Literatura. Poesía. Música. Crónica.
Por Waldo González López
La noche del pasado domingo 18, a las 7 y 30, tras disfrutar en el Canal 41 el atractivo espacio «El sabor de tu música», conducido con la habitual frescura por Tres de La Habana, seguimos conectados Mayra del Carmen y yo, y a las 7, nos complacimos con los valiosos repentistas de «Clave Guajira» y, a las 8, llegó otro esperado: «De noche y en compañía», guiado por la cantante y pianista Lena Burke, quien pocas semanas atrás en él se estrenara y triunfara en la dificil tarea de presentadora, en cuyo éxito, sin duda, tuvo que ver la gracia y el poder comunicativo aportados por su abuela, la gran Elena Burke, la mejor bolerista cubana hasta la fecha, como su madre, la asimismo aplaudida Malena.
De tal suerte, con su talento y desenvoltura habituales, Lena entregó a los televidentes un hermoso regalo, al dedicar el programa al bolero y a varios célebres intérpretes, entre ellos, nuestro preferido: Vicentico Valdés, cuyo sobrino, el también cantante Marcelino Valdés y el investigador de la música cubana Eloy Cepero, ofrecieron anécdotas de interés sobre los cantantes y, en especial, sobre Vicentico.
Muy satisfechos quedamos Mayra del Carmen y yo, y ella, siempre puntual, me recordó que, en el 2001, publiqué la primera antología de poemas y canciones cubanos sobre boleros que, presentada en el Café Cantante del Teatro Nacional, contó con la asistencia de nuestra invitada especial: la gran Elena Burke, con la que años atrás habíamos compartido una de las inolvidables noches que, en el Pico Blanco del Hotel Saint-John’s, mantuvo durante décadas otro trovador querido por nosotros: Ángel Díaz, o, mejor, Angelito, tal le decíamos con el afecto que ganó en todos por su bonhomia y sencillez, solo comparables a las de otra trovadora igualmente apreciada por nosotros y singular vecina: Teresita Fernández.
Sí, Añorado encuentro. Poemas cubanos sobre boleros y canciones no fue, sino es la primera antología editada sobre este género musical en Cuba y Latinoamérica. Tal escribí en el prólogo —que titulé como el clásico: «Conversación en tiempo de bolero»— ese volumen era un viejo sueño mío, que me di el gusto de publicar por las capitalinas Ediciones Extramuros, con selección y prólogo míos.
Mas, para suerte mía, me acompañaron en esta otra de mis no pocas aventuras literarias, dos profesionales de ley: la inmejorable edición, como en la mayoría de mis numerosos libros, corrió a cuenta de mi insustituible Mayra del Carmen Hernández Menéndez — tan amante del bolero como yo— y el hermoso diseño de cubierta e interior a cargo de Gonzalo Méndez Cabeza, quien galardonado por su certera labor, no fue mencionado en la prensa, porque—según supe después— estaba casado con una extranjera y, por ello, no era una persona «confiable». Nada: cosas que pasaban… y pasan en Cuba.
Pero quizás algún ciberlector ¿desinformado o inculto? se preguntará: ¿Y para qué hablar ahora del bolero, si ya no se escucha? Pues a ese que quizás prefiere el incalificable ¿ritmo? del reguetón (término que viene de reguero, desorden…), le digo que el bolero es uno de los géneros más gustados no solo en Cuba, sino también en México, su segunda patria, desde que cruzó, como antes el danzón, Yucatán mediante, a la tierra de grandes compositores, como Roberto Cantoral, Agustín Lara, Juan García Esquivel, Armando Manzanero y María Grever, entre otros grandes compositores, donde sentara plaza, al punto de que estos géneros son allí tan venerados, que muchos piensan que son mexicanos.
Mas, amplío sobre el bolero y Vicentico Valdes con otra crónica mía, publicada por mi colegamigo Joaquín Estrada Montalbán, en su blog Gaspar el Lugareño, el 13 de octubre de 2013, a solo dos años de arribar a Miami este cronista con su infaltable Mayra del Carmen Hernández Menéndez:
«Conversación en tiempo de bolero»: Vicentico Valdés.
Este gustado género musical que, surgido a fines del siglo XIX (1883) en la ciudad de Santiago de Cuba, sigue atrayendo a diversas generaciones de Hispanoamérica, y no sólo en Cuba, como algunos podrían pensar, y ello se constataría en la España de 1995, cuando la voz del chileno Lucho Gatica y el cineasta Pedro Almodóvar favorecerían su renacer.
