No hay cadena de radio que cese de vociferar con el dichoso fútbol. Que si azulones o rojillos, bermellones, blanquiazules y culés; los de Zidane, Lopetegui o el Cholo… Y la comedura de coco alcanza sus límites de no apagar durante las insulsas obviedades de cualquier entrevista: “Nuestro objetivo es ganar”, “Podríamos haberlo hecho mejor”, “Convendrá mantener a cero nuestra portería”… Por no hablar del reciente duelo respecto a Maradona, una verdadera pesadilla. Luego están las musiquillas en horas que tiempo atrás se dedicaban a las noticias o, para terminar con la paciencia que pudiera quedarnos, entrevistas de nulo interés y, trufando las digresiones de cualquier político, inventos léxicos; nada de idiolectos o lenguajes crípticos para los ajenos al tema, sino palabros y reiteraciones: “evidentemente”, “como no podría ser de otra manera”… A tal extremo que, de escucharse a sí mismos, sería la mejor razón para callar siquiera por una temporada.
¿Recuerdan la tan manida “desescalada”? ¿Y “el relato”, cada dos por tres? Por seguir, “el Covid”, masculinizando la enfermedad (que eso es la “d” final, en inglés) y, en contrapartida, nosotros y nosotras, ellos y ellas, con el “nosotres” y “elles” en espera de su “implementación”, de “motu propio” (que no proprio) y para una mejor “cogobernanza”, tal como “mandata” la Constitución para lograr “interlocutar” como se debe. Palabras algunas que puede contemplar la RAE, pero sorprendentes en un intento de comunicación que pretenden, supongo, fluido y sin alardes.
Si me apuran, y “en relación a ello”, como suelen decir en vez de “con”, alguien debería recomendarles imitar a Demóstenes que, en la antigua Grecia, permanecía en una cueva subterránea y se afeitaba media cabeza para no salir en unos meses mientras entrenaba su oratoria metiéndose guijarros en la boca. Entretanto, no es sorprendente constatar que un número creciente de oyentes decidan apagar; opten, persiguiendo el silencio, por tapones en los oídos o, si ya sobrepasados por cualquier emisora, decidan entrenarse para dedicar en un próximo futuro su tiempo libre a las actividades subacuáticas, con la esperanza de que pulpos y calamares sigan a lo suyo como hasta ahora y no se les ocurra empezar a interlocutar, imitando a algunos de los de arriba.
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