A veces uno se pregunta si no se quiere ver o no se puede ver. Independiente de otras tramas, de otras conductas siniestras. Los pensadores libertarios del siglo XIX anticiparon con creces muchas de estos deslizamientos, de imposturas encubiertas en ideologías redentoras, mesiánicas. De allí el líder, el hombre salvador, el señalado por la historia. Desde Owen, Camus, Ray Bradbury entre otros. Basta recordar aquella famosa frase de Heinrich Heine que pronunció en 1821: “Allí donde se queman libros, se acaba quemando también seres humanos”.
Nadie podía estar en su sano juicio si no se defendía la Revolución Rusa. Lo mismo con Cuba y la lucha contra la sangrienta dictadura de Batista. Hay más ejemplos. Venezuela es una copia de la dictadura cubana. Al poco tiempo ya se veía la demagogia castrista, las persecuciones, las cárceles, el destierro. Y una supuesta izquierda se subió al carro de verdaderos delirios económicos, sociales, educativos, culturales. Apoyados por intelectuales “revolucionarios”. Vergüenza y estupor.
Como todo autócrata, Maduro —más elemental y primitivo— genera discursos kilométricos, absurdos maquillando el chavismo, con giros sofisticados cuando no lamentables. Pero el aparato ya está formado. En el
Venezolanos agradecen aprobación de TPS en el Congreso de EE. UU. Tomada de CubaNet.
fondo militares, jueces, políticos son cómplices de las persecuciones. Con los cubanos construyeron la doctrina militar. Y entonces leemos Irán, China, Rusia, Nicaragua, Corea del Norte. México y Brasil, cada uno a su modo, guardan silencio. Se puede discutir —y es saludable— ciertas miradas del mundo capitalista, que por supuesto tiene lo suyo. Pero no mezclemos, intentemos pensar con claridad, son libertad, sin tapujos ni espejos cóncavos. Recordemos Mussolini, Hitler, Franco y otros caballeros. Y como actuaron muchos de sus seguidores. Pueblos enteros saludando un renacer o un futuro en plenitud. Ejemplos sobran, hoy tenemos —perdón lo reiterativo— una Cuba destrozada y una Venezuela con una cantidad de exiliados inimaginables. Punto.
Poco a poco fueron generando sociedades desmemoriadas, falsamente igualitarias. Pero también, en gran medida superficiales. El censor crea incultura y barbarie. El mito fundador crea olvido, miedo, muerte. La propaganda desaforada de estos regímenes siembra lo bélico, el enemigo externo, la amenaza permanente del baño de sangre. Y por último el silencio.
El profesor e investigador Antonio Pasquali nos recuerda que “el papel del intelectual como pensador y productor de conocimiento, ante la presencia del espíritu hegemónico que encarna el autócrata convertido por su propia significación en totalitario. Frente a esa presencia el intelectual tiene un compromiso sociopolítico de denuncia y resistencia cultural”.
[Buenos Aires, 2 de agosto de 2024]
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