Es conocido, pues, el nacimiento del aún popular bolero al extremo oriental de la capital cubana, aunque desde mediados del siglo XIX se escuchaba en esa ciudad un género denominado bolero bailable. Pero historias y anécdotas aparte, los ciberlectores se preguntarán: ¿Por qué el título de esta crónica? Y este poeta y crítico les responde: Porque es también el de uno de los más populares boleros que cantara Vicentico Valdés y, hasta poco antes de su muerte, también el trovador y fundador del movimiento feeling, Ángel Díaz.
Vicentico Valdés, quien realizara buena parte de su exitosa carrera en los Estados Unidos de Norteamérica fue poseedor de un genuino estilo que lo identificó, como una marca cantábile; por lo que gustó y triunfó en EUA y en Hispanoamérica, y porque durante muchos años tuvo espacios en emisoras radiales habaneras, en particular la COCO.
VICENTICO VALDÉS: “AÑORADO ENCUENTRO”
El panorama musical cubano durante la década de los ‘50 fue uno de los fenómenos culturales más impresionantes que ha conocido América. El prestigioso investigador y jurista cubano Cristóbal Díaz Ayala ha definido estos años como «los fabulosos 50», pues no existía género o estilo que no estuviera representado por decenas de compositores e intérpretes de primerísima calidad: la música campesina, la rumba, las charangas danzoneras, los y las cantantes de boleros.
Tal apunta un colega, era la culminación de un proceso que se inicia a comienzos del siglo XX, con las primeras grabaciones, y se intensifica con la aparición en 1922 de la radio en Cuba. Ya en la década del 40 se instalaría definitivamente en el gusto del pueblo cubano uno de los mejores intérpretes que ha dado el bolero a nivel internacional: el célebre Vicentico Valdés.
EN EL ORIGEN FUE…
Nacido en el barrio habanero de Cayo Hueso, el 10 de enero de 1921 (día que comparte con el cronista), en el seno de una familia de notables músicos, como sus hermanos Marcelino y Oscar, percusionistas, y el también gran cantante Alfredito Valdés, el contexto debió influir en él, y participa como una de las voces en dos de las principales agrupaciones de la historia musical cubana: el Septeto Nacional (segunda época, 1937) y la charanga de Cheo Belén Puig. Fue, pues, intérprete de sones, guarachas y danzones, que asimismo cultivó, como en la Orquesta Cosmopolita, una jazzband. Asimismo, en Cuba, mantuvo un programa diario de media hora en la COCO, aunque era reclamado por los oyentes en otras emisoras capitalinas e, incluso provinciales. En 1944 viaja a México, donde canta con varias orquestas y comienzan sus primeras grabaciones con la Peerless. Fueron decenas de piezas, casi todas de música movida, como guarachas y sones. Aún no se había definido por el bolero.
Dos años después viaja a New York, la ciudad norteamericana en la que se desarrolló una proporción importante de la música cubana y donde se instala y labora con la importante disquera norteamericana Seeco, de la que fue productor. Aquí Vicentico cantaría con dos de las más importantes orquestas puertorriqueñas: la de Noro Morales (1947) y la del célebre pailero Tito Puente (1949). A comienzos de los 50, realizó varias grabaciones con Puente y Morales, en las que ya los boleros tenían mayor presencia; también versiones de canciones de otros países, como «La vie en rose», costumbre que mantendrá a lo largo de su vasta carrera, en la que grabaría cerca de 50 LPs. Otro género al que dedicó tiempo fue el mambo, que triunfaba por esos años, sobre todo en el continente. En 1953, grabaría en La Habana con la Sonora Matancera y, al año siguiente, ya tenía su propia orquesta en New York, donde mantendrá en la preferencia del público, sobre todo latinoamericano hasta fines de los ’80.
La presencia de la población puertorriqueña, fervorosa consumidora de nuestra música, hizo posible la gestación de una ebullición musical en la que participaban tanto boricuas como cubanos, y que permitió el desarrollo de grandes músicos y cantantes, como Chico O’ Farrill, Mario Bauzá, Panchito Riset, Orlando Vallejo, Antonio Machín o el Conjunto Caney, de Fernando Storch, por sólo mencionar a algunos de los más destacados.
