Literatura. Sociedad. Crítica.
Por Carlos Penelas
Las ocurrencias no son arte
Avelina Lésper
Lo que vamos a plantear en este artículo es algo casi tan viejo como el mundo. Hay por un lado un gusto del público y por otro el de la crítica. Nuestro querido Umberto Eco señaló con claridad que
“raramente se tiene en cuenta el hecho de que, dado que la cultura de masas en su mayor parte es producida por grupos de poder económico con el fin de obtener beneficios, permanece sometida a todas las leyes económicas que regulan la fabricación, la distribución y el consumo de los demás productos industriales”.
A veces coinciden, por lo general no. Hay libros que se venden, y mucho. Y son un engendro. A veces no es así, las menos, seguro. Esas ventas increíbles no sólo no aseguran inmortalidad, sino que tampoco aseguran talento. Para la gran mayoría de los figurones –que buscan el calor oficial, los premios, los reconocimientos, la vanidad de la foto o del abrazo– la popularidad es una meretriz. Y en muchos casos terminan cenando con ella. Los académicos, salvo excepciones, llegan con problemas de próstata y ridiculizados. Los “modernos” o “contemporáneos” ponen una línea debajo de otra o al costado, sin puntuación, o con la última palabra en mayúscula y creen estar tocando la genialidad, el más allá, la originalidad. O los escultores que tiran planchas de acero por el piso con tres o cuatro tubos fluorescentes y luego hablan de la “cualidad del objeto”. Tom Stoppard lo expresa en una obra de teatro: “La imaginación sin destreza nos da el arte contemporáneo”. Qué nos
queda de los templos de Agrigento y Seminonte. O Segesta. Así vamos por el mundo. De la perplejidad a la indignación. Rodeados de figurones donde todo es pintoresco y pocas cosas elegantes. Podemos ver toda la imbecilidad en la política contemporánea, en el populismo, en los movimientos irracionales, en los líderes impresentables, en pueblos seducidos por el mercado, en individuos con un termo en el cerebelo, en la banalidad y estupidez que nos rodea. Si, por supuesto, hay otros seres. Pocos, pocos.
Todo cambia, suele decir mi vecina de ochenta y ocho años. Parcialmente, me digo. Aristóteles estaba convencido de que el hígado cobijaba al espíritu. Galeno, a las personas nobles, las denominaba de buen hígado, no de buen corazón. Para los etruscos, en el siglo V antes de nuestra era, era el hígado una zona sagrada. “La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir”,
nos recuerda una vez más Zygmunt Bauman.
Así todo. En la antigüedad la epilepsia fue asociada con la posesión demoníaca. Por esta razón, y no otra, muchos enfermos terminaron sus días en las cálidas hogueras de la Inquisición. A pesar del tiempo transcurrido, casi en el siglo XXI muchos de los que la padecen son discriminados en los trabajos y en la vida afectiva. Ignorancia, tabúes, imbecilidad, fantasmas. Lo que usted quiera, o todo junto.
La palabra melancolía –que viene del griego– que significa “tristeza vaga, profunda, nacida de causas físicas o morales”, bilis negra o atrabilis. Alguien me dirá que la temperatura del ser humano oscila entre los 36º5 y los 37º5. Y que la temperatura del hígado es de 38º porque la de los testículos no sobrepasan los 36º, pues los espermatozoides no madurarían y por eso están más aireados.
Leo una noticia de hace años en The Wall Street Journal; nos da otro índice de que todo cambia para que nada cambie. Parece ser que cada vez más en las iglesias de los Estados Unidos, en el momento de la Eucaristía, se está usando vino blanco y no el tradicional tinto. Se trata de algo simple: resolver un problema. Y ser prácticos. Las manchas de vino tinto son difíciles de quitar en las piezas de lino y sale más caro. De esta manera se ahorran unos cuantos dólares al año. Ya hay grandes discusiones, el “simbolismo” por un lado, el costo de la “justificación” de los manteles por otro. En este planteo se introdujo la discusión de las flores artificiales en los altares ¿son lícitas o no? Mientras tanto en varias parroquias de Italia empezaron a realizar la comunión con vino blanco. Ante la crisis, una empresa californiana, vinícola, comenzó a comercializar un removedor de manchas. Se llama Wine Away (fuera vino). Cosas de la vida, estimado lector.
Creo que es necesario recordar unas palabras de Abelardo Castillo:
La lectura es un acto decisivo para la comprensión del mundo en que vivimos. Leer es descifrar una intrincada escritura que nos circunda y nos rige. Es el hilo para encontrar el camino hacia nuestra libertad. La instrumentación de la ignorancia es el arma más formidable para aniquilar la libertad de un pueblo.
Humoradas, sin otra intención que sonreír. Pues la risa –según las últimas investigaciones– promueve la producción de endorfinas, una hormona analgésica. En otras palabras, reírse disminuye el estrés, refuerza el sistema inmunológico y eleva la calidad de vida. Como hacer el amor con una bella mujer. Hasta la vuelta, amigos.
La cultura es una cosa y el barniz otra
Ralph Waldo Emerson
[Buenos Aires, febrero 2020]
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