedoso y valiosa encontró Gayol en la obra de estos tres noveles. Pero yo no lo voy a decir. Compren el libro y lo sabrán.
Sí les adelanto que, no importa lo que ustedes piensen de cada escritor analizado en el libro, les digo que, van a disfrutar de la lectura de un ensayo fuera de serie, por su extraordinaria originalidad, y sobre todo porque el autor nos deleita con su impresionante dominio de nuestra rica lengua castellana. Nos hace disfrutar de las palabras por ellas mismas, de una prosa poética y erudita tan pulcra y potable como alucinante. Y como lo que dice y sugiere es igualmente de gran valía, ¿qué más se puede pedir de un escritor?
“Viaje inverso hacia el reino de Imago” definitivamente es un libro que hay que leer.
[California, octubre, 2014]
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