Seis poemas de “Galería innombrable”, por Doribal Enríquez

Written by on 06/12/2013 in Literatura, Poesia - No comments
Poesía.
Doribal Enríquez Enríquez…

 Galería innombrable

 

  Muerte de un viajante

el viajante sucumbe a cualquier hora

—nadie lo oye despedirse.

en él se agota lo innombrable, el delirio.

el viajante se nutre de esperar auto,

barcaza, aves migratorias.

lo quiero alcanzar, no por viajero,

sino por testigo

de quedarnos mirando cómo llueve.

el viajante es un saludo,

un e-mail,

un camino,

como solo pueden los dobles en el cine.

va o regresa, y, de cualquier forma,

yo lo alcanzo.

 

 Hiroshima sans amour

no tienes la culpa que ya no tenga manos

para anunciarte vísperas, retornos;

muros derribados, líneas divisorias,

 

no tienes la culpa que yo mire a tus ojos

y pregunte por tus reminiscencias y noticias

—vieja forma de descubrir ángeles en éxodo.

 

no tienes la culpa quiten ganchos, aparezcan portones,

para evitar alquimias, forcejeos.

los vecinos, hacen lo mismo,

comentan el parte meteorológico

como manera de salvar los sueños postergados.

 

te disculpo aún si lloras,

mientras la pantalla enseña fachadas derruidas

y no hacemos nada por evitarlo.

 

voces llaman desde un ataúd, una crucifixión, un mitin,

olvidadas por la necesidad, la total esperanza.

y parece muy tarde,

viene el mar desbordado a ocupar su destino.

 

no hay foto que acorrale esa huella,

si volteamos el rostro,

si alguien quiere amar

y le decimos eres cursi.

crecen rejas, carteles en idiomas difusos:

«cuidado hay perro, hay gentes, hay nada»

y algunos pasan, miran, se persignan.

yales, candados, alarmas contra sentimientos subversivos.

en lugar de la magia.

 

tú no tienes la culpa de las novísimas venganzas:

espérame, nos salvaremos a pesar de todo,

antes que venga la oscuridad a doblegarnos.

 

Galería innombrable

maría callas flexiona su voz

como quien indica la gravidez que pesa sobre ella.

debe espantarse a su marido,

gordo insoportable,

y acompañarlo una vez más al moulin rouge.

no disimula,

y el público lo capta en esta área.

levita en madame butterfly.

recuerda inauguración,

figura ecuestre develada;

la retreta entonó himnos nacionales,

melodías típicas, valses,

para su gusto mal interpretados.

la garganta hace un giro,

aliento que anuncia rones que vendrán,

como en aquella biblioteca con nombre alejandrino

donde ni siquiera brindó por un casete de ella misma.

es una imitación,

dirige sus ojos a la orquesta

que revienta en acordes muy frenéticos

y salen de la diva voces alevosas,

epítetos que revelan su odio al gordo,

a las veladas siempre iguales.

 

se desgarra la blusa, el sombrero, el maquilaje

y lanza el cuchillo

en el momento justo cuando la orquesta cesa,

y ella cae, de rabia:

habrá tarja, develación,

discursos,

y eternos espaguetis insulares.

 

La bohème

nos bajábamos en las paradas sin fijarnos

en el deterioro, la abulia, los olvidos.

 

agobiados por la tarde muriéndose,

los parques, las mezquitas con banquetas vacías.

el edificio masónico

giraba su globo en torno a una armonía

que apenas cabía en nuestras sienes.

 

me apeo del taxi, con esfuerzo,

me piden la señal que vieron alguna vez…

algunos dicen adiós en idioma afiebrado,

a través del cristal

donde tu rostro se disuelve,

mientras los precios borran nuestra imagen.

 

ciegos, sordos,

—parecidos al acorazado potenkin…

como si hubiéramos muerto para todos.

 

Instantánea

prima levanta su saya.

alguien, no sé quién

intenta una foto,

ella se da cuenta…

sonríe.

en el álbum,

prima se va hacia un lado,

con brusquedad.

más allá, en espejo borroso,

aparezco con cara sorprendida,

oscuramente sorprendido.

Señor cartero

please, míster postman

lennon y mccartney

desde la última vez pasó tanto tiempo,

que mis manos lloran otras manos,

se culpan de no enviar chances, mentiras, azulejos.

 

alguien desde el cielo intratable vino a ver

si violas fronteras

 

dígame si halló cartas camufladas.

si traen cortauñas

o foto de jugador de grandes ligas;

solo quiero unas letras,

revise su alforja, sus ideas sobre direcciones y gente:

llame con discreción, así los vecinos no se enteran.

 

muda mi rostro si la carta

habla en el idioma de los que se quedan solos.

ella cambiará el curso de nuestra conversación,

y a partir de hoy no gritará mi nombre y apellido

mientras los vecinos, curiosísimos, bajan la radio.

 

comparta la rabia de que nuestro equipo,

este año, no ganó el campeonato.

uno se prepara y está alerta:

el pasado no es el mismo para todos,

y envejecemos pensando que los demás son eternos.

 

Doribal Enríquez Enríquez

©Doribal Enrtíque Enríquez. All Rights Reserved

About the Author

Doribal Enríquez Enríquez (La Habana, 1949). Graduado en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana. Poeta, narrador, asesor literario. Tiene publicados: Páginas abiertas (Letras Cubanas, 1981), Y febrero en mi sillón (Extramuros, 1983), La soledad de los verdugos (Vivarium, 1999), Vértigo de la otredad (Extramuros, 2003), Los ángeles no son sino demonios (Oriente, 2006), Sin esperar a darnos cuenta (Vivarium, 2009). Ha merecido los premios de poesía: Ultima hoguera (CNCC, 2003) y de la editorial Oriente, en el 2005

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