Literatura. Crónica. Por Carlos Penelas… En Espenuca, mis abuelos y mi padre se levantaban con el alba a trabajar la tierra de sus amos. No lejos de allí, en Rante, Ourense, mis otros abuelos hacían lo mismo. Veían el agua de los cántaros helados en invierno. Veían las lluvias, la nieve. Sentían lo indispensable: el huerto, los hijos, la leña de la lumbre. Miraban el cielo, la injusticia, la claridad traslúcida de la aldea.
Política. Sociedad. Crítica. Por Roberto Álvarez Quiñones... ¿Saben los cubanos de a pie que sus padres y abuelos en los años 50 comían 6,7 l ...
Sociedad. Crítica. Por Gustavo Catalán… Una de las muchas compensaciones que aporta el paso de los años, es la posibilidad de verse acompaña ...
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