Como todos los grandes boleristas, su calidad no se basaba sólo en la tesitura de su voz, sino, sobre todo, en su capacidad interpretativa, en la dramatización que hacía cuando cantaba. Como la de otros (los Orlandos: Vallejo y Contreras; Ñico Mambiela y el insuperable Benny Moré), su voz era decididamente nasal, pero no tanto como las de sus colegamigos Antonio Machín y Panchito Riset, también en esos años residentes en EUA. En 1958 incorpora a su repertorio tres boleros de una autora de solo 24 años y desconocida para el público: Marta Valdés, quien triunfa con tales éxitos: «En la imaginación», «Deja que siga sola» y «Tú dominas», cuyas letras no hacen concesiones al facilismo sentimentaloide que tantas veces abrumaron al género.
En el CD El gran Vicentico Valdés, de la SEECO (redición del LP del mismo nombre), aparecen unas significativas palabras del cantante, pronunciadas en 1964 y que han ganado actualidad:
Soy mucho más afortunado que muchos de los cantantes que empiezan ahora. Puedo defender todo el tiempo lo que creo que es correcto musicalmente. No tengo que hacer concesiones porque la gente me acepta como soy. Pero si fuera a empezar hoy y tuviera que hacer todas las cosas que he venido haciendo hasta ahora, sería mucho más difícil. […] Sabemos que la calidad en general es más baja y de esa forma el estímulo de muchos compositores y cantantes se ha muerto.
Vicentico Valdés, quien murió en New York el 26 de junio de 1995, hoy continúa como uno de los preferidos, no sólo para los que peinan canas, sino igualmente para muchos jóvenes.
VICENTICO Y LOS COMPOSITORES LATINOAMERICANOS Y CUBANOS
Excepcional cantante cuyo particular estilo marcó pautas en la bolerística cubana y latinoamericana, difundió los mejores compositores latinoamericanos de bolero, en especial los cubanos, de los que fue un valioso promotor internacional, como bien han referido no pocos de ellos. Grabó numerosos álbumes a lo largo de su exitosa vida profesional y mereció cuantiosos premios por la venta de sus gustadas grabaciones, particularmente en el mundo latino, entre ellos varios Discos de Oro por algunas, como, entre otras, «Añorado encuentro», «Envidia» y «Los aretes de la luna», reunidas en álbumes como, entre muchos otros: Lo mejor de Vicentico Valdés, Clásicos de Vicentico Valdés con la Orquesta de Bobby Valentín y Canciones premiadas de Vicentico Valdés.
Justamente Vicentico cantó diversas canciones de algunos de los mejores compositores del feeling, entre éstos los renombrados autores cubanos Gerardo Piloto y Alberto Vera, Marta Valdés, René Touzet, Armando Peñaver, Luis Yáñez, Jorge Zamora y otros. Uno de esos valiosos números le valdría en 1958 un Disco de Oro, cuya réplica llevara desde entonces colgada al cuello: «Añorado encuentro», del binomio Piloto y Vera que, nadie antes ni después cantaría como él. Tal era su orgullo y satisfacción por esta canción, como por otras dos, igualmente famosas, ya suyas en su voz: «Envidia» y «Los aretes de la luna», que con ellas conformaría la tríada preferida por él de su repertorio, según confesara al periodista panameño César Villalobos en la que, al parecer, fuera su última entrevista, aparecida en el suplemento Mundo Contemporáneo, del diario istmeño El Panamá América, en 1994, ya que él fallecería al año siguiente. «El bolero no muere», confesó entonces al periodista panameño, y añadió: «Está ahí la obra de compositores nuevos, y seguirá.» Luego subrayaría: «No soy el mejor cantante cubano, pero mi estilo gusta.»
Y claro que gustaría desde que emergiera al panorama musical cubano, incluso cuando en los 40 integrara, como cantante, el Septeto Nacional, donde su hermano Alfredito era voz principal. Sólo poco tiempo después partiría a New York y allí alcanzaría mayor celebridad entre la comunidad latinoamericana, gracias a su aguda y rítmica voz acompañada, primero por la famosa Sonora Matancera, que lo cortejó en «Los aretes de la luna», «Lo añoro» y «Sólo por rencor», entre otros boleros, y luego por valiosas jazzbands en brillantes arreglos, siempre bajo el sello disquero de la SEECO.
En la selección de orquestas y el sabio escoger de los temas, radicaba gran parte del éxito de Vicentico, sobre el que confesaría a Villalobos: «El problema no es sólo ponerlos, sino que sea bueno todo. Me gusta satisfacer al público; por eso es que mis grabaciones de muchos años siempre a la gente la han gustado». También confesaría este preferido por varias generaciones de fans que poseía un nutrido archivo musical, aparte de que le ofrecían nuevas canciones, entre las que escogía para su selecto repertorio, en primer lugar, las de su querida patria, así como otras mexicanas y de distintos ámbitos latinoamericanos. Un importante dato expresado al colega panameño es que al principio hacía toda clase de géneros, pero el público lo obligaría a ‘lo romántico’. De ahí que siguiera esta línea, pues además en todos los escenarios en que se presentara, con su setentitantos años y hasta su muerte, le solicitaban sus números ya mencionados, preferidos también por sus fans, y otros interpretados incluso en versiones nuevas, a las que sólo añadiría voces femeninas para su acompañamiento vocal. Su quehacer de vasto alcance se define como lo que fue: el de un artista completo. Iniciado durante tantas décadas atrás y nunca obsoleto, sino cada vez más actualizado con nuevas sonoridades bolerísticas hasta su desaparición física Vicentico Valdés, gracias a su carisma y singular estilo, continúa siendo aún hoy, preferido e, incluso, irremplazable, a pesar de sus pedestres imitadores que hemos sufrido, al menos, en Cuba.
VICENTICO, MARTA VALDÉS Y ÁNGEL DÍAZ
Incluyo dos testimonios-entrevistas míos concedidos generosamente por dos queridos y admirados amigos, quienes lo fueron también de Vicentico.
MARTA VALDÉS, compositora, trovadora y crítica musical.
«Vicentico irrumpió en los 50, gracias al disco en la radio y la victrola. A nadie le pareció raro que esa voz, esa cadencia y ese tiempo lentísimo que implantara su estilo en el bolero, llegara desde afuera. Apoyándose en el genio musical del pianista y arreglista cubano René Hernández, radicado como él en New York, Vicentico recibía desde La Habana los guiones melódicos que le enviábamos los autores de mambos, guarachas, sones y boleros, agrupados en la pequeña editora Musicabana y nos los devolvía, uno a uno, listos para perdurar. A base de sonar único y cubano, atravesó varias décadas y permanece todavía como una de las señales sonoras innegables de nuestra música. Los autores cubanos y el pueblo mismo tenemos una deuda eterna con él y, por eso, viajará por el 2001, cómodamente instalado en nuestra memoria y nuestros corazones.»
ANGEL DÍAZ, fundador del movimiento feeling, compositor y trovador
«Lo recuerdo en Radio Minuto Nacional, en el Vedado, donde, invitado por el dúo de Renée y Nelia, cantó alguna vez con ellas y conmigo, en un espacio de esa emisora. Tenía un órgano vocal extraordinario. Colocaba y proyectaba su voz ¡pequeña! admirablemente. Además, venía a Cuba —a la que tanto quería y donde aún permanece su familia— casi todos los años.»
Uno de sus más altos méritos, al decir de Ángel Díaz (Angelito) es que fue uno de los primeros grandes boleristas (mucho antes que otros) en acercarse al filin y a sus compositores. «No sé si estudió canto; pero cantaba como un ángel, con las AES abiertas («mi felicidaaá», decía, y «la fidelidaaá», por poner dos ejemplos). No empleaba la A ovalada o redondeada, como ensañan los profesores de canto lírico».
Es, de algún modo, lo que luego haría con alta calidad, en particular el mexicano Luis Miguel, quien tomara no poco de estas y otras grandes figuras cubanas y mexicanas de la canción y el bolero.
CODA
Tras una fehaciente vida de fertilidad y creación (donde descuella su apoyo a sus colegas compositores de la Isla), Vicentico Valdés fallecería en la New York de 1995.
A continuación, transcribo el texto (la letra) de ese clásico bolero que, compuesto por Gerardo Piloto y Alberto Vera, quedara como un momento esencial de este preferido género de la música cubana durante los Años de Oro del género y de este gran bolerista.
“AÑORADO ENCUENTRO”
Aunque lejos estemos tú y yo,
siempre unido estará nuestro amor
añorando tan solo el momento
de estrecharnos con loca y tenaz pasión.
Ni siquiera logré imaginar
me quisieras lo mismo que yo,
aunque siempre en mi pecho callara
la inquietud que al tus ojos mirar me ahogaba.
Hoy rompo las cadenas del silencio,
logro decirte que te quiero,
que tú eres todo lo que anhelo.
Volveremos a vernos tú y yo,
trataremos del tiempo borrar,
no tendremos en cuenta razones
que no sean las de nuestros corazones.
(Esta crónica está incluida en mi inédito Diccionario del bolero Cubano Añorado Encuentro, preparado en La Habana durante varios años y ampliado en Miami, tras mi arribo aquí).
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